El domingo, 5 de junio de 2022

 Domingo de Pentecostés

(Hechos 2:1-11; Romanos 8:8-17; Juan 14:15-16.23b-26)

Una novela intenta imaginar de nuevo la Santa Trinidad.  Las tres personas tienen características distintas.  El Hijo es un carpintero judío.  No hay nada nuevo aquí.  El Padre es una invención increíble.  No vale decir mucho de Él.  La más curiosa de las tres es el Espíritu Santo.   Se describe como una joven que mueve con la destreza de una mariposa.  Está aquí un segundo y allá el próximo.  Sí; se puede decir que el Espíritu Santo está en todas partes al mismo tiempo.  Ahora en el Pentecostés, la fiesta del Espíritu Santo, nos incumbe a nosotros tratar de describir más del Espíritu.  Como la base de nuestro estudio podemos usar las lecturas de ayer, la vigilia, y hoy.

Se puede decir con confianza que el Espíritu Santo es don.  En el evangelio de la vigilia se describe este don como agua que refresca a una gente agostada.  Es como si fuéramos plantas secas sobre las cuales se echa el agua.  Dentro de poco nos enderezamos para seguir con nuestras tareas.  Un poeta católico tenía al Espíritu Santo como su inspirador.  Mientras se sentía incapaz de expresar sus sentimientos, rezó al Espíritu.  Dijo: “Señor de la vida, haz llover mis raíces”.

También el Espíritu Santo es el don que trae la esperanza de la vida eterna.  Dice la segunda lectura ayer de la Carta a los Romanos: “…los que poseemos las primicias del Espíritu gemimos interiormente, anhelando que se realice plenamente nuestra condición como hijos de Dios”.  Es el gemido agonizante de las familias que han perdido a sus hijos en la masacre en Tejas.  Rezan con todo su corazón que vean a sus niños de nuevo en la vida eterna.

La primera lectura ayer también contiene una vislumbre del Espíritu Santo.  Dice el profeta Joel que el Señor derramará su espíritu obre todos.  Entonces los “ancianos soñarán sueños” y los “jóvenes verán visiones”.  ¿De qué soñarán? y ¿Qué verán?  Si han experimentado el trauma de guerra como el pueblo ucraniano seguramente serán la paz y amistad entre naciones y personas. 

La primera lectura hoy cuenta del Espíritu como lenguas de fuego posadas sobre los discípulos.  Son dinamismos para proclamar al mundo del amor de Dios.  Hace una semana uno de los periodistas más respetados en el país hizo exactamente esto.  Ella terminó su columna con un testimonio de fe.  Dijo: “He vivido por algunos años y esto es la única cosa verdadera, que hay un Dios y Él es bueno y estás aquí para conocerlo, amarlo y mostrarlo tu sentimiento por medio de tu trabajo y cómo vives”.

La segunda lectura de Primera Corintios describe cómo el Espíritu nos reúne en un solo cuerpo.  Somos unidos a pesar de culturas e idiomas distintas.  Se ha mostrado esta verdad por la cuestión del aborto.  Los católicos se han unido con el papa y los obispos contra el aborto.  Gracias a la Iglesia católica el movimiento en pro de vida no ha disminuido a pesar de una oposición fuerte.

Finalmente, el Espíritu Santo trae la ayuda en nuestras pruebas.  Nuestra traducción dice que es un “consolador”, pero la palabra en griego tiene más el matiz de un abogado que un simpatizante.  Es el Espíritu que nos fortalece en las tentaciones.  Sea que luchamos con la pornografía, o sea la flojera que nos molesta, el Espíritu nos ayuda.  Nos recuerda de las enseñanzas de nuestros maestros y del hecho que es Dios que ofendemos por el pecado. 

Una buena imagen para el Espíritu Santo es un manantial.  En diferentes lugares se encuentra manantiales brotando corrientes de agua pura sin término.  Su agua refresca, ayuda, y gratifica de modo que los niños jugando en ella griten de alegría.  Así es con el don del Espíritu Santo. Nos refresca, ayuda, y gratifica de modo que queramos cantar alabanzas a Dios.

 

Para la reflexión: ¿Cómo imaginas al Espíritu Santo?  ¿Qué imagen pondrás por él?

 


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