El domingo, 9 de julio de 2023

DECIMOCUARTO DOMINGO ORDINARIO, 9 de julio de 2023

(Zacarías 9:9-10; Romanos 8:9.11-13; Mateo 11:25-30)

El evangelio hoy contiene algunos de los pasajes más famosos en el Evangelio de San Mateo.  Cuando Jesús dice, “’Nadie conoce al Padre sino el Hijo…’”, él está hablando de una intimidad con Dios Padre que no se ve en Marcos y Lucas.  Tenemos que examinar el pasaje entero más de cerca para apreciar su gran valor.

Jesús está agradeciendo a Dios Padre como si fuera el caso que todo le vaya bien.  En realidad, empero, su ministerio se ha estancado.  En el pasaje antes de este Jesús condena las ciudades de Corazín, Betsaida, y Cafarnaún por haberlo rechazado.  Menos que alguna “gente sencilla”, los ciudadanos no han aceptado su llamado a arrepentirse.  La gente sencilla es “los pequeños” a quienes hemos encontrado en el evangelio el domingo pasado.  Son aquellos que procuran llevar a cabo la voluntad de Dios.  Son personas como nuestras abuelas que rezaban por nosotros todos los días.  Si encontraron una moneda extra en su bolsa de mano, nos la regalaron para comprar un chocolate en la vía a la escuela.

La gente sencilla vive según el Espíritu de Cristo como dice San Pablo en la segunda lectura. No se conforma al “desorden egoísta” que caracteriza a muchos en el mundo actual.  Los políticos hoy a menudo se describen a sí mismos como los salvadores del pueblo mientras maldicen a sus adversarios como mentirosos y malvados.  En las palabras de Jesús quieren ser vistos en la calle dando moneditas a los pobres cuando solo tienen sus propios intereses en cuenta.

Vemos en Jesús la humildad verdadera.  En el evangelio hoy no se jacta ni de su inteligencia ni de sus logros.  Más bien, dice todo que tiene viene del Padre.  Es cierto que dice que solo él conoce a Dios Padre.  Sin embargo, añade que quiere revelarlo a otras personas. 

Entonces Jesús emite su gran invitación a todos que se sienten “fatigados y agobiados”. Tiene en cuenta especialmente a los que están sobrecargados por las 613 leyes de la Alianza que ni entienden bien.  Sin embargo, podemos incluir como “fatigados” a aquellos jóvenes que se sienten desilusionados por la cultura “hook-up” donde se busca a otra pareja sexual cada noche.  También podemos añadir a los “agobiados” a los adultos que se han cansado de la búsqueda constante de la fortuna y fama. 

A todos estos Jesús quiere juntarse bajo su propio yugo.  Este yugo no abruma porque él está a su lado para ayudar al que lo lleva.  El Padre Emil Kapaun, un capellán americano, representaba este tipo de ayuda a las tropas en Corea.  Para todos, tantos a los judíos y protestantes como a los católicos, era “padre” porque instaló el respeto con sus palabras de la fortaleza y la esperanza.  Capturado por los chinos, el Padre Kapaun buscaba comida por los enfermos y cogió los piojos de los más débiles para que no murieran.  Eventualmente él mismo murió como Cristo sacrificando su vida por el bien de los demás.  Compartió la pequeña ración que le dieron sus captores con otros prisioneros de modo que en tiempo se le sacó todo energía.  Entonces se le contagió la disentería que le causó la muerte. 

Jesús nos lleva a la salvación por otras personas como el Padre Kapaun y por sus palabras de sabiduría y ánimo.  Sobre todo, nos salva por los sacramentos que nos unen con él.  Nunca queremos rechazarlo por temor que pedirá lo que no queremos dar.  Cualquier sacrificio que nos exige solo nos forma más amante como él.


Para la reflexión: ¿Dónde has experimentado a Jesús ayudándote con su carga?


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