El domingo, 2 de enero de 2022

 LA EPIFANÍA DEL SEÑOR

(Isaías 60:1-6; Efesios 3:2-3.5-6; Mateo 2:1-12)

Hay villancicos tradicionales y villancicos nuevos.  En tiempos recientes a mucha gente le encanta “El Tamborilero”.  Todos nosotros conocemos la historia.  Un pobre muchacho no tiene nada para mostrar homenaje al recién nacido rey, Jesús.  Entonces se le ocurre que pueda tocar su tambor por él.  Cuando lo hace, el niño sonríe de aprecio.  El muchacho se junta con los pastores y los magos de los evangelios en la adoración para el Hijo de Dios.

Se encuentran los pastores solo en el evangelio según San Lucas.  Cuando se enteran de que el Mesías ha nacido en Belén, no pierden tiempo para honrarlo.  Vemos a los magos solo en el pasaje hoy del evangelio según San Mateo.  Después de un encuentro con Herodes y los judíos, proceden a Belén.  Al entrar la casa de José, ven a María con su bebé.  Inmediatamente se postran para mostrar su sumisión al rey de los judíos.

Los evangelistas cuentan estas historias para explicar la misión del Hijo de Dios.  Los pastores representan a la gente común.  No son personas educadas.  Trabajan por el mínimo de salario.  El Mesías les quitará a los malvados que los oprimen.  Les dará la cercanía con Dios que hace tolerable, aun buena, su vida dura.

Los magos forman un contraste con los pastores.  Pero no son reyes.  (Esta idea proviene de la primera lectura.  Isaías cuenta de reyes llevando regalos a Jerusalén.  También la tradición de magos montando camellos tiene origen en la primera lectura.)   Los magos investigan los cielos en busca de la verdad.  Son personas cultas.  Ellos encuentran en el niño Jesús la fuente de la sabiduría que lleva al mundo a la paz.

Tanto como Jesús encarne la gracia en las dos historias, Herodes personifica el pecado.  Se hace celoso cuando escucha de un rey que es Mesías de Israel.  Cuando pide a los magos que le informen de los paraderos del niño, está tramando una intriga para matarlo.  Los sumos sacerdotes y los escribas se unen con Herodes para formar una conspiración contra Jesús.  En tiempo estos líderes religiosos se opondrán a Jesús por su interpretación fresca de la ley.  Se satisfacen con las cosas como son porque se aprovechan de ellas.  No quieren dejar su autoridad a un otro, aún si fuera el Mesías.

Pero Jesús no viene para agarrar el poder político de Herodes.  Ni tiene propósito de cambiar la ley.  Su misión es mostrar al mundo los modos de Dios.  Quiere que todos tengan “la buena vida” que conduce a todos a la justicia. A veces se representa “la buena vida” como una serie de cruceros lujosos en todas partes del mundo.  Pero no es así en la historia cristiana.  “La buena vida” significa reconocerse a sí mismo como hijo de Dios. Es sentir el llamado de Jesús para ser su discípulo.  Es ponerse en compañía de muchas personas honradas. 

Se puede vivir “la buena vida” en varias maneras.  Un modo que vale la admiración es el movimiento llamado “Pueblo de Alabanza”.  Este grupo se dedica a renovar al mundo con la fuerza del Espíritu Santo.  Los miembros pertenecen a diferentes comunidades cristianas.  Se dedican a vivir sus promesas bautismales al pleno.  Se reúnen el domingo en la tarde después de los servicios en sus iglesias particulares.  Estudian juntos la Biblia y planean sus obras sociales.  Un proyecto impresionante ha sido habitar barrios decaídos para reanimar a la gente pobre.  Los miembros del “Pueblo de Alabanza” muestran al mundo la verdadera “buena vida”.  

Hemos lanzado 2022.  Todos esperan que sea mucho mejor que el año pasado.  ¡Qué Dios lo permite!  Sin embargo, es más importante que sea año en que vivamos la “buena vida”.  Seamos tan pobres como los pastores de Belén o tan cultos como los magos del Oriente, que vivamos nuestras promesas bautismales.  Esto sería el regalo apropiado para el niño Jesús a la próxima Navidad.

