(Sabiduría 12:13.16-19; Romanos 8:26-27; Mateo
13:24-43)
El
evangelio hoy trata de un tema retador para cristianos. En ello Jesús explica cómo Dios tolera el
mal. Su enseñanza tendrá la forma de una
parábola. Esto no sorprende desde que encontramos
a Jesús en el medio de su discurso parabólico.
Aunque no son explicaciones completas, las parábolas facilitan
entendimiento de temas duros.
En la parte
del discurso hoy Jesús entrega tres parábolas.
Cada una describe “el Reino de los cielos”. Se puede decir que esta misma frase es un
tipo de parábola. En lugar de decir, “el
Reino de los cielos se parece como un hombre que sembró…”, podía haber dicho:
“Dios se parece como un sembrador…” Como
los judíos en general, Jesús disfruta usar comparaciones poéticas. Por esta razón, también describe “el Reino de
cielos” como “una semilla de mostaza” y como “un poco de levadura”.
Permítanme
desviar aquí para explicar el “problema del mal” que Jesús iluminará con su
parábola. En una novela famosa un hombre
habla sobre su rechazo a Dios. Dice que
no puede aceptar a un Dios quien permite a niños inocentes sufrir. Entonces describe un caso que el novelista
tomó del periódico del tiempo. Una niña
de cinco años estuvo torturada por sus padres.
Ellos la golpearon, patearon, cerraron en un retrete externo una noche de
invierno, e hicieron cosas aún peor.
Tales abusos todavía ocurren con frecuencia al nivel mundial. Tenemos que preguntar: “¿Cómo puede Dios
permitir tales cosas?”
En la
parábola del trigo y la cizaña Jesús nos asegura que la intención de Dios no es
causar injuria. El sembrador siembra
solo “buena semilla”. Dice también que
las fuerzas del mal, el “enemigo”, están libres para causar daño como con la
cizaña sembrada entre el trigo. Entonces
añade que el sembrador no quiere erradicar la cizaña porque sabe que arruinará
algún trigo en el proceso.
“¿Vale solo
esta explicación como justificación para el sufrimiento de niños?” Quizás,
¡no! Por esta razón Jesús agrega las
otras parábolas. En el principio Dios se
presente entre los hombres y mujeres como una cosa pequeña. Está dentro de la suave brisa en la historia
del profeta Elías y es como la semilla de mostaza en la parábola aquí. Sin embargo, en tiempo parece crecer para proveer
socorro a los necesitados. Se puede ver
esta parábola realizada en los numerosos orfanatos, escuelas, y hospitales
establecidos por el amor de Dios. En la
siguiente parábola Jesús dice que Dios trabaja misteriosa y silenciosamente
entre los seres humanos como la mujer mezclando un puñado de levadura entre
tres medidas de harina. El resultado es
bastante pan para alimentar un pelotón de soldados. En otras palabras, aunque sigue el mal en el
mundo Dios siempre está oponiéndolo con aún más bien.
Tal vez
quedamos con alguna inquietud. Algunos
sufren tremendamente mientras otros solo un poco. “¿Por qué” -- queremos preguntar a Dios --
“permites todas estas atrocidades?” Recurrámonos a la segunda lectura de la
Carta a los Romanos para la respuesta.
San Pablo percibe a Dios mismo, el Espíritu Santo, rezando dentro de
nosotros “con gemidos que no pueden expresarse con palabras”. Es decir que Dios nos proporciona su propio
Espíritu para que no desfallezca nuestra esperanza. También, el mismo Espíritu nos mueve para
luchar contra el mal.
Estas
parábolas que iluminan el problema del mal no dicen mucho en comparación con
Jesús crucificado. ¿Cómo podemos
cuestionar la bondad de Dios mientras miramos a su Hijo colgado en la cruz? Jesús no hizo nada para merecer esta muerte
extremadamente tortuosa. La aguantó para
liberarnos del castigo por nuestros pecados.
Unida a la resurrección, la crucifixión de Jesús nos asegura del amor de
Dios. Nos libra de pecado y nos
proporciona un destino de la gloria.
PARA LA
REFLEXIÓN: ¿Dónde he visto a Dios evidente en las obras de las personas humanas?
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