El domingo, 5 de enero de 2014


LA EPIFANÍA DEL SEÑOR

(Isaías 60:1-6; Efesios 3:2-3.5-6; Mateo 2:1-12)

¿Qué tipo de persona era Cristóbal Colón?  ¿Un navegador atrevido?  ¿O, como dicen algunos críticos, sólo un perdido afortunado? ¿O, según los más cínicos, un conquistador despiadado?  Todo depende de la interpretación que se lleva.  Hay algo semejante en juego cuando consideramos a los hombres en busca de Jesús en el evangelio hoy.

Nosotros hemos visto un cambio de perspectiva hacia estos hombres en nuestros tiempos.  Antes se llamaban muchas  veces los “tres reyes”, pero ya la lectura les describe como “magos” sin referencia a su número.  Pero ¿qué es un mago?  En el Nuevo Testamento se encuentran dos otras instancias de la palabra mago (Hechos 8,18-24; 13,7-11).  En cada caso la persona es mal considerada: un explotador de la religión para su propio bien.  Sin embargo, en nuestro evangelio hoy los magos parecen sinceros cuando dicen que vienen a adorar el rey recién nacido.  Se ha hecho un consenso que eran miembros de la clase sacerdotal en Persia que examinan los cielos en búsqueda de la sabiduría.  Por eso, no estaríamos incorrectos al nombrarlos astrólogos.

Las diferentes interpretaciones de los magos parecen como los diferentes tipos de personas hoy día buscando a Dios.  Aunque son muchos, nombraremos sólo tres aquí.  Hay aquellas personas que examinan la Biblia y otras fuentes de sabiduría pero no les importa la religión.  Tal vez sean desilusionados por las acciones de algunos fieles asistiendo en la misa.  A veces esta gente se describe a sí misma como “espiritual pero no religiosa” pero se ignora que la Biblia misma insiste que Dios se comunica con los individuos por medio de la comunidad.  Otro tipo de buscador acude a la iglesia al menos de vez en cuando sea por costumbre o sea por razones políticas.  Estas personas esperan en la vida eterna pero sólo como una meta entre muchas otras y no se arrepientan de la codicia para el placer, el poder, y el prestigio.  Se puede preguntarse si toman en serio lo que la religión les enseña.

El tercer tipo que busca a Dios consiste de gente que lo halla en todo.  Aprecia tanto a los pobres como la naturaleza por su capacidad de reflejar la eternidad.  Sobre todo valora la iglesia como recinto del sagrado.  Los hombres y mujeres de este grupo más se aproximan a los magos del evangelio: estudiantes de la naturaleza con la esperanza de alcanzar más allá que el conocimiento natural.  En el evangelio los magos topan el límite de la naturaleza creada cuando llegan a Jerusalén.  Tienen que preguntar a los judíos – los guardianes de la revelación divina – los paraderos del rey Mesiánico. 

Al consultar las Escrituras, los escribas judíos dicen a los magos que deberían encontrar al Mesías en Belén.  Una vez que tienen esta información, los magos no demoran a cumplir su peregrinaje.  Es así con los que toman en serio la doctrina de la Iglesia.  No sólo escucha la Palabra de Dios sino la ponen en práctica por darse a sí mismo para procurar el bien de todos.  Se ve esta entrega en aquellos que han llevado canastas de comida a los ancianos confinados a casa durante los días festivos. Hecho sinceramente, este ministerio no sólo provee sostén al cuerpo sino apoyo al espíritu para seguir adelante en el año nuevo a pesar de sus problemas y debilidades.