 

PARA LA REFLEXIÓN: ¿Qué es mi idea de “la buena vida”?  ¿Cómo puedo conformarme a “la buena vida” en la historia cristiana?

El domingo, 26 de diciembre de 2021

 LA SAGRADA FAMILIA, 26 de diciembre de 2021

(Samuel 1:20-22.24-28; I Juan 3:1-2.21-24; Lucas 2:41-52)

El otro día una mujer llevó a sus cuatro hijos a la misa de mediodía.  Todos los hijos se sentaron con calma. Cuando vino el momento para la Comunión, ellos entraron en la fila sin discusión.  Uno tras otro extendió a sus manos para recibir la hostia.  Se comportaron como bien criados, acostumbrados a la etiqueta de la iglesia.  En el evangelio hoy Jesús muestra la misma docilidad en el Templo de Jerusalén.

María y José llevan a Jesús al Templo para familiarizarlo con las costumbres del pueblo judío.  Celebran la pascua en la cual se cuenta la historia de la liberación del pueblo Israel.  Se muestran como buenos judíos fieles a la Ley de Dios todo momento de sus vidas.  Se necesita este tipo de piedad ahora más que nunca.

Vivimos en un tiempo de individualismo intensivo.  Cada uno tiene su propio teléfono, el símbolo de esta vuelta al yo.  Con el teléfono la persona no tiene que participar ni en la familia, ni en las clases del aula, ni siquiera en el grupo que le rodea.  Más bien, puede tener con el teléfono una comunidad virtual a su disposición.  En lugar de escuchar a sus padres, puede ser instruido por un gurú más ameno a su modo de pensar.  En lugar de leer libros inspiradores, puede ver imágenes estimulantes. 

Entre otras cosas, la cuestión de la intimidad sexual en el mundo del individualismo vale la atención.  La cultura reinante no más dice que los jóvenes deben esperar hasta que se casen para tener relaciones sexuales.  Ahora aún en las escuelas, me dicen, se enseña que la intimidad puede ser beneficial para todos.  Según el individualismo, los no casados tanto como los casados tienen el derecho de aprovechárselo.  Se implica que el sexo fuera del matrimonio está bien porque le proporciona a la persona el placer.  Hay solo dos restricciones para el sexo libre.  Las dos personas tienen que dar su consentimiento.  También, deben hacer el acto “seguro”, eso es no productivo.

Es una gran mentira.  La intimidad sexual es mucho más que una experiencia inocente de placer al individuo.  Más bien une a dos personas en una relación a la misma vez espiritual, emocional, e intelectual tanto como física.  Así, deja a los dos, particularmente a la mujer, afectados profundamente.   Por la mera forma del acto los participantes se dan cuenta que no son átomos en la vida.  Más tarde o más temprano, se darán cuenta que son partes de unidades más grandes.  Son como partes de moléculas en que los átomos siempre tienen su existencia.  Esto significa que no podemos aprovecharnos de la vida solos.  Cada uno de nosotros se necesita de otras personas y particularmente de un compañero estable.  No se puede superar la soledad, las tonterías, y los reproches de la vida sin este apoyo.  En la intimidad sexual sin un compromiso fuerte del otro, uno o las dos personas van a quedar un día sintiendo defraudados. 

Es particularmente el deber de ustedes padres para relatar tanto la promesa como la responsabilidad de la intimidad sexual.  Como en otras cosas, cumplen este deber por ambas palabras y acciones.  Tienen que sentarse con sus hijos para hablar sobre el tema.  También tienen que modelar el compañerismo del matrimonio por su apoyo mutuo.  Se termina el evangelio por decir que Jesús se pone a sí mismo sujeto a la autoridad de sus padres.  Es lo que se espera de los hijos de ustedes. 

Ya es tiempo de hacer resoluciones para el Año Nuevo.  ¿Qué vamos a hacer diferente para aprovecharse más de la vida?  ¿Asistir en la misa del mediodía?  Muy bien.  ¿Pasar menos tiempo con el teléfono?  Sí, sería bueno.  ¿Hablar con los muchachos acerca de cuestiones íntimas?  Así pueden imitar la familia de Jesús en Nazaret.

