El domingo, 6 de enero de 2013

LA EPIFANÍA DEL SEÑOR

(Isaías 60:1-6; Efesios 3:2-3.5-6; Mateo 2:1-12)
Entre los símbolos para la Navidad, la estrella es uno de los más populares.  Se pone una estrella encima del árbol navideño.  Muchas veces se incluye la estrella en la escena del nacimiento.  Pero ¿qué significa la estrella navideña?   ¿Por qué se ha hecho símbolo tan céntrico en la historia del nacimiento de Jesús?  Se puede dirigirse a estas preguntas por una mirada de cerca al evangelio de hoy.
 

En el pasaje se encuentran los magos preguntando acerca del rey de los judíos.  Han visto su estrella  en el cielo y quieren llegar a donde queda.  Saben que es la estrella del rey de los judíos por la misma razón que el vidente pagano Balaam en el Antiguo Testamento proclamó: “Un astro se levanta desde Jacob, un cetro se yergue en Israel” (Números 24,17).  Pero ¿por qué quieren ver al rey de los judíos? La brillantez de la estrella significa un personaje que vale.  También es posible los magos sepan de la sabiduría de los reyes judíos como la de Salomón.  De todos modos, andan buscando lo necesario para hacer la vida feliz.  Son como nosotros.  Hay muchos tipos de placer y alegría en el mundo actual pero queremos saber cuál rumbo deberíamos tomar para llegar a la felicidad que no pasa.
Un lugar que queremos averiguar ciertamente es la Biblia.  Pues se comprenden las escrituras de mil años de la sabiduría.  Igualmente los magos están forzados a pedir la ayuda a los judíos cuando la estrella desaparece.  En torno, los judíos se refieren a las Escrituras.  Es decir que las investigaciones de los cielos o cualquier otro objeto natural no pueden revelar los paraderos del muy esperado rey de los judíos.  Dios ha revelado este conocimiento sólo al pueblo escogido principalmente por sus profetas.  De hecho, los sumos sacerdotes encuentran en el profeta Miqueas que el Mesías ha de nacer en Belén.

En el principio los magos no se dan cuenta de que consultar a los judíos corre riesgo.  Herodes y los otros líderes tienen celos de su autoridad y no quieren compartirla con un rey nuevo.  Es algo parecido al riesgo nuestro cuando vamos a los catedráticos no religiosos con nuestras preguntas sobre la fe.  Sí, saben mucho de la historia pero es posible que pongan criterios imposibles para la fe.  Por ejemplo, ahora critican la fe porque no conlleve la certeza científica.  Pero si tuviera tal certeza, no sería la fe. 


Los magos vuelven a ver la estrella en el cielo.  No debe ser sorprendente.  Pues, aunque la naturaleza no puede guiarlos a la fuente de la sabiduría sin la ayuda de la revelación divina, tampoco está en conflicto con la revelación.  De todos modos, los magos llegan a su destino, el rey de los judíos, por la casa de María y José.  Allá lo adoran ofreciendo sus regalos – oro, incienso y mirra.   Nosotros también queremos ofrecer a Jesús regalos, no de cosas materiales sino espirituales.  Le ofrecemos el significado de los regalos de los magos.  El oro representa nuestras virtudes, los atributos más nobles de nuestro ser.  El incienso, que se ocupa en la liturgia, es el símbolo apropiado para nuestra oración.  Vamos a compartir diariamente con Jesús como nuestro amigo en la oración.  La mirra, una especie usada en la preparación del cadáver pare el entierro, es nuestro compromiso para seguir a Jesús hasta la muerte. 


Y ¿qué es la sabiduría que buscamos junto con los magos del oriente?  El evangelio de hoy no la muestra.  Sin embargo, nos deja con una pista.  Tiene que ver con las palabras y actos de la persona que ahora vemos sólo como un niño.  Tendremos que volver a la misa todos los domingos para verlo como adulto y escuchar su mensaje.  Tendremos que volver a la misa para conocer su sabiduría.


 

El domingo, 30 de diciembre de 2013

LA SAGRADA FAMILIA

 (Samuel 1:20-22.24-28; I Juan 3:1-2.21-24; Lucas 2:41-52)


 Sí, María y José saben que Jesús es diferente.  Los ángeles les han dicho que él es el hijo de Dios.  Querían decir que Jesús va a sentarse en el trono de David.  Pero ¿cómo sus padres pueden darse cuenta que este futuro incluirá vivir como soltero y ser crucificado como criminal?  A lo mejor piensan, como muchos padres hoy en día esperan por sus hijos, que Jesús será no sólo justo, sino poderoso, rico y padre de muchos hijos.


 Por todo esto, la pareja se angustia cuando Jesús no asoma en la caravana. Sin duda dicen dentro de sus corazones algo como, “Alguna cosa mala ha pasado a nuestro hijo”.  Hoy día se llamaría a las autoridades para que se ponga un mensaje en las carteleras de carretera: “Niño de doce años posiblemente secuestrado; altura y peso de promedio; llama la policía estatal si tiene información de sus paraderos”.  Pero los padres de Jesús no pueden hacer más que apurarse atrás a Jerusalén para averiguar dónde esté su niño. 


 Realmente no debe ser problema encontrar a Jesús.  Estará en el templo aprendiendo de los doctores de la ley.  Cuando su madre lo reprocha por no haberles informado a ella y José de sus intenciones, el responde que deberían haber sabido.  Pues, ¿no es él el Hijo de Dios? Y ¿no debería estar en la casa de su Padre ocupándose con los asuntos de su Padre?  También nosotros somos, en un sentido verdadero, hijos e hijas de Dios y tenemos que ocuparnos de las cosas de Dios Padre.


 Ya estamos para entrar en un nuevo año que el papa Benedicto ha declarado el “Año de la Fe”.  ¿Qué serán las cosas de Dios para nosotros en 2013?  De una manera esto depende de nuestra edad.  Los niños, que están aprendiendo los principios de la fe, tienen que conocer a Dios como el Padre que les ama tanto.  Tienen que apreciar cómo Dios no quiere que caigan – ni de un árbol de modo que hieran sus cuerpos ni en pecado de modo que lastimen sus almas.  Los jóvenes tienen que profundizarse en la doctrina para apreciar cómo la fe responde a sus inquietudes.  Se darán cuenta de que se graba en la conciencia de todas personas el sentido de bueno y malo -- un hecho que señala a Dios como autor de la moral.  Entonces tienen que compartir el planteamiento de la fe con sus compañeros.

 
Los adultos maduros, que van a ser reconocidos como padres, maestros, profesionales, o autoridades en otro campo de la vida, tienen que renovar su relación con el Señor Jesús.  Pueden hacerlo por un retiro, cursillo, o los encuentros de su comunidad pequeña.  Con la renovación ellos pueden alentar la fe de sus asociados que se han vuelto tibios en la práctica de la religión. Finalmente, los mayores tienen que modelar la integridad en la fe hasta lo último.  También sus rezos por todos aportarán el dinamismo de la fe desde la niñez hasta la ancianidad.


