EL XXXIII
DOMINGO ORDINARIO
(Daniel
12:1-3; Hebreos 10:11-14.18; Marcos 13:24-32)
La pintura tal vez más famosa en el mundo recientemente celebró un aniversario significativo. Hace 500 años Miguel Ángel terminó el mural que cubre el cielo raso de la capilla Sixtina en el Vaticano. Todo el mundo lo reconoce por el modo en que el pintor colocó las manos de Dios y Adán. Es como si se pudiera sentir la carga que puso en vida al hombre. La obra de que proviene la segunda lectura hoy es casi tan impresionante.
La pintura tal vez más famosa en el mundo recientemente celebró un aniversario significativo. Hace 500 años Miguel Ángel terminó el mural que cubre el cielo raso de la capilla Sixtina en el Vaticano. Todo el mundo lo reconoce por el modo en que el pintor colocó las manos de Dios y Adán. Es como si se pudiera sentir la carga que puso en vida al hombre. La obra de que proviene la segunda lectura hoy es casi tan impresionante.
Según los
expertos la Carta a los Hebreos no tiene igual como un testimonio teológico de
Jesús. El tratamiento de las dos
naturalezas del Señor queda en perfecto equilibrio. Jesús es tanto el hombre que sufre junto con
nosotros como el Dios que nos salva. También,
se destaca la carta por su lenguaje bien culto con frases memorables. ¿Quién no reconoce los dichos: “(la palabra de
Dios) es más aguda que cualquier espada de dos filos…” (4,12) y “Jesucristo es
el mismo ayer, hoy y siempre” (13,8)?
Asimismo, la carta desarrolla una tesis tan lógica que pueda convencer a
cualquier cristiano titubeante a dar la cara por Jesús.
Sin embargo,
la Carta a los Hebreos nos presente unos enigmas. No se sabe quién la escribió, de qué parte del
imperio se procedió, o a cuál comunidad se le dirigió. La carta menciona al rey y sumo sacerdote
Melquisedec que se viene y se va sin referencias como un tipo de Jesús. Igualmente se puede decir que Melquisedec
se asemeja la carta misma debido a sus orígenes y destinación oscuros.
Para apreciar
la carta hay que darse cuenta de dos condiciones que trata: el pecado y la
persecución. Para que los cristianos
resistan la persecución amenazando su salvación, la carta subraya el hecho que
Jesús ha perdonado sus pecados.
Desgraciadamente la gente actual a menudo se encuentra a sí misma
perdida acerca de ambos el perdón del pecado y la persecución que le envuelve. Se pregunta: “¿Cómo hemos pecado y qué nos
persigue? Que proveamos unas respuestas
a estos interrogantes.
En una familia
la mujer va a trabajar mientras su esposo hace las tareas caseras. Una vez cuando ella regresaba al final del
día, el foco en el garaje quedaba quemado y ella dio en la espinilla con la
puerta de carro. Ella reportó el
problema a su marido el cual prometió a remplazarlo. La próxima noche la misma cosa pasó y también
la tercera noche. Cuando en la cuarta
noche no se ha cambiado el foco, ella estalló en disgusto: “Dios mío, Ron – le gritó
a su esposo – hazlo o no lo hagas, pero por favor, dime tu intención”. Ron replicó también irritado: “Mírate, tan
obsesionada sobre un foco”. ¿Quién
peca? Aunque ninguno querría reconocerlo,
los dos piensan en sí mismo como el más importante. Muchos nosotros pecamos así.
Pero no es
que seamos completamente libres para actuar bien. Más que nunca estamos distraídos de nuestros
prioridades. Siempre llevamos teléfono
que nos interfiere en los momento menos provechosos. Además, la televisión está encendida por la
mayor parte del día bombeándonos con trivialidades. Y los niños con computadoras armadas con
Internet requieren nuestra atención cada cuando. Es un tipo de persecución – realmente el acoso
-- que amenaza la paz del espíritu.
La Carta a
los Hebreos asegura que Jesús conoce bien tanto la tentación a pecar como la
persecución que nos afrentan. Además, su
sacrificio nos ha ganado la fuerza para superar las dos. Sólo tenemos que tenerle en cuenta como una
niña yendo a comprar provisiones tiene que recordar todo lo que su madre le ha
dicho. Fijándonos en Jesús, podemos
pensar en el otro – sea nuestro esposa o el vecino que nos parece difícil – con
mayores necesidades que nuestras. Asimismo,
pidiendo la ayuda de Jesús, tendremos la fortaleza de apagar los aparatos para
conversar con nuestros seres queridos.
Estamos
conversando con un cliente en nuestra oficina.
Cuando suena el teléfono en el escritorio, le pedimos permiso para
contestarlo. Es otro cliente con
problemas serios. Antes de que termine
dándonos la historia, el celular en nuestro cinturón hace su sonido raro. Revisamos quién será – es nuestro jefe. Así la vida actual se ha vuelto tan complicada
que sintamos perseguidos. Ya tenemos que
fijarnos en el Señor Jesús. Pidiendo su
ayuda, nos conforta como una madre a su niña.
Jesús nos conforta cuando sintamos perseguidos.
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