EL CUARTO DOMINGO DE PASCUA
(Hechos
4:8-12; I Juan 3:1-2; Juan 10:11-18)
Hace dos
semanas se publicó un escrito nuevo del papa Francisco. Tiene que ver con la santidad. ¿Qué es esto: no nos importa la santidad? Si esto fuera la verdad, habríamos perdido la
esperanza de la vida eterna. Pero porque
todos tenemos la inquietud sobre la vida después de la muerte del cuerpo, vale
la pena hacer caso de lo que el papa ha escrito. Está actuando como vicario de Jesucristo, el
Buen Pastor del evangelio de hoy.
Dice el
evangelio que Jesús es el Buen Pastor porque da su vida por sus ovejas. Logramos la santidad cuando nos unamos con él
en su vida, muerte y resurrección. Pero la
condición caída humana nos inclina al sentido contrario. Por la mayor parte deseamos el placer, el
poder, y el prestigio más que la santidad.
Por eso, nos hace falta redoblar los esfuerzos para conformarnos con
Jesús. El papa describe varios aspectos
de la imitación de Cristo, pero vamos a recalcar aquí sólo tres: la humildad,
la comunidad, y la cercanía a los pobres.
Particularmente
hoy en día a la gente le gusta jactarse de su autonomía. Como se ha cantado muchísimo, "logré vivir a
mi manera”. Pero Jesús siempre hizo lo
que quería su Padre Dios. Se humilló a
sí mismo por hacerse humano y más aún por ser crucificado. Como dice Pedro en la prima lectura hoy,
Jesús era “la piedra desechada”. La
humildad nos recuerda que no somos el único alrededor de lo cual revuelve el
mundo; Dios es. Por eso, Santa Teresa de
Lisieux escribió que no quería comparecer ante Dios enseñándole sus propias
obras. Más bien, cuando viniera su
tiempo, ella quería contar con la justicia de Él. Para asegurar la humildad el papa recomienda
que recordemos cómo nuestras vidas son regalos. Entonces las llevamos a la
perfección cuando las regalemos en torno por los demás.
Por la
gran mayor parte aprendemos la humildad en la comunidad. Sea en forma de la familia, la escuela, o la
parroquia, necesitamos la comunidad para crecer en la virtud y evitar el vicio. Pero casi siempre nuestra tendencia es para
rebelarnos contra los demás. Deseamos
ser independientes, lejos de aquellos que pueden enseñarnos cómo vivir en este
mundo con el corazón apegados a Dios. El
papa Francisco dice que “la comunidad que preserva los pequeños detalles del
amor…es lugar de la presencia del Resucitado (Jesús)”. Está
pensando en el hombre que cada domingo se levanta temprano para hacer el
desayuno por la familia antes de la misa.
Tiene en cuenta la mujer que cada día a las seis de la tarde llama a su
suegra en otra ciudad.
En el
evangelio Jesús habla de “otras ovejas que no son de este redil”. Dice que tiene que cuidar a ellas también. Se piensa con razón que está refiriéndose a
las diferentes comunidades cristianas en el primer siglo. Sin embargo, podemos imaginarlo tomando en
cuenta con la frase a los pobres. Muchas
veces ellos no nos acompañan a la misa. Pues
son enfermos o no bien educados. Sin
embargo, como el papa dice, Jesús se identifica con ellos. Nunca debemos considerar a un sufriente como
problema o como estorbo en el camino.
Más bien deberíamos pensar en él o ella como Cristo que nos ayudará
crecer en la santidad.
En la
segunda lectura San Juan llama a los miembros de la comunidad de Cristo “hijos
de Dios”. No somos Sus hijos porque
somos apegados a los modos del mundo. Al
contrario, constituimos la familia de Dios porque hemos emprendido el camino de
la santidad. Que no lo dejemos
nunca. Que siempre sigamos el camino de
la santidad.
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