 

Para la reflexión: ¿Por qué es tan difícil hablar con los adolescentes?  ¿Qué podría hacer para superar esta dificultad?

El sábado, 25 de dicembre de 2021

La Natividad del Señor (Misa nocturna)

(Isaías 9: 1-6; Tito 2: 11-14; Lucas 2: 1-14)

A los soldados de la Segunda Guerra Mundial les encantó la canción "Blanca Navidad" más que cualquier otra. Les recordó las Navidades del pasado. En aquel entonces, la gente siempre piensa, la gente era más amigable; la vida era más amable. Una Navidad blanca, por supuesto, es una Navidad nevada. La nieve simboliza el significado del día. Es literalmente pedazos de cielo cayendo a la tierra. Su pureza representa a Cristo, el sin pecado, que viene a la tierra para redimir a los humanos caídos.

Los soldados apenas podían oír lo suficiente de "Blanca Navidad" porque estaban fuera de casa. En una guerra, no estaban seguros de volver a ver a sus familias. Asimismo, estamos lejos de nuestro verdadero hogar, incluso si vivimos donde crecimos. Como hermanas y hermanos de Cristo, nuestro hogar está con el Padre que está en los cielos. Quizás nos preguntemos si jamás llegaremos allí. ¡Algunos pueden pensar que el cielo no existe!

Escuchemos bien el mandato del ángel a los pastores en el evangelio. Cuando ven el resplandor del ángel, retroceden atemorizados. El ángel les dice que no tengan miedo. Así también, no debemos tener miedo de creer. Al redimirnos, Cristo resucitó de entre los muertos como testifican los evangelios. Ha ido antes que nosotros para preparar la Navidad eterna.  Allí cenaremos en la mesa del Padre. Allí nos reconciliaremos unos con otros en amor sin fin.

 

El domingo, 19 de diciembre de 2021

 

CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO

(Miqueas 5:1-4; Hebreos 10:5-10; Lucas 1:39-45)

Pronto comenzarán a hacerlo.  En los finales de diciembre los medios siempre reportan los eventos más impactantes del año.  Van a dar el primer lugar al disturbio en la capital estadounidense en enero.  Deberían mencionar que el número de muertes atribuido a la pandemia en 2021 sobrepasó aquel en 2020.  Posiblemente incluirán en el reporte al deportista, Caeleb Dressel, quien ganó cinco medallas doradas en las olimpiadas.  Si fuéramos a nombrar los sucesos más impactantes de toda la historia, ¿cuál sería lo primero?

Al menos para a los pueblos del occidente tiene que ser la vida de Jesucristo.  Jesús ha sido la estrella por la cual muchísima gente ha navegado sus vidas por dos milenios.  En el evangelio hoy San Lucas nos da una parte de la historia del nacimiento de Jesús.  Como buen narrador, San Lucas revela su historia gradualmente.  Explica paso a paso los eventos conduciéndonos a Belén.  Empieza con la anunciación a Zacarías del nacimiento de su hijo a pesar de que él y su esposa Isabel son ancianos.  Entonces cuenta de la anunciación a María que dará a luz a Jesús a pesar de que ella es virgen.  Entonces trata del episodio que leemos hoy: la visita de María a Isabel.  Se destaca este incidente por el salto que hace Juan ante Jesús mientras los dos ocupan el vientre de sus madres.  Juan está reconociendo a Jesús como más grande que él.   Pues Juan predicará el arrepentimiento, mientras Jesús se hará la fuente del perdón.

En la primera lectura Miqueas profetiza el lugar y el resultado del nacimiento de Jesucristo.  Dice que el Mesías nacerá en Belén.  Sigue que su liderazgo conducirá a su pueblo a la paz.  Por decir “la paz” aquí no se entiende sólo la ausencia de la guerra.  No, la paz es un sentido de bienestar ambos interior y exterior.  La segunda lectura de la Carta a los Hebreos indica de que la paz consiste y cómo Jesús lo consigue.  La paz es la quita de pecados de modo que la persona no se preocupe de su último destino.  Jesús le ganó la vida eterna por el sacrificio de sí mismo en la cruz.  Porque Jesús nunca había cometido pecado, no tuvo que ofrecer sacrificio por culpas propias.  El beneficio de su sacrificio fue trasferido a sus hermanos en la fe, los cuales abarcan a nosotros.  Somos liberados de toda culpa cuando nos unamos con él en el Bautismo o la Penitencia.

Sí, nos cuesta pedir perdón de nuestros pecados.  Sin embargo, hay ejemplos dorados a través de la historia. En una historia reciente una mujer se convirtió de ser abortista a ser líder en el movimiento provida.  La señora Abby Johnson había tenido dos abortos cuando se encargó una clínica de aborto.  Entonces un día mientras estaba viendo un aborto con el ultrasonido, ella experimentó revulsión.  En poco tiempo dejó el cargo en la clínica para unirse con la gente luchando contra esta abominación.  Dice la señora Johnson que reza frecuentemente el Salmo 30.  Este salmo cuenta de ser liberado de las fauces de la muerte.  Añade ella: “…es un ejemplo poderoso de la que Cristo me ha hecho por mí.  Cuando sentía que no me quedaba ninguna esperanza, él estaba esperándome, esperando para darme gozo”.

A lo mejor no hemos pecado como Abby Johnson.  Sin embrago, es cierto que todos nosotros somos pecadores.  Todos nosotros hemos puesto nuestra voluntad antes de la voluntad de Dios.  Cristo nos ha salvado de este pecado de orgullo y de todos demás.  Sólo tenemos que recorrer a él para reconocer nuestras faltas y pedir su perdón.  No sea fácil, pero vale la pena.  Una vez que lo hagamos, vamos a experimentar la verdadera paz navideña.


Para reflexión: ¿Por qué tengo dificultad reconocer y pedir perdón de mis pecados?  ¿Cómo puedo superar este desafío?


El domingo, 12 de diciembre de 2021

 TERCER DOMINGO DE ADVIENTO

(Sofonías 3:14-18; Filipenses 4:4-7; Lucas 3:10-18)

Usualmente celebramos la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe de manera aparte de la temporada de Adviento.  Brindamos a la Virgen ahora como si hubiera en el medio del verano.  Pero esta separación de fiesta y temporada litúrgica es apenas necesaria.  Ella representa mucho que corresponde a este tiempo de espera.  De todos modos este año no se puede aislar la fiesta de la temporada.  Cayendo en domingo, el doce de diciembre tiene que ceder prioridad al tiempo de Adviento.

Durante Adviento deberíamos estar reflexionando en la tripartita venida del Señor.  Vendrá de nuevo al final de los tiempos como vino hace 2000 años y como viene todos los días.  Primero, vino en carne y hueso como redentor del mundo.  Ahora viene en la Eucaristía como el sustento para los creyentes.  Al final del tiempo vendrá en la gloria como salvador de sus fieles.  Cuando llegue, nos justificará nuestros modos de vivir con la rectitud.  El mundo entero se dará cuenta por qué apreciamos el pudor y usar la moderación.  Sabrá que nos hemos dedicado al bien de ambos Dios y el prójimo para un motivo puntual.  Queremos que nos reconozca como suyos el Señor de la gloria.

Se puede decir que Juan Bautista y la Virgen María representan el espíritu de Adviento.  Los dos anuncian la venida de Cristo.  Juan la hace en el evangelio hoy por decir que “’ya viene otro más poderoso que yo…’”   La Virgen lo hizo por aparecer al indígena Juan Diego como mujer encinta.  Las cintas en su vestido mostraron que llevaba al bebé Jesús a Tepeyac, el lugar de los indígenas.  Además, pidió la construcción de una iglesia para que su hijo tuviera morada entre ellos. 

Los dos también indican cómo hemos de prepararnos para la llegada del Señor.  Juan es tan directo como un sargente a un soldado.  Manda a la gente que compartan sus vestidos con los pobres.  Dice a los publicanos que no defrauden y a los soldados que no extorsionen.  Hemos de llevar a cabo estas directrices en nuestras vidas. También nosotros tenemos que ser siempre honrados con el dinero y compasivos hacia los pobres.

