El domingo, 6 de diciembre de 2020

 EL SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO

(Isaías 40:1-5.9-11; II Pedro 3:8-14; Mark 1:1-8)

Imaginémonos por un momento que es el medio del primer siglo.  Vivimos cerca Roma y somos miembros de una comunidad de cristianos.  Hemos sufrido mucho en los últimos años.  Primero nos persiguieron por haber puesto al fuego la ciudad.  Era mentira, pero la persecución causó la ejecución de muchos hombres, incluso a los santos Pedro y Pablo.   Ahora las autoridades nos amenazan que vayan a buscarnos si no renunciamos la fe. 

Entonces el erudito de la comunidad – un tal Marcos -- anuncia que ya es cumplido su libro.  Llama su obra “euangelion” que significa “evangelio” o “buena nueva”.  La palabra nos recuerda de lo que dice el profeta en la primera lectura hoy.  Dios le dirijo que anunciara a Israel “noticias alegres”.   En nuestro caso la “buena nueva” para anunciarse es Jesús, el cristo.  Él ha sido ungido para establecer el reino de Dios. Marcos llama a Jesús también “el Hijo de Dios”.  Pero ¿qué quiere decir este término? ¿No es que toda persona humana sea “hijo de Dios”?  Sí es cierto, pero Jesús tiene una relación más cercana a Dios que cualquier otro humano.  Es el que ha sufrido la muerte en obediencia perfecta a Dios Padre.  También significante es que Dios lo resucitó de entre los muertos.  Ahora lo esperamos para salvarnos del peligro en que nos hallamos.

El evangelio leído en la misa hoy comprende los primeros versículos del Evangelio según San Marcos.  Interesantemente no destacan a Jesús sino a Juan Bautista.  Juan tiene tan gran fama que gentes vengan de lejos para escucharlo.  Le preguntan si él es el mesías que todo Israel ha esperado.  Pero su mensaje es claro.  Él no es el esperado sino su precursor.  Tan importante como Juan sea, él no puede comparar con el que viene.  Es como un gatito en comparación con un tigre o una velita en comparación con el sol. 

Dice Juan que cuando venga, el esperado bautizará al pueblo con el Espíritu Santo.  Este fortalecerá al pueblo con la santidad.  Fortalecidos con el Espíritu, los cristianos del primer siglo enfrentarán la muerte sin abandonar la fe en Jesús.  El Espíritu nos fortalece para otro tipo de testimonio.  Nos dará la caridad para amar a todos, aun a aquellos que nos desprecian.

Como Israel esperando a su libertador y como la comunidad de Marcos esperando a su salvador, nosotros hoy día esperamos a Jesús.  Contamos con él para aliviar los abusos amenazando nuestro mundo.  El papa Francisco ha nombrado los abusos “las sombras de un mundo cerrado”.  Entre otros el papa ha enumerado el regreso a los prejuicios del pasado.  Ahora muchos son más concentrados en reclamar la superioridad de su propia raza, nación, y religión que buscar la unidad de todos pueblos.  También el papa lamenta el tratamiento de personas humanas como descartables.  Tiene pensados el rechazo de los inmigrantes, el aborto de los bebés, y el desprecio de los ancianos.

No esperamos a Jesús sólo para justificar nuestro horror en estas cosas.  Hay algo mucho más grande en juego.  Queremos que él muestre que el camino a la paz pase por el reconocimiento a todos como hermanos.  Esto nos lleva a nuestra esperanza este Adviento: que todos los pueblos colaboren para renovar el mundo.

Por un año entero vamos a estar leyendo de este Evangelio según San Marcos.  Vamos a escuchar las palabras poderosas de Jesús consolándonos en apuro.   Vamos a ver cómo sus discípulos, como a nosotros mismos, lo malentienden y fallan.  Vamos a atestiguar a él entregando todo, aun en un sentido la cercanía con Dios Padre, por nosotros en la cruz.  Como todos los evangelios, lo que escribió Marcos tiene sus propios propósito y belleza.  Vale la pena venir todo domingo para escucharlo.

