El domingo, 22 de junio de 2025

 LA SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO, 22 de junio de 2025

(Génesis 14:18-20; I Corintios 11:23-26; Lucas 9:11-17)

El Concilio Vaticano II nombró la Eucaristía la “fuente y cumbre” de nuestra fe.  Tenemos la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo para contemplar por qué es.  Haremos nuestra contemplación aquí enfocándonos en la primera lectura con continua referencia a la Carta a los Hebreos y otros pasajes bíblicos.

La lectura nos presenta a Melquisedec, una figura que aparece ambas oscura e iluminadora en la Biblia.  En el Antiguo Testamento se ve su nombre solo aquí y el Salmo 110.  Sin embargo, en la Carta a los Hebreos del Nuevo Testamento se describe ampliamente como un modelo para entender a Jesucristo.

La lectura llama a Melquisedec “rey de Salem”.  Salem o shalom es la palabra hebrea por la paz.  Al igual que Melquisedec es “rey de la paz”, Cristo se conocerá “príncipe de la paz”.  Se probará digno del título cuando reconcilia a los judíos y paganos por su muerte en la cruz.  Como dice la Carta a los Efesios, él reconcilió con Dios los dos pueblos en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, destruyendo la enemistad en su persona (cf., Efesios 2,16). 

También la lectura dice que Melquisedec es sacerdote.  Ofrece a Dios el pan y el vino de parte de Abram.  Asimismo, la Carta a los Hebreos hace hincapié en el papel sacerdotal de Cristo.  Como Melquisedec, Jesús en la Última Cena presentará pan y vino de parte del mundo entero. 

Jesús convertirá las ofrendas en su Cuerpo y Sangre.  Al próximo día estos mismos elementos serán inmolados para ganar al mundo el perdón de sus pecados.  En cuanto alivia a los que crean en él del pecado, el ofrecimiento de Jesús consistirá una bendición de inestimable valor. 

La Carta a los Hebreos continúa contrastando a los sacerdotes y los sacrificios del Antiguo Testamento con Cristo y su sacrificio en la cruz.  En resumen, dice que los sacerdotes no podían ofrecer sacrificios tan eficaces como lo de Cristo porque habían pecado mientras Cristo nunca pecó.  También sus sacrificios pierden en comparación con lo de Cristo porque eran solo la sangre de animales mientras Cristo, el Hijo de Dios, ofreció su propia sangre.  Además, los sacrificios del Antiguo Testamento tenían que repetirse en cuanto la persona seguía pecando.  Pero el sacrificio de Cristo fue una vez por siempre porque ha entregado la humanidad de la condición del pecado. 

Deberíamos darnos cuenta de que atestiguamos el sacrificio supremo de Jesús cada vez que asistamos en la misa.  Porque Jesús es divino, su muerte en la cruz constituyó un acto eterno.  Eso es, aconteció una vez por siempre en tiempo, pero sigue pasando fuera del tiempo.  Nuestra participación en la misa nos lleva al umbral de la eternidad.   Es como una ventanita a través de que vemos al Cristo resucitado glorificando a Dios Padre con su muerte en la cruz.

El domingo, 15 de junio de 2025

 

SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

(Proverbios 8:22-31; Romanos 5:1-5; Juan 16:12-15)

La Santa Trinidad es un misterio.  No se puede comprenderla completamente.  No obstante, cada año hacemos “una incursión en el inarticulado” cuando celebramos su fiesta el domingo después de Pentecostés.  Sea un gozo o un peso, parece que solo en este día reflexionamos cómo puede que Dios es a la vez tres y uno. 

Desde la antigüedad ha habido dos acercamientos de entender la Trinidad.  Se llama un acercamiento “económico” y el otro “inmanente”.  Por hablar de “la Trinidad económica” se implica el estudio de Dios interactuando con la creación.  Por supuesto, Dios actúa con la creación cada momento.  Si no lo hiciera, la creación cesará de existir.  Sin embargo, los interacciones tradicionalmente consideradas en la “Trinidad económica” son la creación, la redención de la humanidad, y la historia de la salvación.  El método de nuestro estudio es escrutar la Biblia para determinar el papel de las tres personas de la Divina Trinidad en estos y otros asuntos.

La “Trinidad inmanente” refiere a las relaciones entre las tres personas.  La Biblia no nos ayuda mucho aquí.  Tenemos que recorrer a la filosofía para pistas de la investigación.  Hace 1700 años la Iglesia aceptó la teoría de San Atanasio que el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo tienen la misma naturaleza divina.  Esta naturaleza, que cada uno de las tres tiene en su plenitud, hace posible la paradoja que son lo mismo en todo salvo sus relaciones entre sí. A decir, uno es Padre; otro es Hijo; y otro es Espíritu Santo.  En lugar de seguir esta línea filosófica ahora, vamos a enfocarnos en el acercamiento económico reflejado en las lecturas de la misa hoy.

La primera lectura del Libro de Proverbios personifica la sabiduría como si fuera compañero de Dios en la creación.  De hecho, la sabiduría habla como persona diciendo que ha existido “desde la eternidad” y ha actuado “como arquitecto” de las obras de Dios.  Estas cualificaciones nos hacen pensar en el Hijo y también el Espíritu.  San Pablo aun escribe que Jesucristo es “la sabiduría de Dios” (I Cor 1,24).  También sabemos que la sabiduría es el primer don del Espíritu mencionado en el Libro del profeta Isaías (Is 11,2-3).  Podemos concluir que la sabiduría absoluta es una virtud intelectual que posee Dios: Padre, Hijo, y Espíritu Santo.

La segunda lectura también hace hincapié en los papeles del Hijo y del Espíritu Santo.  Cuenta que Jesucristo (el Hijo) nos ha reconciliado con el Padre por su muerte en la cruz.  También relata que el Espíritu Santo nos ha renovado en el amor de modo que aun los sufrimientos causados por nuestros pecados puedan merecernos la vida eterna.  Sabemos que el Espíritu Santo es asociado con la reconciliación como indicado en el Sacramento de la Reconciliación cuando el sacerdote dice: “(El Padre) … envió el Espíritu Santo para la remisión de los pecados …”  Asimismo, el Hijo efectúa el amor en nuestros corazones como Pablo atestigua en la misma Carta a los Romanos: “… ni la muerte ni la vida … ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor”.

El Evangelio indica cómo el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo cooperan entre sí para nuestro beneficio.  Comparten el mismo conocimiento recibido por el Espíritu desde el Hijo como revelado por el Padre y pasado a los hombres y mujeres. 

Al final, puede ser vertiginoso para muchos al reflexionar sobre la Santísima Trinidad.  Sea o no nuestro caso, la reflexión no admite resolución conclusiva porque Dios es siempre más allá que nuestra comprensión.  Sin embargo, podemos contemplarlo, apreciarlo, y darle gracias por haber nutriendo nuestra fe y amor.

El domingo, 8 de junio de 2025

Domingo de Pentecostés

(Hechos 2:1-11; I Corintios 12:3b-7.12-13; Juan 14:15-16.23-26)

El papa León XIV ha elegido un escudo con el lema (en latín): “In illo, uno unum”.  Las palabras son de San Agustín de Hipona, el patrono de la orden religiosa a la cual pertenece el papa.  Quieren decir: “En Él (Cristo), que es uno, somos uno”.  Hoy celebramos al Espíritu Santo que nos mantiene como uno con la misma fe y el mismo amor. 

La entidad en la cual somos compuestos como uno por el Espíritu no es un edificio hecho de concreto.  Más bien, es algo orgánico que crece y desarrolla.  La entidad es el Cuerpo de Cristo que llamamos comúnmente “la Iglesia”.  El Espíritu Santo forma a las personas humanas en las células de los diferentes órganos del Cuerpo.  Algunos de nosotros constituimos sus brazos que alcanzan a los necesitados.  Otros de nosotros componemos su voz que proclama tanto la creencia en Dios como las alabanzas a Él.  Como dice la segunda lectura hoy, igual que el cuerpo humano tiene varios tipos de órganos, el Cuerpo de Cristo tiene varios tipos de ministerios.

Las células del Cuerpo de Cristo son nutridas por el pan hecho Carne de Cristo y el vino hecho Sangre de Cristo.  Este misterio de la Eucaristía también es el trabajo del Espíritu Santo.  Él transforma alimento cotidiano, eso es el pan y el vino, en el Cuerpo de Cristo que vive para siempre.  Aun cuando digerimos completamente el Cuerpo de Cristo, se queda. Como dijo el mismo San Agustín cuando comemos el Cuerpo de Cristo, él no se hace parte de nosotros (como pan regular), sino nos hacemos partes de él. 

