El domingo, 23 de julio de 2023

DECIMOSEXTO DOMINGO ORDINARIO

(Sabiduría 12:13.16-19; Romanos 8:26-27; Mateo 13:24-43)

El evangelio hoy trata de un tema retador para cristianos.  En ello Jesús explica cómo Dios tolera el mal.  Su enseñanza tendrá la forma de una parábola.  Esto no sorprende desde que encontramos a Jesús en el medio de su discurso parabólico.  Aunque no son explicaciones completas, las parábolas facilitan entendimiento de temas duros. 

En la parte del discurso hoy Jesús entrega tres parábolas.  Cada una describe “el Reino de los cielos”.  Se puede decir que esta misma frase es un tipo de parábola.  En lugar de decir, “el Reino de los cielos se parece como un hombre que sembró…”, podía haber dicho: “Dios se parece como un sembrador…”  Como los judíos en general, Jesús disfruta usar comparaciones poéticas.  Por esta razón, también describe “el Reino de cielos” como “una semilla de mostaza” y como “un poco de levadura”.

Permítanme desviar aquí para explicar el “problema del mal” que Jesús iluminará con su parábola.  En una novela famosa un hombre habla sobre su rechazo a Dios.  Dice que no puede aceptar a un Dios quien permite a niños inocentes sufrir.  Entonces describe un caso que el novelista tomó del periódico del tiempo.  Una niña de cinco años estuvo torturada por sus padres.  Ellos la golpearon, patearon, cerraron en un retrete externo una noche de invierno, e hicieron cosas aún peor.  Tales abusos todavía ocurren con frecuencia al nivel mundial.  Tenemos que preguntar: “¿Cómo puede Dios permitir tales cosas?”

En la parábola del trigo y la cizaña Jesús nos asegura que la intención de Dios no es causar injuria.  El sembrador siembra solo “buena semilla”.  Dice también que las fuerzas del mal, el “enemigo”, están libres para causar daño como con la cizaña sembrada entre el trigo.  Entonces añade que el sembrador no quiere erradicar la cizaña porque sabe que arruinará algún trigo en el proceso. 

“¿Vale solo esta explicación como justificación para el sufrimiento de niños?” Quizás, ¡no!  Por esta razón Jesús agrega las otras parábolas.  En el principio Dios se presente entre los hombres y mujeres como una cosa pequeña.  Está dentro de la suave brisa en la historia del profeta Elías y es como la semilla de mostaza en la parábola aquí.  Sin embargo, en tiempo parece crecer para proveer socorro a los necesitados.  Se puede ver esta parábola realizada en los numerosos orfanatos, escuelas, y hospitales establecidos por el amor de Dios.  En la siguiente parábola Jesús dice que Dios trabaja misteriosa y silenciosamente entre los seres humanos como la mujer mezclando un puñado de levadura entre tres medidas de harina.  El resultado es bastante pan para alimentar un pelotón de soldados.  En otras palabras, aunque sigue el mal en el mundo Dios siempre está oponiéndolo con aún más bien.

Tal vez quedamos con alguna inquietud.  Algunos sufren tremendamente mientras otros solo un poco.  “¿Por qué” -- queremos preguntar a Dios -- “permites todas estas atrocidades?” Recurrámonos a la segunda lectura de la Carta a los Romanos para la respuesta.  San Pablo percibe a Dios mismo, el Espíritu Santo, rezando dentro de nosotros “con gemidos que no pueden expresarse con palabras”.  Es decir que Dios nos proporciona su propio Espíritu para que no desfallezca nuestra esperanza.  También, el mismo Espíritu nos mueve para luchar contra el mal.

Estas parábolas que iluminan el problema del mal no dicen mucho en comparación con Jesús crucificado.  ¿Cómo podemos cuestionar la bondad de Dios mientras miramos a su Hijo colgado en la cruz?  Jesús no hizo nada para merecer esta muerte extremadamente tortuosa.  La aguantó para liberarnos del castigo por nuestros pecados.  Unida a la resurrección, la crucifixión de Jesús nos asegura del amor de Dios.   Nos libra de pecado y nos proporciona un destino de la gloria.

 

PARA LA REFLEXIÓN: ¿Dónde he visto a Dios evidente en las obras de las personas humanas?

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