El evangelio hoy termina por decir que Jesús sigue creciendo en saber, en estatura, y en favor de Dios.  Que sea la meta de todos nosotros durante este “Año de la Fe”.  Que procuremos crecer en saber la doctrina, en tener la estatura que viene de compartir la fe con otras personas, y en recibir el favor de Dios que resulta. Que procuremos crecer en la fe durante el año 2013.

El domingo, 23 de diciembre de 2012

EL IV DOMINGO DE ADVIENTO

(Miqueas 5:1-4; Hebreos 10:5-10; Lucas 1:39-45)
No se reporta este acontecimiento mucho.  Sin embargo, una vez apareció en un libro.  El día en que fue nombrado el laureado Nobel, el doctor Martin Luther King, Jr., era paciente en un hospital católico en Atlanta.  Entonces, recibió visita del arzobispo de la ciudad, el monseñor Paul Hallinan.  El jerarca sólo quería felicitar al famoso campeón de la justicia por su reconocimiento ya global.  En el pasaje evangélico hoy vemos otra gran instancia de visita de felicitaciones cuando María llega a la casa de Isabel.


María saluda a Isabel.  EL pasaje no cuenta nada de sus palabras ni de sus maneras.  Sólo podemos imaginar a una joven llevando una sonrisa tan ancha como su cara.  Con voz emocionante echa algún comentario como, “¡que padre!”.  Es como queremos saludar a todos esta semana.  No vamos a decirles lo de siempre, “buenos días”.  Ni vamos a repetir lo que los secularistas piensan más apropiado, “Felices fiestas”.  No, porque celebramos el nacimiento de nuestro salvador y -- para hombres y mujeres de todas creencias – un ilustre maestro de la paz, vamos a proclamar sin vergüenza, “Feliz Navidad”.

Cuando lo repetimos a un pobre en la calle, a lo mejor él va a despertar de su letargia.  No seríamos sorprendidos si responde con aun más gusto, “Feliz Navidad”.  Es como la criatura Juan reconoce la presencia de Cristo en el pasaje.  Salta de reverencia por ponerse cerca del Salvador.  Juan muestra la misma atención que tendríamos nosotros si el presidente de la republica entrara nuestra casa.  Nos pondríamos a pie maravillándonos si estuviéramos soñando.

En el pasaje Isabel felicita a María por algo inesperado.  No la congratula por ser virgen-madre.  Ni le agradece porque acaba de hacer un largo viaje para visitarla.  Ni siquiera le elogia exactamente porque es “madre de mi Señor”.  No, la aprecia sobre todo por haber creído la palabra de Dios.   Es decir que más importante que ser joven, sana, fuerte, y valiente es tener la fe en el Señor.  Es una virtud no limitada a María sino disponible a cada uno de nosotros. 

Todos nosotros podemos dejar atrás nuestros razonamientos y temores para aceptar la buena nueva.  Todos nosotros podemos desistir pensando,  “Si Jesús no resucitó de la muerte, ¿por qué quiero arrepentirme de mis vicios para seguir sus enseñanzas?”  No, Jesús ha resucitado de la muerte y seguimos sus enseñanzas para que compartamos en su gloria.  En dos días vamos a celebrar un gran paso en esta historia.  El hecho que el Hijo de Dios se puso hombre para ganarnos la vida eterna es la verdadera causa de nuestra felicidad estos días.  Las fiestas, los villancicos, aun los regalos solamente dan testimonio a esta verdad.

Una vez se le envió a un seminarista una tarjeta navideña con Jesús crucificado en la portada.  Adentro fue escrito, “Feliz Navidad”.  ¡Que padre!  El joven se puso a maravillarse.  Si la Navidad fue un gran momento en la historia de la salvación, ciertamente la crucifixión fue otro.  Pero los dos son solamente pasos en la marcha a la gloria con Jesús.   Sí, es verdad, estamos en marcha a la gloria con Jesús.



El domingo, 16 de diciembre

III DOMINGO DE ADVIENTO

(Sofonías 3:14-18; Filipenses 4:4-7; Lucas 3:10-18)
 

El fraile Girolamo Savonarola era sacerdote italiano del siglo quince.  Tenía gran empeño a ver reforma tanto en la Iglesia como en el estado.  Predicaba que el día de juicio era inminente.  Desgraciadamente se puso tan extremista que eventualmente fue condenado.  No obstante, en algunos aspectos pareció como Juan Bautista en el evangelio hoy.

La predicación de Juan atrae a los mal pensados, no a los supuestamente “buenos”.   Se le acuden la gente común (eso es, los pobres) y los explotadores notables (los publicanos y los soldados).  Todos le tienen casi la misma pregunta: “¿Qué deberíamos hacer (para  escapar la ira que es de venir)?”  Se reconocen a sí mismos como pecadores pero no saben cómo reformarse.  Son como nosotros hoy en día.  ¿Quién diría que él o ella son perfectos?  Pero nos cuesta cambiar nuestros modos.  Defendimos nuestros vicios diciendo que “todo el mundo” actúa como nosotros (o aun peor que nosotros).  “Todo el mundo” mira la idiocia – por decir nada de la indecencia -- en la televisión.  “Todo el mundo”  se aprovecha de su posición para ganar más plata.

Realmente no es así, y lo sabemos.  Unos compañeros pasan parte de su tiempo visitando a los prisioneros.  Otros conocidos nos ganan el respeto por su generosidad con las Caridades Católicas.  Si fuéramos a pensar en la cosa, reconoceríamos diez mil maneras de vivir más en conforme con la voluntad de Dios.  En el evangelio Juan señala algunas de estas.  Urge a la gente que compartan sus bienes con los pobres.  Exhorta a los oficiales que no exploten a los demás. 

El pueblo se da cuenta que el mensaje de Juan cumple con lo que predicaba Isaías sobre el Mesías.  Según el profeta antiguo, con el Mesías los enemigos naturales como los lobos y los corderos vivirían en paz.  Dijo también que todas las naciones acudirían al Mesías para saber los modos del Señor Dios.  Por eso, el pueblo se pregunta entre sí: ¿No pasan estas cosas con la predicación de Juan?  Así nosotros buscamos al Mesías en diferentes figuras.  Algunos piensan que Hillary Clinton puede resolver todos los problemas políticos si sólo tuviera la oportunidad de ser presidente.  Los fanáticos de deportes frecuentemente ven a un Peyton Manning o un Alex Rodríguez como el que va a salvar su equipo.  