La Virgen era mucho más sutil en sus instrucciones.  Nos indicó la necesidad de centrarse en Dios cuando se presentó como “Madre de verdadero Dios por quien se vive…”  También su empeño de tener construido un templo enseñó las virtudes de la justicia social y la fortaleza.  Era solo el derecho de los indígenas de tener un lugar donde podían alabar a Cristo.  Sin embargo, si la Virgen no le insistiera, Juan Diego nunca habría regresado al obispo para obtenerlo.

Hoy, el tercer domingo de Adviento, el sacerdote lleva ornamentos de color rosa en la misa.  Lo hace para levantar el espíritu de los fieles.  Es tiempo de regocijo.  Tenemos que esperar sólo dos semanas más para la venida de Cristo en la Navidad.  La primera lectura nos instruye: “Canta, hija del Sión”.  ¡Qué cantemos con ánimo porque el Señor está muy cerca!  La segunda lectura resuena este tema.  Dice: “Alégrense siempre en el Señor”.  Otro motivo para cantar y alegrarse es la presencia de la Virgen ya entre nosotros.  Ha venido para socorrer a nosotros, su pueblo.  Ha llegado para presentarnos a su hijo, el redentor.  Como a Juan Diego, ha venido para ser nuestra Madre.


Para la reflexión: ¿Por qué Jesucristo es más importante para nosotros que su madre, Nuestra Señora de Guadalupe?

El domingo, 5 de diciembre de 2021

 SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO

(Baruc 5:1-9; Filipenses 1:4-6.8-11; Lucas 3:1-6)

Todo el mundo ha escuchado del calentamiento global.  Dicen los científicos que las temperaturas a través de la tierra están subiendo.  Los obsesionados con el tema opinan que el calentamiento implica desastre por el final del siglo.  Ven los océanos levantando para cubrir las áreas costales y dislocando billones de personas.  Anticipan tormentas más fuertes junto con períodos de sequía más largas que jamás hemos experimentado.  Su mensaje es tan amenazador como lo de Juan en el evangelio.

Juan Bautista no es nuevo a los lectores del Evangelio de Lucas.  El saluda a Jesús cuando los dos están formándose en los vientres de sus madres.  También los dos predican la necesidad de la reforma personal con la venida del reino de Dios.  Sin embargo, sus mensajes no son idénticos.  Juan hace más hincapié en lo negativo que Jesús.  Para Juan cuando venga el día del Señor, los no reformados serán destruidos como paja en horno.

Sin embargo, aún a Juan, aquellos que se arrepientan tiene futuro esperanzador.  La primera lectura describe cómo será este futuro.  Retrata la esperanza de Jerusalén al fin del exilio. Dice que los exiliados vendrán de diferentes partes liberados tanto del desprecio como de las cadenas de sus captores.  Estarán cantando de alegría por haber visto la gloria del Señor.

En la segunda lectura San Pablo da a los filipenses una idea de la reforma personal requerida.  Sobre todo enfatiza el amor como el modo de vivir.  Dice que el amor cristiano tiene que florecer en una “sensibilidad espiritual”.  Tiene en mente una espiritualidad sencilla.  Quiere que la disposición de los cristianos hacia los demás se preocupe más de la virtud que de los víveres.  Frecuentemente se ve la falta de la sensibilidad espiritual en el tiempo navideño. 

Los padres a menudo se apuran para comprar iPads y PlayStations, aunque sean extravagantes.  Pero los mismos padres suelen a no proveer a sus hijos la paciencia, el cariño, y el buen ejemplo.  Se puede imaginar cómo resultarán sus hijos como adultos.  Si no se corrigen, a lo mejor serán poco agradecidos y muy exigentes.  Un pedazo de las noticias recientes muestra esta falta de valores espirituales.   Hace un par de años algunos padres ricos pagaron cientos de miles de dólares para que sus hijos fueran aceptados en universidades prestigiosas.  Evidentemente estos padres no consideraron que estuvieran enseñando a sus hijos que el dinero valga más que el estudio.

