(I Reyes
3:5-13; Romanos 8:23; Mateo 13:44-52)
La mujer
viene a menudo a la parroquia. Habla
poco inglés y casi nada español. Pues es
de Laos. Sin embargo, quiere servir a
Dios. Cuida parte del jardín y está
dispuesta a ayudar con cualquier proyecto de mantenimiento que haya. Dice ella que cuando era niña en su país,
vivió en un orfanato donde las hermanas católicas le cuidaban. Le enseñaron acerca de Dios y cómo mostrarle
el agradecimiento. En la segunda lectura
hoy San Pablo tiene en mente personas como ella.
Escribe
Pablo que para aquellos que aman a Dios todo contribuye para bien. No está pensando en los afortunados sino en
los que han sufrido pero siguen confiando en Dios y ayudando al prójimo. Pablo ve a esta gente – tal vez parecida a
los parientes de los pasajeros que perdieron sus vidas en el derribamiento del
avión la semana pasada –reflejando a Cristo mismo. Por supuesto, no los imagina con barbas,
sandalias, y manos endurecidas sino tiene en cuenta algo a la vez más
espiritual y más real. Para Pablo ellos
se conforman a Jesús por cumplir la voluntad de Dios siempre aun en medio de la
dificultad más dura.
En el
evangelio Jesús nos indica la fuente de la cual derrama este empeño a hacer la
voluntad de Dios. Dice que al conocer el
Reino de Dios es como el comerciante que encuentra una perla finísima. Como el comerciante alegremente vendería casa
y terreno para obtener la joya, así el que quiere lo más valioso de la vida no pasará
por alto nada que le llevaría más cerca al Reino de Dios. La justicia de este Reino le da a sus
buscadores la paz para acostarse tranquilamente en la noche y la energía en la
mañana para aprovecharse de nuevas oportunidades.
No es
que los que busquen el Reino no experimenten situaciones difíciles y
sentimientos duros. Al contrario, a lo
mejor los tienen con aún más frecuencia.
Pero también tienen la fuerza que como el calor del sol a las plantas les
hace crecer en espíritu por las contrariedades.
La gracia del Reino le dio al
soldado Ignacio de Loyola hace quinientos años la valentía a levantarse de su
lecho de herida para formar la Compañía de Jesús. Este grupo de hombres, hoy la congregación de
religiosos más numerosa en el mundo, sigue ganando a mujeres y hombres por
Cristo.
Con
bastante frecuencia nos traicionamos para que no caigamos en la
dificultad. Diríamos mentiras para
evitar situaciones vergonzosas y no regresaríamos llamadas para esquivar
responsabilidades. Es una lástima. Pues al seguir por este rumbo no vamos a
encontrar la paz sino más preocupaciones a cada vuelta. En lugar de evitar la dificultad que fijemos
en la justicia del Reino de Dios Padre que nos sostiene segundo por segundo,
día por día, generación por generación. Sí,
nos costará realizarlo pero no será por nada. Al final, veremos, como indica San Pablo,
todas las cosas – tanto las malas como las buenas -- contribuyendo para nuestro
bien. Fijando en el Reino, veremos todo
contribuyendo para nuestro bien.
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