El domingo, 1 de junio de 2025

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

(Hechos 1:1-11; Hebreos 9:24-28.10:19-23 (Efesios 1:17-23); Lucas 24:46-53)

En 1961 el cosmonauta ruso Yuri Gagarin regresó del primer viaje humano al espacio exterior.  En una entrevista después él dijo: “Miraba y miraba, pero no vi a Dios”.  Probablemente su declaración fue solo una mofa de creyentes por un ateo.  Pero levanta una cuestión que vale explorar en esta Solemnidad de la Ascensión.  ¿Deberíamos esperar hallar el cielo en los cielos?  En otras palabras, ¿es el cielo un lugar físico?  Porque Jesús tiene un cuerpo resucitado, parece que necesita un lugar físico para contenerlo.

Comenzamos por examinar la primera lectura y el evangelio de la misa hoy.  Ambos fueron escritos por el evangelista que conocemos como Lucas.  También ambos reportan de Jesús elevándose al cielo.  Pero los reportajes no son enteramente iguales.  Trataremos el evangelio primero desde que fue escrito anterior y es más sencillo.  Después miraremos la lectura más larga de los Hechos de los Apóstoles.

El texto del evangelio retrata a Jesús apariéndose a sus apóstoles la noche de su resurrección.  Explica lo que le ha pasado en términos de las Escrituras.  Al final les manda a predicar a todas naciones su resurrección y cómo desemboca en el perdón de pecados.  Sin embargo, antes de iniciar la misión, les dice que aguarden la venida del Espíritu Santo.  Entonces Jesús sale de la casa para levantarse al cielo, evidentemente en la misma noche.

La lectura de los Hechos dice que Jesús ha aparecido varias veces a sus apóstoles durante cuarenta días después su resurrección.  Por la mayor parte durante estas apariciones ha hablado del Reino de Dios. Al cuadragésimo día los apóstoles le expresan la misma inquietud del Reino que tenemos nosotros.  Le preguntan a Jesús cuándo vendrá demostrando su señorío sobre el mundo.  Jesús responde que no es de ellos saber la hora exacta.  Sin embargo, dice que recibirán al Espíritu Santo para que den testimonio de él a través del mundo.  Entonces se eleva de su vista hasta que desvanece en una nube.  La lectura termina con dos ángeles (los “hombres vestidos de blanco”) diciéndoles que Jesús volverá como lo han visto alejarse.

Esta lectura junto con el evangelio señala varias conclusiones sobre la Ascensión.  Primero, enseña que Jesús tiene una idea firme de cómo se continuará su misión.  No se limitará por estar con sus discípulos en carne y hueso.  Más bien, quedará con todos ellos por su Espíritu Santo mientras predican el perdón a través del mundo.  Segundo, los cuarenta días no son un tiempo exacto sino una manera de Lucas para crear orden en su historia.  Al principio del evangelio Lucas prometió al lector justo esta orden. Tercero, no se sabe el día del retorno de Jesús, aunque es seguro que regresará.  Su motivo es siempre cumplir la promesa de Dios para restaurar su Reino en la tierra (vea Is 32,1-11). Cuarto, la Ascensión anticipa la venida del Espíritu Santo sobre los discípulos en el Pentecostés y sobre nosotros en el Bautismo.  El Espíritu nos ayudará llevar a cabo la misión de proclamar la resurrección de Jesús de entre los muertos y el perdón de pecado en su nombre.  Quinto, presenta la nube como una carroza llevando a Jesús a la gloria del cielo donde residirá por siempre.  De allí envía su Espíritu.  Finalmente, esta residencia de Cristo junto con el Padre es lugar espiritual, no material. En la Primera Carta a los Corintios San Pablo escribe que el cuerpo de Jesús se ha cambiado de la corruptibilidad a la incorruptibilidad, de la debilidad al poderoso, y de realidad material a realidad espiritual.  Por eso, cuando las Escrituras hablan del cielo como arriba, quieren decir la libertad de lo material como un ave en vuelo. 

Para nosotros hoy en día la Ascensión nos permite vivir como hombres y mujeres libres.  Nos presenta victoriosos sobre el pecado por la muerte del Señor y destinados a la gloria con cuerpos transformados como lo de Jesús resucitado.  Es así porque tenemos el Espíritu Santo que nos capacita proclamar a Cristo a todos que encontramos.

El domingo, 25 de mayo de 2025

 

VI DOMINGO DE PASCUA

(Hechos 15:1-2.22-29; Apocalipsis 21:10-14.22-23; Juan 14:23-29)

Se han diferenciado por los siglos la paz mundana y la paz de Cristo.  Hemos escuchado cómo la paz mundana es superficial, cómo no dura mucho tiempo, y cómo se puede sacudir por conflictos y contrariedades.  En contraste, la paz de Cristo llega al corazón, trae la confianza, y no se pierda fácilmente.