La primera lectura de los Hechos de los Apóstoles resalta la unidad de fe que lleva todo la Iglesia.  Prendidos por el Espíritu, los discípulos comienzan a predicar.  No es solamente que todos los visitantes a Jerusalén los oyen hablar en sus propios idiomas por la presencia del Espíritu. También todos escuchan por el Espíritu el mismo mensaje proclamado por Pedro en lo que sigue en el Libro de los Hechos de los Apóstoles.  Pedro dirá que Jesús hizo muchos milagros y signos entre el pueblo; no obstante, los judíos lo pusieron a muerte en la cruz, pero Dios lo resucitó.  Este mensaje básico, que se ha llamado “Kerigma” en griego o "proclamación" en español) se ha desarrollado por las edades mediante el Espíritu.  Con la reflexión sobre las Escrituras, la Kerigma ha producido los dogmas de la Encarnación, la Resurrección de entre los muertos, la Redención del pecado, y la Sagrada Trinidad.  Como dice Jesús en el evangelio, el Espíritu enseñará a la Iglesia “todas las cosas”.

El Espíritu Santo también nos mantiene en el amor.  Mediante el Espíritu el Padre y el Hijo ocupan nuestros corazones como dice también el evangelio.  Con Dios llenando nuestros interiores, no podemos hacer nada más que amar.  Este amor extiende más allá que nuestros familiares y amigos hasta todos habitantes del mundo, vivos y muertos. 

Tanto como quisiéramos amar, a veces nos desafío el amor hacia aquellos que no nos caen bien.  Puede ser un jefe que no quiere hablar con nosotros.  Puede ser aun nuestro esposo o esposa quien no acepta nuestro afecto.  El evangelio llama al Espíritu Santo “el Consolador”.  Esta palabra traduce la palabra “paracleto” del griego donde significa literalmente “llamado al lado”.  Cuando nos falta el deseo a amar, el Espíritu Consolador nos aconseja cómo ofrecerlo. 

Al considerar todo lo que hace el Espíritu Santo, se puede pensar que no recibe suficiente atención en la liturgia de la Iglesia.  Sin embargo, las personas de la Sagrada Trinidad no competen uno con otro.  Porque son uno, cuando adoramos al Padre, adoramos al Espíritu. Y cuando honramos al Espíritu, honramos al Hijo. Y cuando agradecemos al Hijo, agradecemos al Padre. 

El domingo, 1 de junio de 2025

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

(Hechos 1:1-11; Hebreos 9:24-28.10:19-23 (Efesios 1:17-23); Lucas 24:46-53)

En 1961 el cosmonauta ruso Yuri Gagarin regresó del primer viaje humano al espacio exterior.  En una entrevista después él dijo: “Miraba y miraba, pero no vi a Dios”.  Probablemente su declaración fue solo una mofa de creyentes por un ateo.  Pero levanta una cuestión que vale explorar en esta Solemnidad de la Ascensión.  ¿Deberíamos esperar hallar el cielo en los cielos?  En otras palabras, ¿es el cielo un lugar físico?  Porque Jesús tiene un cuerpo resucitado, parece que necesita un lugar físico para contenerlo.

Comenzamos por examinar la primera lectura y el evangelio de la misa hoy.  Ambos fueron escritos por el evangelista que conocemos como Lucas.  También ambos reportan de Jesús elevándose al cielo.  Pero los reportajes no son enteramente iguales.  Trataremos el evangelio primero desde que fue escrito anterior y es más sencillo.  Después miraremos la lectura más larga de los Hechos de los Apóstoles.

El texto del evangelio retrata a Jesús apariéndose a sus apóstoles la noche de su resurrección.  Explica lo que le ha pasado en términos de las Escrituras.  Al final les manda a predicar a todas naciones su resurrección y cómo desemboca en el perdón de pecados.  Sin embargo, antes de iniciar la misión, les dice que aguarden la venida del Espíritu Santo.  Entonces Jesús sale de la casa para levantarse al cielo, evidentemente en la misma noche.

La lectura de los Hechos dice que Jesús ha aparecido varias veces a sus apóstoles durante cuarenta días después su resurrección.  Por la mayor parte durante estas apariciones ha hablado del Reino de Dios. Al cuadragésimo día los apóstoles le expresan la misma inquietud del Reino que tenemos nosotros.  Le preguntan a Jesús cuándo vendrá demostrando su señorío sobre el mundo.  Jesús responde que no es de ellos saber la hora exacta.  Sin embargo, dice que recibirán al Espíritu Santo para que den testimonio de él a través del mundo.  Entonces se eleva de su vista hasta que desvanece en una nube.  La lectura termina con dos ángeles (los “hombres vestidos de blanco”) diciéndoles que Jesús volverá como lo han visto alejarse.

Esta lectura junto con el evangelio señala varias conclusiones sobre la Ascensión.  Primero, enseña que Jesús tiene una idea firme de cómo se continuará su misión.  No se limitará por estar con sus discípulos en carne y hueso.  Más bien, quedará con todos ellos por su Espíritu Santo mientras predican el perdón a través del mundo.  Segundo, los cuarenta días no son un tiempo exacto sino una manera de Lucas para crear orden en su historia.  Al principio del evangelio Lucas prometió al lector justo esta orden. Tercero, no se sabe el día del retorno de Jesús, aunque es seguro que regresará.  Su motivo es siempre cumplir la promesa de Dios para restaurar su Reino en la tierra (vea Is 32,1-11). Cuarto, la Ascensión anticipa la venida del Espíritu Santo sobre los discípulos en el Pentecostés y sobre nosotros en el Bautismo.  El Espíritu nos ayudará llevar a cabo la misión de proclamar la resurrección de Jesús de entre los muertos y el perdón de pecado en su nombre.  Quinto, presenta la nube como una carroza llevando a Jesús a la gloria del cielo donde residirá por siempre.  De allí envía su Espíritu.  Finalmente, esta residencia de Cristo junto con el Padre es lugar espiritual, no material. En la Primera Carta a los Corintios San Pablo escribe que el cuerpo de Jesús se ha cambiado de la corruptibilidad a la incorruptibilidad, de la debilidad al poderoso, y de realidad material a realidad espiritual.  Por eso, cuando las Escrituras hablan del cielo como arriba, quieren decir la libertad de lo material como un ave en vuelo. 

Para nosotros hoy en día la Ascensión nos permite vivir como hombres y mujeres libres.  Nos presenta victoriosos sobre el pecado por la muerte del Señor y destinados a la gloria con cuerpos transformados como lo de Jesús resucitado.  Es así porque tenemos el Espíritu Santo que nos capacita proclamar a Cristo a todos que encontramos.

El domingo, 25 de mayo de 2025

 

VI DOMINGO DE PASCUA

(Hechos 15:1-2.22-29; Apocalipsis 21:10-14.22-23; Juan 14:23-29)

Se han diferenciado por los siglos la paz mundana y la paz de Cristo.  Hemos escuchado cómo la paz mundana es superficial, cómo no dura mucho tiempo, y cómo se puede sacudir por conflictos y contrariedades.  En contraste, la paz de Cristo llega al corazón, trae la confianza, y no se pierda fácilmente.

Si la paz mundana fuera tan frágil, ¿quién no elegiría la paz de Cristo?  Sin embargo, sabemos que la paz mundana brinda beneficios deseables también.  El cese de la vehemencia da tiempo para los adversarios a recapacitar sus objetivos.  También un lugar seguro y cómodo alivia las tensiones que gastan al individuo la energía y el buen humor.  La paz mundana a veces acompaña un compromiso efectivo para la convivencia si no el respeto mutuo.

Podríamos ofrecer el teléfono celular como símbolo de la paz mundana.  Mucha gente hoy se ha apegado a sus celulares de modo que no vaya a ninguna parte sin ello.  Les provee la seguridad de tener lo que les parece necesario para evitar inquietudes y mantener la ecuanimidad.  Cuando se sienten solo, les ponen en contacto con sus amistades.  Cuando están perdido, les guía a su destino.  Y cuando están en duda de un hecho o de un proceso, le provee la información en pocos segundos.  Y estos son solo una pequeña parte de las ventajas de tener un celular. 

