EL XXXII
DOMINGO ORDINARIO
(I Reyes
17:10-16; Hebreos 9:24-28; Marcos 12:38-44)
Cada año
cerca del dos del agosto una porción del pueblo costarricense se pone en
marcha. Algunos campesinos de los
confines del país se prenden el camino
uno o aun dos semanas antes de la fecha.
Pero la mayoría comienzan el viaje el día anterior desde varios puntos
en el valle central. Todos se destinan a la Basílica de Nuestra Señora de los
Ángeles en la ciudad de Cartago dieciocho kilómetros de la capital. Una vez allá suben al altar para tener una mirada
de cerca de la imagen de la Virgen.
Aunque están fatigados, muchos sienten la paz de estar con Dios. Así encontramos a Jesús en el evangelio hoy.
Parece que Jesús
ha llegado a Jerusalén silenciosamente.
Por todo este año lo hemos seguido atravesando Galilea y subiendo el
camino a la ciudad. Ya se ve metido en ella
por el área del Templo. En un sentido concluimos la trayectoria del evangelio hoy. Sí, es cierto: nos falta un domingo del
tiempo ordinario en lo cual Jesús dará un sermón sobre el fin de los tiempos, y
por supuesto el evangelio relata la historia de su pasión y resurrección. Pero hemos oído la segunda parte del discurso
apocalíptico en el principio de adviento pasado y cubrimos los eventos de su
muerte durante la Semana Santa.
No debería
ser sorprendente que la lectura hoy tiene lugar en el área del Templo. Como judío, Jesús ve el gran edificio como el
sitio del encuentro con Dios. Ello está
asociado con el Monte Moriah donde Dios probó a Abraham. Asimismo, en el primer Templo el gran Isaías
recibió su llamada a profetizar. Como
espacio tan privilegiado, vienen a sus umbrales todos géneros de gente:
mercantes y campesinos, sanos y enfermos, piadosos y estafadores. En la lectura hoy Jesús echa comentarios
sobre dos tipos -- los escribas que fingen la piedad y una viuda que la modela.
Se dice que
el evangelio de Marcos trata particularmente de dos temas: ¿quién es Jesús? y
¿cómo seguirlo como discípulo? Hemos
visto cómo Jesús no es como ningún otro hombre.
Más que tener la capacidad de curar a enfermos y echar demonios, él
perdona pecados y habla con la autoridad.
En tiempo Jesús acepta el título del Mesías de Israel pero siempre con
reservas. Aunque viene del linaje de David, no blandirá una espada
sino la justicia de Dios. De hecho,
entregará su vida por el bien del pueblo en conforme con la voluntad de su
Padre Dios.
En el transcurso
de este año hemos notado los problemas de sus discípulos al entender a
Jesús. A pesar de sus enseñanzas sobre
la humildad, ellos siguen contendiendo entre sí quien sea el más
importante. Asimismo están tan
fascinados con la riqueza que se asombran cuando Jesús dice es difícil que los
ricos entren al Reino de Dios. El mal
entendimiento de su enseñanza sigue hasta el día hoy. Un ejemplo es cómo varios cristianos quieren
dar la pena de muerte a los asesinos a pesar de las palabras de Jesús contra la
venganza. Peor aún, otros cristianos apoyan
el “matrimonio homosexual” a pesar de su doctrina al contrario.
Podemos
leer el evangelio hoy como la última enseñanza de Jesús sobre el
discipulado. Advierte que los escribas
llevando ropajes en la calle no llaman atención a Dios sino a sí mismos. Así, no sólo en nuestro vestido sino también
en nuestro lenguaje nosotros deberíamos ser modestos. La crítica excesiva apuntada a arruinar la
reputación del otro y no a mejorar el bien común no es digno de ninguna persona
que se llame a sí mismo “cristiano”. Al
otro lado, queda la viuda echando dos monedas en la alcancía, a lo mejor de
cobre pero en cualquier caso, todo el dinero que tiene. Ella representa a Jesús que dentro de poco va
a dar todo – incluso su propia vida – por el bien de todos. También, ella muestra lo que queremos hacer
nosotros: seguir al Señor sin contar el costo.
Imaginémonos
por un momento que acabamos de viajar con Jesús. Nos prendimos el camino en una costa y hemos atravesado
la anchura del país. En el transcurso del
viaje hemos visto cambios de llanuras a montañas varias veces. Sin embargo, el mayor cambio nuestro ha sido interno. Hemos sido transformados por estar con nuestro
compañero. Bueno, el camino es el
Evangelio según San Marcos y el cambio es el deseo de echar toda nuestra vida
con el Señor Jesús. Ya queremos echar
toda nuestra vida con Jesús.
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