Si la paz mundana fuera tan frágil, ¿quién no elegiría la paz de Cristo?  Sin embargo, sabemos que la paz mundana brinda beneficios deseables también.  El cese de la vehemencia da tiempo para los adversarios a recapacitar sus objetivos.  También un lugar seguro y cómodo alivia las tensiones que gastan al individuo la energía y el buen humor.  La paz mundana a veces acompaña un compromiso efectivo para la convivencia si no el respeto mutuo.

Podríamos ofrecer el teléfono celular como símbolo de la paz mundana.  Mucha gente hoy se ha apegado a sus celulares de modo que no vaya a ninguna parte sin ello.  Les provee la seguridad de tener lo que les parece necesario para evitar inquietudes y mantener la ecuanimidad.  Cuando se sienten solo, les ponen en contacto con sus amistades.  Cuando están perdido, les guía a su destino.  Y cuando están en duda de un hecho o de un proceso, le provee la información en pocos segundos.  Y estos son solo una pequeña parte de las ventajas de tener un celular. 

Sin embargo, hay límites al celular.  Trae un sentido de la paz hasta que se pierda, se extravíe, se agote la batería, o haya problemas con el proveedor del Internet.  Cuando ocurran contratiempos como estas, la paz da vía a la ansiedad pronto.  Este no es razón de abortar el celular sino para buscar algo más al fondo que estabiliza la paz.

En el evangelio Jesús ofrece la amistad consigo mismo para apoyar la paz condicional del celular y las otras fuentes de la paz mundana.  Nos abraza esta paz de modo que podamos enfrentar cualquier desafío con confianza.  La paz de Cristo es saber, como una niña en los brazos de su papá, que todo resultará bien.  Es la seguridad que, venga lo que venga incluso la muerte, Cristo va a entregarnos del mal que experimentamos. 

La lengua hebrea tiene la palabra shalom para expresar la paz de Cristo.  Más que un cese de hostilidades, shalom significa la prosperidad, la plenitud, y la armonía aun en la guerra.  Shalom es la seguridad que por los superiores recursos que tenemos vamos a superar todos desafíos.  Sean enfermedades, enemigos, u otra contrariedad no vamos a perdernos sino prevaleceremos en el final. 

Cristo nos indica cómo podemos acceder su paz.   Por cumplir sus mandamientos, sobre todo el mandamiento de amar a uno a otro, él vendrá con el Padre para morar en nosotros.  Es como tener el jefe de la policía en la casa cuando recibimos una amenaza de seguridad.  Como San Pablo escribe a Timoteo: “Si hemos muerto con él, viviremos con él. Si somos constantes, reinaremos con él” (II Timoteo 2:11b-12a).

No tenemos que escoger entre la paz mundana y la paz de Cristo.  De hecho, necesitamos ambas. El celular es muy útil, pero no puede proveernos la valentía de enfrentar la pérdida de recursos y mucho menos la muerte.  Cuando estamos en lucha contra el mal, queremos el shalom de Cristo.  Nos da la fuerza para dominar toda amenaza del mal.

El domingo, 18 de mayo de 2025

 

V DOMINGO DE PASCUA

(Hechos 14:21-27; Apocalipsis 21:1-5; Juan 13:31-33.34-35)

La Iglesia Católico siempre ha considerado el Evangelio según San Juan como su tesoro de evangelio más rico.  Más que cualquier otro libro de la Biblia este evangelio retrata a Jesús como el Hijo encarnado de Dios.  La frase que usa Tomás cuando Jesús le ofreció su mano y costado para probarse resuena en cada página: “’Señor mío y Dios mío’”.

Antes de que comentemos en la lectura breve de este evangelio para hoy, sería provechoso examinar un poco la constitución del cuarto evangelio.  Los eruditos de la Biblia nos enseñan que después del prólogo y antes de la conclusión final se puede dividir la obra en dos partes: lo que se llama el “libro de señales” y el “libro de la gloria”.  La primera parte cuenta de Jesús haciendo siete señales milagrosas e interpretando cada una con el diálogo alrededor de ella.  No es una coincidencia que el famoso Discurso del Pan de Vida ocurre inmediatamente después de la multiplicación de panes.

El “libro de la gloria” mismo muestra lo que el “libro de señales” implica.  Eso es, en las palabras del Evangelio: “Dios ama al mundo tanto que entregó a su Hijo para que el que cree en él … tenga vida eterna”.  En su Discurso de Despedida Jesús explica cuidadosamente las implicaciones para sus discípulos de este amor sacrificial.

La lectura hoy se toma del principio del Discurso de Despedida.  Jesús acaba de lavar los pies de sus discípulos, incluso los de Judas Iscariote, su traidor. Era un hecho tan humilde que ni los esclavos judíos eran obligados de hacerlo. Entonces Jesús dio el motivo para su servicio.  Dijo: “’Cómo lo he hecho por ustedes, ustedes deben hacer los unos por los otros’”. No quería decir que literalmente tenían que limpiar las plantas y tobillos de uno a otro sino que sirvieran uno y otro de corazón.