Sin embargo, hay límites al celular.  Trae un sentido de la paz hasta que se pierda, se extravíe, se agote la batería, o haya problemas con el proveedor del Internet.  Cuando ocurran contratiempos como estas, la paz da vía a la ansiedad pronto.  Este no es razón de abortar el celular sino para buscar algo más al fondo que estabiliza la paz.

En el evangelio Jesús ofrece la amistad consigo mismo para apoyar la paz condicional del celular y las otras fuentes de la paz mundana.  Nos abraza esta paz de modo que podamos enfrentar cualquier desafío con confianza.  La paz de Cristo es saber, como una niña en los brazos de su papá, que todo resultará bien.  Es la seguridad que, venga lo que venga incluso la muerte, Cristo va a entregarnos del mal que experimentamos. 

La lengua hebrea tiene la palabra shalom para expresar la paz de Cristo.  Más que un cese de hostilidades, shalom significa la prosperidad, la plenitud, y la armonía aun en la guerra.  Shalom es la seguridad que por los superiores recursos que tenemos vamos a superar todos desafíos.  Sean enfermedades, enemigos, u otra contrariedad no vamos a perdernos sino prevaleceremos en el final. 

Cristo nos indica cómo podemos acceder su paz.   Por cumplir sus mandamientos, sobre todo el mandamiento de amar a uno a otro, él vendrá con el Padre para morar en nosotros.  Es como tener el jefe de la policía en la casa cuando recibimos una amenaza de seguridad.  Como San Pablo escribe a Timoteo: “Si hemos muerto con él, viviremos con él. Si somos constantes, reinaremos con él” (II Timoteo 2:11b-12a).

No tenemos que escoger entre la paz mundana y la paz de Cristo.  De hecho, necesitamos ambas. El celular es muy útil, pero no puede proveernos la valentía de enfrentar la pérdida de recursos y mucho menos la muerte.  Cuando estamos en lucha contra el mal, queremos el shalom de Cristo.  Nos da la fuerza para dominar toda amenaza del mal.

El domingo, 18 de mayo de 2025

 

V DOMINGO DE PASCUA

(Hechos 14:21-27; Apocalipsis 21:1-5; Juan 13:31-33.34-35)

La Iglesia Católico siempre ha considerado el Evangelio según San Juan como su tesoro de evangelio más rico.  Más que cualquier otro libro de la Biblia este evangelio retrata a Jesús como el Hijo encarnado de Dios.  La frase que usa Tomás cuando Jesús le ofreció su mano y costado para probarse resuena en cada página: “’Señor mío y Dios mío’”.

Antes de que comentemos en la lectura breve de este evangelio para hoy, sería provechoso examinar un poco la constitución del cuarto evangelio.  Los eruditos de la Biblia nos enseñan que después del prólogo y antes de la conclusión final se puede dividir la obra en dos partes: lo que se llama el “libro de señales” y el “libro de la gloria”.  La primera parte cuenta de Jesús haciendo siete señales milagrosas e interpretando cada una con el diálogo alrededor de ella.  No es una coincidencia que el famoso Discurso del Pan de Vida ocurre inmediatamente después de la multiplicación de panes.

El “libro de la gloria” mismo muestra lo que el “libro de señales” implica.  Eso es, en las palabras del Evangelio: “Dios ama al mundo tanto que entregó a su Hijo para que el que cree en él … tenga vida eterna”.  En su Discurso de Despedida Jesús explica cuidadosamente las implicaciones para sus discípulos de este amor sacrificial.

La lectura hoy se toma del principio del Discurso de Despedida.  Jesús acaba de lavar los pies de sus discípulos, incluso los de Judas Iscariote, su traidor. Era un hecho tan humilde que ni los esclavos judíos eran obligados de hacerlo. Entonces Jesús dio el motivo para su servicio.  Dijo: “’Cómo lo he hecho por ustedes, ustedes deben hacer los unos por los otros’”. No quería decir que literalmente tenían que limpiar las plantas y tobillos de uno a otro sino que sirvieran uno y otro de corazón.

Ahora Jesús sigue interpretando su servicio. Les imparte su mandamiento de amor: “… que se amen los unos a los otros, como yo los he amado”. En otras palabras, que rindan el servicio con la consideración, el cuidado y la abnegación.  En griego la palabra que mayormente se usa para este amor es agapan. Es el amor que no busca nada más que el bien de la otra persona. Agapan es sobre todo el amor de Dios por los humanos

Se ha notado que este mandamiento de amor en el Evangelio de San Juan es para los miembros de la misma comunidad.  Según esta perspectiva Jesús no nos manda a amar a nuestros enemigos como en el Sermón del Monte.  Sin embargo, cuando imparte el mandamiento Jesús acaba de lavar los pies del mismo Judas que ya tiene la intención de traicionarlo. Jesús no esquiva de amar a su enemigo aquí.  Ni debemos nosotros en nuestro servicio.

El autor ruso Fiódor Dostoievski escribió del amor agapan que es diferente que el amor en nuestros sueños.  Según él, es “amor en acción,” una cosa “dura y terrible”. Sin embargo, que no desgastemos tiempo preocupándonos cómo podemos amar a aquellos que nos han ofendido.  El reto que agapan nos presenta es visitar a los ancianos en asilos y pararnos a dar una mano al extranjero en apuro. Aprendemos a amar a uno y otro, sean parientes o sean los enemigos declarados por nuestro gobierno, por ver en ellos la semblanza de Cristo. Pues, como Jesús ellos son imágenes de Dios a lo cual tenemos que amar sobre todo.

El domingo, 11 DE MAYO DE 2025

IV DOMINGO DE PASCUA

(Hechos 13:14.43-52; Apocalipsis 7:9.14-17, Juan 10:27-30)

Así como se ha nombrado el Segundo Domingo de la Pascua “Domingo de la Divina Misericordia”, se llama este Cuarto Domingo de la Pascua “Domingo del Buen Pastor”.  Siempre en este domingo leemos parte del discurso del Buen Pastor encontrado en el Evangelio según San Juan.  Hoy hemos leído lo que constituye la conclusión del discurso. 

La lectura recalca tres temas.  Primero, sus ovejas escuchan la voz de Jesús, el Buen Pastor.  Eso es, sus seguidores oyen y aceptan sus palabras.  Aunque retan (“ustedes también deben lavarse los pies unos a otros”), igualmente consuelan (“No los dejaré huérfanos; volverá a ustedes”).  Sea castigando o sea apoyando, la voz del Buen Pastor siempre dice la verdad que nos hace libres.      

Segundo, nadie arrebata las ovejas de las manos del Buen Pastor.  No es posible porque las ovejas solo siguen su voz.  Las ovejas saben que él los guiará a las praderas verdes de la vida eterna. Si alguien se ha huido a religiones no cristianas, es porque no ha escuchado la voz del Pastor.

Finalmente, Jesús dice que él y el Padre son uno.  La frase no pretende ser prueba que Jesús es Dios.  Más bien, indica que los dos, Padre e Hijo, son unidos en el amor.  Durante la Última Cena con sus discípulos Jesús orará al Padre que todos sus discípulos sean así unidos: “Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros” (17,21b). 

El nuevo papa es el sucesor de Pedro, quien Jesús eligió para ser su vicario. Como Pedro habló con la voz de Cristo, así tiene que hablar el nuevo papa. Debe pasar fielmente las enseñanzas de Jesús para que no desvíe la gente del camino a la vida.  Igualmente necesario, tiene que mantener a todos cerca de él de modo que nadie las arrebate.  Esto implica que la gente se sienta su amor.  El papa Francisco ganó el afecto del mundo cuando besó al hombre cuyo rostro fue cubierto con tumores.  Esperamos que el nuevo papa no falte este género del amor demostrable.

No ha habido grandes números saliendo de creencia en Jesucristo para otras religiones.  Sin embargo, muchos cristianos han rechazado al papa como su vicario.  Primero los ortodoxos se separaron de la Iglesia Católica.  Luego, los evangélicos han negado la autoridad del Obispo de Roma.  Muchos de este segundo grupo han aceptado prácticas morales que no corresponden a las de la Iglesia Católica.  El nuevo papa debe buscar caminos que unificarán a ellos, por lo menos en obras caritativas y esperanzas como es el caso en la fe y el Bautismo.

