DECIMOQUINTO DOMINGO ORDINARIO
(Isaías 55:10-11;
Romanos 8:18-23; Mateo 13:1-23)
El
evangelio hoy nos presenta una de las parábolas más conocidas: el
sembrador. Sin embargo, no es bien
entendida, al menos en la forma que la tiene el Evangelio según San Mateo. Para entender lo que pasa, nos ayuda tener en
cuenta otra parábola. En el Sermón en el
Monte Jesús dice a sus discípulos: no “echen sus perlas delante de
cerdos”. Eso es, no deben revelar los
misterios del Reino de Dios a aquellos que se burlarían de ellos. En el Evangelio de Mateo Jesús habla en
parábolas para evitar este abuso.
Hallamos a
Jesús preparándose a predicar. Vienen
muchos para escucharlo. Entre ellos
están personas con intención de aprender de Jesús y también personas que lo
desprecian. Los malintencionados son como
los trols del Internet hoy en día que siguen los medios sociales para agregar
sus posts ofensivos. Ven a Jesús con la
envidia porque lleva mucha popularidad entre la gente. Los bien intencionados, al contraste, ven a
Jesús como la palabra de Dios que viene de los cielos en la primera
lectura. Lo que San Pablo dice en la
segunda lectura se puede aplicar a ellos.
Tienen las primicias del Espíritu Santo y gimen interiormente para
conocer la verdad entera.
“…salió un
sembrador a sembrar…” Jesús está comparando su predicación del Reino de Dios con
el campesino sembrando semillas. Después
de haber escuchado esta parábola muchas veces, sabemos que tiene que ver con el
tipo de escucha que diferentes gentes le dan a su palabra. Pero a los discípulos de Jesús les cuesta
entender su significando. Por eso, se
acercan a Jesús sus discípulos con la pregunta: “’¿Por qué les hablas en
parábolas?’” Los discípulos oyen las parábolas como acertijos, no como
descripciones ilustrativas del Reino.
Entonces Jesús explica su propósito con referencia al profeta
Isaías. La gente ya ha cerrado su
corazón al arrepentimiento. No vale la
pena tratar de enseñarles. Es como
“echar perlas delante de cerdos”.
Dijéramos nosotros, “Es como escupiendo en el viento”.
Esperemos
que nosotros no seamos tan cerrados de mente.
Tenemos que examinar nuestra disposición hacia Jesús con las categorías
que él propone aquí. ¿Somos como el
terreno del camino que resiste la penetración de la palabra de Dios? Eso es, ¿somos como traficantes de niños cuyas
obras son excepcionalmente odiosas? Si
somos así, vamos a ser fácilmente llevados extraviados por el diablo. Tal vez seamos como terreno pedregoso que no
apoya la planta arraigándose. Varios que
asisten al Cursillo o al Camino de Emaús salen de la experiencia muy
entusiasmados, pero pronto pierden el fervor.
Si es igual en nuestros casos, con mucha probabilidad vamos a dejar el
seguimiento de Jesús la primera vez que nos presente una dificultad. O es posible que seamos como tierra “llena de
espinos”, eso es, tener otros intereses como la plata y el placer competiendo
con el deseo de seguir a Cristo. Si
somos así, a lo mejor en corto tiempo vamos a perder el interés en practicar de
la fe. O ¿somos como terreno fértil que nutre el crecimiento con esfuerzos para
seguir los modos del Señor? Ojalá que
seamos así porque en tiempo vamos a producir mucha bondad y paz.
Debemos
preguntar: ¿por qué razón Jesús quiere esconder la revelación del Reino a los
malvados? ¿No quiere que ellos son
salvados? Sí, Jesús desea la salvación de todos. Vino como hombre sencillo para identificarse
con todos. Pero no va a forzar su
voluntad a nadie. La persona tiene que
ser abierta a su llamado de arrepentimiento.
Jesús no es ingenuo. Sabe
distinguir a los pecadores cuyos corazones pueden reformarse de los corruptos
que resistirán el arrepentimiento a cada vuelta. Al primer grupo él le atrae con parábolas
para que se reforme. Al segundo, tanto
como al primero, dará su vida en la cruz como parábola viva. Si la vista de él inocentemente sufriendo el castigo
tal vez más cruel en la historia no les convence, nada lo hará.
A nosotros
no nos importa que Jesús vivió hace dos mil años o que algunos de sus
seguidores hayan caído en pecados grandes.
Solo queremos que su palabra crezca en el terreno fértil que hemos
preparado y que dé fruto abundante.
PARA LA REFLEXIÓN: ¿Soy más como terreno rocoso o terreno con espinos? Qué necesito hacer para superar el defecto?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario