Domingo de Pentecostés
(Hechos 2:1-11; Romanos 8:8-17; Juan 14:15-16.23b-26)
Una novela intenta imaginar de nuevo la Santa Trinidad. Las tres personas tienen características
distintas. El Hijo es un carpintero
judío. No hay nada nuevo aquí. El Padre es una invención increíble. No vale decir mucho de Él. La más curiosa de las tres es el Espíritu
Santo. Se describe como una joven que
mueve con la destreza de una mariposa.
Está aquí un segundo y allá el próximo.
Sí; se puede decir que el Espíritu Santo está en todas partes al mismo
tiempo. Ahora en el Pentecostés, la
fiesta del Espíritu Santo, nos incumbe a nosotros tratar de describir más del
Espíritu. Como la base de nuestro
estudio podemos usar las lecturas de ayer, la vigilia, y hoy.
Se puede decir con confianza que el Espíritu Santo es
don. En el evangelio de la vigilia se
describe este don como agua que refresca a una gente agostada. Es como si fuéramos plantas secas sobre las
cuales se echa el agua. Dentro de poco
nos enderezamos para seguir con nuestras tareas. Un poeta católico tenía al Espíritu Santo
como su inspirador. Mientras se sentía
incapaz de expresar sus sentimientos, rezó al Espíritu. Dijo: “Señor de la vida, haz llover mis
raíces”.
También el Espíritu Santo es el don que trae la esperanza de
la vida eterna. Dice la segunda lectura
ayer de la Carta a los Romanos: “…los que poseemos las primicias del Espíritu
gemimos interiormente, anhelando que se realice plenamente nuestra condición
como hijos de Dios”. Es el gemido
agonizante de las familias que han perdido a sus hijos en la masacre en Tejas. Rezan con todo su corazón que vean a sus
niños de nuevo en la vida eterna.
La primera lectura ayer también contiene una vislumbre del
Espíritu Santo. Dice el profeta Joel que
el Señor derramará su espíritu obre todos.
Entonces los “ancianos soñarán sueños” y los “jóvenes verán
visiones”. ¿De qué soñarán? y ¿Qué verán? Si han experimentado el trauma de guerra como
el pueblo ucraniano seguramente serán la paz y amistad entre naciones y
personas.
La primera lectura hoy cuenta del Espíritu como lenguas de
fuego posadas sobre los discípulos. Son dinamismos
para proclamar al mundo del amor de Dios.
Hace una semana uno de los periodistas más respetados en el país hizo
exactamente esto. Ella terminó su
columna con un testimonio de fe. Dijo:
“He vivido por algunos años y esto es la única cosa verdadera, que hay un Dios
y Él es bueno y estás aquí para conocerlo, amarlo y mostrarlo tu sentimiento
por medio de tu trabajo y cómo vives”.
La segunda lectura de Primera Corintios describe cómo el
Espíritu nos reúne en un solo cuerpo.
Somos unidos a pesar de culturas e idiomas distintas. Se ha mostrado esta verdad por la cuestión
del aborto. Los católicos se han unido
con el papa y los obispos contra el aborto.
Gracias a la Iglesia católica el movimiento en pro de vida no ha
disminuido a pesar de una oposición fuerte.
Finalmente, el Espíritu Santo trae la ayuda en nuestras
pruebas. Nuestra traducción dice que es un
“consolador”, pero la palabra en griego tiene más el matiz de un abogado que un
simpatizante. Es el Espíritu que nos
fortalece en las tentaciones. Sea que
luchamos con la pornografía, o sea la flojera que nos molesta, el Espíritu nos
ayuda. Nos recuerda de las enseñanzas de
nuestros maestros y del hecho que es Dios que ofendemos por el pecado.
Una buena imagen para el Espíritu Santo es un
manantial. En diferentes lugares se
encuentra manantiales brotando corrientes de agua pura sin término. Su agua refresca, ayuda, y gratifica de modo
que los niños jugando en ella griten de alegría. Así es con el don del Espíritu Santo. Nos
refresca, ayuda, y gratifica de modo que queramos cantar alabanzas a Dios.
Para la reflexión: ¿Cómo imaginas al Espíritu Santo? ¿Qué imagen pondrás por él?
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