El domingo, 4 de octubre de 2015



El vigésimo séptimo domingo ordinario

(Génesis 2:18-24; Hebreos 2:8-11; Marcos 10:2-12)

En la primera lectura hoy Dios dice: “’No es bueno que el hombre esté solo.’”  Se puede preguntar: ¿Por qué no?  ¿Es sólo porque será solitario?  La lectura misma ofrece otra razón.  Dice que Dios le hará a alguien “...para que le ayude”.  Pero ¿con que necesita ayuda?  No tiene campos para sembrar ni rebaños para cuidar.  Tal vez sea que solo el hombre no puede desarrollarse como persona.  Sabemos que es necesario tener a otras personas alrededor si vamos a desarrollar el lenguaje.  Que veamos la plena razón por leer más.

Sigue la lectura que Dios hace “todas las bestias del campo y todos los pájaros del cielo”: el perro, la jirafa, el águila, y los demás.  Se le presenta cada uno al hombre para que los ponga nombres.  Pero ninguno se prueba idóneo como el compañero que le ayudará.  Ni siquiera el perro es digno aunque se dice que es el mejor amigo del hombre. 

Por eso Dios hace cirugía radical para reparar la falta.  Pone al hombre bajo de un sueño profundo y le saca de él una costilla.  La forma en una criatura con dos brazos, dos piernas, y un trunco como lo suyo pero también diferente en aspectos significativos. Entonces el hombre emite las primeras palabras humanas en la Biblia.  Dice: “Esta será llamada mujer, porque ha sido formada del hombre”.  En el proceso de darle nombre a la mujer, el hombre se da a sí mismo un nuevo nombre.  Ella es en hebreo ishah que significa “del hombre”.  Por eso, él no más es sólo Adán, eso es de la tierra.  Ahora en adelante él es ish, que en hebreo significa hombre.  

Ya se inicia un aprendizaje enorme.  El hombre ve algo muy deseoso en las diferencias del cuerpo entre él y la mujer.  Atraído por ellas, el hombre tendrá prole.  Sin embargo, en este momento no puede entender el valor de esta eventualidad.  Son las diferencias internas que le llaman la atención en este momento. Ella no es tan interesada en el placer como en el cariño.  No le impresionan a ella tanto las ideas del otro como su compasión a los que sufran.  Mientras él sueña de conseguir cada vez más tierra, ella tiene otro sueño.  Sobre todo desea vivir harmoniosamente con la familia en una casita.  Dándose cuenta de estas diferencias, el hombre comienza a realizar su capacidad como ser humano.  Asimismo la mujer estará haciéndose más humana.

Los dos – hombre y mujer – complementan y enseñan a uno y otro.  Ayudándose  mutuamente pueden desarrollar en personas ambos fuertes y felices.  Por esta razón el hombre no es la pareja idónea para otro hombre.  Ni es una mujer adecuada para ser esposa a otra mujer.  Faltan las diferencias que requieren esfuerzos para superar.  Sin estos esfuerzos las dos personas estarán estancadas en el crecimiento como una rama no puede florecer sin encontrar el sol.

Hay que decir también que el crecimiento no se realiza de un día al otro.  Más bien hace falta años para apreciar todo que la persona del género opuesto ofrece.  Porque es un proceso lento y a veces penoso, tanto Jesús como Génesis dicen que las parejas no son libres a quitarse de la relación.  Existe otro motivo para mantener el casamiento por toda la vida.  Los dos no sólo ayudan a uno y otro sino también a sus hijos.  Tanto como es muy difícil educarse como persona humana sin la pareja con sus diferencias ambas internas y externas, también es duro para los niños crecer sin el apoyo de los dos padres en la casa.  Ellos reciben el inicio de su aprendizaje para hacerse personas honorables tanto de su madre como de su padre.  Es cierto que necesitarán el aporte un día de sus parejas en el matrimonio, pero un comienzo en la casa de nacimiento es indispensable.

El domingo, 27 de septiembre de 2015

Vigésimo sexto domingo ordinario

(Números 11:25-29; Santiago 5:1-6; Marcos 9:38-43.45.47-48)

Una vez el papa Francisco escandalizó a algunos católicos.  Cuando era el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, el futuro papa, rezaba con los pentecostales.  Aun recibió la bendición de sus ministros.  “¿Cómo podría haberlo hecho?” preguntaron los escandalizados: “¿No sabe que los papas del pasado condenaban tales actos como subvirtiendo la fe católica?”  Esta gente suena como Juan en el evangelio hoy.

Cuando Juan ve a un hombre expulsando demonios en el nombre de Jesús, se le queja al Señor. Puede ser que Juan se preocupe porque el hombre no ha pedido permiso a Jesús para usar su nombre.  Otra posibilidad es que tenga la envida porque unos versículos antes en este evangelio los discípulos no podían echar un demonio.  De todos modos Jesús corrige a Juan.  A Jesús no le importa si la persona que hace bien vive o no vive entre sus discípulos.  Lo importante es que sirva a la gente en necesidad vivir con la dignidad.

