SEXTO DOMINGO DE PASCUA
(Hechos
10:25-26.34-35.44-48; I Juan 4:7-10; Juan 15:9-17)
El
evangelio y la segunda lectura hoy tocan un tema central de nuestra fe. Creemos que Dios nos ha creado por el amor y
quiere que amemos en torno a Él y a los demás.
Pero en el mundo a menudo se habla del amor en modos que no edifican. Por eso, vale la pena preguntar: ¿qué tipo
del amor que Dios quiere de nosotros? Y
¿cómo podemos distinguirlo de los tipos de amor indignos?
Podemos
comenzar con la primera lectura de los Hechos de los apóstoles. Pedro bautiza a los no judíos cuando los ve
mostrando los efectos del Espíritu Santo.
En esta ocasión el Espíritu mueve la casa de Cornelio hablar en lenguas
desconocidas proclamando la grandeza de Dios.
Tan reveladora que sea esta muestra del Espíritu, con más frecuencia se
ven sus efectos en el amor sacrificial.
San Pablo dice en su Primera Carta a los Corintios que el amor
sacrificial es más perfecto que cualquiera otra dote del Espíritu Santo.
En el
evangelio Jesús da cuenta de este amor sacrificial. Está con discípulos cenando por la última vez
antes de su muerte. Acaba de lavar sus
pies, y ahora está en medio de explicar el significado de esta acción
sorprendente. Dice que lo hizo por el
medio del amor con que el Padre ama a él.
Ha puesto a sus discípulos en el mismo nivel que ocupa él. No más son siervos; en adelante son sus
amigos. Como personas íntimas con él,
Jesús dará su vida por ellos. Como
respuesta a este amor, les pide que sean listos a hacer lo mismo por él y por
uno y otro.
Por el
Bautismo nosotros estamos incluidos en este círculo de amigos de Jesús. Él murió en la cruz para que tengamos la
libertad de pecado y el destino de la vida eterna. Como herederos de estos dones, estamos
también obligados a estar listos de hacer semejantes actos del amor
sacrificial. Vemos este amor en los
actos heroicos de los santos. San
Maximiliano Kolbe, un franciscano, dio su vida para salvar la de un padre de
familia en un campamento de concentración durante la Segunda Guerra
Mundial. Luego de los nazis escogieron
al hombre como chivo expiatorio, el santo entregó su vida en su lugar. Santa Gianna Berreta Molla escogió arriesgar
su propia vida para salvar la criatura en su útero infectado por un
fibroma. Como resultado, dio luz a su cuarto
hijo, pero murió de complicaciones contractadas cuando se le quitó el
fibroma.
El amor
sacrificial se encuentra en actos caritativos hechos todos los días. San Pablo describe con la fineza estos actos
a los corintios: “El amor es paciente, es servicial; … no es envidioso, no hace
alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no
se irrita, …” (I Cor 13,4-5). Aquellos
miembros de la parroquia que visiten prisiones, hospitales y asilos de ancianos
en los asilos demuestran este tipo de amor.
Hay otro
tipo de amor siempre corriente. Es
inferior al amor sacrificial porque busca el placer ilícito, no el verdadero
bien de su amada. El placer ilícito
refiere a la unión de parejas no casadas.
A pesar de que la sociedad no más censura este tipo amor, ello ofende el
plan de Dios. Como describe el primer
libro de la Biblia, Dios creó el varón y la mujer para hacer una sola carne y
así multiplicarse, someter la tierra y cuidarla. Cuando una persona desconoce la voluntad de
Dios, no solo quiebra un mandamiento sino también enrede a su pareja en pecado.
Dios nos fortalece con su Espíritu para que amemos en verdad. El Espíritu es nuestro simplemente por pedirlo. Cuando pedimos cosas específicas, no siempre las recibimos porque Dios tiene otra cosa en mente para nosotros. Pero nunca nos privará del Espíritu Santo precisamente porque el Espíritu nos ayuda para amar en el mejor sentido.
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