El domingo, 18 de septiembre de 2016



EL VIGÉSIMO QUINTO DOMINGO ORDINARIO

(Amós 8:4-7; I Timoteo 2:1-8; Lucas 16:1-13)


“El dinero es como abono – dijo un político – tienes que desparramarlo antes de que haga bien”.  El político proporcionaba razonamiento para impuestos altos.  Según este modo de pensar, el gobierno tiene que tomar de los ricos para ayudar a los pobres.  En el evangelio hoy Jesús trata este tema.  No habla exactamente de impuestos sino el uso provechoso de dinero.

La parábola del “mal administrador” ha causado dificultad a través de los siglos.  Parece que Jesús está recomendando el engaño.  Sí describe cómo el administrador cambia las deudas injustamente para ganar a amigos.  Pero Jesús sólo quiere demostrar a sus discípulos la importancia de proveer para el futuro.  Es como si estuviera elogiando a un ladrón de bancos por ir directamente al efectivo.  Para Jesús lo más importante es que sus discípulos lleguen al Reino de Dios.  Ellos saben que no van a hacerlo engañando a sus jefes y mucho menos robando bancos.  Pero es posible que no se den cuenta de que junto a la fe el socorro a los pobres les conducirá a la vida eterna.

Hay una canción que declara: “El amor es lo que hace el mundo girar”.  “No es cierto – dijo un profesor – es el dinero que hace el mundo girar”.  Realmente los dos puntos de vista tienen valor.  La mayoría de la gente se levanta a trabajar todos los días para ganar dinero.  Pero usan sus ganancias para apoyar a sus seres queridos.  Como no se puede criar la familia sin el dinero, la vida sin el amor queda estéril y desilusionadora.

Hay una pintura famosa llamada “La escuela de Atenas” en el Vaticano que da eco a esta lección de Jesús.  La pintura representa a los filósofos Platón y Aristóteles teniendo un debate.  Platón, que pensó que la vida terrena es sólo una sombra de la vida celestial, está señalando al cielo con su mano derecha.  Entretanto Aristóteles, que sostuvo que lo verdadero existe en cosas terrenales, señala al suelo.  Los dos filósofos nos ayudan entender mejor la realidad.  Cristo nos ha revelado que tenemos un destino eterno como Platón indica en la pintura.  Pero para alcanzarlo tenemos que atender a cosas cotidianas como Aristóteles enseña.

Se puede ver este contraste entre cielo y la tierra en las otras lecturas de la misa.  La segunda lectura exhorta a los cristianos que vivan en paz con los paganos.  No quiere que el orgullo y la hostilidad les impidan llegar al cielo.  En la primera lectura el profeta Amós denuncia las estafas de parte de los comerciantes como repugnantes al Señor.  Si van a salvarse, tienen que evitar estos vicios.

Entonces ¿deberíamos intentar tener todo – lo mejor de los dos reinos – lo de la tierra y lo de Dios?  No, esta búsqueda sería en vano como Jesús declara: “’…no pueden ustedes servir a Dios y al dinero’”.  Dios es nuestro destino.  Sólo a Él hemos de servir.  Se debe usar el dinero como los medios para llegar a nuestro fin pero no deberíamos quitar los ojos de Dios. 

Una pregunta para los filósofos será: ¿estamos explotando a los pobres si los ayudamos para alcanzar a la vida eterna?  ¿No sería tratándolos como un medio para nuestro mejoramiento? San Vicente de Paúl, que conoció el servicio a los pobres tan bien como cualquiera, contestaría “depende”.  Solía decir: “Sólo por tu amor, por tu amor únicamente, te perdonarán los pobres el pan que les das”. Si no amamos a los pobres cuando los ayudamos, nuestra ayuda será en vano.  Pero este amor no se muestra con besos sino con la buena voluntad.  Por nuestro socorro a los pobres comprobando nuestro amor el Señor nos aceptará en su Reino.  Por nuestro socorro comprobando nuestro amor el Señor nos aceptará.

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