Homilía para el Domingo, 31 de agosto de 2008

El XXII Domingo Ordinario

(Romanos 12:1-2)

El reverendo doctor Martin Luther King, Jr., solía alentar a la gente que rindieran el mejor trabajo posible. Decía: “Si un hombre es llamado a ser un barrendero, debería barrer las calles como Miguel Ángel pintaba o como Beethoven componía música o como Shakespeare escribía poesía.” Este consejo da eco al mensaje de San Pablo en la segunda lectura hoy.

Pablo quiere que los cristianos vivan su elección no sólo al domingo sino todos los días de la semana. Desea que hagan lo correcto no sólo en la oración y al trabajo sino también al recreo y entre la familia. “No se dejen transformar por los criterios de este mundo,” escribe en la sección de la carta a los romanos que leemos hoy, “sino dejen que una nueva manera de pensar los transforme internamente…” Tomando en serio este consejo, una joven dejó su trabajo de servicio civil porque el ambiente era crudo. Dice ella que casi todos en la oficina usaban palabrotas todo el tiempo de modo que no pudieran aguantarla más que unas meses.

Mañana nosotros americanos observamos el Día de Trabajo. Transformados por el Espíritu Santo, deberíamos tomar este día en una manera diferente. Sí, deseemos descansar como todos y, tal vez, hacer una merienda con la familia. Sin embargo, también deberíamos reflexionar sobre el significado de trabajo – cómo nos permite participar con Dios en la creación de un mundo mejor. Asimismo, deberíamos agradecer a Dios por nuestro empleo que pone pan en la mesa y nos hace posible desarrollar nuestros talentos individuos. Finalmente, querremos echar una petición al Señor por aquellas personas sin empleo y aquellas cuyos trabajos apenas les proveen un techo para dormir seguros, mucho menos el cuidado médico para sobrevivir los trastornos de la vida.

Homilía para el Domingo, 24 de agosto de 2008

Homilía para el XXI Domingo Ordinario

(Mateo 16:13-20)

La directora hablaba de la construcción de su escuela. Dijo que fue construida de materiales tan sólidas que ahora los trabajadores tienen que esforzarse para llegar a los problemas. Es como Simón en el evangelio hoy. Jesús lo llama “Pedro” porque su constitución es tan sólida como una piedra.

Sin embargo, Pedro hace errores. Recordamos como en el evangelio hace dos semanas Pedro comienza a hundirse, y Jesús lo llama “hombre de poca fe.” El mismo Simón va a negar a Jesús cuando lo llevan a la casa del sumo sacerdote la noche antes de la crucifixión. Entonces, ¿cómo puede Simón servir como el cimiento de la Iglesia?

La clave para una contesta adecuada reside en el reconocimiento de Jesús sobre la autoridad de Simón. Cuando Pedro nombra a Jesús “el Mesías, el Hijo de Dios vivo,” Jesús dice que “ningún hombre sino mi Padre” ha revelado esta percepción a él. En cuanto Simón sigue la inspiración de Dios, él sirve como cimiento fuerte. Pero cuando desvía de Su guía para seguir los modos típicamente humanos, se cae de bruces. Ciertamente la historia de los papas indica la necesidad de seguir la autoridad de Dios. En cuanto los papas hayan basado sus acciones en la Escritura y la Tradición, han llevado la Iglesia a nuevas alturas. El papado de Juan Pablo II da buen testimonio de todo esto. Sin embargo, cuando han desviado de los modos de Dios, como algunos papas durante el renacimiento, han causado escándalos y rebeliones.

Como Simón Pedro, nosotros debemos seguir la inspiración de Dios. Esto tiene que ver con no sólo cómo actuamos al domingo sino también del lunes hasta sábado. ¿Maldecimos el tráfico? Dios nos tendría rezando por aquellos que se han involucrado en el accidente. ¿Cuidamos menos los detalles cuando nadie nos mira en el trabajo? Dios querría que hagamos siempre el mejor trabajo posible. Cuando seguimos la inspiración de Dios, Jesús nos llamará a nosotros como a Simón, “Dichoso eres tú,” Juanita o José o Wilmo.

Homilía para el Domingo, 17 de agosto de 2008

El XX Domingo Ordinario

(Mateo 15:21-28)

El papa San Gregorio Magno era moralista celebre. En un escrito San Gregorio hace hincapié en la humildad. La llama “madre y maestra de toda virtud.” Como madre, la humildad nos advierte del egoísmo, que estorba el crecimiento de la virtud como mala hierba la vid de sandía. Como maestra, la humildad no teme hacer errores que nos enseñan segura si difícilmente. En el evangelio hoy la humildad permite a una mujer conocer el poder salvador de Jesús.

