El domingo, 1 de enero de 2017

SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS

(Números 6:22-27; Gálatas 4:4-7; Lucas 2:16-21)

Llamamos el primer mes del año “enero” por “Ianuarius”, el dios pagano de puertas.  Las imágenes de Ianuarius siempre tiene dos caras como una puerta tiene dos lados – una dando para atrás y la otra para adelante.  Ciertamente durante enero vemos en estas dos direcciones. En el principio del mes siempre nos referimos al año pasado como el presente, a veces poniendo su número en los cheques.  Pero mientras el mes avanza, pensamos más en las posibilidades del año ya comenzado.

El nacimiento de Jesús también nos llama ambos para atrás y para adelante.  El pesebre no se debe entender como indicación de la pobreza de José y María, sino para recordar la profecía de Isaías: “El buey reconoce a su dueño y el asno el establo de su amo; pero Israel, mi propio pueblo, no reconoce ni tiene entendimiento” (Isaías 1:3).  Ahora con los pastores representando Israel, el pueblo de Dios sí reconoce a su Señor.  Sin embargo, el señorío de Jesús será revelado a todas tierras sólo en el futuro.  Después de que Jesús sea crucificado, levantado de la muerte, y entronado en el cielo, enviará al Espíritu Santo a los apóstoles para predicar su nombre a través del mundo.


El primer del año es reservado para el descanso y la renovación de relaciones con familiares y amigos.  También la Iglesia nos llama a la misa para reflexionar una vez más en todo lo que hemos celebrado durante la semana pasada.  Dios ha venido al mundo para liberarnos de la consecuencia del pecado.  Llegó como inmigrante sin cama en que podía acostarse para recordarnos de los necesitados en nuestro medio.  Causó gran alegría en los cielos y en la tierra moviendo a nosotros también a regocijarnos. Como María en el evangelio hemos de meditar todas estas cosas en el corazón para comprender su significado para el Año Nuevo.

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