EL VIGÉSIMO SÉPTIMO DOMINGO ORDINARIO
(Génesis
2:18-24; Hebreos 2:8-11; Marcos 10:2-12)
Los
medios de comunicación han estado reportando mucho sobre las relaciones
sexuales. Por la mayor parte han
expuesto a la luz las violaciones y acosos.
Sí la violación es un crimen que vale la condenación rotunda. Los violadores deberían ser aprisionados. El acoso también tiene que ser desarraigado. Pero la cuestión va más allá que el acuerdo
entre la mujer y el hombre para tener relaciones íntimas. Tiene que ver con el propósito del sexo. Las tres lecturas de la misa hoy tocan este
tema que con toda razón nos interesa mucho.
La
primera lectura nos informa dela creación de la mujer en forma
descriptiva. Dice que la mujer es creada
para ser la compañera del hombre. Indica
que ella es diferente del hombre pero es de la misma dignidad porque es formada
de su costilla. El cuerpo de ella es estructurado
para recibir al hombre. Ello toma la
semilla del hombre para concebir y nutrir a otra persona humana. Para proteger a ella misma y sus criaturas
ella tiene que decir “no” a las insinuaciones de hombres no lícitas. Si el hombre no tiene el propósito de
mantenerse con la mujer para cuidar ambas a ella y a sus hijos, él no tiene un lugar
junto con ella.
La
segunda lectura no trata directamente al tema del sexo. Sin embargo, nos afirma que Dios envió a
Jesucristo como ser humano para santificar a todos los hombres y mujeres. Ha estado aquí con nosotros por dos propósitos. En primer lugar quería enseñarnos la voluntad
de Dios y su plan para nuestra felicidad eterna. Segundo, se presentó para ofrecerse como el
sacrificio perfecto que quita nuestros pecados.
En el
evangelio Jesús corrige la posición distorsionada de la Ley que permite el
divorcio. No está criticando la ley sino
diciendo que el permiso del divorcio era una concesión de parte de Dios para
facilitar la vida de los hombres. Sin
embargo, ya ha llegado el Reino de Dios de modo que Su voluntad en el principio
tenga que ser respetado. Dice Jesús que
no más se puede tolerar el divorcio. Los
dos – el hombre y la mujer – forman “una sola cosa” no por instante sino hasta
la muerte.
Desde
siempre ha habido transgresiones de la voluntad de Dios. Hombres han estado capaces de forzar a sí
mismos en las mujeres. A veces las
mujeres habían consentido en estas insinuaciones con la esperanza que los
hombres formaran relaciones permanentes.
Pero desde la introducción de las píldoras anticonceptivas relaciones
íntimas entre los no casados han multiplicado considerablemente. El resultado no ha sido beneficioso para la
sociedad. Con el uso extendido de la
píldora ha habido millones y millones de niños abortados. El divorcio con toda la miseria de traición y
separación ha aumentado. También ha
aumentado el porcentaje de enfermedades transmitidas sexualmente. Lo que ha disminuido es la tasa de
nacimientos bajo el punto de reemplazamiento.
Por esta razón las grandes culturas de varias naciones occidentales están
siendo amenazadas con la disminución.
¿A quién
le importan todos estos índices morbosos?
Muchos parecen contentos mientras pueden tener el placer del sexo siempre en su
alcance. Pero a la Iglesia le
importan. Le importan porque la Iglesia quiere
ayudar a los hombres y mujeres desarrollarse como personas por relaciones
permanentes, amorosas e integrales. Le
importan porque quiere apoyar a los padres criar a los niños en hogares del
amor verdadero. Le importan porque
quiere guiar a toda la humanidad en el camino de la felicidad eterna con Dios.
Porque
le importan la Iglesia instruye que las relaciones íntimas son buenas sólo en
el contexto de una unión permanente y abierta a la procreación en cada acto
conyugal. Porque le importan la Iglesia
insiste en la prohibición del divorcio en conforme con Jesús en el evangelio
hoy. Porque le importan sigue enseñando estas
cosas a pesar de las críticas tiradas a los sacerdotes que han actuado deplorablemente.
Porque le importan la Iglesia reza que
todos los hombres – tanto los no fieles como los fieles – la escuchen.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario