El domingo, 1 de mayo de 2016



EL SEXTO DOMINGO DE PASCUA

(Hechos 15:1-2.22-29; Apocalipsis 21:10-14.22-23; Juan 14:23-29)

Hace dos años el papa Francisco creó una controversia dentro de la Iglesia.  Sugirió que quería permitir a algunas personas no casadas por la Iglesia recibir la Santa Comunión.  Su razonamiento era que en situaciones como cuando hombres dejan a sus esposas para vivir con otra mujer, las esposas no fueron responsables para el divorcio.  A menudo se casaron de nuevo para asegurar una vida no estresada para sus niños.  La sugerencia del papa recibió una reacción fuerte.  Un grupo de cardenales le recordó que la prohibición del divorcio es de Jesús mismo.  Un escritor contó de gente divorciada que no se  vuelto a casar precisamente para mantener el privilegio de recibir el Cuerpo de Cristo.  El ánimo de la controversia asemeja aquel del debate en la Iglesia primitiva que la primera lectura cuenta hoy.

Tenemos que imaginar los dos partidos opuestos.  Pablo y Bernabé están pidiendo a los apóstoles en Jerusalén que se permita el bautismo de los paganos sin que ellos se conviertan al judaísmo.  Razonan que es Cristo que salva, no la ley judía.  Añaden que no es práctico, mucho menos bondadoso, pedir a los hombres adultos someterse a la circuncisión.  Al otro lado de la cuestión están los judíos que han aceptado a Jesús pero no quieren dejar atrás sus tradiciones.  Piensan que si su pueblo fue escogido por Dios, entonces el primer paso a la salvación es hacerse judío.  Además, no quieren comer la carne del cochino, el animal más sucio que hay en su manera de ver.

Al final los apóstoles deciden no exigir la conversión al judaísmo.  Indican que a la base de su decisión queda el amor por decir que no quieren imponer a los paganos más cargas que sean necesarias.  Además reclaman que el Espíritu del amor fue partidario de la decisión.  Este es el mismo Espíritu que Jesús les promete a sus discípulos en el evangelio para confirmarlos en su voluntad. 

El mes pasado el papa Francisco publicó su exhortación apostólica La Alegría del Amor sobre el matrimonio.  Se puede decir que llama la atención tanto por lo que no dice que lo que dice.  No proporciona pautas para dar la hostia a aquellas personas no casadas por la Iglesia.  Más bien afirma lo ideal del matrimonio como una alianza indisoluble hasta la muerte.  Pero a la misma vez se atreve a tratar de casos en los cuales personas no casadas por la Iglesia sienten convencidas de lo correcto de sus situaciones.  Recomienda que estas parejas dialoguen con sus párrocos para discernir el curso que deberían tomar.  Sugiere que no será necesariamente lo que dicten las reglas.  Pues, hay reglas que acomodan el despachar problemas pronto en lugar de examinarlos en todo su complejidad.

Como se ha hecho su marca, el papa exhorta la misericordia en los tratamientos con aquellos en matrimonios irregulares.  Dice que no deben ser rechazados sino incluidos y valorados.  Pide que sean integrados en la vida de la parroquia en cuanto sea posible.  Según el papa, la misericordia exige que los que no están casados por la Iglesia sean acompañados para que puedan discernir la voluntad verdadera de Dios para ellos.

La Alegría del Amor recomienda tres palabras que hacen el matrimonio feliz: “permiso”, “gracias”, y “perdón”.  Estos términos expanden el amor como si fueran llaves abriendo el alma a cámaras cada vez más grandes.  “Permiso – diría el papa – discierne bien lo que Dios quiere para ti en cada paso de tu vida”. “Gracias – añadiría – por acompañar y no rechazar a aquellos que se encuentren en problemas”.  Finalmente, “perdón – concluiría – por haberte creado controversia pero es necesario para que se muestre la misericordia en todos casos”.  Que se muestre la misericordia en todos casos.

El domingo, 24 de abril de 2016



EL QUINTO DOMINGO DE PASCUA

(Hechos 14:21-27; Apocalipsis 21:1-5; Juan 13:31-33.34-35)


El joven era querido por todos.  Tenía una risa que podría tirar a cualquier persona de su tristeza.  Hace dos semanas tuvo una convulsión que tomó su vida.  Otra persona, madre de dos muchachas, tenía adición alcohólica.  Luchó por años pero no podía superarla.  Recientemente se encontró en su coche muerta evidentemente por su propia mano.  A otra mujer, una de noventa y dos años, se le quebró la cadera.  Se sometió a la cirugía, pero es muy posible que muera  sin recuperar fuerzas.  El mundo es lleno de historias aún más trágicas.  Pero estas tres, recientemente pasadas, sirven como testimonio de la tierra en que vivimos.  Según la segunda lectura del Apocalipsis esta tierra está desapareciendo.

Sin embargo, el libro del Apocalipsis tiene que ver más con el pasado que el futuro.  Se refiere a la persecución de los cristianos por el gobierno de Roma durante el primer siglo.  Exhorta a los fieles entonces que no dejen la fe en Cristo.  Les asegura que él vendrá para conquistar todas las fuerzas que les acosan.  De hecho, describe como una visión la derrota de Satanás y todos sus compatriotas.  Indica que comparado con este compendio de malevolencia, el imperio romano es no más formidable que una prostituta fea. 