Ahora Jesús sigue interpretando su servicio. Les imparte su mandamiento de amor: “… que se amen los unos a los otros, como yo los he amado”. En otras palabras, que rindan el servicio con la consideración, el cuidado y la abnegación.  En griego la palabra que mayormente se usa para este amor es agapan. Es el amor que no busca nada más que el bien de la otra persona. Agapan es sobre todo el amor de Dios por los humanos

Se ha notado que este mandamiento de amor en el Evangelio de San Juan es para los miembros de la misma comunidad.  Según esta perspectiva Jesús no nos manda a amar a nuestros enemigos como en el Sermón del Monte.  Sin embargo, cuando imparte el mandamiento Jesús acaba de lavar los pies del mismo Judas que ya tiene la intención de traicionarlo. Jesús no esquiva de amar a su enemigo aquí.  Ni debemos nosotros en nuestro servicio.

El autor ruso Fiódor Dostoievski escribió del amor agapan que es diferente que el amor en nuestros sueños.  Según él, es “amor en acción,” una cosa “dura y terrible”. Sin embargo, que no desgastemos tiempo preocupándonos cómo podemos amar a aquellos que nos han ofendido.  El reto que agapan nos presenta es visitar a los ancianos en asilos y pararnos a dar una mano al extranjero en apuro. Aprendemos a amar a uno y otro, sean parientes o sean los enemigos declarados por nuestro gobierno, por ver en ellos la semblanza de Cristo. Pues, como Jesús ellos son imágenes de Dios a lo cual tenemos que amar sobre todo.

El domingo, 11 DE MAYO DE 2025

IV DOMINGO DE PASCUA

(Hechos 13:14.43-52; Apocalipsis 7:9.14-17, Juan 10:27-30)

Así como se ha nombrado el Segundo Domingo de la Pascua “Domingo de la Divina Misericordia”, se llama este Cuarto Domingo de la Pascua “Domingo del Buen Pastor”.  Siempre en este domingo leemos parte del discurso del Buen Pastor encontrado en el Evangelio según San Juan.  Hoy hemos leído lo que constituye la conclusión del discurso. 

La lectura recalca tres temas.  Primero, sus ovejas escuchan la voz de Jesús, el Buen Pastor.  Eso es, sus seguidores oyen y aceptan sus palabras.  Aunque retan (“ustedes también deben lavarse los pies unos a otros”), igualmente consuelan (“No los dejaré huérfanos; volverá a ustedes”).  Sea castigando o sea apoyando, la voz del Buen Pastor siempre dice la verdad que nos hace libres.      

Segundo, nadie arrebata las ovejas de las manos del Buen Pastor.  No es posible porque las ovejas solo siguen su voz.  Las ovejas saben que él los guiará a las praderas verdes de la vida eterna. Si alguien se ha huido a religiones no cristianas, es porque no ha escuchado la voz del Pastor.

Finalmente, Jesús dice que él y el Padre son uno.  La frase no pretende ser prueba que Jesús es Dios.  Más bien, indica que los dos, Padre e Hijo, son unidos en el amor.  Durante la Última Cena con sus discípulos Jesús orará al Padre que todos sus discípulos sean así unidos: “Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros” (17,21b). 

El nuevo papa es el sucesor de Pedro, quien Jesús eligió para ser su vicario. Como Pedro habló con la voz de Cristo, así tiene que hablar el nuevo papa. Debe pasar fielmente las enseñanzas de Jesús para que no desvíe la gente del camino a la vida.  Igualmente necesario, tiene que mantener a todos cerca de él de modo que nadie las arrebate.  Esto implica que la gente se sienta su amor.  El papa Francisco ganó el afecto del mundo cuando besó al hombre cuyo rostro fue cubierto con tumores.  Esperamos que el nuevo papa no falte este género del amor demostrable.

No ha habido grandes números saliendo de creencia en Jesucristo para otras religiones.  Sin embargo, muchos cristianos han rechazado al papa como su vicario.  Primero los ortodoxos se separaron de la Iglesia Católica.  Luego, los evangélicos han negado la autoridad del Obispo de Roma.  Muchos de este segundo grupo han aceptado prácticas morales que no corresponden a las de la Iglesia Católica.  El nuevo papa debe buscar caminos que unificarán a ellos, por lo menos en obras caritativas y esperanzas como es el caso en la fe y el Bautismo.

Además de ser pastor, el nuevo papa tendrá otros papeles.  Así como Pedro, tiene que ser pescador de hombres y mujeres.  Como una fuerza moral conocida por casi el mundo entero, tiene que recordar a los líderes nacionales de la necesidad de resolver conflictos con diálogo y compromiso.  Uno de los mejores papas en la historia nombró otro papel para el papado.  San Gregorio Magno llamó a sí mismo y a todos papas que han ocupado el oficio, “servidor de los servidores de Dios”.  Como Cristo y todos cristianos, el papa tiene que servir.