Sin embargo, ningún hombre (o mujer) por ser sólo hombre puede perfeccionar la sociedad como se espera.  Sabemos que la reforma necesaria requiere más que el esfuerzo de una persona.  Aunque un político sea tan recto como un roble, le falta la capacidad de mover a los miembros del partido opuesto.  Aunque un predicador sea tan poderoso como un huracán, le falta la elocuencia para alcanzar a personas de todas edades.  En el evangelio Juan admite su propia incapacidad.  Él sólo puede afirmar las buenas intenciones de la gente a cambiarse.  Por eso, dice que él sólo bautiza con agua.  Lo que hace falta es uno que bautizará con el Espíritu Santo lo cual transforma corazones.

En este momento Juan no está seguro de quien sea el Mesías.  Más adelante en este evangelio de Lucas, el Juan encarcelado enviará a sus discípulos a preguntar a Jesús si posiblemente él es.  Entonces el Señor les responderá: “Vuelvan y cuéntenle a Juan lo que han visto y oído: los ciego ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos se despiertan, y una buena nueva llega a los pobres” (7,22).  ¿Hemos visto tales cosas nosotros? Cada uno tiene que responder por sí mismo.  Pero que no nos olvidemos el tiempo cuando estábamos perdidos e hicimos una oración con el resultado que llegamos a nuestra destinación.  Que nos acordemos también del tiempo en que pedimos al Señor ayuda en nuestros exámenes y no nos faltó.

Nos encontramos en medio del trajín de las compras para la Navidad.  Hemos comprado una televisión para Alex, pero ¿qué vamos a dar a Juan?  Tal vez ya es el momento indicado para poner a un lado estas preocupaciones.  Queremos preguntarnos ya: ¿Qué deberíamos hacer por la venida del Mesías?  ¿Cómo querríamos ser transformados por el Mesías?



El domingo, 9 de diciembre de 2012

II DOMINGO DE ADVIENTO

(Baruc 5:1-9; Filipenses 1:4-6.8-11; Lucas 3:1-6)
 
Es el año 1938.  Cada noche la gente se acude a la radio para escuchar las noticias.  Un domingo en octubre un programa causa gran alarma.  El locutor dice que han llegado los marcianos para destruir la tierra.  Sigue por contar que después de aterrizar en Nueva Jersey, los extraterrestres aniquilaron la milicia estatal y ya están en marcha a Nueva York.  Con palabras tan inquietantes Juan Bautista llama la atención del pueblo judío en el evangelio hoy.

Juan predica que el Señor vendrá pronto para cerrar la historia.  Según él, está encima el funesto Día del Señor  en que se les juzga a todos.  Es cómo nosotros vemos la muerte.  Sea en el año próximo o sea en setenta años, todos tendremos que hacer cuentas de nuestras acciones.

Pero siempre hemos tratado de ser fieles.  Estamos en la misa hoy, y mañana -- como buenos ciudadanos -- iremos al trabajo.   Sí, es cierto que no somos malvados.  Sin embargo, la verdad es que nos hemos hecho flojos, al menos un poco.  Estamos dados a chismear y a veces aun hacer mentiras.  Con el pretexto de cuidar a nuestras familias hemos desconocido las necesidades de la viuda con cuatro hijos.  Por eso, ya es tiempo para poner pilas a corregir nuestras faltas.  En la lectura Juan se compara con el profeta Isaías que urge la reforma de la vida desde el desierto. 

Isaías anticipa al Señor para rescatar a Israel de la opresión.  Sus antepasados fueron traídos a un lugar extranjero.  Allí han quedado por tres generaciones como la burla del pueblo babilónico por sus costumbres religiosas.  Es como sentimos cuando se nos ríen por rechazar los placeres desordenados.  No vamos a ver la pornografía que se nos mande por el Internet.  Mucho menos vamos a visitar a las prostitutas a pesar de que nos dicen que nadie lo sabrá.  Ni vamos a alardear de nuestros hijos en la faz de la vecina cuyos hijos han tenido problemas.  Mucho menos vamos a cubrir los fracasos de nuestros familiares con mentiras. 

También Adviento es tiempo de sueños.  Soñamos con que aparecería una sociedad donde reina la paz.  Isaías ve senderos rectos pasando por montañas rebajadas para facilitar el regreso de los judíos a su tierra. Nosotros vemos leyes protegiendo la vida de la concepción natural y escuelas coordinando los esfuerzos para lograr la excelencia.  Por supuesto, los sueños nos conducen a actos para realizar, al menos en parte, los objetivos.  Una mujer busca apoyo para los testigos de la vida delante de la clínica de aborto cada viernes en la mañana.  Una pareja está planeando un viaje a las Filipinas donde van a ver la graduación de la joven que ha patrocinado por años a través de la Fundación Cristiana para los Niños y Ancianos. 

Este miércoles celebramos la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe.  Ella concuerda bien con las grandes figuras de Adviento.  Como Juan Bautista ella llama la atención a la venida del Señor Jesús, particularmente a las Américas.  Como el profeta Isaías ella sueña con un pueblo donde se cuidan las necesidades de viudas.  Como los dos, ella urge que nos pongamos en marcha para realizar una sociedad de excelencia.  Ella urge que formemos una sociedad de excelencia.


El domingo, 2 de diciembre de 2012

I DOMINGO DE ADVIENTO

(Jeremías 33:14-16; Tesalonicenses 3:12-4:2; Lucas21:25-28.34-36)

Al 10 de febrero de 2013 los chinos van a iniciar el Año de la Serpiente.  Dicen que no es malo nacer en el Año de la Serpiente.  Pues, según la leyenda, aquellos nacidos en este año son astutos, sabios, y buenos en el negocio.  Se añade que tener en casa a una persona nacida en el Año de la Serpiente es buena suerte porque no se le van a faltar provisiones.  Comoquiera pensemos en las leyendas chinas, la Iglesia Católica ya ha comenzado su propio año significativo.



