El domingo, 16 de julio de 2023

DECIMOQUINTO DOMINGO ORDINARIO

(Isaías 55:10-11; Romanos 8:18-23; Mateo 13:1-23)

El evangelio hoy nos presenta una de las parábolas más conocidas: el sembrador.  Sin embargo, no es bien entendida, al menos en la forma que la tiene el Evangelio según San Mateo.  Para entender lo que pasa, nos ayuda tener en cuenta otra parábola.  En el Sermón en el Monte Jesús dice a sus discípulos: no “echen sus perlas delante de cerdos”.  Eso es, no deben revelar los misterios del Reino de Dios a aquellos que se burlarían de ellos.  En el Evangelio de Mateo Jesús habla en parábolas para evitar este abuso.

Hallamos a Jesús preparándose a predicar.  Vienen muchos para escucharlo.  Entre ellos están personas con intención de aprender de Jesús y también personas que lo desprecian.  Los malintencionados son como los trols del Internet hoy en día que siguen los medios sociales para agregar sus posts ofensivos.  Ven a Jesús con la envidia porque lleva mucha popularidad entre la gente.  Los bien intencionados, al contraste, ven a Jesús como la palabra de Dios que viene de los cielos en la primera lectura.  Lo que San Pablo dice en la segunda lectura se puede aplicar a ellos.  Tienen las primicias del Espíritu Santo y gimen interiormente para conocer la verdad entera.

“…salió un sembrador a sembrar…” Jesús está comparando su predicación del Reino de Dios con el campesino sembrando semillas.  Después de haber escuchado esta parábola muchas veces, sabemos que tiene que ver con el tipo de escucha que diferentes gentes le dan a su palabra.  Pero a los discípulos de Jesús les cuesta entender su significando.  Por eso, se acercan a Jesús sus discípulos con la pregunta: “’¿Por qué les hablas en parábolas?’” Los discípulos oyen las parábolas como acertijos, no como descripciones ilustrativas del Reino.  Entonces Jesús explica su propósito con referencia al profeta Isaías.  La gente ya ha cerrado su corazón al arrepentimiento.  No vale la pena tratar de enseñarles.  Es como “echar perlas delante de cerdos”.  Dijéramos nosotros, “Es como escupiendo en el viento”.

Esperemos que nosotros no seamos tan cerrados de mente.  Tenemos que examinar nuestra disposición hacia Jesús con las categorías que él propone aquí.  ¿Somos como el terreno del camino que resiste la penetración de la palabra de Dios?  Eso es, ¿somos como traficantes de niños cuyas obras son excepcionalmente odiosas?  Si somos así, vamos a ser fácilmente llevados extraviados por el diablo.  Tal vez seamos como terreno pedregoso que no apoya la planta arraigándose.  Varios que asisten al Cursillo o al Camino de Emaús salen de la experiencia muy entusiasmados, pero pronto pierden el fervor.  Si es igual en nuestros casos, con mucha probabilidad vamos a dejar el seguimiento de Jesús la primera vez que nos presente una dificultad.  O es posible que seamos como tierra “llena de espinos”, eso es, tener otros intereses como la plata y el placer competiendo con el deseo de seguir a Cristo.  Si somos así, a lo mejor en corto tiempo vamos a perder el interés en practicar de la fe. O ¿somos como terreno fértil que nutre el crecimiento con esfuerzos para seguir los modos del Señor?  Ojalá que seamos así porque en tiempo vamos a producir mucha bondad y paz.

Debemos preguntar: ¿por qué razón Jesús quiere esconder la revelación del Reino a los malvados?  ¿No quiere que ellos son salvados? Sí, Jesús desea la salvación de todos.  Vino como hombre sencillo para identificarse con todos.  Pero no va a forzar su voluntad a nadie.  La persona tiene que ser abierta a su llamado de arrepentimiento.  Jesús no es ingenuo.  Sabe distinguir a los pecadores cuyos corazones pueden reformarse de los corruptos que resistirán el arrepentimiento a cada vuelta.  Al primer grupo él le atrae con parábolas para que se reforme.  Al segundo, tanto como al primero, dará su vida en la cruz como parábola viva.  Si la vista de él inocentemente sufriendo el castigo tal vez más cruel en la historia no les convence, nada lo hará.

A nosotros no nos importa que Jesús vivió hace dos mil años o que algunos de sus seguidores hayan caído en pecados grandes.  Solo queremos que su palabra crezca en el terreno fértil que hemos preparado y que dé fruto abundante.

PARA LA REFLEXIÓN: ¿Soy más como terreno rocoso o terreno con espinos? Qué necesito hacer para superar el defecto?

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