El domingo, 16 de junio de 2024

UNDÉCIMO DOMINGO ORDINARIO

(Ezequiel 17:22-24; II Corintios 5:6-10; Marcos 4:26-34)

Se puede entender las lecturas de la misa hoy como una introducción a Jesucristo.  Tenemos maravillas en nuestros tiempos.  ¿Quién no ha maravilladlo con todos los usos del teléfono inteligente?  Pero tal vez ustedes como yo entregarían sus teléfonos por la experiencia de acompañar a nuestro Señor por un día.

El Señor Winston Churchill, el primer ministro de Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial, admiró a Franklin Roosevelt, su contraparte en los Estados Unidos.  Una vez dijo: “Encontrarse con Franklin fue como abrir tu primera botella de champán, y conocerlo como beberla”.  Como el Presidente Roosevelt Jesús era articulado, inspirador, y sabio.  Más que Roosevelt, era recto y compasivo. 

Se saca la primera lectura hoy del profeta Ezequiel.  Característico de esta profeta, Dios habla por su propia parte, no a través de oráculos.  Dice que tomará un retoño de un gran cedro y lo plantará en la cima del monte más alto de Israel.  Por supuesto, estas palabras no deben entenderse literalmente.  Es lengua metafórica para decir que Dios renovará la dinastía de David con un rey justo.  Este rey llevará a Israel la paz que el mundo entero desea. 

Pablo habla de Jesucristo como el cumplimiento de la profecía de Ezequiel.  Implica que no hay nada tan maravilloso que estar en la compañía de Jesús.  De hecho, Pablo no querría vivir encarnizado más si fuera seguro que podría estar en su presencia.  Tiene la confianza que recibirá este premio en tiempo, aunque tiene que agradarlo por una vida recta.

En el evangelio Jesús proporciona dos parábolas que describen el “Reino de Dios”.  Este término “Reino de Dios” no es tanto un lugar que un símbolo que lleva varios significados.  Es el cielo, la vida eterna, la paz en su plenitud, Dios mismo, una amistad con el Señor Jesús, y más.  En la parábola de la semilla creciendo lentamente en la tierra Jesús enseña cómo desarrollar una relación firme con él por la atención consistente y cuidadosa.  Hubo un hombre que cerraba la puerta de la iglesia cada noche.  Después de inspeccionar el recinto, siempre se detuvo para rezar ante el Santísimo.  Un día recibió su esposa el diagnostico que tenía cáncer.  Esa noche cuando visitaba al Santísimo sintió una mano en su hombro y escuchó una voz asegurándole: “Todo estará bien”.  El hombre era convencido que la mano y la voz fueron del Señor.

La parábola de la semilla de mostaza demuestra cómo Jesús socorre particularmente a los pobres.  Como la semilla crece, se hace en arbusto donde se pueden anidar pajaritos.  Así él ayuda a los humanos vulnerables.  Aun si no tienen ni dinero ni casa propia, si tienen una relación firme con Jesús él será su valiosísimo recurso.

Encontramos a Jesús de muchas maneras. Tenemos su palabra a través de los evangelios. Los santos que imitan sus modos nos dan una sensación de su presencia. Pero nuestro camino más seguro al Señor son los sacramentos. Lo conocemos sobre todo a través de la Eucaristía.  Aquí nos acompaña cuerpo y alma.


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