El domingo, 11 de noviembre de 2012


EL XXXII DOMINGO ORDINARIO

(I Reyes 17:10-16; Hebreos 9:24-28; Marcos 12:38-44)

Cada año cerca del dos del agosto una porción del pueblo costarricense se pone en marcha.  Algunos campesinos de los confines del país  se prenden el camino uno o aun dos semanas antes de la fecha.  Pero la mayoría comienzan el viaje el día anterior desde varios puntos en el valle central. Todos se destinan a la Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles en la ciudad de Cartago dieciocho kilómetros de la capital.  Una vez allá suben al altar para tener una mirada de cerca de la imagen de la Virgen.  Aunque están fatigados, muchos sienten la paz de estar con Dios.  Así encontramos a Jesús en el evangelio hoy.
 
Parece que Jesús ha llegado a Jerusalén silenciosamente.  Por todo este año lo hemos seguido atravesando Galilea y subiendo el camino a la ciudad.  Ya se ve metido en ella por el área del Templo. En un sentido concluimos la trayectoria del evangelio hoy.  Sí, es cierto: nos falta un domingo del tiempo ordinario en lo cual Jesús dará un sermón sobre el fin de los tiempos, y por supuesto el evangelio relata la historia de su pasión y resurrección.  Pero hemos oído la segunda parte del discurso apocalíptico en el principio de adviento pasado y cubrimos los eventos de su muerte durante la Semana Santa.

No debería ser sorprendente que la lectura hoy tiene lugar en el área del Templo.  Como judío, Jesús ve el gran edificio como el sitio del encuentro con Dios.  Ello está asociado con el Monte Moriah donde Dios probó a Abraham.  Asimismo, en el primer Templo el gran Isaías recibió su llamada a profetizar.  Como espacio tan privilegiado, vienen a sus umbrales todos géneros de gente: mercantes y campesinos, sanos y enfermos, piadosos y estafadores.  En la lectura hoy Jesús echa comentarios sobre dos tipos -- los escribas que fingen la piedad y una viuda que la modela.

Se dice que el evangelio de Marcos trata particularmente de dos temas: ¿quién es Jesús? y ¿cómo seguirlo como discípulo?  Hemos visto cómo Jesús no es como ningún otro hombre.  Más que tener la capacidad de curar a enfermos y echar demonios, él perdona pecados y habla con la autoridad.  En tiempo Jesús acepta el título del Mesías de Israel pero siempre con reservas.  Aunque viene  del linaje de David, no blandirá una espada sino la justicia de Dios.  De hecho, entregará su vida por el bien del pueblo en conforme con la voluntad de su Padre Dios.

En el transcurso de este año hemos notado los problemas de sus discípulos al entender a Jesús.  A pesar de sus enseñanzas sobre la humildad, ellos siguen contendiendo entre sí quien sea el más importante.  Asimismo están tan fascinados con la riqueza que se asombran cuando Jesús dice es difícil que los ricos entren al Reino de Dios.  El mal entendimiento de su enseñanza sigue hasta el día hoy.  Un ejemplo es cómo varios cristianos quieren dar la pena de muerte a los asesinos a pesar de las palabras de Jesús contra la venganza.  Peor aún, otros cristianos apoyan el “matrimonio homosexual” a pesar de su doctrina al contrario.

Podemos leer el evangelio hoy como la última enseñanza de Jesús sobre el discipulado.  Advierte que los escribas llevando ropajes en la calle no llaman atención a Dios sino a sí mismos.  Así, no sólo en nuestro vestido sino también en nuestro lenguaje nosotros deberíamos ser modestos.  La crítica excesiva apuntada a arruinar la reputación del otro y no a mejorar el bien común no es digno de ninguna persona que se llame a sí mismo “cristiano”.  Al otro lado, queda la viuda echando dos monedas en la alcancía, a lo mejor de cobre pero en cualquier caso, todo el dinero que tiene.  Ella representa a Jesús que dentro de poco va a dar todo – incluso su propia vida – por el bien de todos.  También, ella muestra lo que queremos hacer nosotros: seguir al Señor sin contar el costo.
Imaginémonos por un momento que acabamos de viajar con Jesús.  Nos prendimos el camino en una costa y hemos atravesado la anchura del país.  En el transcurso del viaje hemos visto cambios de llanuras a montañas varias veces.  Sin embargo, el mayor cambio nuestro ha sido interno.  Hemos sido transformados por estar con nuestro compañero.  Bueno, el camino es el Evangelio según San Marcos y el cambio es el deseo de echar toda nuestra vida con el Señor Jesús.  Ya queremos echar toda nuestra vida con Jesús.

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