El papa Benedicto XVI inauguró el Año de la Fe el 11 de octubre.  La fecha correspondió al quincuagésimo aniversario del inicio del Segundo Concilio Vaticano y también al veintésimo aniversario de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica.  Pero el papa tenía en cuenta mucho más que conmemorar  eventos pasados.  Viendo  la disminución de la fe en Europa, él quería apoyar a aquellos católicos con la fe titubeante por una demostración de la coherencia entre la fe y el tiempo actual.
No es nada nuevo decir que la vida humana es un misterio.  Nacimos, vivimos, y morimos como todos los animales. Pero también racionamos, representamos nuestros pensamientos con símbolos, y relacionamos a otras personas.  Por eso, quedamos con varias inquietudes: ¿Qué es el significado de la vida? ¿Qué es la fuente de la creación? ¿Por qué querríamos vivir rectamente?  La fe ofrece un planteamiento para dirigirnos a estas preguntas.  Es como un telescopio con que se puede tener una vista más clara del universo.
Creemos en el Dios quien nos hizo.  Esto quiere decir no sólo que sabemos que Él nos ha creado sino también que nos confiamos en Él como nuestro amparo – el puerto que nos salva de las tormentas de la vida.  Creemos también en Jesucristo, el que Dios Padre envió para demostrarnos la profundidad de Su amor.  Como el evangelio hoy atestigua, el mismo Jesús vendrá de nuevo para juzgar cómo hemos respondido a este amor: sí o no hemos merecido la vida eterna.  Finalmente creemos en el Espíritu Santo que nos renueva desde adentro todo momento de todo día para que actuemos en conforme a la voluntad de Dios. 
Aunque el telescopio de la fe provee una sintonía entre la realidad que vemos y las inquietudes que sentimos, algunos niegan la validez de la vista.  Piensan que la evidencia no es conclusiva, y por lo tanto sería más honesto a permitir a cada persona crear por sí mismo su propio significado en la vida.  Sí, dicen, es necesario que haya algunas reglas comunes como “no se permite matar”, pero fuera de estas, todo es permisible.  Esto es el relativismo del mundo actual. Según ellos, si uno quiere poner como su prioridad número uno en la vida tener un cuerpo sumamente musculoso como lo del Superman o sumamente curvado como Penélope Cruz, está bien.  Asimismo, si uno desea tener todos los aparatos que destaca Apple, ¿por qué no?
Se proporciona el Año de la Fe para mostrar al mundo la belleza de confiar en Dios y conformarse a Sus modos.  Es para decir que la vida evitando – en las palabras del evangelio hoy -- “el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida” no nos perjudica sino nos fortalece.  Es para enseñar que la vigilia para la venida del Hijo del hombre no nos deja cansados sino más atentos a lo mejor de la vida.  Pues, vivir la fe es ponernos en medio de una comunidad que nos apoya mantener el equilibrio en un mundo a menudo vertiginoso.  Más maravilloso aún,  creer en Dios nos aporta la presencia de Su Espíritu que penetra los días más oscuros con Su luz esperanzadora.
La presencia de la corona de Adviento nos indica la proximidad de la Navidad.  Cada vela encendida nos indica que ya está más cerca la celebración de la venida de Jesucristo en cuerpo.  Ha venido para que no nos faltaran las provisiones del espíritu.  Ha venido para apoyar nuestra fe. 


 

El domingo, 25 de noviembre de 2012

Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo


 (Daniel 7:13-14; Apocalipsis 1:5-8; Juan 18:33-37)


 El muchacho tiene quince años.  Dice que ya no quiere asistir en la misa. “¿Por qué, mi hijo?” le pregunta su mamá.  “Por qué soy agnóstico”, le contesta. Quién sabe de dónde saca esta respuesta – ¿la escuela, la televisión, quizás la clase de confirmación?  Y ¿cómo puede ser agnóstico sin haber estudiado las grandes cuestion
El muchacho tiene quince años.  Dice que ya no quiere asistir en la misa. “¿Por qué, mi hijo?” le pregunta su mamá.  “Por qué soy agnóstico”, le contesta. Quién sabe de dónde saca esta respuesta – ¿la escuela, la televisión, quizás la clase de confirmación?  Más al caso, ¿cómo puede ser agnóstico sin haber estudiado las grandes cuestiones de la vida?  A lo mejor es rebelde.  Aunque le hace a su mamá llorar, no ha perdido la fe.
¡Que todas las rebeldías sean sólo tan grandes como la del muchacho!  Desafortunadamente la gente encuentra insurrecciones mucho más amenazantes: la rebeldía del cuerpo enfermo con cáncer; la rebeldía de la sociedad en tiempos revolucionarios como pasa Siria ahora; la rebeldía en la economía que deja a millones sin empleos.  De hecho, cada vida tiene sus propios revueltos.  No sería humana la vida que no enfrenta el desorden.
Y ¿qué va a hacer la mamá del muchacho que no quiere ir a misa?  Primero, tiene que buscar la ayuda.  Se la puede pedir al párroco, a la maestra de escuela, y a su comadre que ha criado media docena de hijos e hijas.  Cada uno tiene el punto de vista único que le dará consuelo.  Sin embargo, le hace faltar consultar al Señor también.  Cómo dice a las multitudes: “Acérquense a mí todos los que están rendidos y abrumados, que yo les daré respiro”.
 
Hoy proclamamos a Jesús nuestro rey.  Pero no es un rey como muchos.  Eso es, no se preocupa por la imagen que dé, sino por el bien de su pueblo.  Hay una foto de los nuevos reyes de Europa algunos años antes de la Primera Guerra Mundial.  Cada uno lleva un saco con adornos de oro y un montón de medallas.  Se consideran como héroes a pesar de que dentro de poco van a conducir sus países en un infierno tomando quince millones vidas.  Jesús no es un rey así. 
 
¿Qué diría Jesús a la mamá con el hijo rebelde?  Primero, le respaldaría sus esfuerzos a criar al niño en la fe.  Con tal de que el muchacho viva en la casa familiar, tiene que participar en las obras caseras que incluyen la asistencia en la misa dominical.  Segundo, Jesús le recomendaría que ella participe en las actividades del muchacho.  Ella podría decirle: “Bien, mi hijo, tienes que ir a misa con la familia y después iremos al museo para ver la exposición sobre el buque Titanic”. Jesús nos instruye que el amor impulsa tales sacrificios. 
 
Se consideran como los menesteres del rey al defender del pueblo de enemigos y a darle la ley.  Jesús cumple las dos tareas.  En primer lugar, salvó al mundo de las garras del maligno por su muerte en la cruz.  En segundo lugar, envía al Espíritu Santo que escribe su ley de amor en los corazones de sus discípulos.   Pero, como el rey supremo se incumbe a sí mismo el cuidado de los necesitados; eso es, todos nosotros cuando nos quitemos de la fantasía que somos auto-suficientes.  Por toda la dificultad que hayan experimentado, los miembros de Alcohólicos Anónimos al menos saben que solo el hombre está destinado a fracasar.  Siempre le hace falta un “Poder Superior” para ayudarle y una comunidad para apoyarle.
 
Esto es un tiempo de gracias.  En Norteamérica las familias están acabando los restos del pavo del Día de Acción de Gracias.  Más al caso, la Iglesia termina esta semana el año litúrgico que celebra la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte.  Antes de las actividades de diciembre tenemos un respiro para reflexionar en el amor que impulsó a Jesús a morir en la cruz.  Tenemos un respiro para reflexionar en el amor de Jesús.