Ciertamente esta genta encontrará al Señor no sólo en la muerte sino también en la vida actual.  Ellos sienten el toque de Jesús en la Eucaristía formándolos tan graciosos como él.  Tampoco son decepcionados los magos en el evangelio.  Hallan al “rey de los judíos” en casa con su mamá ante lo cual se postran y ofrecen regalos.  Estos gestos apuntan al futuro y responden a nuestros interrogantes sobre quiénes son los magos.  Se llama Jesús “rey de los judíos” sólo ahora y en su pasión.  Es el que va a entregarse a la muerte para rescatar la humanidad de la perdición.  Se indica este destino  también por dos de los tres regalos (que, a propósito, dan el número de los reyes).  El incienso y la mirra son especies del entierro que vendrá más pronto que se espere.  Y la postración de los magos ante el niño rey asemeja la historia del salmo (72) que dice que los reyes se postrarán ante Dios. 

Como una joya de oro que nos ha legado nuestros antepasados, estimamos muchísimo la historia de los magos.  Pues, no sólo nos habla del nacimiento de Jesús sino nos indica cómo nos salvará.  Además, podemos ver a nosotros mismos entre ellos buscando a Dios tanto en la naturaleza como en la revelación divina.

El domingo, 29 de diciembre de 2013


LA FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA

(Eclesiástico 3:3-7.14-17; Colosenses 3:12-21; Mateo 2:13-15.19-23)


En el principio y en el fin del evangelio según san Mateo Jesús enfrenta  amenazas.  Como escuchamos hoy, Herodes quiere quitar la vida del niño Jesús.  En Getsemaní, después de la cena con sus discípulos, la pandilla enviada por los líderes judíos viene para tomarlo preso.  En el primer caso José interviene para salvar a Jesús.  Desgraciadamente durante la crisis en el jardín los discípulos se le huyen.

¿Qué le hace a José actuar tan valientemente mientras Pedro y compañía fallan miserablemente?  Es cierto que a los discípulos todavía les falta la fortaleza del Espíritu Santo.  Pero también es el diferente tipo de relación que los dos tienen hacia el Señor.  José ha asumido el papel del padre de Jesús en el cual ve una extensión de sí mismo.  Al otro lado, aunque los discípulos deberían ver a Jesús como su amigo, el "otro yo" por quien quisieran dar la vida, lo tratan como cualquiera otra persona.  Eso es, lo miran como un complejo de debilidades y fuerzas que no vale el arriesgo de sus propias vidas.

Comúnmente se han visto los padres como proveedores y protectores de su familia.  En el primer papel los padres proveen a los hijos tanto la sabiduría para madurar como el pan para crecer.  A veces los padres hacen hincapié más en las cosas materiales que las cualidades espirituales provocando daño a los niños.  El niño que tiene cada nueva invención de Apple pero carece del buen ejemplo de sus padres no tiene suerte sino problema.  En el evangelio José modela al buen padre por seguir inmediatamente el mandato de Dios.  No demora ni un día para llevar a Jesús y María a Egipto.  Los padres de familia que llevan a sus hijos a los asilos para visitar a los ancianos están bendiciendo a sus hijos dos veces.  En primer lugar están dándoles su tiempo fortaleciendo el vínculo del amor.  Y en segundo lugar, están demostrándoles la necesidad de apoyar a los débiles como Dios manda.

Queremos proteger a nuestros hijos de todas formas de mal, sea el accidente de transito en la niñez o sea la pérdida del auto-estima en la adolescencia.  Sin embargo, no podemos escudarlos de todas las dificultades de la vida.  De veras, es mejor que enfrenten algunos retos aun cuando son niños.  En lugar de retirarse de una materia difícil de escuela, puede ser provechoso que el alumno reciba una nota más baja con tal de que aprenda cómo estudiar mejor.  Por esta razón queremos estar allí para ayudarles levantarse si se caen y para hacer sentido de lo que les hayan pasado.  El acompañamiento cercano parece particularmente necesario en este tiempo contemporáneo cuando la maldad puede invadir aun las recámaras de niños por las computadoras.