El domingo, 29 de noviembre de 2020

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO

(Isaías 63:16-17.19,64:2-7; I Corintio 1:3-9; Marcos 13:33-37)

¿No se puede decir que el mundo ya está en espera de un salvador?  Hoy en día todos anhelan la salvación en forma de una vacuna para el Covid.  Están cansados de cubrir sus caras, de limitarse a la casa, y de sospechar a cada desconocido como portador del virus.  Sin embargo, la vacuna será un mesías falso.  Aunque nos salve del Covid, nos volverá al mismo egoísmo y codicia que han dominado nuestro tiempo. 

Primero, que reconozcamos cómo la pandemia ha revelado algunas faltas en nuestro estilo de vida.  Con el confinamiento, las familias han pasado más tiempo juntos con el resultado que los adolescentes sienten menos ansiedad.  Las muchas actividades de cada miembro de la familia habían producido el sentido de estar solos enfrentando los retos de la vida. También, por tomar clases con Zoom, los muchachos no han tenido que levantarse temprano en la mañana.  Más sueño ha reducido el estrés.  Esto no es a decir que la pandemia sea cosa buena y la vacuna no sea provechosa.  Solamente tenemos que reconocer que la vacuna no nos entregará de nuestros problemas más graves.

La primera lectura hoy es de la tercera parte del libro del profeta Isaías.  Fue escrita hace 2500 años, pero suena como pudiera haber escrita el año pasado.  La gente se ha alejado de los mandamientos de Dios.  Donde Dios dice “no matarás”, el aborto es cada vez más aceptable.  Donde dice “mantendrás santo el día del Señor”, la asistencia en la misa sigue disminuyendo.  No es necesario comentar sobre las violaciones contra el sexto y noveno mandamientos en nuestro tiempo.  La lectura tiene su dedo en el pulso de nuestro tiempo cuando pregunta al Señor: “¿Por qué…dejas endurecer nuestro corazón hasta el punto de no temerte?” Por esta razón ello pide a Dios que se presente aunque significa que rasgue los cielos y estremezca a las montañas.

Creemos que Dios hizo caso al grito del profeta.  En la segunda lectura San Pablo cuenta cómo Jesucristo murió y resucitó para dar a sus seguidores los “dones divinos”.  Tenemos la gracia del Espíritu Santo para vivir primero por Dios y después por nosotros mismo.

Antes de su muerte Jesús dijo que iba a volver para llevar a sus discípulos a la vida eterna.  En anticipación de este evento, Jesús nos dice en el evangelio hoy que velemos y nos preparemos.  Esto no quiere decir que dejemos a trabajar para velar como un marinero en un nido de cuervo.  Más bien Jesús quiere que velemos para él como alumnos esperando la visita del director de la escuela.  Eso es, quiere que estemos ocupados avanzando en la verdad, el amor, y la bondad.

Hay un cuento que nos ayuda entender el propósito de Jesús aquí.  Una vez la legislatura de un estado estaban en sesión cuando una tormenta se surgió en los cielos.  Las nubes eran tan oscuras y el viento tan fuerte que algunos dijeron que el fin del mundo había llegado.  Un grupo entre ellos movió que terminaran la sesión para volver a sus casas.  Pero el presidente de la legislatura dijo el contrario: “Si no es el fin, vamos a aparecer ridículos terminando la sesión temprano.  Y si es el fin, sería mejor que el Señor nos vea cumpliendo nuestras tareas.  Yo digo: ‘traigan aquí las velas’".  Así nosotros queremos preparar para la venida del Señor por llevar a cabo sus mandamientos.

Adviento siempre tiene dos objetivos.  En el principio de la temporada queremos recordar la promesa de Jesús para venir de nuevo.  Vino una vez en carne y hueso para salvarnos del pecado.  Al fin del tiempo vendrá en la gloria para llevar a sus discípulos a la vida eterna.  El segundo objetivo es prepararnos para la Navidad.  El misterio de la Encarnación abruma nuestra imaginación.  Dios, el Creador y Soberano, quería humillarse para mostrarnos el extendido de su amor.  Vale un mes de confinamiento para reflexionar sobre el significado de este evento.