La mujer cananea viene humildemente a Jesús. Aunque no es judía, lo saluda como el Mesías esperado. Grita: “Señor, hijo de David, ten compasión de mi….” Que no faltemos a imitarla. Que no seamos ni tímidos ni orgullosos a pedir al Señor su apoyo cuando andamos apurados. Ninguna tarea es demasiado frívola y ninguna causa es demasiado desesperada para rezar, “Señor, ten compasión de mí.”

Cuando Jesús se entera de la hija endemoniada, él no responde. Queremos saber ¿qué lo cohíbe? Jesús mismo nos contesta que no ha sido enviado sino a los Israelitas. Hace sentido cuando nos damos cuenta que cada vez que Jesús realiza un acto de poder le causa dificultad. La gente viene en cantidades tan numerosas que no puede entrar los pueblos ni descansar en las afueras. Si comenzara a curar a los no judíos, le desviaría completamente de su misión prioritaria a los judíos.

Pero la mujer no se permite a ser vencida. Si la humildad es un aprecio verdadero de sí misma, ella humildemente se reconoce como persona dependiente de Dios. Le dice de pura necesidad, “Señor, ayúdame.” Tanto como ella, nosotros tenemos que estar humildes ante Dios. Humilde viene de la palabra latina humus que quiere decir tierra. Todos nosotros humanos quedamos dependientes de Dios el cual nos formó de la tierra y nos guarda en existencia.

La respuesta de Jesús a la mujer casi nos escandaliza. Dice, “No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselos a los perritos.” En nuestro mundo orientado a ser políticamente correcto este comentario parece rudo. Sin embargo, los judíos a menudo referían a los no judíos como perros al tiempo de Jesús como algunos hoy en día llamamos a nuestros seres queridos por el sobrenombre “gordo” o “viejo.” De todos modos la mujer no oye las palabras como un insulto sino como prueba de fe. Una vez más responde humildemente, “…también los perros comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.”

Entonces Jesús se revela no sólo compasivo sino también flexible en sus diseños. Él arriesga la posibilidad de hacerse inundado de peticiones por conceder lo que suplica la mujer. Nos sirve como un ejemplo cuando sentimos agotados o sobrecogidos. Casi siempre podemos acomodar a una persona de más, sea a la mesa si somos amos de casa o sea al confesionario si somos sacerdotes. Ciertamente, tenemos que poner límites pero muchas veces estos admiten excepciones.

El marinero con pelo bien esquilado sostuvo la puerta abierta para los extranjeros en el día de su graduación del entrenamiento básico. A lo mejor dos meses anteriormente les habría dado la espalda. Sin embargo, la humildad que viene con el buen corte de pelo le ha servido como gran maestra. Le ha sido la entrada a la disciplina y la cortesía tanto como nos permite a pedir al Señor por nuestras necesidades. Como una vid de sandía depende de agua, somos dependientes de Dios. Que no faltemos a pedirle ayuda.

Homilía para el Domingo, 10 de agosto de 2008

El XIX Domingo Ordinario

(Mateo 14-22-33)

La novela Moby Dick tiene que ver con la caza be ballenas. Comienza en la ciudad de puerto de New Bedford, Massachusetts. Allá se encuentra una iglesia cuyo púlpito es la proa de una nave. Como la iglesia en Moby Dick es como un barco, en el evangelio hoy la barca de los discípulos representa la Iglesia.

Los discípulos solos en la barca significan la Iglesia de Cristo después de su muerte y resurrección. Tiene que hacer frente a varias pruebas como la persecución y la herejía sin la presencia de su fundador. Por eso, se ve la barca sacudida por las olas contrarias. Hoy día una fuerte ola contraria que la Iglesia enfrenta es el relativismo moral. Esta amenaza dice que no existen valores perennes sino todos valores son apegados a la edad. Por ejemplo, el relativismo permitiría el matrimonio entre dos hombres o dos mujeres porque, según ello, actualmente el matrimonio existe sólo para facilitar la conveniencia de dos personas humanas.

Sin embargo, la Iglesia mirando las enseñanzas de Jesús sabe que el matrimonio homosexual no es posible. Dios ha creado el hombre y la mujer a unirse para que tengan prole y aumenten el amor mutuo. El evangelio retrata la necesidad de mantener las enseñanzas del Señor por el intercambio entre Pedro y Jesús caminando sobre las aguas. En cuanto Pedro fije sus ojos en el Señor, no va a sucumbir a las olas. Pero el momento en que mueva sus ojos de Jesús, comienza a hundirse.

El evangelio también enseña que Jesús jamás está lejos de la Iglesia. Más bien, siempre está disponible para apoyar tanto a nosotros fieles como a los líderes apurados. Su asistencia no es una fantasma como temen los discípulos en la barca. Simplemente tenemos que confiar en su ayuda por llamarlo con la insistencia. Jesús siempre está listo para ayudarnos.