EL TREDÉCIMO DOMINGO ORDINARIO
(II
Reyes 4:8-11.14-16; Romanos 6:3-4.8-11; Mateo 10:37-42)
En una
película, basada en la vida verdadera, un muchacho está viviendo en la
calle. No puede volver a la casa de su
mamá porque ella es drogadicta. El
muchacho tiene habilidad atlética pero parece que ello va a
desperdiciarse. Entonces encuentra una
familia que le ofrece hogar, y su vida cambia.
Se inscribe en una escuela privada donde se destaca como jugador de
futbol. En tiempo se hace la estrella de
su equipo universitario y recibe contrato para jugar profesionalmente. En la segunda lectura San Pablo describe una
trayectoria semejante para todo cristiano.
Pablo
describe el efecto del bautismo en nosotros.
El sacramento nos incorpora en la muerte y la resurrección de Cristo
como si fueran una familia nueva. Nos
volvemos de ser pecadores a ser como santos.
Es tener una vida nueva con Jesucristo como nuestro patrón. Él nos enseña, nos capacita, y nos acompaña a
la felicidad eterna.
La
familia de Jesús no reemplaza la familia natural pero la transciende. Por eso,
Jesús exige en el evangelio hoy que sus discípulos amen a él más que a sus
padres y madres, más que aun a sus hijos.
No es muy difícil pensar en casos en los cuales la persona deja a sus
padres en favor de Jesús. Nos recordamos
cómo San Francisco de Asís se desvistió en público para renunciar los modos de
su padre, el comerciante de tela. Pero
¿cómo se muestra el amor para Jesús más que para un hijo o hija?
Puede
ser que la hija de ustedes quiere casarse fuera de la iglesia. Se ha enamorado con un divorciado y vienen a
ustedes para pedir su bendición. También
quieren que financien la boda. Les da
gran dolor a ustedes no sólo porque ella va a estar viviendo en pecado sino también
porque va a dar mal ejemplo a sus hermanos.
¿Qué deberían ustedes hacer en este caso? ¿Deberían ustedes no asistir en la ceremonia?
Ojalá
que no digan que no importa si casan por la iglesia o no. Sólo el matrimonio sacramental recibe el
apoyo de la gracia del Espíritu Santo.
Sólo el matrimonio sacramental puede dar testimonio al amor de Cristo
para la Iglesia. Además Jesús ha
prohibido el divorcio de modo que si se junta con un divorciado, esté cometiendo adulterio.
Sería
una traición del amor a Cristo apoyar el matrimonio. No deberían pagar por la fiesta ni entregar a
la joven a su novio. ¿Podrían ustedes
asistir en la ceremonia? No, porque
sería reconocimiento de un matrimonio que no creen verdaderamente existe. Tal vez puedan asistir en la fiesta después para
saludar a los huéspedes. Si lo hacen, deberían
expresar su desaprobación del asunto.
Sin
embargo, no querrían romper su relación con su hija. Querrían asegurarla de su amor aunque tienen
que decir cómo aman a Cristo sobre todo.
También querrían tratar al hombre con respeto. Sería difícil para la pareja aceptar su decisión,
pero ustedes esperan que en tiempo vean la sabiduría de su postura. Sería su menester también rezar
particularmente que ella un día regrese a los sacramentos.
A veces
parece tan duro ser cristiano que nos preguntemos si vale la pena. Por supuesto que sí. No es sólo porque tenemos la vida eterna como
nuestro destino. También, incorporados
en su familia, conocemos el amor de Cristo todos los días de nuestra vida.
1 comentario:
Su mensaje no me ayuda realmente a experimentar el Dios que ama con misericordia sino uno que juzga sin compasión; y eso, no es el Dios que yo sigo.
La gente necesita hoy un mensaje que los haga sentir hijos amados De Dios, y no pecadores sin esperanza de cielo.
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