LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR
(Daniel
7:9-10.13-14; II Pedro 1:16-19; Mateo 17:1-9)
Probablemente
todos hemos visto las fotos espectaculares del Telescopio James Webb. Por más que un año el telescopio ha sido
transmitiendo imágenes de estrellas en los rincones del universo. El brillo, los colores, y las formas extraordinarias
crean maravillas más impresionantes que el mejor despliegue de fuegos
artificiales. Se puede decir que la Transfiguración
de Jesús en la montaña tiene el mismo efecto.
Los discípulos predilectos reciben una vista estupenda como si viniera
de otra galaxia.
Al
evangelio no le falta la descripción animada.
Dice que el rostro de Jesús se pone “resplandeciente como el sol” y sus
vestiduras se vuelven “blancas como la nieve”.
Crea una vista cautivadora como el Taj Mahal en la India o la escultura “La
Piedad” por Miguel Ángel en la Basílica de San Pedro.
Con Jesús
en la cima de la montaña aparecen Moisés y Elías. Ellos representan el Testamento que culmina
con la venida del Mesías. Moisés es asociado con ambos el Éxodo de la
esclavitud egipcia y la Ley. Elías fue
el más grande y el más perseguido de los profetas antiguos. Parados con Jesús, ellos indican que el
Mesías sufrirá mucho para liberar al pueblo del dominio del pecado.
La escena
tiene que cambiar a cualquiera persona que la vea. Pedro, Santiago, y Juan no volverán como las
mismas personas que eran cuando llegaron a la cumbre. Ni nosotros escuchando la historia podemos
quedarnos no afectados. La belleza de
Jesús resplandeciente y la vislumbre de su pasión venidera nos elevan y
transforman. Como los discípulos en
Pentecostés estamos tocados por el Espíritu Santo. El amor de Dios nos ha afectado el corazón. Deberíamos ver toda persona humana en una
manera nueva. No más podemos considerar a
los demás solo como medios para nuestro bien o como rivales para nuestra
conquista. Ahora y adelante las vemos como
dignos de atención, respeto y amor.
Cambiados
por esta vista de Jesús, buscamos directrices en cómo proceder. ¿Cómo hemos de cuidar, respetar y amar a los
demás? El mismo evangelio nos da una
pista cuando relata de la nube que cubre a los discípulos. De la nube viene la voz de Dios Padre
diciendo tanto a nosotros como a los tres discípulos: “Este es mi Hijo
amado…escúchenlo”.
¿Qué dice
Jesús? En este Evangelio de San Mateo
tenemos el “Sermón del Monte”, un compendio de sus enseñanzas. Podemos resumir los tres capítulos en una frase. Jesús quiere que pongamos “primero
lo primero”. Eso es, quiere que
valoremos sobre todo a Dios con oraciones diarias y la asistencia en la misa
dominical. También que seamos fieles a
nuestras obligaciones a la familia, a los amigos, a la comunidad, y al
trabajo. Mucha gente depende a nosotros;
no deberíamos dejarlos en necesidad. Las
cosas segundarías – recreo, riqueza, las artes -- tengan alguna importancia y
no tenemos que rehuirlos. Pero que no
les demos la atención singular.
Este martes
se celebra la fiesta de Santo Domingo Guzmán, fundador de la Orden de
Predicadores que también lleva su nombre.
Podemos ver en él el ordenar las cosas como Jesús enseña. Su primer biógrafo escribió que Domingo
dedicó las noches al Señor en la oración y pasó los días compartiendo con sus
prójimos. Bueno, no somos santos que
pueden privarse de sueño casi toda la noche y trabajar sin descansar todo el
día. Sin embargo, fortalecidos con el
Espíritu Santo, podemos “poner primero lo primero”.
PARA LA
REFLEXIÓN: ¿Cómo yo “poner primero lo primero”?
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