El domingo, 18 de noviembre de 2012


EL XXXIII DOMINGO ORDINARIO
(Daniel 12:1-3; Hebreos 10:11-14.18; Marcos 13:24-32)
 
La pintura tal vez más famosa en el mundo recientemente celebró un aniversario significativo.  Hace 500 años Miguel Ángel  terminó el mural que cubre el cielo raso de la capilla Sixtina en el Vaticano.  Todo el mundo lo reconoce por el modo en que el pintor colocó las manos de Dios y Adán.  Es como si se pudiera sentir la carga que puso en vida al hombre.  La obra de que proviene la segunda lectura hoy es casi tan impresionante.
Según los expertos la Carta a los Hebreos no tiene igual como un testimonio teológico de Jesús.  El tratamiento de las dos naturalezas del Señor queda en perfecto equilibrio.  Jesús es tanto el hombre que sufre junto con nosotros como el Dios que nos salva.  También, se destaca la carta por su lenguaje bien culto con frases memorables.  ¿Quién no reconoce los dichos: “(la palabra de Dios) es más aguda que cualquier espada de dos filos…” (4,12) y “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre” (13,8)?  Asimismo, la carta desarrolla una tesis tan lógica que pueda convencer a cualquier cristiano titubeante a dar la cara por Jesús.
Sin embargo, la Carta a los Hebreos nos presente unos enigmas.  No se sabe quién la escribió, de qué parte del imperio se procedió, o a cuál comunidad se le dirigió.  La carta menciona al rey y sumo sacerdote Melquisedec que se viene y se va sin referencias como un tipo de Jesús.  Igualmente se puede decir que Melquisedec se asemeja la carta misma debido a sus orígenes y destinación oscuros.
Para apreciar la carta hay que darse cuenta de dos condiciones que trata: el pecado y la persecución.  Para que los cristianos resistan la persecución amenazando su salvación, la carta subraya el hecho que Jesús ha perdonado sus pecados.  Desgraciadamente la gente actual a menudo se encuentra a sí misma perdida acerca de ambos el perdón del pecado y la persecución que le envuelve.  Se pregunta: “¿Cómo hemos pecado y qué nos persigue?  Que proveamos unas respuestas a estos interrogantes.
En una familia la mujer va a trabajar mientras su esposo hace las tareas caseras.  Una vez cuando ella regresaba al final del día, el foco en el garaje quedaba quemado y ella dio en la espinilla con la puerta de carro.  Ella reportó el problema a su marido el cual prometió a remplazarlo.  La próxima noche la misma cosa pasó y también la tercera noche.  Cuando en la cuarta noche no se ha cambiado el foco, ella estalló en disgusto: “Dios mío, Ron – le gritó a su esposo – hazlo o no lo hagas, pero por favor, dime tu intención”.  Ron replicó también irritado: “Mírate, tan obsesionada sobre un foco”.  ¿Quién peca?  Aunque ninguno querría reconocerlo, los dos piensan en sí mismo como el más importante.  Muchos nosotros pecamos así.
Pero no es que seamos completamente libres para actuar bien.  Más que nunca estamos distraídos de nuestros prioridades.  Siempre llevamos teléfono que nos interfiere en los momento menos provechosos.  Además, la televisión está encendida por la mayor parte del día bombeándonos con trivialidades.  Y los niños con computadoras armadas con Internet requieren nuestra atención cada cuando.  Es un tipo de persecución – realmente el acoso -- que amenaza la paz del espíritu. 
La Carta a los Hebreos asegura que Jesús conoce bien tanto la tentación a pecar como la persecución que nos afrentan.  Además, su sacrificio nos ha ganado la fuerza para superar las dos.  Sólo tenemos que tenerle en cuenta como una niña yendo a comprar provisiones tiene que recordar todo lo que su madre le ha dicho.  Fijándonos en Jesús, podemos pensar en el otro – sea nuestro esposa o el vecino que nos parece difícil – con mayores necesidades que nuestras.   Asimismo, pidiendo la ayuda de Jesús, tendremos la fortaleza de apagar los aparatos para conversar con nuestros seres queridos.
Estamos conversando con un cliente en nuestra oficina.  Cuando suena el teléfono en el escritorio, le pedimos permiso para contestarlo.  Es otro cliente con problemas serios.  Antes de que termine dándonos la historia, el celular en nuestro cinturón hace su sonido raro.  Revisamos quién será – es nuestro jefe.  Así la vida actual se ha vuelto tan complicada que sintamos perseguidos.  Ya tenemos que fijarnos en el Señor Jesús.  Pidiendo su ayuda, nos conforta como una madre a su niña.  Jesús nos conforta cuando sintamos perseguidos.



El domingo, 11 de noviembre de 2012


EL XXXII DOMINGO ORDINARIO

(I Reyes 17:10-16; Hebreos 9:24-28; Marcos 12:38-44)

Cada año cerca del dos del agosto una porción del pueblo costarricense se pone en marcha.  Algunos campesinos de los confines del país  se prenden el camino uno o aun dos semanas antes de la fecha.  Pero la mayoría comienzan el viaje el día anterior desde varios puntos en el valle central. Todos se destinan a la Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles en la ciudad de Cartago dieciocho kilómetros de la capital.  Una vez allá suben al altar para tener una mirada de cerca de la imagen de la Virgen.  Aunque están fatigados, muchos sienten la paz de estar con Dios.  Así encontramos a Jesús en el evangelio hoy.
 
Parece que Jesús ha llegado a Jerusalén silenciosamente.  Por todo este año lo hemos seguido atravesando Galilea y subiendo el camino a la ciudad.  Ya se ve metido en ella por el área del Templo. En un sentido concluimos la trayectoria del evangelio hoy.  Sí, es cierto: nos falta un domingo del tiempo ordinario en lo cual Jesús dará un sermón sobre el fin de los tiempos, y por supuesto el evangelio relata la historia de su pasión y resurrección.  Pero hemos oído la segunda parte del discurso apocalíptico en el principio de adviento pasado y cubrimos los eventos de su muerte durante la Semana Santa.

No debería ser sorprendente que la lectura hoy tiene lugar en el área del Templo.  Como judío, Jesús ve el gran edificio como el sitio del encuentro con Dios.  Ello está asociado con el Monte Moriah donde Dios probó a Abraham.  Asimismo, en el primer Templo el gran Isaías recibió su llamada a profetizar.  Como espacio tan privilegiado, vienen a sus umbrales todos géneros de gente: mercantes y campesinos, sanos y enfermos, piadosos y estafadores.  En la lectura hoy Jesús echa comentarios sobre dos tipos -- los escribas que fingen la piedad y una viuda que la modela.

Se dice que el evangelio de Marcos trata particularmente de dos temas: ¿quién es Jesús? y ¿cómo seguirlo como discípulo?  Hemos visto cómo Jesús no es como ningún otro hombre.  Más que tener la capacidad de curar a enfermos y echar demonios, él perdona pecados y habla con la autoridad.  En tiempo Jesús acepta el título del Mesías de Israel pero siempre con reservas.  Aunque viene  del linaje de David, no blandirá una espada sino la justicia de Dios.  De hecho, entregará su vida por el bien del pueblo en conforme con la voluntad de su Padre Dios.