El evangelio hoy coloca la predicación de Juan en la historia de ambos Israel y el mundo.  Nos recordamos a nosotros de una colocación semejante para el nacimiento de Jesús.  San Lucas, el evangelista más preocupado con la historia, está indicando la importancia de Juan.  ¿Tan importante como Jesús? No por mucho.  Además de mencionar el liderazgo del mundo cuando nace Jesús, Lucas relata su genealogía desde Adán.  Juan es grande porque es el último profeta para anunciar la venida del reino de Dios.  Después de Juan, Jesús introduce el reino con sus curaciones, otras hazañas, y predicaciones.  La comparación de Juan con Jesús es como ver primero la belleza del campo, entonces la gloria de las montañas.  Vale la pena hacer caso al mensaje de Juan, pero no es más que preludio a la sabiduría de Jesús.

Se dice que es más fácil escuchar a un profeta que vivir con uno.  Los profetas son tan obsesionados con su mensaje que no puedan relajarse.  Juan no parece excepción a este dicho.  Es exigente y poco cariñoso.  De todos modos, queremos seguirlo al menos por un rato. Pues él nos guía a Jesús.

 

Para la reflexión: ¿Cuáles son y cómo enseñamos a los niños los valores del Reino de Dios?

El domingo, 28 de noviembre

 Primer Domingo de Adviento

(Jeremías 33:14-16; Tesalonicenses 3:12-4:2; Lucas 21:25-28.34-36)

Los habitantes de Nueva Inglaterra tienen una tradición de Adviento bella.  Durante este tiempo ponen una candela en cada ventana de su casa.  Se dice que los irlandeses trajeron esta costumbre de su patria.  Una vez los gobernantes ingleses prohibieron la misa en Irlanda.  Entonces los católicos ponían una candela en la ventana como señal al sacerdote errante.  Él podría entrar para celebrar en secreto la misa navideña.  Por eso, la candela encendida se ha hecho una señal de la esperanza.  Significa que la gente de la casa está esperando el regreso de un querido ser. 

Cuando hablamos de la esperanza, debemos tener en cuenta dos cuestiones. Primero, ¿qué se espera? Entonces, ¿en quién se espera? Siempre esperamos cosa que no tenemos.  Hace un año muchos nosotros esperábamos la vacuna.  En Cuba ahora mucha gente espera la libertad que sienten cerca.

En el caso de la vacuna, pusimos nuestra esperanza en los científicos junto con Dios.  Rezábamos que el Espíritu Santo inspirara a los quimistas y biólogos a inventar una vacuna efectiva.  Al comenzar el tiempo de Adviento, esperamos cosa casi inimaginable.  Esperamos ser rescatados de este mundo de pecado y muerte.  Ponemos esta esperanza en Jesús que nos promete en el evangelio que regresará para nosotros.

El evangelio hoy usa palabra distinta para el significado de su regreso.  Según ello, estamos esperando la “liberación”.  Aquellas personas que han sufrido por mantener la fe se sentirán la falta de la liberación.  Son los judíos en el tiempo de Jeremías el profeta, autor de la primera lectura.  Trasladados a Babilonia, los judíos esperaban que “vástago de David”, conquistara a sus captores.  Nosotros reconocemos a Jesucristo por este título.  Hay cristianos que les falta la libertad hoy en día esperando el "vástago de David".  En China y Pakistán los cristianos viven con burlas y críticas si no amenazas y golpes por ser fieles al Señor.  También los divorciados no dispuestos de casarse de nuevo para que puedan comulgar sienten reprimidos.  Esperan a Jesús para entregarlos de la soledad. 

Y nosotros ¿cómo es que nosotros esperamos la liberación”?  ¿Es solo porque algunos revuelvan los ojos cuando rezamos en la mesa antes de comer?  No, nuestra necesidad para ser liberados baja a un nivel más profundo que esto.  Cuando nos envejecemos, queremos reunirnos con queridos difuntos.  Se dice que la reina Victoria de Inglaterra vivía en luto por cuarenta años después de la muerte de su esposo Alberto. Aún los jóvenes a menudo viven con condiciones de que quieren ser liberados.  Por ejemplo, las tazas de la depresión y el suicidio entre los adolescentes están creciendo.  Todos nosotros que hagamos esfuerzos a vivir con corazón limpio esperamos la libertad.  Queremos ser entregados del libertinaje que nos rodea.