El domingo, 22 de noviembre de 2020

 LA SOLEMNIDAD DEL NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO

(Ezequiel 14:11-12.15-17; I Corintios 15:20-26.28; Mateo 25:31-46)

Las elecciones han terminado.  Los Estados Unidos han escogido a su presidente.  Tendrán a José Biden como su mandatorio por los próximos cuatro años.  El presidente Biden no reinará sobre el pueblo con autoridad absoluta.  Se limitará su poder por la constitución de la república y sus leyes.  Pues no es rey.

Ahora celebramos la Solemnidad de Cristo Rey.  Por nombrar a Cristo nuestro rey estamos sometiendo a su autoridad absoluta en todas cosas.  Estamos diciéndole: “Haremos todo lo que pidas porque somos tus sujetos”.  Tenemos confianza que no va a explotar su poder porque se ha probado como rey pastor como en la primera lectura.  Ha suplido nuestras necesidades y ha curado nuestras heridas.

Jesús, nuestro rey, ha expresado su voluntad para nosotros en los evangelios de los últimos dos domingos.  Hace dos semanas nos enseñó cómo ser previsores en nuestra espera de su regreso.  Hemos de brillar nuestras lámparas delante el mundo con obras buenas.  Luego el domingo pasado nos advirtió que no escatimáramos nuestros talentos.  Hemos de ocupar nuestro tiempo, tesoro, y habilidades en el servicio de su reino.

En el evangelio hoy Jesús tiene palabras de consuelo para nosotros, sus discípulos misioneros.  Se dirige a las naciones; eso es, aquellos pueblos que todavía no lo aceptan como su rey.  Les dice que van a ser juzgados dignos del reino de Cristo en la medida que ayuden a nosotros, los hermanos del rey.  Si nos socorren con un vaso de agua cuando andamos con sed ayudando a los demás, entonces se aceptarán en el reino. O si nos visitan cuando estamos encarcelados por proclamar a Cristo entonces recibirán el premio no imaginable. 

Hay muchas historias de los no cristianos ayudando a los cristianos.  Hace cincuenta años no era insólito escuchar cómo los judíos hicieron los trabajos de cristianos en la Navidad.  Hacían sus repartos o tomaban sus tornos como enfermeras para que los cristianos asistieran en la misa del gallo con sus familias.  Hoy en día hay historias de musulmanas salvando las vidas de cristianos de los extremistas.  Se reporta que el año pasado un chófer musulmán salvó la vida de un grupo de cristianos.  Los tenía en su coche cuando una banda de extremistas armados le señaló a hacer un alto.  El chofer los pasó rápidamente causando que la dispararon sus armas, pero pudieron escapar.

Nosotros ayudamos a los no cristianos, y ellos ayudamos a nosotros.  Entonces ¿qué es la diferencia entre nosotros y ellos?  Tiene que ver con el tipo de ayuda que se da.  Nuestra ayuda no debe ser limitadas a las obras corporales: de dar de comer a los hambrientos y visitar a los enfermos.  Más bien debería incluir las obras espirituales en cuanto posible: de rezar por los demás y perdonar sus ofensas.  Un obispo francés construyó bibliotecas y centros educativos para los incapacitados en Argelia.  Estas instituciones eran usadas mayormente por musulmanes. Eventualmente este prelado, el monseñor Pierre Claverié, fue asesinado por los extremistas.  Sin embargo, dejó un legado de amor y respeto entre los musulmanes.  En su funeral los musulmanes lo llamaron “nuestro obispo también”. 

Ésta es la última vez que vamos a escuchar regularmente del evangelio según San Mateo por dos años.  Se espera que las lecturas de este año pasado nos hayan dejado con un mejor sentido de lo que es un discípulo misionero.  Es aprender de Jesús ser inocentes como palomas y misericordiosos como madres de familia.  Es andar con todos como amigos de la juventud para compartirles el reino.  Es tener a Jesús como hermano y no preocuparnos de cómo vamos a perdurar.  Pues él está con nosotros tan cierto como un pastor guía a sus ovejas al pasto.  Jesús está con nosotros.