En el transcurso de este año hemos notado los problemas de sus discípulos al entender a Jesús.  A pesar de sus enseñanzas sobre la humildad, ellos siguen contendiendo entre sí quien sea el más importante.  Asimismo están tan fascinados con la riqueza que se asombran cuando Jesús dice es difícil que los ricos entren al Reino de Dios.  El mal entendimiento de su enseñanza sigue hasta el día hoy.  Un ejemplo es cómo varios cristianos quieren dar la pena de muerte a los asesinos a pesar de las palabras de Jesús contra la venganza.  Peor aún, otros cristianos apoyan el “matrimonio homosexual” a pesar de su doctrina al contrario.

Podemos leer el evangelio hoy como la última enseñanza de Jesús sobre el discipulado.  Advierte que los escribas llevando ropajes en la calle no llaman atención a Dios sino a sí mismos.  Así, no sólo en nuestro vestido sino también en nuestro lenguaje nosotros deberíamos ser modestos.  La crítica excesiva apuntada a arruinar la reputación del otro y no a mejorar el bien común no es digno de ninguna persona que se llame a sí mismo “cristiano”.  Al otro lado, queda la viuda echando dos monedas en la alcancía, a lo mejor de cobre pero en cualquier caso, todo el dinero que tiene.  Ella representa a Jesús que dentro de poco va a dar todo – incluso su propia vida – por el bien de todos.  También, ella muestra lo que queremos hacer nosotros: seguir al Señor sin contar el costo.
Imaginémonos por un momento que acabamos de viajar con Jesús.  Nos prendimos el camino en una costa y hemos atravesado la anchura del país.  En el transcurso del viaje hemos visto cambios de llanuras a montañas varias veces.  Sin embargo, el mayor cambio nuestro ha sido interno.  Hemos sido transformados por estar con nuestro compañero.  Bueno, el camino es el Evangelio según San Marcos y el cambio es el deseo de echar toda nuestra vida con el Señor Jesús.  Ya queremos echar toda nuestra vida con Jesús.

El domingo, 4 de noviembre de 2012

EL XXXI DOMINGO ORDINARIO


(Deuteronomio 6:2-6; Hebreos 7:23-28; Marcos 12:28-34)

  
“Cogito, ergo sum.” ¿Estas palabras suenan poderosas?  Tal vez no las entienden. Pues, es una frase latín. “Cogito, ergo sum” significan, “Pienso, por lo tanto existo”.  Parecen de poca consecuencia, ¿no? Pero con estas tres palabritas del francés Rene Descartes se cambió la trayectoria de la filosofía occidental.  En la primero lectura hoy se encuentra otra frase que ha tenido impacto aún más enorme.


“Shema Yisrael Adonai Elohayu Adonai Echad”. “Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor”. Estas palabras son del Antiguo Testamento, pero se les dirigen a nosotros tanto como a los judíos.  Pues, como señala el Vaticano II, nosotros cristianos somos “el nuevo Israel”.  El famoso Shema continua con lo que Jesús llama el primer mandamiento: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, y con todas tus fuerzas”.


 Todo año en una misa dominical la Iglesia nos presenta un evangelio exhortándonos a amar a Dios sobre todo y amar al prójimo  como a nosotros mismos.  ¡El amor es tan céntrico al seguimiento de Jesús!  Deberíamos examinar nuestras conciencias diariamente para determinar cómo hemos cumplido estas exigencias.  A lo mejor tenemos alguna idea cómo amar al prójimo.  Pues, es sólo tratar a él o ella como queremos ser tratados.  Pero ¿cómo hemos de amar a Dios “con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, y con todas tus fuerzas”? Que veamos con lupa cada una de estas facultades para que no nos falte a darle a Dios su debido.

 
Amar a Dios “con todo tu corazón” es amarlo sin división; eso es, amar a Dios sin amar a algo que sea contrario a Dios.  No se puede decir que amemos a Dios con todo corazón si buscamos la intimidad sexual con personas que no son nuestro esposo.  Una vez la Madre Teresa dijo que su corazón “pertenece sólo a Jesús”.  Debemos tratar de imitar a ella.  Esto no quiere decir que amemos a Dios y seamos antipáticos o aun indiferentes para con todos los demás.  Si fuera posible un amor tan exclusivo, ¡no sería el amor para Dios!  Como dice la primera carta de san Juan, “Si no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve” (I Juan 4,20).

 
El alma es la sede de la vida sobrenatural.  Amar a Dios “con todo tu alma” significa amarlo para alcanzar la vida eterna que sólo Él puede darte.  Algunos preguntarán si realmente es amor si el motivo del afecto contiene algo para nuestro propio beneficio.  Pero ciertamente pensar de tal manera niega el complejo de la personalidad humana.  Está bien amar al otro para ganar algo bueno si nuestro propósito no es explotar a la persona por la auto-satisfacción. Hay un poema lindo que dice: “Te amo no sólo por quien eres, sino también por quien soy yo cuando estoy contigo”.  Amamos a Dios porque nos cumple nuestras necesidades de hoy, y nos promete la vida eterna mañana.

 
Cuando amamos a Dios con toda la mente, buscamos a saber de Él en cuanto posible.  Leemos la Biblia y otra literatura religiosa.  Investigamos las grandes cuestiones de la fe, tal como: ¿Por qué Dios tolera grandes males? y ¿Qué piensa Dios de gentes de otras religiones?  Quizás hayamos oído el lema promoviendo las escuelas públicas: “Es terrible el desgaste de una mente”. Ahora muchos adultos desgastan sus mentes viendo la televisión cuatro horas por día.  Amar a Dios puede significar apagar la tele para leer, pensar, y compartir con otras de Él.
 

El papa Benedicto nos recuerda en su primera encíclica que se muestra el afecto para Dios por la voluntad de sacrificarse por él.  La Iglesia nos manda que nos abstengamos de carne el Miércoles de Ceniza y todos los viernes de Cuaresma.  Esto es un sacrificio pequeño que no consume mucha fuerza.  Un sacrificio más grande para los matrimonios sería que sigan la enseñanza de la Iglesia prohibiendo el uso de anticonceptivos.  Para muchas parejas eso necesitaría toda la fuerza.  Todos nosotros podemos mostrar la fuerza del amor para Dios por conversar continuamente con Él en la oración.

 
En las introducciones de su evangelio y los Hechos de los Apóstoles, san Lucas se dirige a un cierto “Teófilo”.  Es posible que tenga en cuenta a un conocido, pero también puede estar pensando en todos nosotros.  Pues, “Teófilo” quiere decir “amante de Dios”.  Y todos nosotros lo amamos, al menos un poquito.  Ahora que hagamos el esfuerzo para amarlo “con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, y con todas tus fuerzas.