Además de ser pastor, el nuevo papa tendrá otros papeles.  Así como Pedro, tiene que ser pescador de hombres y mujeres.  Como una fuerza moral conocida por casi el mundo entero, tiene que recordar a los líderes nacionales de la necesidad de resolver conflictos con diálogo y compromiso.  Uno de los mejores papas en la historia nombró otro papel para el papado.  San Gregorio Magno llamó a sí mismo y a todos papas que han ocupado el oficio, “servidor de los servidores de Dios”.  Como Cristo y todos cristianos, el papa tiene que servir.

El domingo, 4 de mayo de 2025

TERCER DOMINGO DE PASCUA

(Hechos 5:27-32.40b-41; Apocalipsis 5:11-14; Juan 21:1-19)

La Iglesia hace hincapié en que el nuevo papa no será sucesor de Francisco.  Será, como todos los otros papas de la historia, el sucesor de Pedro.  En el evangelio hoy Jesús comisiona a Pedro que pastoree de su rebaño.  Vale examinar este evangelio para determinar las características de Pedro que se espera en su sucesor nuevo.

En el pasaje Pedro se destaca en cuatro maneras.  Primero, él toma la iniciativa para ir a pescar.  Segundo, se salta en el agua para ser el primero a acogerse de Jesús resucitado.  Tercero, encara a Jesús en una conversación del corazón.  Finalmente, Pedro escucha algunas palabras alarmantes sobre su destino.  Estos eventos remontan uno encima al otro para darnos un retrato revelador de Pedro y sus sucesores.

Sobre todo, el sucesor de Pedro debe tener el amor ferviente para Cristo.  Pedro muestra tal amor cuando se echa en el agua para acogerlo.  Más tarde profesa su amor cuando Jesús le pregunta si lo ama.  Amar a Jesús es amar la verdad que enseñó.  Uno de los deberes fundamentales del sucesor de Pedro es mantener la doctrina de Cristo íntegra.  Siempre habrá llamados a cambiarla por conveniencia o por orgullo.  Al amar a Cristo, el papa verificará propuestas nuevas como desarrollo legítimo de su doctrina o distorsión de la verdad.

El sucesor de Pedro debe ser también hombre santo.  En el evangelio Pedro habla con Jesús cara a cara.  Se expone al Señor no solo su miseria por haber negarlo sino también su disposición a servirlo.  Su sucesor debe hablar con Cristo a menudo corazón a corazón en la oración.  Tiene responsabilidades enormes que requieren la sabiduría del Espíritu Santo quien Cristo imparte.      

Una responsabilidad del papa es buscar la unión entre las diferentes comunidades cristianas.  Jesús llamó a Pedro "piedra" sobre que edificaría su iglesia.  Es una piedra en la cual todos pueden andar seguros.  Pedro tiene crear un espacio que cabe todos cristianos en el amor y la verdad.

Para hacerlo, el papa necesita la iniciativa.  En el evangelio Pedro se muestra su liderazgo por emprender un camino en lo cual otros siguen.  Dice a sus compañeros: “’Voy a pescar’” y lo acompañan.  El pescar es una metáfora de evangelizar.  Con el apoyo de Jesús, Pedro y compañeros atraen a muchos a la Iglesia.  Hoy el sucesor de Pedro junto con los otros obispos han de seguir atrayendo a la gente.  No es cuestión de reclamar grandes números de conversos sino de ayudar a más personas realizar la vida eterna.

Al final de la lectura Jesús indica a Pedro que él lo llevará a donde no quiere ir.  Quiere decir que Pedro no morirá en cama sino como mártir.  Para aceptar el martirio Pedro tiene que cultivar el coraje.  Tiene que decidir que Cristo es su objeto en la vida de tal modo que una muerte violenta no sea precio demasiado caro para obtenerlo.  En 1981 San Juan Pablo II fue disparado por un asesino.  Puede pasar a cualquier sucesor de Pedro.  Sin embargo, el temor de un papa no es ser blanco de un matador.  Expertos del Vaticano dicen que es la realidad de agotarse completamente que preocupa a los llamados papables. Es cierto que el papa Benedicto XVI se jubiló. Pero lo hizo solo porque se daba cuenta que no tenía la energía para manejar las responsabilidades.  Entre las otras cualidades, el sucesor de Pedro tiene que ser listo para agotarse por Cristo.

No se exagera decir que las características de amar a Cristo, ser santo, mostrar el liderazgo, y entrañar el coraje no solo definen al sucesor de Pedro sino a todos cristianos.  Dándonos cuenta de que la mayoría de nosotros faltan estos atributos debe causarnos pausar un momento.  Tenemos que maravillar y rezar por el nuevo papa.

El domingo, 27 de abril de 2025

II DOMINGO DE PASCUA (Domingo de la Divina Misericordia)

(Hechos 5:12-16; Apocalipsis 1:9-11.12-13.17-19; Juan 20:19-31)

Cada año más se conoce este II Domingo de Pascua como “el Domingo de la Divina Misericordia”.  El papa San Juan Pablo II lo declaró así en 2000 durante la canonización de Sor Faustina Kowalska.  La santa dijo que Jesús le pidió a la Iglesia el cambio.  Ciertamente el nuevo nombre corresponde al evangelio hoy.

Antes de que veamos el evangelio, parece útil examinar el significado de la palabra misericordia.  Se deriva de tres palabras latinas: misere que significa necesidad, cor que quiere decir corazón, y ia que es hacia.  Por eso, la misericordia es tener un corazón solidario hacia aquellos que tienen necesidad.  Los teólogos consideran la misericordia junto con el amor el mayor atributo de Dios. Aunque Él es superior a todo, se ha bajado continuamente para aliviar el peso de Sus criaturas.

Dios sumamente mostró la misericordia cuando envió a Su propio Hijo al mundo para rescatar a los hombres del pecado.  Parece a veces que nuestros pecados no importan mucho.  La gente sigue pecando sin preocupación, mucho menos arrepentimiento.  Sin embargo, los pecados nos ponen fuera de la amistad con Dios. “¿Y qué?” algunos se preguntan.  Si estamos fuera de una relación con Dios, ¿a quién vamos a implorar cuando caigamos en apuro extremo? 

También nuestros pecados nos ponen en un camino de perdición.  Este principio es evidente con los vicios sensuales como la gula y la lujuria, pero también aplica a los espirituales.  La avaricia deluda al pecador pensar en la plata cómo más importante que personas.  La desidia le hace indiferente a tesoros maravillosos como la naturaleza y la literatura porque requieren esfuerzo para abrir.

Cuando Jesús encuentra a sus discípulos en el evangelio, acaba de concluir la misión de su Padre.  De hecho, sus últimas palabras en la cruz eran: “Todo está cumplido”.  Estas palabras refirieron a redención del mundo de sus pecados.  Esta misión es el “cáliz” de que Jesús dijo que tenía que beber cuando Pedro cortó la oreja del joven en el jardín. 

En el evangelio hoy Jesús muestra cómo trae el perdón en el mundo.  Mientras sopla sobre sus apóstoles, dice: “Reciban al Espíritu Santo.  A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados …”  Los apóstoles son de ir al mundo predicando el perdón del pecado por medio de la muerte y resurrección de Jesús.  Bautizarán a las personas para quitar los pecados.  En tiempo sus sucesores dispensarán los pecados cometidos después del bautizarse en el Sacramento de Penitencia.

¿Suenan familiar la derrama del Espíritu Santo y el cargo de irse al mundo?  Sí es la gran comisión que vemos al final del Evangelio según San Mateo y en el principio de los Hechos de los Apóstoles.  Cada evangelista tiene su propia manera de describir cómo los discípulos-apóstoles reciben al Espíritu que les capacita a predicar el perdón.

El evangelio sigue a ayudarnos aceptar el mensaje del perdón en nuestra edad de descreencia.  Hace dos notitas indicando que el testimonio que da el evangelio es de verdad.  Primero, Jesús pacifica al Tomás que duda con la oferta de ser tocado.  Y segundo, asegura que Jesús hizo muchas señales además de que se encuentran en el evangelio para que crean todos.  El pasaje termina no simplemente recomiendo creencia sino nombra la consecuencia de la fe en Jesucristo. Aquellos que crean tendrán “vida en su nombre”.