El domingo, 15 de noviembre de 2020

 EL TRIGÉSIMA TERCER DOMINGO ORDINARIO

(Proverbios 31:10-13.19-20.30-31; Tesalonicenses 5:1-6; Mateo 25:14-30)

Al mes pasado el papa Francisco apareció de nuevo en las cabeceras.  Los diarios reportaron que él ya aprueba matrimonios gayes o, por los menos, las “uniones civiles” entre los homosexuales.  Supuestamente él dijo así en un documentario hecho este año. 

Las noticias levantaron preguntas de muchas personas. Promovedores del estilo de la vida gay se preguntaron si la Iglesia cambiará su condenación de actos homosexuales.  Los padres de familia comenzaron a dudar de lo que hayan enseñado a sus hijos.  Algunos periodistas astutos tuvieron preguntas más al caso.  Querían saber ¿por qué el nuevo documentario usó entrevistas grabadas en el año pasado para una audiencia diferente?  También interrogaron si el papa verdaderamente usó las palabras “uniones civiles” o estaba hablando de “convivencias civiles”.  En la charla ordinaria la “unión civil” refiere a una relación sexual reconocida por el estado entre dos personas del mismo sexo.  La “convivencia civil” es una clase más amplia de relaciones entre dos personas.

El papa Francisco no es ingenuo.  Sabe que la prensa a menudo distorsiona su posición.  A lo mejor por esta razón él esperó un rato para responder a las inquietudes.  Quería contestar de manera precisa para evitar mayor confusión.  También no es insólito que el Vaticano modera el tenor del debate por tardar en responder.  Dice, en efecto, que las cuestiones del sexo no son las más importantes, mucho menos las únicas que importen.

La respuesta vino a través del Secretariado del Estado del Vaticano.  Hace claro que el papa cree que el matrimonio es relación entre un hombre y una mujer.  Sigue que el papa quiere proclamar otra vez el planteamiento de la Iglesia: los hombres y mujeres con tendencias homosexuales son personas humanas en necesidad del amor familiar.  En primer lugar, necesitan que sus padres y madres no los rechacen come si fueran animales indomesticables. Además, como adultos no deben ser privados de la confianza íntima de otra persona.  En la entrevista hecha el año pasado el papa habló de “una ley de convivencia civil” para permitir a las parejas homosexuales hablar por uno y otro en caso, por ejemplo, en el caso de una urgencia médica.  Quería asegurar a todas personas no casadas pero viviendo en la misma casa que tienen derecho, como dice él, de “estar cubiertas legalmente”.

La iglesia ha apoyado por mucho tiempo el reconocimiento legal por lo cual dos personas que viven juntas puedan compartir beneficios sociales siempre.  Pero insiste que el alcance de la ley proveyendo este reconocimiento no se limite a personas en una relación sexual. Las dos personas pueden ser, por otro ejemplo, un hijo viviendo con su madre a quien quiere tener cubierta en su póliza de seguro médico. Es de suponer que el Papa Francisco tenía esto pensado cuando habló de “una ley de convivencia civil”.

Las acciones del papa Francisco proveen testimonio al evangelio que escuchamos hoy.  Cuando Jesús cuenta del hombre alabando el comportamiento de los siervos que invierten su dinero, no está promoviendo la bolsa de valores.  Más bien está mostrando a sus discípulos la necesidad de no escatimar sus talentos.  Para ser cristiano en espera de la venida del Señor tenemos que usar nuestro tiempo, tesoro, y habilidades para el bien del otro.  Si solamente esperamos su regreso sentando en nuestras manos, vamos a estar traicionando a Jesús que murió por nosotros.  Es instructivo que papa Francisco tiene el valor de declararse en favor de personas muchas veces despreciadas como los inmigrantes y homosexuales.  De ninguna forma quiere aprobar la inmoralidad.  Más bien está promoviendo el amor que Jesús muestra en cada página del evangelio.