El pasaje que leemos hoy retrata el escenario después de la gran batalla.  El primer cielo que traía tantos huracanes devastadores no va a atormentar a la gente más.  La primera tierra, llena con traiciones pequeñas como nuestras mentiras tanto como las pretensiones distorsionadas de ISIS para establecer una teocracia, ya no existe.  El mar, que desde el principio ha sido el depósito del mal, ha disipado.  En sus lugares se ha colocado el nuevo cielo que brilla con el sol de la justicia y la nueva tierra que resuena con la paz de Cristo.  La nueva Jerusalén es la eternidad donde los fieles que no abandonaron a Cristo vivirán felices en la compañía de los santos.

Se menciona en el evangelio la cualidad que se distingue la nueva Jerusalén de todas las otras sociedades en la historia.  El amor de Jesús vivido por todos en la nueva tierra hace la sociedad tan agradable como la familia alrededor de la mesa festejando a su madre venerable.  Este amor no es el amor con que mimamos a nosotros mismos.  Pues este tipo de amor debilitaría a los demás aún más que los apoyaría.  Ni es el amor con que tratamos a nuestros enemigos.  Casi siempre este género de amor lleva residuos de prejuicio y resentimiento.  El amor que caracteriza la nueva Jerusalén no rehúsa a esforzarse por el bien del otro.  Es la humildad de Jesús lavando los pies de sus discípulos.  Es el empeño del papa Francisco socorriendo a los refugiados.

Todos nosotros confrontamos problemas diariamente.  Sea una situación estresada en el trabajo, un familiar rencoroso en la casa, o la muerte de un ser querido, no deberíamos perder la esperanza.  Pues Cristo que ha superado tentaciones aún más formidables está luchando con nosotros.  Manteniéndonos en su amor, vamos a realizar la victoria sobre las dificultades.  Manteniéndonos en su amor, vamos a experimentar la nueva Jerusalén.

El domingo, 17 de abril de 201




CUARTO DOMINGO DE PASCUA


(Hechos 13:14.43-52; Apocalipsis 7:9.14-17; Juan 10:27-30)

La parte de la población que se considera a sí misma como católica está disminuyendo.  También las partes que se consideran a sí mismas como protestante y evangélica están decreciendo.  ¿Qué partes están aumentando?  Los musulmanes  y lo hindús han experimentado crecimiento moderado.  Pero los ningunas están realmente en ascenso.  Esta categoría comprende a ateos, agnósticos, y aquellos no pertenecen a ninguna religión.  (Por eso, se llaman ningunas.)  Parece que mucha gente hoy no quiere participar en religión organizada. 

Se ha notado la tendencia de distanciarse de la participación en otros tipos de organización.  No hay tanto interés en las asociaciones de padres y maestros en las escuelas.  La membrecía de clubs como los Leones y los Rotarios también ha caído.  Aún las uniones más íntimas como el matrimonio han experimentado una pérdida de compromiso.  Sí, es cierto que muchos tienen su preferido equipo de béisbol y pertenecen a un grupo de Whatsapp.  Pero estos grupos no requieren mucho esfuerzo.  Los miembros pueden participar o no como les da la gana.

¿Es buena esta tendencia de menos participación social?  Por supuesto, lamentamos la disminución de la asistencia  en la misa.  Pero en cuanto a organizaciones cívicas piensan algunos que la vida es bastante estresada de modo que se necesite alivio.  También se cuenta como una ventaja estar en mayor contacto con sus seres queridos.  Al otro lado del debate algunos se preocupan de que la sociedad vaya a deshacerse si la gente no hace esfuerzos para cooperar con uno y otro.  Predicen la calamidad si las parejas no hacen más caso a la necesidad tanto de tener hijos como de criarlos cuidadosamente.  Las lecturas hoy proveen una respuesta a nuestro interrogante de parte de Jesús.

En el evangelio Jesús nos invita a hacernos sus “ovejas”, su comunidad.  Allí nos enseñará la necesidad de sacrificarse por el bien de todos.  Nos insistirá que colaboremos con otros grupos para formar una sociedad justa.  Jesús sigue instruyéndonos hoy por los obispos, particularmente el papa.  Hace una semana, el papa Francisco nos imploró en su carta sobre la familia que dejemos atrás los juicios severos.  Quiere que ayudemos a los matrimonios irregulares conformarse con el amor evangélico. 

El papa Francisco va a ser criticado por este planteamiento.  Será caracterizado como ingenuo por no mantenerse absolutamente estricto en las cuestiones del divorcio y de la cohabitación.  Es como Jesús es retratado en la segunda lectura.  La Apocalipsis lo describe como el “Cordero” que se ha hecho en “Pastor”.  Pero como Cordero Jesús es inocente, no ingenuo.  Él no ha tenido pecado que distorsiona el alma.  Más bien él ve la posibilidad que la persona se arrepienta de sus errores cuando se le muestre la misericordia.  Es como los padres que abrieron su casa a su hija, yerno y nietos que andaban en dificultad.  Ya la segunda familia ha encontrado otra casa.  Los padres mantienen firme la esperanza que sus hijos un día vayan a resolver su matrimonio irregular.

Jesús está retratado con diversas imágenes en el Nuevo Testamento. Éstas comprenden al maestro, el rey, el profeta, y el sanador.  Pero para mucha gente la imagen más preferida de todas es el Buen Pastor.  Como el que guiará a su rebaño a la vida eterna, el Buen Pastor nos da la confianza para seguir su dirección.  Nos enseña la cooperación para que evitemos la calamidad.  Y nos llama por nombre para que sintamos el cuidado de su amor.  Nos llama para que sintamos su amor.