El domingo, 20 de abril de 2025

 I Domingo de Pascua

(Hechos 10:34a.37-43; Col 3,1-4; Lucas 24:1-12)

Hoy celebramos la culminación de nuestra fe.  Cristo ha conquistado la muerte para reinar en la gloria por siempre.  Con su victoria nosotros también esperamos superar la muerte.  En la Primera Carta a los Corintios San Pablo describe la muerte como “el último enemigo”.  Se ve como “el último” en dos sentidos.  Es el único oponente que queda y también el más potente.  Antes de ver las lecturas de la misa, deberíamos examinar por qué la muerte proporciona tan grande desafío. 

En igualdad de condiciones, nadie quiere morir.  Es cierto que algunos por estar en el dolor preferían que sus vidas se terminen.  Pero somos hechos no solo para existir sino para florecer.  El hecho de que no podemos quedarnos por siempre en este mundo nos parece como una afrenta.  Buscamos una manera de evitar la muerte.  Algunos concentran en vivir sanamente haciendo ejercicio y comiendo solo las porciones apropiadas de comidas recomendadas.  Si este régimen parece severo, otros simplemente evadirán el pensamiento de la muerte.  Muchos hoy en día dirigen a sus familiares que organicen “celebraciones de la vida” en lugar de funerales cuando fallecen.  Hasta entonces viven comiendo y bebiendo como los epicúreos de la antigüedad. 

Además de temer el regreso a la no existencia, nosotros cristianos nos preocupamos de la muerte por otra razón.  Nos preguntamos si Dios nos juzgará como justos cuando muramos.  Todos nosotros hemos pecado, tal vez gravemente.  ¿Pasaremos la eternidad lamentando nuestras ofensas?  Las mujeres que visitan el sepulcro de Jesús pueden ayudarnos superar ambas inquietudes.

Las mujeres han seguido a Jesús desde Galilea.  Han apoyado su ministerio con ambos recursos y presencia.  El viernes vieron a Jesús morir en la cruz.  Luego notaron el lugar donde lo sepultaron.  Al momento no hubo tiempo para embalsamar su cuerpo sin transgredir la ley del sábado.  Pero tan pronto posible al primer día de la semana vienen a la tumba con especias.  Allí encuentran lo inesperado.  No solo se ha quitado la piedra que cerraba el sepulcro, sino también no se encuentra el cuerpo de Jesús.  Cuando el ángel les anuncia que Jesús ha resucitado, las mujeres creen.  Entonces, su primer impulso es contarles a los once apóstoles las buenas noticias.

Las mujeres nos muestran cómo vivir como seguidores de Jesucristo.  Al igual que ellas, hemos de acatar la ley moral, aun los preceptos que no nos convienen.  Más que esto, tenemos que rendir servicio con obras de caridad.  Como decía la Madre Teresa, los pobres son Cristo disfrazado.  También, debemos aceptar la resurrección del Señor Jesús en la fe.  Aunque parece locura a algunos, muchos testigos oculares del Cristo resucitado dieron sus vidas dándole testimonio.  Finalmente, tenemos que compartir nuestra fe en Jesús con los demás.  Viviendo así, no tenemos que temer ni la muerte ni el juicio después.

La primera lectura viene de un sermón de San Pedro.  Indica la dinámica que realizó la resurrección de Jesús.  Dios lo ungió con su Espíritu para que sanara a todos oprimidos por el diablo.  Cuando lo crucificaron, Dios actuó de nuevo.  Envió al mismo Espíritu Santo para resucitarlo de entre los muertos.  Este Espíritu nos resucitará a todos aquellos que sigan a Jesucristo en la fe y en el amor. 

Para asegurar que no nos desviamos de Jesucristo, tenemos el consejo de la segunda lectura.  Nos apela que no nos adhiramos a las cosas de la tierra: el placer, la plata, y el poder.  Más bien que busquemos los bienes de Dios: el amor, el gozo, y la paz.  Al actuar así llegaremos a manifestar la gloria de Jesús resucitado.  En la vida actual y para toda la eternidad, manifestaremos la gloria de la resurrección.

El domingo, 13 de abril de 2025

DOMINGO DE RAMOS DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

La Pasión de Jesús en el Evangelio según San Lucas sobresale por varias razones.  Entre otras, tiene lo que un biblista describe como “la frase más bella en todas las historias de la Pasión”.  Tiene enseñanzas prácticas también.  Podemos extraer de la narrativa un camino de morir que es pacífico y perfecto.  Ahora trataremos de nombrar sus elementos.

Aun en su Pasión Jesús no deja de pensar en los demás.  Las mujeres están llorando en la orilla del camino para mostrar solidaridad con Jesús.  Pero al saber que sus hijos experimentarán injusticias semejantes a las suyas, les consuela a ellas. “No lloren por mí – dice -- lloren por ustedes y por sus hijos”.    Aún más magnánimo, Jesús promete al criminal que admite su pecado campo en la vida eterna.

Nosotros deberíamos desear morir beneficiando a los demás.  Si tenemos recursos, podríamos heredar algunos a la caridad.  Será eminentemente beneficioso también compartir nuestro afecto con nuestros seres queridos.  Una madre en su lecho de muerte llamó aparte a cada uno de sus nueve hijos.  Le dijo a cada uno de su amor y sus esperanzas para él o ella.  Por supuesto no tenemos que esperar hasta que tengamos una diagnosis fatal para relatar cariño a nuestros seres queridos.

Al morir en la cruz, Jesús no solo premia a aquellos que le responden favorablemente; también bendice a sus verdugos.  Sin duda, sus palabras: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" llaman la atención de todos.  Son ambas las más bellas y las más citadas de sus “últimas siete palabras” en los evangelios. 

Debemos ser tan nobles cuando estamos para morir.  El perdón es lo que define el amor de Dios.  Un poeta escribió: “Errar es humano; perdonar es divino”.  Además, Jesús insiste que no vamos a ser perdonados por nuestras culpas si no perdonamos a nuestros ofensores.  Si no nos piden perdón, deberíamos al menos rezar por ellos.  Podríamos pedir al Señor que les mueva a arrepentirse.  Al tiempo de nuestra muerte, también, deberíamos confesar nuestros pecados a un sacerdote si es posible.

Finalmente queremos morir poniendo nuestra confianza en Dios. Jesús lo hace con la metáfora: "¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!" Está seguro de que el cuidado que el Padre le entregó mediante el ángel en el Monte de Olivos como en cada paso de su misión no se secará en su muerte.  Muy al contrario, lo levantará a la gloria.

En nuestros tiempos las dudas llenan nuestras mentes como nubes en un día de primavera.  Pues vivimos en una edad secular.  Los ateos y los materialistas están en todas partes desafiando a aquellos que creen y rezan.  Sin embargo, especialmente cuando se nos acerque la muerte, querremos dispersar las dudas con un acto de fe.  Dios existe, y nos ama.  Que seamos claros y firmes en esto.  Entonces, podemos morir en paz.

El domingo, 6 de abril de 2025

 

V DOMINGO DE CUARESMA

(Isaías 43:16-21; Filipenses 3:7-14; Juan 8:1-11)

Estamos acercándonos al final de la Cuaresma.  Podemos ver la luz al final del túnel.  La luz brilla con la esperanza que seamos personas renovadas.  Nuestro gordo no es tan flojo como antes.  Nuestra habla se ha limpiado. Hacemos obras de misericordia con menos resistencia.  Pero todavía no es tiempo de dejar la lucha.  Tenemos que correr todo el curso entero como los maratonistas tienen que cumplir los cuarenta y dos kilómetros.

Para aprovechar las lecturas de hoy, que reflexionemos sobre un dicho ya famoso.  No es de la Biblia, ni Shakespeare, ni de los sabios de la antigüedad.  Es atribuido al dramaturgo inglés católico Oscar Wilde, aunque no se encuentra exactamente en sus escritos.  No obstante, está lleno de la sabiduría como si estuviera en los labios de Madre Teresa.  El dicho es: “Todo santo tiene un pasado; todo pecador tiene un futuro”.  Eso es, los santos no fueron nacido santos.  Se hicieron así por haber superado tentaciones como aquellos que nos enfrentan. También los pecadores, una vez que reconocen sus ofensas, pueden reformarse para hacerse santos.

San Pablo no siempre era apóstol de Jesucristo.  De hecho, se conoció como su enemigo número uno.  Andaba persiguiendo a Cristo mediante encarcelar a los cristianos.  Entonces, encontró al Señor inesperadamente.  Como dice la segunda lectura hoy, “Cristo me ha conquistado”.  No es que cambiara su vida en el sentido que perdió los celos.  Pero dirigió los celos en el rumbo contrario.  Cristo se hizo el único objetivo de su vida.  En lugar de castigar a los cristianos, los creó por su predicación.  En lugar de odiar a Cristo, quería “compartir sus sufrimientos”.