Se veía el presidente del consejo parroquial con su hijo a su par en la misa.  El hombre tenía el misalito en mano leyendo las lecturas bíblicas.  El niño también estaba estudiando el misalito tomando el ejemplo de su padre.  Este hombre bendecía a su hijo dos veces.  No sólo le enseñaba a cumplir el mandato de Dios de mantenerse cerca de Su palabra sino también le daba al niño el acompañamiento cercano.  Sería buen propósito para el Año Nuevo.  En primer lugar que nos mantengamos cerca la palabra de Dios.  Y en segundo lugar que acompañemos de cerca a nuestros seres queridos.

El domingo, 22 de diciembre de 2013


EL CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO

(Isaías 7:10-14; Romanos 1:1-7; Mateo 1:18-24)

Hace seis meses el Vaticano anunció la añadidura de algunas palabras en la oración eucarística.  No sé si ustedes se hayan dado cuenta del cambio.  Si escuchamos bien después de la consagración, vamos a oír dicho el nombre de “san José”, esposo de María.  Según el decreto Vaticano, san José era persona tan bondadosa y humilde que sirva como modelo de todos los hombres.  Se espera que no se falte el respecto al decreto por decir que san José tuvo otra cualidad aún hay más significativo.  Como dice el evangelio en la misa hoy, José era “justo”.

Hay que conocer el contexto de la situación para apreciar la justicia de san José.  A lo mejor ha pagado una dote para casarse con María.  Cuando se entera de su embarazo, él tiene el derecho de divorciarla en pública para reclamar su caudal.  Sin embargo, antes de escuchar el mensaje del ángel en su sueño que María concibió por el Espíritu Santo, él prefiere divorciarla en privado.  Es tan justo que quiere salvar a María de la desgracia de un procedimiento abierto.  Así, san José no sólo acata la letra de la ley judía sino también cumplir su espíritu.  Pues, el propósito de la ley es hacer al hombre misericordioso como Dios.  En el Sermón del Monte, más adelante en el evangelio, Jesús mandará a sus discípulos que sean perfectos como Dios.  Aquí san José ejemplifica exactamente cómo hacerlo.

Vivimos en una edad cuando todo el mundo busca la justicia con la reclamación de los derechos humanos.  Al ver la condición subhumana en que muchos hombres y mujeres viven, no se puede trivializar este empeño.  Pero los derechos entre personas muchas veces chocan de manera que sea difícil determinar quién tiene razón.  ¿Los pobres de países subdesarrollados tienen más derecho de emigrar que los pueblos del país de destinación tienen el derecho a mantener el orden dentro de sus fronteras?  O ¿una familia en los Estados Unidos tiene más derecho para un segundo coche que una familia en Tanzania tiene derecho de un motor?  Cuestiones como éstas son tan imposibles a resolver que nos haga falta otro criterio para llegar a la justicia.  Tenemos que dejar algunos de nuestras reclamaciones para derechos – en otras palabras, tenemos que sacrificarnos – para alcanzar la justicia verdadera.  Esta voluntad de sacrificarse para el bien de los no conocidos no es función de la naturaleza humana.  Más bien, es producto de la gracia de Dios.  La justicia es producto de la gracia.

El domingo, 15 de diciembre de 2013


EL TERCER DOMINGO DE ADVIENTO

(Isaías 35:1-6.10; Santiago 5:7-10; Mateo 11:2-11)


En 1860 el señor Abraham Lincoln fue elegido el decimosexto presidente de los Estados Unidos.  Se hará uno de los más cumplidos mandatorios en la historia.  Pero en los meses antes de que tomara el poder, a lo mejor muchos americanos tenían reservas de su capacidad.  Pues nunca había asistido en la universidad, y sólo tenía dos años de la experiencia en Washington como diputado en la cámara baja.  Además, alto y cuellilargo, se veía más como un fulano del campo que un estadista.  Se puede imaginar los ciudadanos preguntándose si Lincoln tendría la capacidad de guiar la nación en la crisis que la enfrentaba.  Así, guardando una duda sobre Jesús, encontramos a Juan Bautista en la lectura evangélica hoy.