El domingo, 28 de octubre de 2012

EL XXX DOMINGO ORDINARIO

(Jeremías 31:7-9; Hebreos 5:1-6; Marcos 10:46-52)
La novela no es como Halloween.  Es realmente espantosa.  Tiene lugar al final de la Segunda Guerra Mundial.  Las Fuerzas Aliadas acaban de liberar a los judíos en los campamentos de concentración.  Los soldados ven en el camino figuras como sombras. Tienen que mirar una segunda vez antes de creer que son personas humanas. Pues, la hambruna experimentada en los campos ha reducido a los hombres y mujeres judías a piel y huesos. Encontramos a los israelitas en una situación semejante en la primera lectura. Quizás no sean tan descarnados pero andan con el mismo asombro de un pueblo agotado.

La lectura se toma del libro del profeta Jeremías. Él profetizó en el final del séptimo siglo antes de Cristo. Josías, un rey justo, restablecía los confines del país que había fijado el gran rey David. Ya la anteriormente todopoderosa Asiria se derrotó permitiendo la liberación de los exiliados de Israel. Los liberados – los ciegos tanto como los ojos de lince, los cojos tanto como los sanos -- se apresuraban a volverse a Israel.  Parece que todo el mundo quería servir al rey ascendiente.  A lo mejor pensaban que Josías fuera el Mesías prometido a David en una profecía.  Él aprendería los modos de Dios y tendría un reino sin término.  No más habría reyes que practicaran la idolatría de modo que Dios no les ayudara defender al pueblo.



Sin embargo, Josías no iba a vivir mucho más tiempo. Aunque fuera la esperanza de Israel, murió en una batalla con Egipto después de la liberación de Asiria.  Una vez más Israel tenía que aguantar los ultrajes de reyes caprichosos y someterse a poderes extranjeros.  La última calamidad vino dentro de cincuenta años.  Los caldeos bajo el rey Nabucodonosor conquistaron Judá deportando a muchos del pueblo de Jerusalén.  Tener a un rey militar asegurando el bien eterno del pueblo por la fuerza se probó como una fantasía.  Pues, Dios tenía en cuenta otro tipo de líder: no uno llevando espada, sino entregándose a sí mismo completamente a Su voluntad.

Desgraciadamente, muchos hoy día siguen fiándose de los poderosos.  Sea el poder de armas o el poder de votos, ser número uno depende más en quienes y cuantos uno pueda derribar que en quienes y cuantos pueda levantar del polvo.  Es realmente triste ver tanta publicidad de ataque en las campañas políticas.  Y, por supuesto, la violencia domina el entretenimiento.  También lamentable es lo largo la gente irá para ganar a otras personas en la vida diaria.  Si o no se le juzga a Lance Armstrong culpable, sabemos que las drogas afectan los deportes aun en nuestras secundarias.  Y por el deseo de sacar las notas más altas, los muchachos normales toman píldoras que se les recetan a aquellos estudiantes con desórdenes para aumentar la concentración.

La fascinación con los poderosos no se encuentra en el evangelio.  Jesús camina de pueblo a pueblo curando a los enfermos y predicando el Reino de Dios.  En el pasaje hoy él hace más caso al ciego que le pide socorro que a los muchos que lo acompañan.  Cuando le conceda la vista, Bartimeo muestra la comprensión de los modos evangélicos.  En lugar de deleitarse, él se pone en marcha siguiendo a Jesús.  Como Bartimeo nosotros somos gente con nuevo modo de ver.  Con la fe vemos en la paciencia y caridad de Jesús todo el poder de Dios.  Un hombre relata cómo él conoció la caridad de Jesús.  Como joven se enredó en las drogas y terminó enojado en la prisión.  Allá se burlaba a los servicios religiosos aunque los iba para conseguir un período de descanso. Dice que nunca jamás se habría confesado sus pecados, pero un día antes de que tuviera oportunidad de salir la capilla, hicieron la cuenta.  Él tuvo que volver a donde estaba el sacerdote lo cual le preguntó por qué nunca se confesó.  Ese día el prisionero se encontró a Jesús en el sacramento de Penitencia y le dio la vuelta a su vida.  Salió de la prisión, comenzó a trabajar, se casó y ahora es ciudadano modelo enviando a sus niños a la escuela católica.

Ahora estamos casi en las vísperas de Halloween.  Tal vez no hayamos escogido nuestro disfraz.  En lugar de ser sombra o soldado este año, ¿por qué no nos ponemos la paciencia y caridad de Jesús?  Tendríamos una nueva manera de ver.  Seríamos realmente sus discípulos.




El domingo, 21 de octubre de 2012

EL XXIX DOMINGO ORDINARIO

(Isaías 53:10-11; Hebreos 4:14-16; Marcos 10:35-45)
 
¿Quién es Flash Gordon? A lo mejor los jóvenes no lo conocen.  Aun los adultos no lo recuerdan bien.  Pero los mayores sí, lo reconocen como el héroe de un serial de cine cuando eran niños.  En ese época todo el mundo fue al cine cada sábado para ver el cine principal y un serial destacando un héroe como Flash Gordon.  Podemos ver los evangelios de la misa dominical por estas últimas semanas como un serial destacando, por supuesto, al Señor Jesús.

Entre el final del evangelio del domingo pasado y el principio de la lectura evangélica hoy, quedan tres versículos que dan el contexto de la historia.  Dicen que Jesús ha emprendido la subida a Jerusalén.  Quiere ir allá porque queda en Jerusalén el Templo, el sitio del encuentro del judío con Dios.  Jesús sabe que va a sufrir en sus entornos, pero también se da cuenta de que su destino es entregarse a sí mismo por el pueblo. Sus discípulos lo siguen a Jerusalén pensando en otra cosa.  Creyendo en Jesús como el Mesías, ellos anticipan que él tome posesión allá del trono de David.  Nosotros nos integramos en su compañía, no porque tengamos la fantasía de los discípulos a este momento, sino porque Jerusalén nos representa el cielo que anhelamos.

Sin embargo como para un Cristóbal Colón en su viaje a América hay diferentes vientos que pueden desviarnos de la meta.  Son el placer, la plata, y el prestigio que nunca parecen desvanecer.  Como si fuera un serial, los evangelios de los últimos domingos examinan cada uno de estos vicios universales.  Hace dos semanas escuchamos cómo los fariseos prueban a Jesús con la pregunta sobre el divorcio.  En su respuesta Jesús expone el propósito de la intimidad sexual; eso es, unir a un hombre con una mujer para que formen familia hasta la muerte.  Las relaciones íntimas fuera del matrimonio para el placer o cualquier otro motivo traicionan este plan del Creador. 