La mujer que enfrenta a Jesús en el evangelio cometió una falta grave. Aunque el adulterio no es el peor de los pecados, sus efectos pueden causar desastre.  Pueden destruir el matrimonio, y perjudicarán la buena crianza de los niños.  Además, llevan a otras parejas a la sospecha y la desconfianza.  Pero esta mujer no es el único pecador en el área del Templo ese día.  El desafío de Jesús a los fariseos revela que ellos también han pecado. 

Jesús ofrece a la mujer oportunidad para arrepentirse.  Como dirá en el próximo capítulo del Evangelio según San Juan, vino no para “juzgar” (eso es, para condenar), sino para salvar.  La mujer, ya perdonada por Jesús, tiene un futuro abierto.  Ahora puede escoger el sendero de la santidad.

La primera lectura del Segundo Isaías proclama el espíritu de la Pascua.  Dios realiza “algo nuevo”.  Es como “un camino en el mar” de la maldad que a menudo caracteriza el mundo.  En lugar de darnos a los deseos impuros, codiciosos, o agresivos, vivimos de manera diferente.  Nuestra esperanza no es tener “pensamientos alegres” como participar en fiestas y contar chistes.  Más bien, es realizar los anhelos más profundos de nuestro corazón.  Estamos esperando la vida que no conoce la desilusión ni, mucho menos, la muerte.  Estamos hablando de la reunión con nuestros seres queridos que han dejado la tierra.  Sobre todo, tenemos en mente el conocimiento de Cristo, nuestro maestro, redentor, y amigo más verdadero. 

Sí, la vida eterna parece imposible a algunos, tal vez a veces a nosotros también.  Pero los apóstoles han atestiguado con sus vidas que esta meta es realizable, aunque difícil obtener.  Solo con Cristo que nos ha justificado y nos provee al Espíritu Santo, es factible.  Solo con el poder de su resurrección, nos transformaremos en los verdaderos hijos e hijas de Dios.

El domingo, 30 de marzo de 2025

 IV DOMINGO DE CUARESMA

(Josué 5:9.10-12; II Corintios 5:17-21; Lucas 15:1-3.11-32)

Hoy llegamos al medio de Cuaresma.  Esperadamente estamos teniendo éxito en la lucha de negar al yo por el bien del otro.  Probablemente no la encontramos tan dura como imaginábamos. Ahora, en esta segunda parte de la temporada, el enfoque cambia.  La Iglesia no más hace hincapié en nuestros pecados del pasado.  Más bien mira adelante a los eventos salvíficos de la Semana Santa.

La primera lectura del Libro de Josué retrata la última Pascua antes de entrar la Tierra Prometida.  La Cena Pascual hasta el día hoy ha recordado a los israelitas de dos acontecimientos maravillosos.  Primero, habla de su escapa de Egipto por el brazo del Señor.  Segundo, enfatiza el maná extraño pero nutritivo que recibieron por su mano.  Los dos eventos apelan a los participantes de la cena a dar gracias a Dios.  Es lo que hacemos en la Eucaristía, que Jesús estableció mientras celebraba la Pascua.  Cada domingo (realmente, cada día), y con más fervor que nunca en el Jueves Santo, repetimos este memorial del amor divino.

Una frase de la segunda lectura nos asombra como el relámpago en la noche.  “Dios lo hizo pecado” (con "lo" refiriendo a Cristo). Suena casi blasfemia.  Pero tiene que ver con el sacrificio de Cristo en la cruz al Viernes Santo.  Se "hizo pecado” por redimir los pecados del mundo con su muerte sacrificial.  En este acto de supremo amor se revela el propósito de su encarnación.  Ciertamente merece nuestro agradecimiento.

El evangelio tiene tal vez la más conocida de todas las parábolas de Jesús.  Sin embargo, parece no completamente apreciada.  Muchos concentran casi exclusivamente en el arrepentimiento del hermano menor.  A ellos su historia eclipse la del hermano mayor.  Pero Jesús relata la parábola a los fariseos para ilustrarles la dureza de sus corazones.  Está comparándolos al hermano mayor.  Como el hombre riña con su padre por nunca haberle dado una fiesta, los fariseos critican a Jesús por comer con pecadores. 

Probablemente algunos de nosotros asistiendo en misa cada domingo se sienten a veces como el hermano mayor.  Yo sí. Nos resentimos cuando otros son reconocidos por nombre y nosotros somos pasados por alto.  Pensamos “no es justo”, y queremos registrar una queja.  Sin embargo, puede ser que nuestro concepto de la justicia, como lo del hermano mayor, falte.  Pensamos en justicia como cosa estática.  Si una persona recibe una parte de pastel de tres pulgadas, todos necesitan recibir las mismas tres pulgadas.  No queremos admitir necesidades particulares.  Como dice el padre, “’…era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida…’”

Ya vemos el verdadero protagonista de la historia.  El padre muestra gran amor para ambos hijos.  Por el menor el padre buscaba su figura en el horizonte todos los días.  Por el mayor, interrumpe el dar acogida a sus huéspedes en la fiesta para persuadirlo entrar.  Su amor reconoce el tiempo de preocuparse y tiempo de regocijarse.  Él representa a Dios dando a todos lo necesario para que sean unidos con él.  Escucharemos más de sus maravillas por los hombres y mujeres en la Vigilia Pascual.

Seamos nosotros como el hermano mayor amparando resentimiento o el hermano derrochando su vida, el Padre celestial nos invita a su banquete.  Aquí nos arrepentimos con otros pecadores.  Aquí nos le agradecemos por nuestro redentor.  Aquí nos alimentamos del mismo Jesucristo para que tengamos la vida eterna.  Sí, va a requerir esfuerzo de nuestra parte.  Pero capacitados por Jesús y apoyados por uno y otro, vamos a alcanzar nuestra meta.

El domingo, 23 de marzo de 2025

 

TERCER DOMINGO DE CUARESMA

(Éxodo 3:1-8.13-15; I Corintios 10:1-6.10-12; Lucas 13:1-9)    

Como siempre durante la Cuaresma las lecturas hoy despiertan el interés.  La primera es la famosa historia del encuentro inicial de Moisés con el Señor Dios.  Dios habla con su liberador escogido desde una zarza.  Curiosamente la planta arde sin consumirse.  El evangelio suena como las noticias diarias.  Reporta dos catástrofes como si ocurrieran ayer.  Lo que no está claro es cómo estas lecturas interrelacionar como siempre es el caso en la misa dominical.

Para resolver la cuestión hay que extender la perspectiva al evangelio del domingo próximo.  Esto contiene la parábola tocadora del “hijo pródigo”.  Como todos saben, la historia destaca al padre tan compasivo que recibe atrás con gracia al hijo que le dio la espalda.  El padre ciertamente representa a Dios.  Tal vez parezca a algunos que esta compasión es tan improbable que el Dios que supuestamente describe sea solo fingimiento de la imaginación.  Eso es lo que pensaba Freud.  Sin embargo, sabemos que Dios realmente existe cuando se identifica en la primera lectura hoy como “Yo soy”.  No es un mito como los dioses de los egipcios o los griegos.  Porque menciona su intención de rescatar Su pueblo, sabemos que tampoco es ficción su misericordia. 

Es interesante, pero ¿qué tiene que ver con el evangelio de hoy?  En ello Jesús se aprovecha de las catástrofes para llamar al mundo al arrepentimiento.  Él habla de los galileos del norte en el reporte del Pilato mezclando la sangre de sus víctimas con la de animales.  Entonces menciona los habitantes de Jerusalén en el sur de Israel aplastados por la caída de la torre.  Norte y sur: en otras palabras, el mundo entero.  Jesús está insistiendo que todos cambien sus modos para conformar a los de Dios.  Si no lo hacen, advierte que van a perderse.

Jesús instaría que el motivo del arrepentimiento no es aplacar a un Dios irritable.  Más bien, la verdad queda en el contrario.  Como lo hace claro en la parábola del Hijo Pródigo, deberíamos volver a Dios porque Él es bondadoso y misericordioso.  Quiere ayudarnos alcanzar la felicidad verdadera.  Es como la madre de una muchacha que le prohibió seguir saliendo con una banda de amigas malvadas.  A la madre no le importa que su hija se resienta su juicio.  Solo quiere que tenga una vida feliz.  Así Dios quiere que nos arrepintamos por nuestro bien.  Es el propósito de todas sus mandamientos, leyes y juicios. 

