EL TRIGÉSIMO PRIMERO DOMINGO ORDINARIO
(Malaquías
1:4-2:2.8-10; I Tesalonicenses 2:7-9.13; Mateo 23:1-12)
Hace cincuenta
años la salida de muchos sacerdotes del sacerdocio escandalizaba a la gente. El fenómeno resultó de varias causas. Una fue el sentido del individualismo que
sentían muchas personas de la época.
Pensaban que fuera más importante tener toda la gama de las experiencias
humanas que dedicarse enteramente a la comunidad de la fe. Otra causa fue el sentido del desequilibrio
que crearon las renovaciones del Segundo Concilio Vaticano. El papa san Juan Pablo II detuvo la fuga de
sacerdotes por imponerles calificaciones estrictas para recibir el permiso de
la Iglesia. Como Malaquías en la primera
lectura hoy critica a los sacerdotes de Israel, Juan Pablo advirtió a los
sacerdotes de tiempos modernos que se conformaran más a Cristo.
El papa
Francisco sigue retando a los sacerdotes.
Seguramente la situación que existe hoy en día ha cambiado de las décadas
de los sesentas y setentas. No más
existe una gran salida del sacerdocio, pero hay defecto de otro género
afectando a algunos sacerdotes ahora. Francisco
reprocha a los sacerdotes que no quieren acercarse a los fieles en sus propios ámbitos. Más bien estos curos prefieren quedarse en
las iglesias esperando que la gente venga a ellos. Como Jesús en el evangelio reprende a los
fariseos por ocupar los primeros asientos en las sinagogas, Francisco manda a los
sacerdotes del día hoy a salir de sus lugares cómodos. Quiere que ellos acompañen a sus parroquianos
en la lucha de la vida.
El padre
Charlie King era párroco por cincuenta años.
En su tiempo mereció la fama como párroco entregado cien por ciento a su
grey. Visitaba a los enfermos en el
hospital. El domingo entre la misa del
medio día y la misa de la tarde retiró a su oficina para telefonear a aquellas
personas que no podían acudir al templo.
No estaba renuente a atender mesas en el refugio para los desamparados. Personas de todas clases económicos lo veían
como un amigo. Era el tipo de sacerdote
que tiene en cuenta el papa cuando
exhorta que la iglesia sea “un hospital del campaña con heridos buscando a Dios”.
La segunda
lectura indica la respuesta apropiada a los sacerdotes entregados. Pablo dice a los tesalonicenses que ellos han
aceptado su predicación como “palabra de Dios”.
De tal modo la gente debería escuchar a los padres que hablan con
sinceridad “a su servicio”. Pues aunque
estos curas no tengan una voz elocuente, sus acciones predican el amor de Dios
al mundo. Un sabio una vez dijo: “la
imitación es la forma más alta de la adulación que la mediocridad ofrece a la
grandeza”. Es cierto. Si realmente
queremos poner en práctica la palabra de Dios, imitaremos el servicio de los
sacerdotes buenos. Visitaremos a los enfermos
y atenderemos a los necesitados. No
tendremos grande inconveniencia a salir de nuestros casas cómodas para ayudar a
los demás.
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