La esperanza para la liberación no elimina la necesidad para mejorar la sociedad.  Al contrario, en preparación para Cristo deberíamos redoblar nuestros esfuerzos para crear una sociedad justa.  Por eso, San Pablo en la segunda lectura urge que rebosemos con el amor hacia todos. Lo hacemos en la casa con la atención cercana a nuestros niños.  Lo hacemos en el trabajo por rendir el trabajo de un día por un sueldo de un día.  También deberíamos intentar dirigir a nuestros asociados que andan descarriados al camino justo.  Lo hacemos en la comunidad con diferentes tipos de aporte.  Se puede ayudar en la dispensa de comidas o llevar a un anciano a hacer compras. 

De las tres virtudes teologales la esperanza parece la menos apreciada.  La fe es básica, el fundamento de la vida espiritual.  San Pablo dice que el amor es la más grande. ¿Quién quiere disputarlo?  Pero que no contemos por nada la esperanza.  En tiempos surge como un pájaro.  Nos canta que seremos liberados de condiciones represivas.  Nos indica que Dios nos proveerá. 

 

Para la reflexión: ¿De qué necesitas la liberación?  ¿En quién pones la esperanza para esta liberación?

El domingo, 21 de noviembre de 2021

 

Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo

(Daniel 7:13-14; Apocalipsis 1:5-8; Juan 18:33-37)

Un cuento acerca del monarca francés Luís XIV muestra una característica de los reyes terrenos. Un día dos campesinos encontraron al rey cazando en el campo cerca sus tierras.  El uno comentó al otro que el rey no se llevaba guantes.  El segundo le replicó que a los reyes no les hacen falta guantes.  Añadió que siempre tienen las manos en los bolsillos de la gente.  En el evangelio Jesús atestigua que no es este tipo de rey.  De veras, dice que su reino no es de este mundo.

No quiere decir esta frase que no existan rasgos del reino de Jesús aquí.  Simplemente significa que la justicia del reino de Jesús todavía no ha permeado la tierra.  Se ve la falta del reino de Jesús no solo en el número creciente de homicidios sino también en las mentiras y comentarios asquerosos que se encuentran en el Internet.  Allí la gente a menudo critica a uno al otro no con la intención de corregir sino de destruir. 

Sin embargo, se encuentra la paz del reino de Jesús en los corazones de los justos.  Un dulce padrecito comparte gratis folletos del diálogo entre Nuestra Señora de Guadalupe y el indígena Juan Diego.  Quiere sembrar la paz por recordar a todos de la misericordia de Dios por enviar a la Virgen.  Así esperamos que el espíritu de su reino haya penetrado las paredes de nuestras casas.  En una parroquia el cura dice que ha convencido a una docena de familias para rezar el rosario juntos diariamente.  Ciertamente no es solo por decir el Padrenuestro y la Avemaría que encontremos la paz.  Pero que no dudemos que esta práctica continuada por meses y años traiga bendiciones innumerables.

Jesús añade que ha venido para “ser testigo de la verdad”.  Tiene en cuenta la verdad de su reino.  Sí, dice, existe su reino de amor a pesar de la experiencia humana de lucha y rencor.  Jesús ha venido del alto para informar a aquellos de la verdad que su esperanza para la paz no es en vano.  Dijo anteriormente en este evangelio de San Juan que todos de la verdad escuchan su voz.  Desgraciadamente, Pilato no lo cree porque no es de la verdad.

Ojalá que no sea así con nosotros.  Ojalá que seamos de la verdad creyendo en Jesucristo y el destino de la vida eterna que ha ganado para sus seguidores.  Nos probamos como personas de la verdad por preparar a este mundo para la venida de Jesucristo.  Dentro de poco vamos a entrar en el tiempo de Adviento.  Entre otros objetivos el propósito de Adviento es prepararnos para la Navidad.  Personas de la verdad hacen mucho más que apurarse con compras navideños.  Al contrario, se tranquilan regularmente para meditar en el misterio que celebraremos.  Piensan también en cómo pueden apoyar a los menos afortunados como Jesús nos ha apoyado con su venida.