San Agustín escribió que hay muchos que Dios tiene que la Iglesia no tiene, y hay muchos que la Iglesia tiene que Dios no tiene.  Nosotros también tenemos que reconocer a los justos entre las otras comunidades de fe, sean bautistas, metodistas, u otros.  Asimismo hombres y mujeres justos alaban a Dios en templos budistas y mezquitas musulmanes.  El Espíritu Santo no es como el American Express.  No da su tarjeta de platino sólo a un grupo selectivo.

Entonces: “¿Por qué ser católico?” preguntamos.  ¿Por qué programamos la misa en nuestros planes cada fin de semana?  ¿Por qué aun los casados entre nosotros rechazan el uso de anticonceptivos?  Esperamos que el motivo no sea sólo que nuestros padres nos criaron como católicos.  Tampoco es suficiente la razón que nuestras amistades son por la mayor parte católicas.  No, hemos escogido a ser católicos y queremos quedarnos así por razones más profundas.  En primer lugar, por ser católicos escuchamos el evangelio cada domingo en la misa. Más importante aún, la Iglesia católica nos ofrece el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo.  No es poco este don.  Se puede compararlo a la verdad y el amor que la Iglesia ha conservado por casi dos mil años.

Particularmente esta semana estamos orgullosos ser católicos.  Pues, nuestro pastor, el papa Francisco, está siendo acogido en nuestro país como héroe.  Él se ha probado como santo tanto por hechos como palabras.  Parece que la visita al cárcel en Filadelfia es tan importante para él como el encuentro con el presidente Obama en la Casa Blanca.  En Nueva York no creo que esté más entusiasmado a visitar a las Naciones Unidas que a ver una escuela para los niños pobres.  Como él trata de seguir a Jesucristo con hechos tanto como con palabras que sigamos  a él.  Que sigamos a Jesús con hechos tanto como con palabras.

El domingo, 20 de septiembre de 2015



El vigésimo quinto domingo ordinario

(Sabiduría 2:12.17-20; Santiago 3:16-4:3; Marcos 9:30-37)

La disonancia cognitiva es un choque psicológico.  Nos pasa a veces cuando encontremos una idea que reta nuestro estilo de vida.  En vez de juzgar honestamente el valor de la idea, tratamos de despacharla como de poca importancia.  Vemos a los discípulos de Jesús pasando la disonancia cognitiva en el evangelio hoy.

Jesús acaba de compartir con sus discípulos la visión de su destino.  Dice que va a ser entregado a sus verdugos y matado.  Como sus seguidores, la suerte de  Jesús les debería indicar que también serán perseguidos.  Pero los doce no quieren contemplar la eventualidad.  Por toda la turbación interior que causaría, ellos rechazan el pensamiento.  Prefieren especular entre sí quién de ellos es el más importante. 

En este sentido nosotros norteamericanos somos como los discípulos.  Nos gusta pensar en nosotros mismos como la nación más importante en el mundo.  No se puede negar que tenemos la economía más grande.  Pero ¿hemos sembrado la paz con nuestros bienes? como recomienda Santiago en la segunda lectura.  Parece que el papa Francisco tiene sus dudas.  Nunca en su vida ha visitado este país evidentemente porque no es tan impresionado con sus logros como nosotros mismos.  Más al fondo, el papa tiene una crítica fuerte de cualquier pueblo que consume desproporcionalmente los bienes del mundo.  (Los Estado Unidos tiene sólo cinco por ciento de la población mundial pero consume veinte cinco por ciento de sus recursos.)

El papa seguramente  nos retará cuando visita nuestro país esta semana.  A lo mejor nos pedirá que seamos más generosos con la abundancia de bendiciones que tenemos.   Es muy posible que nos urja a aceptar a más refugiados de Siria.  Como miembros de esta nación deberíamos tomar a pecho el reto.   Cada uno de nosotros debería preguntarse a sí mismo: ¿Qué más podría yo hacer por los otros?  No nos faltan posibilidades.  Podríamos por ejemplos: tomar a un niño del  barrio como un hermano pequeño;  “adoptar” a un niño pobre en un país subdesarrollado por la organización Unbound (eso es, Desatado, previamente conocida como la Fundación cristiana por niños y ancianos); o participar en un programa dando clases particulares a los niños inmigrantes.

En el evangelio Jesús les pide a sus discípulos que hagan algo muy semejante.  Tomando a un niño en sus brazos, les dice que para ser importante en los ojos de Dios, hay que servir a este tipo de persona.  No abraza al niño porque es chulo sino porque es símbolo del no poder.  Podría ser una viuda o un paralítico.  Está diciendo que cuando Dios revela todo al final de los tiempos, aquellas gentes que hayan socorrido a un tal pobre serán reconocidas como dignas de la gloria. 

Hay un dicho: “Nunca se pone más alto que cuando se doble para ayudar a un pequeño en necesidad”.   Es lo que Jesús enseña en este evangelio.  También es lo que el papa Francisco dará eco en su primera venida a los Estados Unidos esta semana.  Nunca nos ponemos más altos que cuando nos doblemos para ayudar a los pequeños.