El domingo, 2 de diciembre de 2012

I DOMINGO DE ADVIENTO

(Jeremías 33:14-16; Tesalonicenses 3:12-4:2; Lucas21:25-28.34-36)

Al 10 de febrero de 2013 los chinos van a iniciar el Año de la Serpiente.  Dicen que no es malo nacer en el Año de la Serpiente.  Pues, según la leyenda, aquellos nacidos en este año son astutos, sabios, y buenos en el negocio.  Se añade que tener en casa a una persona nacida en el Año de la Serpiente es buena suerte porque no se le van a faltar provisiones.  Comoquiera pensemos en las leyendas chinas, la Iglesia Católica ya ha comenzado su propio año significativo.



El papa Benedicto XVI inauguró el Año de la Fe el 11 de octubre.  La fecha correspondió al quincuagésimo aniversario del inicio del Segundo Concilio Vaticano y también al veintésimo aniversario de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica.  Pero el papa tenía en cuenta mucho más que conmemorar  eventos pasados.  Viendo  la disminución de la fe en Europa, él quería apoyar a aquellos católicos con la fe titubeante por una demostración de la coherencia entre la fe y el tiempo actual.
No es nada nuevo decir que la vida humana es un misterio.  Nacimos, vivimos, y morimos como todos los animales. Pero también racionamos, representamos nuestros pensamientos con símbolos, y relacionamos a otras personas.  Por eso, quedamos con varias inquietudes: ¿Qué es el significado de la vida? ¿Qué es la fuente de la creación? ¿Por qué querríamos vivir rectamente?  La fe ofrece un planteamiento para dirigirnos a estas preguntas.  Es como un telescopio con que se puede tener una vista más clara del universo.
Creemos en el Dios quien nos hizo.  Esto quiere decir no sólo que sabemos que Él nos ha creado sino también que nos confiamos en Él como nuestro amparo – el puerto que nos salva de las tormentas de la vida.  Creemos también en Jesucristo, el que Dios Padre envió para demostrarnos la profundidad de Su amor.  Como el evangelio hoy atestigua, el mismo Jesús vendrá de nuevo para juzgar cómo hemos respondido a este amor: sí o no hemos merecido la vida eterna.  Finalmente creemos en el Espíritu Santo que nos renueva desde adentro todo momento de todo día para que actuemos en conforme a la voluntad de Dios. 
Aunque el telescopio de la fe provee una sintonía entre la realidad que vemos y las inquietudes que sentimos, algunos niegan la validez de la vista.  Piensan que la evidencia no es conclusiva, y por lo tanto sería más honesto a permitir a cada persona crear por sí mismo su propio significado en la vida.  Sí, dicen, es necesario que haya algunas reglas comunes como “no se permite matar”, pero fuera de estas, todo es permisible.  Esto es el relativismo del mundo actual. Según ellos, si uno quiere poner como su prioridad número uno en la vida tener un cuerpo sumamente musculoso como lo del Superman o sumamente curvado como Penélope Cruz, está bien.  Asimismo, si uno desea tener todos los aparatos que destaca Apple, ¿por qué no?
Se proporciona el Año de la Fe para mostrar al mundo la belleza de confiar en Dios y conformarse a Sus modos.  Es para decir que la vida evitando – en las palabras del evangelio hoy -- “el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida” no nos perjudica sino nos fortalece.  Es para enseñar que la vigilia para la venida del Hijo del hombre no nos deja cansados sino más atentos a lo mejor de la vida.  Pues, vivir la fe es ponernos en medio de una comunidad que nos apoya mantener el equilibrio en un mundo a menudo vertiginoso.  Más maravilloso aún,  creer en Dios nos aporta la presencia de Su Espíritu que penetra los días más oscuros con Su luz esperanzadora.
La presencia de la corona de Adviento nos indica la proximidad de la Navidad.  Cada vela encendida nos indica que ya está más cerca la celebración de la venida de Jesucristo en cuerpo.  Ha venido para que no nos faltaran las provisiones del espíritu.  Ha venido para apoyar nuestra fe. 


 

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