En la segunda oración eucarística el sacerdote pide a Dios que lleve la Iglesia “a su perfección por la caridad”.  A veces perdimos este objetivo por no mostrar la caridad a diferentes tipos de persona.  El papa Francisco nos ha enseñado cómo extenderla a todos. Esperemos que todos nosotros lo escuchemos.

El domingo, 8 de noviembre de 2020

 TRIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO ORDINARIO, 8 de noviembre de 2020

(Sabiduría 6:12-16; I Tesalonicenses 4:13-18; Mateo 25:1-13)

Este año no ha habido ninguna carencia de exhortación para ser previsor.  Desde marzo todo el mundo ha sido exhortado a limpiar sus manos, mantener la distancia social, y llevar una mascarilla.  Se insisten estas medidas para limitar la propagación del virus Covid-19.  Porque se valora la salud, es necesario que se cuide en estas y otras maneras.  En el evangelio Jesús exhorta a sus discípulos que sean previsores con la parábola de las diez jóvenes.  Pero, Jesús no tiene pensado la salud del cuerpo sino la del alma.

La parábola advierte que nos preparemos para el regreso de Jesús.  Después de casi dos mil años nos preguntamos si va a volver Jesús.  Algunos cristianos dicen “no”, que el regreso refiere a su resurrección de la muerte.  Pero nosotros cristianos católicos esperamos su venida al final del tiempo, aunque no tenemos ninguna idea cuando suceda.  Nos interesa que la parábola menciona una tardanza del regreso.

Nos preparamos para su venida por vivir justamente.  Las cinco jóvenes traen aceite extra para mantener sus lámparas encendidas si el esposo tarda.  Lámparas encendidas simbolizan obras buenas.  En el Sermón del Monte Jesús enseña a sus discípulos: “’Brille…la luz de ustedes ante los hombres, de modo que cuando ellos vean sus buenas obras, glorifiquen al Padre de ustedes que está en el cielo’”. Con la parábola de las jóvenes Jesús dice a los mismos discípulos: si no han hecho obras buenas por los demás, van a quedar fuera del reino de Dios.

Siempre se ha considerado visitar a los enfermos como obra buena.  Ahora con la pandemia se ven todos los ancianos como enfermos en un sentido.  Si les toca el virus, están en peligro de la muerte.  Por eso, se aíslan en sus casas fuera del trajín de personas.  Sin embargo, al aislarse de sus familias y amistades los ancianos a menudo experimentan la soledad profunda.  Les puede deprimir particularmente durante los festivos del fin del año.  Por eso, deberíamos pensar en modos de comunicarnos con los ancianos en noviembre y diciembre. 

Por supuesto, queremos atender a nuestros propios familiares primero.  Querríamos telefonearlos continuamente si no podemos estar con ellos en persona.  El otro día el diario describió el dilema de una familia cuya madre vive en otro pueblo centenares de millas distante.  Usualmente la mujer sube un avión para pasar el Día de Acción de Gracias con sus hijos y nietos.  Pero este año no solo el avión sino también estar en medio de niños representan riesgos considerables.  La familia tiene que duplicar sus esfuerzos para estar con su madre virtualmente.  Además de comunicarse con Skype pueden mandarle los manjares de la temporada.

Pero nuestra caridad tiene que extenderse más allá que la familia si nuestra luz brillará “ante los hombres”.  Hay muchos ancianos solitarios en los asilos, sean de los ricos o de los pobres. Algunos no tienen a hijos para visitarlos.  Otros sí tienen a hijos, pero ellos los han abandonado.  Tenemos que buscar modos de consolarlos aun con las restricciones de Covid.

Dentro de poco vamos a estar preguntado a uno a otro si estamos preparados para la Navidad.  Por supuesto, significaremos si hemos comprado regalos y decorado el árbol navideño.  Este ano querremos prepararnos para la Navidad también por hacer obras buenas por los ancianos.  Pues, se puede pensar en la Navidad como ensayo para el regreso del Señor al final del tiempo.  Por apoyar a los ancianos estaremos preparando para Jesús.