LA NATIVIDAD DEL SEÑOR, el 25 de diciembre,
Misa de la Aurora
(Isaías
62:11-12; Tito 3:4-7; Lucas 2:15-20)
El evangelio
está mañana retrata a varios personajes cerca el pesebre del niño Jesús. Cada uno tiene algo para decirnos si le
hacemos caso. Primero que escuchemos a los
pastores. Son gente rústica que espera,
como todos judíos, la venida del Señor.
Atienden a las noticias del ángel que ha nacido en Belén el Salvador y
llegan a darle homenaje. En un poema
navideña un sacerdote pregunta si no es el caso que él sea pastor también. Ciertamente es porque tienen que pastorear
las almas. De la misma manera todos
somos pastores porque todos tenemos responsabilidades para atender. Entonces todos nosotros deberíamos acompañar
a los pastores de Belén a ver al Salvador.
Pero
desgraciadamente no es que todos tengan este deseo. A lo mejor por puro gozo los pastores cuentan
a los ciudadanos de Belén todo lo que han experimentado. Pero estas personas, como la semilla que cae
sobre tierra rocosa más allá en el evangelio de Lucas, sólo se maravillan con
las noticias. No averiguan la cosa por
su propia parte. Son como muchos de
nuestros contemporáneos que celebran la Navidad con rompopo y regalos pero no se
esfuerzan a seguir a él que festejan. Les falta la esperanza de realizar la promesa
del Salvador recién nacido.
El
evangelio sólo menciona la presencia de José, el esposo de María. Pero otros pasajes en este evangelio según
san Lucas lo describen como justo - fiel a Dios y obediente al imperador. También dejan el sentido que es trabajador y atento
a su papel como protector de Jesús y María.
Queda como modelo para los padres y madres, trabajadores y ciudadanos.
Los
ortodoxos tienen una oración tratando de María como el regalo humano más
perfecto al niño Jesús. Ciertamente lo
cuida bien pero aún más al caso guarda en su corazón todo lo que pasa. Es el mejor regalo porque se hace su mejor
discípulo meditando la palabra de Dios – eso es su propio hijo -- para anunciar
su significado en un tiempo futuro. Quizás
Jesús le tenga en cuenta cuando habla de la semilla que cae sobre la tierra
fértil para producir fruto cien por una.
Finalmente
queda el niño Jesús recostado en un pesebre.
Al estudiante de la Biblia su paradero indica el cumplimiento de la
profecía de Isaías que por fin Israel reconoce a su rey como un asno reconoce
la pesebre de su amo (Isaías 1:3). A
nosotros el niño Jesús recostado en el comedero nos sugiere que en tiempo él va
darse a nosotros como comida. Algunos artistas
han pintado al niño irradiando luz como una lámpara sobrecargada. Es decir como un faro la palabra de Dios ya
arde para guiarnos a la vida eterna.
Viendo
la serenidad del nacimiento de Jesús nos parece irónico que algunos no quieren una
replica en plazas públicas. Pero hay
batalla sobre la religión y el estado en muchas partes. No obstante, lo importante no es que algunos
se maravillen del nacimiento en el tiempo navideño sino que lo guarden en el
corazón. De allí emite la luz que
resuelve conflictos entre tanto familias como naciones. De allí produce los esfuerzos que cuidan a
los niños para que crezcan en hombres y mujeres justos. De allí se siembra la semilla que da el fruto
de la vida eterna.
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