SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS
(Números
6:22-27; Gálatas 4:4-7; Lucas 2:16-21)
Llamamos el
primer mes del año “enero” por “Ianuarius”, el dios pagano de puertas. Las imágenes de Ianuarius siempre tiene dos
caras como una puerta tiene dos lados – una dando para atrás y la otra para adelante. Ciertamente durante enero vemos en estas dos
direcciones. En el principio del mes siempre nos referimos al año pasado como
el presente, a veces poniendo su número en los cheques. Pero mientras el mes avanza, pensamos más en
las posibilidades del año ya comenzado.
El nacimiento
de Jesús también nos llama ambos para atrás y para adelante. El pesebre no se debe entender como
indicación de la pobreza de José y María, sino para recordar la profecía de
Isaías: “El buey reconoce a su dueño y el asno el establo de su amo; pero
Israel, mi propio pueblo, no reconoce ni tiene entendimiento” (Isaías
1:3). Ahora con los pastores
representando Israel, el pueblo de Dios sí reconoce a su Señor. Sin embargo, el señorío de Jesús será
revelado a todas tierras sólo en el futuro.
Después de que Jesús sea crucificado, levantado de la muerte, y
entronado en el cielo, enviará al Espíritu Santo a los apóstoles para predicar
su nombre a través del mundo.
El primer
del año es reservado para el descanso y la renovación de relaciones con
familiares y amigos. También la Iglesia
nos llama a la misa para reflexionar una vez más en todo lo que hemos celebrado
durante la semana pasada. Dios ha venido
al mundo para liberarnos de la consecuencia del pecado. Llegó como inmigrante sin cama en que podía acostarse
para recordarnos de los necesitados en nuestro medio. Causó gran alegría en los cielos y en la
tierra moviendo a nosotros también a regocijarnos. Como María en el evangelio
hemos de meditar todas estas cosas en el corazón para comprender su significado
para el Año Nuevo.
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