Juan está encarcelado por haber dicho la verdad al rey Herodes.  Aparentemente se preocupa que la venida del mesías, que vigorosamente ha predicado, no vaya a realizarse en su tiempo.  Siempre imaginaba al mesías como hombre ambos fuerte y justo de modo que pueda echar fuera a todos los malvados del país.  Pero ya la gente habla de Jesús de Nazaret como el tan esperado Hijo de Dios.  Es otro tipo de persona: no castiga a los pecadores; al contrario, los invita a casa para dialogar sobre la bondad de Dios.  Sin embargo, Juan no queda convencido.  En una manera muchos entre nosotros hoy día asemejan a Juan.  No es que no reconozcan a  Jesús como el mesías sino que tienen inquietudes sobre la Iglesia Católica como el guardián del patrimonio de Jesús.  Les parecen a estas personas que los sacerdotes católicos son prepotentes, que los parroquianos carecen del afecto humano, y que la Ley Canónica paraliza la capacidad de la Iglesia a apoyar a la gente en sus apuros espirituales.

Esta gente, tan desilusionada que sea, debería volver a Jesús en la oración.  Él siempre es nuestro mejor amigo, no sólo aceptándonos junto con nuestras quejas sino también ayudándonos con consejos acertados.  Otros amigos escuchan nuestros problemas pero raros son aquellos que nos responden con la sabiduría que nos reta a crecer espiritualmente.  La gente con inquietudes sobre el Catolicismo necesitan preguntar a Jesús: “¿Pertenezco aquí en la Iglesia Católica o quieres que me vaya a otra comunidad de fe?”  En el evangelio Juan no tiene vergüenza a enviar a sus discípulos a Jesús con una pregunta semejante: “’¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?’”

Parece que Jesús no demora un segundo a responder.  Dice a los discípulos de Juan: “Vayan a contar a Juan lo que están viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan…y a los pobres se les anuncia el Evangelio”.  Jesús les respondería a los perplejos con la Iglesia Católica por frases del mismo matiz. Les diría algo como: “Escuchen las historias de los santos de la Iglesia como la Madre Teresa de Calcuta socorriendo a los pobres.  Miren la santidad de sus propios abuelos fortalecida por los sacramentos de la Iglesia. Fíjense cómo la Iglesia siempre está en la primera línea de defensa para los más vulnerables: los no nacidos, los inmigrantes indocumentados, y los condenados a la muerte”.

Sí, es cierto que los defectos existen en la Iglesia.  Porque está compuesta de personas humanas con sus manchas y pecados, la Iglesia no brillará gloriosamente hasta que vuelva el Salvador.  Entonces él separará el oro de la escoria dejando una comunidad resplandeciente. Por eso, son benditas aquellas personas que miran más allá de los problemas que oscurecen la faz de la Iglesia para apoyarla.  En tiempo esta genta va a ser reconocida como digna de acogerse al Señor en su retorno.  Así son las palabras finales de Jesús a Juan: “’Dichosos los que no se escandalizan de mí’”.  Eso es, aquellos que no lo rechazan por haber pasado su tiempo con los pobres y los pecadores van a aprovecharse de su victoria sobre la muerte.

Hay una pintura encantadora del Renacimiento que retrata a un abuelo y su nieto mirándose a uno y el otro en la cara.  El niño parece lleno de afecto aunque la nariz de su tata está grotescamente hinchada. El viejo, llevando un cilicio bajo su vestido, parece como hombre honrado.  ¿No captura esta pintura la relación entre la Iglesia y mucha gente hoy día?  Sí, la Iglesia tiene sus defectos.  Sin embargo, fortalecida por la gracia del Salvador, siempre vale la lealtad del pueblo.  La Iglesia vale la lealtad de todos nosotros.

El domingo, 8 de diciembre de 2013

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO


(Isaías 11:1-10; Romanos 15:4-9; Mateo 3:1-12)


Fue conocido por sus ayunos.  Se vistió de ropa extraña.  Aunque no era gobernador, los pudientes vendrían  a consultarlo.  ¿Tengo en cuenta Juan Bautista como lo encontramos en el evangelio hoy?  No, estoy pensando en un héroe moderno.  El mahatma Gandhi vivió con toda el carisma que hace a Juan Bautista sobresalir como el profeta preeminente de su edad.

