El domingo, 7 de julio de 2024

DECIMOCUARTO DOMINGO ORDINARIO

(Ezequiel 2:2-5; II Corintios 12:7b-10; Marcos 6:1-6)

Queridos amigos, continuamos la lectura del Evangelio según San Marcos hoy.  Dentro de poco vamos a interromper la secuencia para considerar el importante tema de la Eucaristía como presentada en el Evangelio según San Juan.  Hay oportunidad hacer esto y acabar la mayor parte de Marcos porque este evangelio no es tan largo que los demás.  Pero este no disminuye su importancia.  Con su estilo descriptivo y sus enfoques en Cristo y el discipulado Marcos nos presenta un programa válido para le vida cristiana.

La primera lectura tiene Babilonia como su trasfondo.  Varios ciudadanos de Jerusalén, incluyendo el sacerdote Ezequiel, han estado deportados allá por el rey Nabucodonosor.  El Señor Dios ahora llama a Ezequiel ser su profeta o portavoz entre los exiliados.  Dios dice que los exiliados han sido “testarudos y obstinados” en su lealtad a Él.  Pues, en los años anteriores ellos desconocían la ley y los profetas hasta que el Señor envió a los babilonios para humillarlos. 

Ezequiel será un profeta extraordinario.  Sus palabras y sus gestos van a abrir los ojos de la gente a la voluntad del Señor.  Nos dan a nosotros una prevista del otro profeta mucho mayor seis siglos en adelante.  Jesús de Nazaret tendrá profecías y obras que llaman la atención de todos.  Sin embargo, como en el caso de Ezequiel no es que todos lo seguirán.  Pero para aquellos que se humillan para hacerlo caso, no les cabe duda de que habla por Dios.

El evangelio hoy nos recuerda del pasaje de hace varios domingo cuando los familiares de Jesús vinieron a su casa en Cafarnaún.  Pensaban que fuera loco y trataron de llevárselo.  Aquí sus paisanos en Nazaret tampoco piensan bien en él.  Ciertamente no lo consideran un profeta de Dios.  A pesar de que ha explicado bien las Escrituras y que ha curado a enfermos, se quedan con sospechas.  No están entusiasmados por haber escuchado la voluntad de Dios u orgullosos por tener a uno entre ellos hablando con gran sabiduría.  Más bien están asombrados como si Jesús fuera un fraude o un fanfarrón que no sabe tanto como piense él mismo.  Piensan que no es mayor que su madre o sus hermanos que conocen como personas ordinarias.

Mucha gente hoy da motivos similares para no aceptar a Jesús como profeta de Dios.  Dicen que no han cumplido su promesa de regresar para llevarnos al cielo.  Además, explican que el mensaje de Jesús no conforma a su manera de entender la vida.  Lo piensan como un sabio de la historia cuya sabiduría ha sido superada.  No quieren seguir su exhortación continua de dar su vida en el amor abnegado para tenerla para siempre.  Más bien, quieren ser gratificados ahora con el amor erótico. 

Sabemos mejor.  Sabemos que la resurrección de Jesús de entre los muertos ha demostrado la validez de su enseñanza.  Aún más importante, la resurrección nos ha hecho capaces de ser sus verdaderos hermanos y hermanas, herederos de su vida inmortal. Unidos a Jesucristo en el Bautismo, vivimos como familia tratando a uno y otro con el amor que no se aprovecha del otro, sino que lo apoya. De ningún modo es, como dicen los paisanos de Nazaret, que Jesús no sea mejor que los demás.  Es completamente el contrario.  (Por favor, escuchen bien ahora) Nosotros somos mejores personas por ser sus hermanos y hermanas.  Siguiendo en el camino de Jesús, sabemos que él nos va a encontrar cuando llegue al final del tiempo.


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