A veces tenemos dificultad reconocer nuestros pecados.  Como si tuviéramos miopía, no podemos ver los pecados más que los más obvios.  Como resultado muchos no confiesan más que faltar la misa o ver la pornografía.  De alguna manera tenemos que ir más allá que obligaciones y prohibiciones en nuestro examen de consciencia.  Podríamos preguntarnos si estamos generosos tanto en los juicios de compañeros como en donativos por los necesitados.  Podemos cuestionan si nuestras oraciones son solo la repetición de palabras o estamos comunicando con Dios nuestras temores y esperanzas. 

La Cuaresma es para prepararnos a celebrar la Resurrección del Señor con mentes y corazones renovados.  Esta renovación parece incompleta sin una buena confesión de pecados.  En ella procuramos lograr lo que el Papa San Juan Pablo II llamó “purificación de memoria”.  Esta experiencia de la verdad y del arrepentimiento junto con la reparación de cualquiera deuda encumbrado y la absolución del confesor aplaca nuestra ansiedad.  Podemos ir adelante en paz con Dios y con nuestro prójimo. En un mundo cargado de pecado, podemos comenzar de nuevo vivir como hermanos de Cristo llevando a cabo la voluntad del Padre.

El domingo, 16 de marzo de 2025

EL SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA

(Génesis 15:5-12.17-18; Filipenses 3:17-4:1; Lucas 9:28b-36)

Como en todo segundo domingo de la Cuaresma, el evangelio hoy se enfoca en Jesús misteriosamente transfigurado.  La historia asombra al lector.  La narrativa desde el principio relata la formación de Jesús como un profeta con algunas experiencias raras, pero nada inimaginable. Entonces, llegamos a este pasaje.   Jesús está en la montaña con tres discípulos.  Ellos tienen una vista de él glorificado.  ¿Qué significa todo esto?

En lugar de tratar de explicar el desarrollo de la historia y aplicar su significado a nuestras vidas, vamos a emplear otra estrategia hoy.  Examinaremos tres componentes del texto que parecen particularmente reveladores.  Entonces preguntaremos a nosotros mismos qué nos implican para el viaje cuaresmal.

En primer lugar, Jesús se transforma mientras está orando.  En su diálogo con el Padre se le ve como unido con Él, de tal manera que asume Su gloria.  Como dice el Credo, Jesucristo es “luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero”.  El acontecimiento muestra el propósito de la oración como unirnos con Dios Padre.  Es un momento de la verdad porque Dios conoce nuestro interior.  Esto es una gracia. Pues no tenemos que ponernos de máscara cuando Le pedimos por lo necesario para vivir contentos. 

Solo esta narrative según San Lucas revela el tema de la conversación entre Jesús, Moisés y Elías.  Hablan del “éxodo” que Jesús va a sufrir en Jerusalén.  Dice el griego “éxodo”, pero otras traducciones tienen “salida” o “muerte”.  El propósito del evangelista es decir que la muerte violenta, que aguarda a Jesús en la ciudad santa, ocasionará la liberación del pueblo como el éxodo produjo la liberación de los hebreos de la esclavitud.  Tan horrible que será la crucifixión, también será transformadora.  Por la muerte en la cruz Jesús redimirá al mundo de sus pecados.  Como el Hijo de Dios sin pecado, solo él puede ofrecer un sacrificio que justificará a todos.  La primera lectura dice que por la fe el Señor tuvo a Abram por justo.  San Pablo desarrolla el concepto por declarar que, por la fe en Jesucristo, crucificado y resucitado, nosotros hemos sido justificados.

Finalmente, vale reflexionar en la nube que envuelve a los discípulos y la voz que se emite de ella.  Como cosa que oscurece la vista, la nube invoca miedo.  Pero como cosa refrescante y peculiar, la nube atrae.  Por eso, la nube forma un símbolo del Divino, a la vez temeroso y fascinante.  Hombres hoy en día sacan sus teléfonos para tomar fotos de cualquiera cosa inusitada.  Similarmente Pedro quiere hacer tres chozas para congelar en tiempo la aparición de Jesús en la gloria.  Pero la voz de la nube les insta a él y sus compañeros que se aprovechen del momento, no tratar de replicarlo.  Ellos (y nosotros también) han de escuchar a Jesús.  Él no solo es el “Hijo” de Dios sino también su “escogido”.  Este término viene del Segundo Isaías donde se utiliza para describir el Sirviente Doliente, lo cual cargó los pecados de muchos.  Porque no tiene referentes en la narrativa de Isaías los evangelistas asumieron que únicamente anticipa a Jesucristo.

La Transfiguración del Señor no nos debería mover rápidamente a la acción.  Más bien, delante de ella se nos indica a pausar y contemplar.  Nos preguntamos: ¿Qué es nuestro destino como seguidores de Jesús si lo suyo era la cruz y la resurrección de entre los muertos?  ¿Podría ser otro que sufrir y tener la gloria como él?  En la segunda lectura San Pablo promete a los filipenses que Jesús transformará sus cuerpos gloriosos “semejante al suyo”.  Es nuestro propósito de la Cuaresma, ser transfigurados como Cristo por nuestros actos de sacrificio.

El domingo, 9 de marzo de 2025

I DOMINGO DE CUARESMA, 9 de marzo de 2025

(Deuteronomio 26:4-10; Romanos 10:8-13; Lucas 4:1-13)

Empezamos la Cuaresma el miércoles pasado con la recepción de las cenizas, el ayuno y la abstención de carne.  Pero parece a mí que esta semana lo comenzamos en serio.  La Cuaresma es más que el espectacular de un día para ponernos en el espíritu de humildad sino un tiempo extenso para alcanzarla.  La temporada propone que nos hagamos más dispuestos a amar a Dios con todo corazón.

Las lecturas de cada misa durante la Cuaresma se enfoquen usualmente en un aspecto del misterio pascual.  Hoy nos enfatizan la confianza en Dios.  Vamos a tratar la primera lectura rápidamente y dar más atención al evangelio.  Allá observaremos no solo el éxito de Jesús sobre los deseos distorsionados del corazón humano sino también su solidaridad con la humanidad.  Finalmente veremos cómo la lectura de la Carta a los Romanos señala la accesibilidad de la salvación al mundo entero.

La primera lectura del Libro de Deuteronomio brinda la frase llamativa: “’Mi padre fue un arameo itinerante…’” Refiere a Jacob, hijo de Isaac y nieto de Abrahán, que abandonó su tierra para ampararse en Egipto.  Sin tierra para protegerse de ambos hambre y enemigos los descendientes de Jacob vivían en precaria por siglos.  Sin embargo, Dios les bendijo de modo que creciera en una gran nación.  En tiempo Dios los liberó de la tiranía del Faraón y los estableció en la tierra de Canaán.

Tan grande que sean la libertad y la tierra, Dios eventualmente regaló a la nación Israelita un don mucho mayor.  Envió a su hijo unigénito para cumplir el destino de la nación de ser “luz a las naciones”, la fuente de la salvación del mundo.  En el evangelio Jesús llega al desierto “lleno del Espíritu Santo”, que recibió por su bautismo en el río Jordán.  Era acto gratuito de solidaridad con los humanos porque Jesús no necesitaba el bautismo desde que nunca había pecado.

Nuevamente como otros seres humanos Jesús sufre tentaciones maquinizadas por el diablo.  En preparación de su ministerio, Jesús enfrenta los grandes deseos del corazón humano.  Primero, debe vencer los anhelos sensuales representados por la tentación de quebrar su ayuno de cuarenta días.  Segundo, debe someter la ambición para el poder y la gloria en la oferta diabólica del señorío sobre los reinos del mundo.  Finalmente, Jesús tiene que dominar la voluntad humana de manipular a Dios por su propio beneficio.  En cada instante Jesús descarta la tentación con una frase de la Escritura.  Jesús se pruebe coherente de su enseñanza a través del evangelio que los humanos están en la tierra para servir al Señor Dios, no para ser servido.

La solidaridad de Jesús con los humanos aquí en el principio del evangelio seguirá hasta su fin.  En la cruz él mostrará su profundidad cuando padece la muerte como sacrificio del sin pecado por los pecadores.  Solo tal entrega del yo puede redimir a los humanos de hacer su propia voluntad más que la de Dios.  Por eso, Jesús puede decir con toda razón: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.