Hombres de todas partes van al desierto para escuchar a Juan describir a Dios como asqueado con el pueblo judío.  Asienten con la cabeza cuando Juan nombra sus pecados – la lujuria, la codicia, el engaño – y prescribe el bautismo para quitárselos.  Pero lo más provocativo de su predicación es cómo cuenta del mesías viniente.  Según Juan el Cristo barrerá a todos los no arrepentidos en un fuego devastador.   

Sin embargo, no hemos experimentado a Jesús así.  Al contrario, lo vemos en los evangelios como ambos comprensivo y compasivo.  Predica acerca de Dios como si fuera padre de familia más preocupado por sus hijos desviados que los cumplidos.  Aparte del tiempo que ahuyenta a los mercadores del Templo, Jesús no anda con látigo en mano para castigar a los pecadores.  Más bien, les invita a su casa para convencerles de la necesidad de arrepentirse para que experimenten toda la maravilla del Reino.  Donde Juan Bautista sólo habla de la ira de Dios hacia los pecadores, Jesús hace hincapié en Su gran afecto para todos los hombres y mujeres.

Cada segundo domingo de Adviento la Iglesia nos presenta a Juan como símbolo del tiempo.  Ciertamente Juan se muestra como el pregonero del salvador.  De hecho, se distingue como el primer hombre para anunciarlo como en la puerta.  Sin embargo, Juan se equivoca en su entendimiento del Señor.  Al menos, falla a mencionar su amor para todos – tanto los pobres como los ricos, tanto los analfabetos como los cultos, tanto los gay como los heterosexuales.  Por eso, hay necesidad de otro icono para este tiempo.  A través de Adviento hay huellas de María instruyéndonos acerca de Jesús.  Mañana la Iglesia celebra su Inmaculada Concepción como un don especial de Dios concedido a María para reconocer la santidad de su hijo.  Y el jueves festejaremos a la Guadalupana que ha reflejado el afecto de Jesús a millones a través de cinco siglos. 

Muchos hoy en día preguntan: “Si Dios es puro amor, ¿es necesario hacer caso a las amenazas del Bautista?” y “¿No es que Dios perdone todos nuestros pecados?”  Sí, Dios perdona todos los pecados; sin embargo, tenemos que arrepentirnos de ellos.  Pues Dios – como todos padres dignos del nombre – quiere que nosotros lo sigamos en la virtud.  Porque el pecado tiene diez mil atracciones, no vamos a rechazar la maldad y mucho menos vamos a seguir a Jesús en la bondad sin un estímulo duro.  Por eso, se ha dicho que el temor del Señor es el principio de la sabiduría.  Pero sólo es el principio.  Cuanto más sigamos sus modos, tanto más lo queremos de manera que ni pensemos en ofenderlo.

Como todos necesitan tanto el estímulo de evitar el castigo como el estímulo de alcanzar al Reino, los niños requieren el cuidado de dos padres.  Se asocia el padre masculino con el amor duro; eso es, el amor que amenaza al niño para que no desobedezca.  Alternativamente, se relaciona la madre con el amor tierno.  Es verdad que el padre tanto como la madre lleva los dos tipos de afecto aunque usualmente uno más que el otro con el tipo asociado con su género. 

Entonces ¿cómo deberían los padres preparar a sus hijos para la Navidad?  ¿Amenazarles que no recibirán nada si desobedecen?  O ¿asegurarles que van a recibir lo que deseen como signo de su amor?  Cada pareja tiene que escoger la mezcla apropiada para sus hijos de estos dos tipos de estímulo.  Pero una cosa es necesaria: los padres tienen que anunciarles a sus hijos, como Juan Bautista en el evangelio, que Jesús está en la puerta.  Tienen que decirles que Jesús está allá con su amor.