El domingo, 27 de julio de 2014

DECIMOSÉPTIMO DOMINDO ORDINARIO

(I Reyes 3:5-13; Romanos 8:23; Mateo 13:44-52)


La mujer viene a menudo a la parroquia.  Habla poco inglés y casi nada español.  Pues es de Laos.  Sin embargo, quiere servir a Dios.  Cuida parte del jardín y está dispuesta a ayudar con cualquier proyecto de mantenimiento que haya.  Dice ella que cuando era niña en su país, vivió en un orfanato donde las hermanas católicas le cuidaban.  Le enseñaron acerca de Dios y cómo mostrarle el agradecimiento.  En la segunda lectura hoy San Pablo tiene en mente personas como ella.

Escribe Pablo que para aquellos que aman a Dios todo contribuye para bien.  No está pensando en los afortunados sino en los que han sufrido pero siguen confiando en Dios y ayudando al prójimo.  Pablo ve a esta gente – tal vez parecida a los parientes de los pasajeros que perdieron sus vidas en el derribamiento del avión la semana pasada –reflejando a Cristo mismo.  Por supuesto, no los imagina con barbas, sandalias, y manos endurecidas sino tiene en cuenta algo a la vez más espiritual y más real.  Para Pablo ellos se conforman a Jesús por cumplir la voluntad de Dios siempre aun en medio de la dificultad más dura.

En el evangelio Jesús nos indica la fuente de la cual derrama este empeño a hacer la voluntad de Dios.  Dice que al conocer el Reino de Dios es como el comerciante que encuentra una perla finísima.  Como el comerciante alegremente vendería casa y terreno para obtener la joya, así el que quiere lo más valioso de la vida no pasará por alto nada que le llevaría más cerca al Reino de Dios.  La justicia de este Reino le da a sus buscadores la paz para acostarse tranquilamente en la noche y la energía en la mañana para aprovecharse de nuevas oportunidades.  

No es que los que busquen el Reino no experimenten situaciones difíciles y sentimientos duros.  Al contrario, a lo mejor los tienen con aún más frecuencia.  Pero también tienen la fuerza que como el calor del sol a las plantas les hace crecer en espíritu por las contrariedades.   La gracia del Reino le dio al soldado Ignacio de Loyola hace quinientos años la valentía a levantarse de su lecho de herida para formar la Compañía de Jesús.  Este grupo de hombres, hoy la congregación de religiosos más numerosa en el mundo, sigue ganando a mujeres y hombres por Cristo. 

Con bastante frecuencia nos traicionamos para que no caigamos en la dificultad.  Diríamos mentiras para evitar situaciones vergonzosas y no regresaríamos llamadas para esquivar responsabilidades.  Es una lástima.  Pues al seguir por este rumbo no vamos a encontrar la paz sino más preocupaciones a cada vuelta.  En lugar de evitar la dificultad que fijemos en la justicia del Reino de Dios Padre que nos sostiene segundo por segundo, día por día, generación por generación.  Sí, nos costará realizarlo pero no será por nada.  Al final, veremos, como indica San Pablo, todas las cosas – tanto las malas como las buenas -- contribuyendo para nuestro bien.  Fijando en el Reino, veremos todo contribuyendo para nuestro bien.

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