EL DECIMOCUARTO DOMINGO ORDINARIO
(Zacarías 9:9-10; Romanos 8:9.11-13; Mateo 11:25-30)
En un drama televisor
una maestra es despedida de su empleo en una escuela católica. Ella ha violado lo política de la escuela por
haber procurado la fertilización in vitro.
Eso es, ella y su esposo habían contratado con un laboratorio para
producir un embrión usando su ova y esperma.
La Iglesia ha enseñado
que este proceso va en contra de la dignidad humana. Sin embargo, muchos aplaudan el proceso como
dar socorro a las parejas infértiles.
Piensan que la Iglesia católica es injusta con sus muchas reglas. Según esta gente no es correcto prohibir a
los divorciados recibir la Santa Comunión.
Ni es bueno obligar a los fieles asistir en la misa cada domingo y
abstenerse de la carne los viernes de la Cuaresma. Ven a los obispos semejantes a los fariseos
en el evangelio siempre echando fardos pesados sobre las espaldas de los
pobres.
En el evangelio hoy
Jesús ofrece el consuelo a los pobres.
Dice que los aliviará de la carga de los fariseos. Les pide que asuman su yugo que es suave. Su yugo es su manera de vivir como un hijo
amado de Dios Padre. Implica atención a
sus mandamientos, que son aún más retadores de aquellos de los fariseos. Podemos pensar en los mandamientos del Sermón
del Monte como, por ejemplos, “amen a sus enemigos” y “quien mire con malos
deseos a una mujer, ya cometió adulterio con ella en su corazón”. Pero la diferencia entre el yugo de Jesús y
el fardo de los fariseos es que el yugo de Jesús es basado en una nueva
disposición interior. Sus discípulos son
renovados con la conciencia conforme a Dios que les ama muchísimo. Entretanto, el fardo de los fariseos es una
lista extendida de obligaciones impuestas exteriormente. Con estas muchas exigencias la persona se
siente apurada y poco apreciada.
San Pablo nos señala
lo que es asumir el yugo de Jesús en la segunda lectura. Dice que la gente de
Cristo no vive conforme al desorden egoísta sino conforme al Espíritu. Vivir conforme al desorden egoísta es querer
que toda cosa complazca el yo. Viviendo
conforme al Espíritu apoyamos a uno a otro en la humildad. Aquellos que viven conforme al desorden
debería darse cuenta que cualquiera ventaja que tenga termina con la
muerte. Aquellos que viven conforme al
Espíritu no sólo conocen la alegría del Espíritu en la vida cotidiana sino
también miran adelante a la vida eterna.
Tenemos que volver a
la cuestión de las muchas reglas en la Iglesia católica. Estas reglas no son trucos burocráticos de
los obispos para someter a la gente. Más
bien son leyes prescritas por Dios en la naturaleza y la Revelación. Vivir en conforme con ellas trae la paz de
mente por no ofender a Dios, nuestro
Padre amoroso. También, ello
produce la harmonía de cuadrarse con la naturaleza. Tal vez una analogía nos servirá bien
aquí. Vivir en conforme con los
mandamientos de Dios es acomodarse con el calor del verano por llevar ropa
ligera. Ciertamente esto es preferible
que construir un sistema de acondicionadores de aire para que se pueda llevar
la ropa elegante del invierno. Esto es
vivir conforme al desorden egoísta.
El papa San Juan Pablo
II decía que la primera obligación de cada cristiano es permitir que Dios le
ame. Esto es la disposición de
Jesús. Esto es vivir conforme al
Espíritu de alegría y la dignidad humana.
Esto es el yugo suave de Jesús que quiere que tomemos.
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