En la segunda lectura de la Carta a los Romanos San Pablo nos asegura que ser incluidos de entre los redimidos por Jesucristo no sea reservado para pocos.  Solo tenemos que someternos a Cristo con un acto de la fe.  Preguntemos: “¿qué pasa con aquellos que nunca ha tenido la oportunidad de conocer a Cristo?”  El Vaticano II nos ha enseñado que todos que buscan la voluntad de Dios con un corazón sincero no serán abandonados.  No va a permitir que los no cristianos que hacen su voluntad perderse.  Pero, como todos, deben humillarse ante Dios.

 

El domingo, 2 de marzo de 2025

VIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, 2 de marzo de 2025

(Eclesiástico 27:5-8; I Corintios 15:54-58; Lucas 6: 39-45)

VIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, 2 de marzo de 2025

(Eclesiástico 27:5-8; I Corintios 15:54-58; Lucas 6: 39-45)

El evangelio hoy nos ayuda preparar para el gran retiro anual que la Iglesia ofrece.  Durante la Cuaresma nos ponemos en marcha a una vida espiritual más profunda.  Nuestra meta es ser más libre, más feliz, más inclinados a actuar como Jesús, nuestro compañero en el camino.  Como casi siempre es con los viajes, el peregrinaje cuaresmal procede mejor cuando está bien planificado.

El pasaje de evangelio sugiere el propósito del viaje cuaresmal cuando dice: “El discípulo no es superior a su maestro; pero cuando termine su aprendizaje, será como su maestro”.  Jesús está invitándonos a aprender de él.  Dijimos “retiro”, pero no es separarnos de nuestras actividades diarias.  Más bien, somos para vivir más conscientes de la presencia de Jesús en nuestras vidas.

Nos indica el evangelio dos áreas de la vida que casi siempre requieren mejoramiento.  Primero, nos urge que examinemos los defectos que nos impiden cumplir nuestras responsabilidades.  Son las “vigas” en la parábola de Jesús que distorsionan la vista de modo que no tratemos a nuestros prójimos con la justicia, a nuestros hijos con la sabiduría, y a todos con el amor apropiado. 

Algunos de estos defectos son individuales.  La codicia, por ejemplo, que es el deseo de acumular cosas, no afectan a todos. Otro defecto con alcance a muchos pero no a todos es la lujuria, el deseo de los placeres ilícitos de la carne.  Hay otras vigas individuales, pero se puede encontrar dos vigas en los ojos de casi todos: el orgullo y la pereza. 

Es difícil hablar del orgullo porque tiene sentido positivo.  No obstante, cuando consideramos el orgullo como la estima exagerada del yo o la fijación primera y ante todo en el yo, el orgullo se vuelve en vicio.  Este tipo de orgullo vale nuestra atención durante los cuarenta días.

La segunda viga que afecta a casi todos es la pereza en la vida espiritual. Muy pocos estos días procuran ser santos.  No es “cool”.   Sin embargo, si creemos en una vida después de la muerte y esperar disfrutarla, debemos hacer un esfuerzo continuo para complacer a Dios.

Las virtudes actúan como lavados para expulsar las vigas de nuestros ojos.  Por eso, promover la virtud es nuestro segundo enfoque durante la Cuaresma.  En el evangelio Jesús refiere a frutos buenos de árboles buenos.  Las virtudes nos hacen en árboles productivos.  Más que acciones repetidas, la virtud es la maestría sobre nuestras acciones de modo que produzcan resultados creativos y provechosos. Las virtudes son muchas, pero vamos a mencionar solo algunas particularmente útiles para quitar las vigas en nuestros ojos.

La fortaleza nos capacita de superar la pereza en faz de un reto.  Estudiantes necesitan la fortaleza durante la semana de examen, y también los santos en la lucha continua para rezar y hacer lo correcto.  La templanza modera los deseos para cosas materiales, sean sexo, alcohol, o mobiliarios para la casa.  Limita los apetitos de modo que no consintamos nuestros antojos. Finalmente, la virtud de la justicia nos dirige a dar a cada uno su deber. La justicia frustra el orgullo por reconocer a nuestras familias, amigos y maestros, la sociedad y Dios mismo como participantes en cualquier éxito que hemos logrado. 

La Cuaresma comienza este miércoles con la distribución de las cenizas.  Ahora es tiempo para nosotros, discípulos de Jesús, de identificar las vigas impidiendo nuestra vista de él y planear cómo eliminarlas.  Que Dios nos bendiga en el esfuerzo.


El domingo, 23 de febrero de 2025

VII Domingo del Tiempo Ordinario

(I Samuel 26:2.7-9.12-13.22-23; I Corintios 15:45-49; Lucas 6:27-38)

El evangelio hoy toca un tema político muy apremiante en los últimos años.  Leído con cuidado, ello puede dirigirnos a un mayor entendimiento de la situación de los inmigrantes y una política para disminuir la crisis.

Jesús está en medio de su “Sermón del Llano” en el Evangelio según San Lucas.  Es la contraparte del más famoso “Sermón del Monte” en el Evangelio de San Mateo.  De verdad, ninguno comprende un sermón completo.  Más bien, los dos son compilaciones de varios dichos de Jesús organizados alrededor de diferentes temas.  En San Mateo Jesús escoge el monte para entregar sus enseñanzas altas sobre la moralidad.  San Lucas reserva los montes para la oración y tiene a Jesús instruyendo las morales en un llano.

Oímos la primera parte del “Sermón del Llano” el domingo pasado.  Jesús anunció cuatro bienaventuranzas consolando a los oprimidos y cuatro “ay” advirtiendo a los opresores.  Ahora Jesús enfoque en el amor divino; eso es, el amor que no busca nada a cambio.  Se da de sí mismo simplemente para ayudar al otro.  Lo sorprendente es que Jesús requiere que sus discípulos practiquen este tipo de amor hacia sus enemigos tanto como sus amigos.

Los enemigos son no solo aquellos que nos dañarían sino también aquellos que amenazan nuestros intereses.  La gente en países ricos a menudo ve a los inmigrantes como enemigos que quieren aprovecharse de los recursos de su tierra adoptada sin contribuir proporcionalmente.  En Italia por muchos años los Roma, a menudo llamados “zincari” (la palabra italiano para “gitanos”), han atraído el oprobio del pueblo.  Se puede ver las mujeres Roma mendigando en lugares públicos con sus niños.  Entretanto, sus hombres tienen la reputación de ser carteristas y ladrones. Generalmente los italianos resienten a los Roma y quieren que sean deportados.  La ética que propone Jesús en el evangelio insta otra postura.  Llama a los discípulos que apoyen a los Roma.  Puede ser en ayuda directa o en contribuciones a las caridades que cuidan a los pobres.

Ahora mismo el mundo entero está enfocado en lo que el presidente de los Estados Unidos hará con los millones de inmigrantes indocumentados en América.  ¿Comenzará deportaciones masivas o limitará extradiciones a aquellos indocumentados que han cometidos crimines?  En este evangelio Jesús se dirige a individuos, no a gobiernos.  Sin embargo, se puede decir que deportar a millones de personas reflejaría una postura de desdén y odio, no de amor.

La segunda parte de la lectura tiene que ver con el tratamiento del prójimo eso es, un conocido que nos pudiera pedir un préstamo.  Según Jesús, deberíamos responder en favor de este tipo de persona, no reaccionar en su contra.  Realmente es la misma respuesta que debemos a los enemigos.  En lugar de preocuparnos por nuestros propios intereses, deberíamos actuar con los verdaderos intereses de las otras personas en cuenta.  En breve, como hijos de Dios, tenemos que tratar a todos como El que bendice a todos.

Sin duda el Evangelio de San Lucas tiene historias y retratos de Jesús exquisitos.  Escuchamos del Hijo Prodigo y del Jesús perdonando al “Buen Ladrón” solamente en este evangelio.  Pero la belleza de las imágenes que el evangelio nos deja no disminuye la vehemencia de las exigencias de Jesús en este evangelio.  De hecho, les aumenta su fuerza porque solo con el amor divino, un amor vehemente que no busca nada a cambio, vamos a hacernos algo realmente bello.  Solo con amor divino, nos vamos a hacer hijos e hijas de Dios.


TEMA PRINCIPAL: Hemos de tratar a todos, incluso a los inmigrantes indocumentados, con el amor divino.