El domingo pasado Jesús advierte que las riquezas a menudo perjudican la búsqueda de la vida eterna.  Reta al rico que viene en búsqueda de la vida eterna a dar su dinero a los pobres y seguirlo.  Algunos limitarían este consejo al hombre que se le acude a Jesús en el pasaje evangélico.  Sin embargo, a lo mejor Jesús tiene en cuenta a todas personas con recursos disponibles.  Pues, añade: “¡qué difícil es para los que confían en las riquezas entrar el Reino!”  Quiere que utilicemos al menos parte de nuestros recursos por el bien de los pobres en lugar de comprar televisores de un metro de ancho para cada cuarto de la casa.

Hoy Jesús trata de otro viento contrario a nuestro destino.  Aunque parece como pecadillo, tal vez el prestigio sea la tentación más perniciosa de todas porque toca el espíritu que no se corrige fácilmente.  Puede llevar a la persona a un desdén para los humildes y un desamor para todos.  Cuando Santiago y Juan piden a Jesús que les ponga a su mano derecha y su mano izquierda, Jesús tiene dirigirse a la raíz del vicio.  Les instruye que como él, los discípulos son para servir y no ser servidos.  Podemos mirar a los papas como ejemplos.  En el siglo VI el papa san Gregorio Magno se identificó a sí mismo como “el Siervo de los siervos de Dios”.  Ciertamente los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI han dado testimonio a este título.  Pues, en su vejez cuando muchos de sus contemporáneos están contentos en el jubileo, ellos han seguido trotando por el mundo llevando la gracia de Cristo.

Que miremos un poco adelante al evangelio del domingo próximo para concluir el serial.  Vamos a ver a Jesús curando al mendigo ciego Bartimeo.  En lugar de desviarse un centímetro para ver cualquier atracción, Bartimeo se pone a sí mismo inmediatamente en las huellas de Jesús.  Jesús nos indicará el motivo de esta muestra de discipulado cuando le dice: “Tu fe te ha salvado”.  También para nosotros es la fe en Jesús que nos capacita a seguirlo a pesar de las seducciones de placer, plata, y prestigio.

Hoy es domingo mundial de las misiones.  Que miremos un poco a los miles de misioneros trotando por el mundo llevando la gracia de Cristo.  Han dejado placer, plata, y prestigio para darse a sí mismos, en muchos casos, al bien de los pobres.  Sirven a nosotros también como ejemplos del discipulado de Cristo.  Sí, los misioneros nos sirven como ejemplos del discipulado.


El domingo, 14 de octubre de 2012

EL XXVIII DOMINGO ORDINARIO
 

(Sabiduría 7:7-11; Hebreos 4:12-13; Marcos 10:17-30)
 
 
Alguien está tocando la puerta.  Vamos a ver a quien sea.  Encontramos a un hombre en traje y corbata.  Su cabello está bien peinado y lleva una gran sonrisa.  Dice que él es fulano presentándose como candidato a congresista. Entonces, nos pregunta: “¿Qué debo hacer para ganar su voto?”  Así el rico se acerca a Jesús en el evangelio hoy.
 

Como muchos ricos hoy en día, el hombre viene apresurado.  Suavemente se dirige al Señor: “Maestro buen—dice -- ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?”  Como si el reino de Dios fuera un logro para cumplirse o un producto para comprarse, el hombre quiere la fórmula para asegurarse de la felicidad en la muerte.  Actúa como nosotros cuando pensamos en la vida más como una conquista nuestra que un don de Dios.
 

Sin embargo, el Señor no se ofende con nuestra falta.  Pues, sabe que desde la niñez estamos acostumbrados oír que no hay nada bueno que viene gratis.  Nos ama a pesar de la pretensión que podríamos lograr la vida eterna.  Así en la lectura, Jesús lo mira al rico con amor aunque no le da la respuesta que desea. En lugar de decirle que tiene que memorizar diez salmos o abstenerse de vino, lo reta más al fondo.  Dice que él debe ir y vender sus pertenencias, darles a los pobres las ganancias, entonces venir y hacerse su discípulo. 
 

El hombre lo escucha como si Jesús estuviera exigiendo que se le quiten los dos brazos.  Entonces parte del Señor desilusionado.  No parece opuesto a regalar una porción de su riqueza – tal vez la mitad o posiblemente, como uno de los hombres más ricos en el mundo actual hizo hace unos años, hasta ochenta y cinco porciento.  Pero ¿todo?  “Lo siento, Señor -- parece decir – he conservado mi fortuna con cuidado y no voy a dispensarla de una vez”.   A lo mejor no somos ricos como el hombre en el evangelio; sin embargo, hay otras cosas que nos impiden el seguimiento de Jesús.  Tal vez sea el placer que algunos tienen de mirar la pornografía o quizás la satisfacción que otros reciben por echar una mentira que les entregan de un lío.
 

Jesús nos  advierte del problema.  Dice que es más difícil para un rico entrar en el Reino de Dios que un camello pasar por un ojo de una aguja.  ¿Solamente está refiriéndose a los adinerados?  Parece que no porque cuando los asombrados discípulos le preguntan “… ¿quién puede salvarse?”, Jesús responde que “es imposible para los hombres, mas no para Dios”.  Todos – los pobres tanto como los ricos, los analfabetos tanto como los cultos, los adultos tanto como los niños – tienen que buscar en Dios su salvación del pecado y de la muerte.
 

Entonces, ¿por qué la Iglesia habla de la necesidad de hacer obras buenas para llegar al cielo?  Esta pregunta movió a Martín Lutero a separarse de la Iglesia católica. Sin embargo, la Iglesia desde su principio ha enseñado la primacía de la gracia para la salvación.  Es puro don de Dios concedido por la muerte y resurrección de Jesucristo que nos ha hecho en sus hijos adoptivos.  Sin esta palanca no podríamos hacer nada meritorio y seríamos destinados a la muerte.  Ya, integrados en la familia divina, podemos amar ambos al extranjero y al paisano – actos que nos ganan otro destino.  Hace unos años un sacerdote en Dallas, Texas, le donó uno de sus riñones a una parroquiana.  No era de ningún modo necesario de parte de él pero completamente preciso para ella.  Es el tipo de cosa que se hace por un familiar, no por sólo un conocido.  El cura lo hizo por la gracia de Dios.
 

Un hombre cuenta de su niñez.  Recuerda que los domingos al final de la misa se marchaban algunos huérfanos al frente del comulgatorio.  Entonces el cura pedía a las familias si considerarían a llevar a uno de los niños a su casa.  Dice el hombre que era gran humillación para los huérfanos, particularmente si ninguna familia los quería.  Bueno, somos como esos huérfanos, pero Dios nos ha salvado de la humillación con su gracia.  Pues nos ha escogido para su familia.  Ya somos sus hijos e hijas adoptivas con la oportunidad de hacer actos meritorios.  Ya podemos alcanzar la vida eterna.