UNDÉCIMO DOMINGO ORDINARIO
(Ezequiel 17:22-24; II Corintios 5:6-10;
Marcos 4:26-34)
Se puede entender las lecturas de la misa
hoy como una introducción a Jesucristo.
Tenemos maravillas en nuestros tiempos.
¿Quién no ha maravilladlo con todos los usos del teléfono
inteligente? Pero tal vez ustedes como
yo entregarían sus teléfonos por la experiencia de acompañar a nuestro Señor
por un día.
El Señor Winston Churchill, el primer
ministro de Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial, admiró a Franklin
Roosevelt, su contraparte en los Estados Unidos. Una vez dijo: “Encontrarse con Franklin fue
como abrir tu primera botella de champán, y conocerlo como beberla”. Como el Presidente Roosevelt Jesús era
articulado, inspirador, y sabio. Más que
Roosevelt, era recto y compasivo.
Se saca la primera lectura hoy del profeta
Ezequiel. Característico de esta
profeta, Dios habla por su propia parte, no a través de oráculos. Dice que tomará un retoño de un gran cedro y
lo plantará en la cima del monte más alto de Israel. Por supuesto, estas palabras no deben
entenderse literalmente. Es lengua metafórica
para decir que Dios renovará la dinastía de David con un rey justo. Este rey llevará a Israel la paz que el mundo
entero desea.
Pablo habla de Jesucristo como el
cumplimiento de la profecía de Ezequiel.
Implica que no hay nada tan maravilloso que estar en la compañía de
Jesús. De hecho, Pablo no querría vivir encarnizado
más si fuera seguro que podría estar en su presencia. Tiene la confianza que recibirá este premio
en tiempo, aunque tiene que agradarlo por una vida recta.
En el evangelio Jesús proporciona dos
parábolas que describen el “Reino de Dios”.
Este término “Reino de Dios” no es tanto un lugar que un símbolo que
lleva varios significados. Es el cielo,
la vida eterna, la paz en su plenitud, Dios mismo, una amistad con el Señor
Jesús, y más. En la parábola de la
semilla creciendo lentamente en la tierra Jesús enseña cómo desarrollar una
relación firme con él por la atención consistente y cuidadosa. Hubo un hombre que cerraba la puerta de la
iglesia cada noche. Después de
inspeccionar el recinto, siempre se detuvo para rezar ante el Santísimo. Un día recibió su esposa el diagnostico que
tenía cáncer. Esa noche cuando visitaba
al Santísimo sintió una mano en su hombro y escuchó una voz asegurándole: “Todo
estará bien”. El hombre era convencido
que la mano y la voz fueron del Señor.
La parábola de la semilla de mostaza
demuestra cómo Jesús socorre particularmente a los pobres. Como la semilla crece, se hace en arbusto
donde se pueden anidar pajaritos. Así él
ayuda a los humanos vulnerables. Aun si
no tienen ni dinero ni casa propia, si tienen una relación firme con Jesús él será
su valiosísimo recurso.
Encontramos a Jesús de muchas maneras.
Tenemos su palabra a través de los evangelios. Los santos que imitan sus modos
nos dan una sensación de su presencia. Pero nuestro camino más seguro al Señor
son los sacramentos. Lo conocemos sobre todo a través de la Eucaristía. Aquí nos acompaña cuerpo y alma.
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