El domingo, 6 de mayo de 2018


EL SEXTO DOMINGO DE PASCUA

(Hechos 10:25-26.34-35.44-48; I Juan 4:7-10; Juan 15:9-17)



La Hermana de la Misericordia María Chin era persona cumplida.  Tanto en obras como en palabras ella sobresalió.  Una vez describió esta experiencia formativa de su carácter.  Cuando todavía era muchacha, una religiosa se la llevó a un leprosorio en su país nativo Jamaica.  Llegaron a la puerta de una leprosa llamada Miss Lilian y la tocaron.  Desde adentro contestó una voz alegre, “Entren.”  La jovencita saltó adentro con mucha emoción, pero una vez allá quedó paralizada.  Enfrentaba a una mujer con cara completamente destrozada.   La leprosa ofreció a María su mano que era no más que un tocón sin dedos.  Le dijo a María, “Pon tu mano en la mía.”  “No puedo; tengo miedo,” gimió la muchacha.  “Sí, puedes,” respondió Miss Lilian, “…mira las flores del campo.  Dios no permite que les llegue el daño.”  Dijo la hermana Chin que no sabía cómo le pasó, pero en un instante su mano quedó en la de la leprosa.  Entonces, sintió una onda de poder llenando su cuerpo hasta su propia alma. 

En un instante María Chin aprendió la esencia del amor.  El verdadero amor, que llamamos también la caridad, no es simplemente desear lo bueno para el otro.  Más bien, es la unión del alma con la de otra persona.  Esta unión va a costarnos mucho.  Pues estamos comprometiéndonos al bien de él o ella.  Como enseña la segunda lectura, el modelo de este amor es Dios enviando a Su Hijo al mundo para salvarlo.  Tal vez la descripción del amor que hizo el gran escritor ruso Fiador Dostoievski nos ayudará. En una novela escribe: “El amor en acción es una cosa áspera y espantosa comparada con el amor de los sueños…” 

El verdadero amor no es fácil.  Por esta razón Jesús habla en el evangelio hoy del mandamiento del amor.  Si fuera algo fácil, ¿tendría que obligarnos a cumplirlo?  Vemos este amor en los hijos que cuiden de su madre o padre con Alzheimer.  Se privan de oportunidades de hacer vacaciones aún de ir al cine para atender las necesidades del otro 24/7.

A veces el amor requiere que estiremos nuestros límites para incluir al otro.  En la primera lectura Pedro tiene que cambiar su parecer acerca de quien sea su hermano.  Pensaba que sólo pudiera compartir la fraternidad de la mesa con los judíos que guarden la ley.  Sin embargo, la presencia del Espíritu Santo a Cornelio le enseña la necesidad de abrir su corazón par en par.  Tiene que aceptar a los gentiles que crean en Jesucristo como hermanos también.  De igual modo es necesario que veamos a los musulmanes, los testigos de Jehová, y los masones como al menos hermanos y hermanas potenciales.

Tal vez nuestra época impida el proyecto del amor.  Vivimos en un tiempo con invenciones que quiten la pena de muchos trabajos.  La mayoría de las casas tienen lavadoras de ropa si no de platos.  Empezamos a pensar que el amor debe cumplirse tan fácilmente.  Pero no es así.  Más tarde o más temprano el verdadero amor cuesta.  Es una búsqueda continua para el bien del otro que conlleva el compromiso.  No es fácil pero es beneficioso.  El amor no sólo ayuda al otro sino nos lleva a nosotros más cerca a Dios.  Él es nuestro destino en la vida, lo que nos importa sobre todo.  El amor nos lleva más cerca a Dios.

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