En este mundo de lucha y rencor algunos dirán que nosotros creyentes no somos de la verdad.  Levantarán la crítica que creemos en un mito.  Debatir con ellos sería tan vano como prohibir la venta de pavo durante este tiempo.  Sin embargo, siempre podemos mostrarles que somos de la verdad.  Hacemos esto por rezar juntos en la casa y en la misa.  Lo hacemos también por decir la verdad aun cuando hacerlo nos cueste la comodidad.  Finalmente, mostramos que somos gente de la verdad por apoyar a los desafortunados. Queremos que ellos también tengan la esperanza de la vida eterna. 


PARA LA REFLEXIÓN: ¿Quiero ser perfecto?  ¿Cómo tengo que cambiar mis actitudes y acciones para lograrla?

El domingo, 14 de noviembre de 2021

EL TRIGÉSIMO TERCER DOMINGO

(Daniel 12:1-3; Hebreos 18:11-14.18; Marcos 13:24-32)

No es inaudito que personas piden rezos por sus animales mascotas.  Se sienten tan preocupadas que su perro no come o que su gato no camina que busquen la ayuda sobrenatural.  Sin embargo, su petición crea dilema para el cura.  Un animal no tiene alma eterna como los humanos.  Parece que está destinado a la anihilación con la muerte.  Pero siempre se puede bendecir un animal como ayuda de la persona humana.  Además, se puede rezar que la persona se alivie de su angustia por la mascota enferma.

De los habitantes de la tierra solo los seres humanos tienen almas imperecederas.  El libro de Génesis enseña que los primeros humanos tenían acceso al árbol de la vida.  Sin embargo, por su intento de agarrar el estado de Dios, fueron condenados a la muerte.  Solo por el sacrificio de Jesús en la cruz, destacado en la segunda lectura hoy, recibieron el perdón de su pecado.  La entrega de Jesús logró también la gracia para que pudieran convertirse perfectos.

El evangelio informa del regreso de Jesús al final de los tiempos.  Vendrá para recoger a sus fieles en el reino de su Padre.  Dice que los dichosos incluirán todos tipos de gentes: los asiáticos del este, los africanos del sur, los indígenas del oeste, y los rusos del norte.  Tienen una característica en común todas estas personas: la justicia.  Según la primera lectura del profeta Daniel los maestros de la justicia se destacarán como estrellas en el cielo nocturno.

Queremos saber cuándo tenga lugar el regreso de Jesús.  Pero Jesús dice que solo el Padre sabe esto.  Por eso, tenemos que estar preparados siempre para ello. La preparación implica más que el mantenimiento.  Tenemos que hacer más que aparecer en la misa el domingo y no robar del prójimo.  La preparación consiste en siempre arrepentirnos de nuestras faltas para que continuamente nos crezcamos en la perfección.  Tenemos que ser como los grandes artistas siempre mejorando sus habilidades con la práctica continua.

La tentación de tratar a los animales como personas humanas no es nuevo.  Han sido encontradas momias de gatos, perros, cocodrilos, y otros animales en las pirámides del antiguo Egipto. Sabemos que el tratamiento de los animales como si fueran humanos sería ultraje.  Sin embargo, no sería bueno tampoco maltratar a los animales, sean mascotas de la casa, ganado de la granja, o aún fieros de la selva.  Como creaturas de Dios, les debemos el cuidado, aunque no es malo usarlos para la comida, para experimentos científicos, o, con la discreción, para el deporte.  Al final estaremos juzgados, en al menos pequeña parte, por nuestra justicia hacia ellos.

Los días cortos que la gente está experimentando ahora en el norte debería recordarnos del tiempo final.  La noche y el frío nos deberían advertirnos que la muerte es una realidad para todos.  También es real la victoria de Jesucristo sobre el pecado y la muerte.  Por esta razón se le describe en el evangelio como el sol naciente.  Porque se regresará para ser nuestro juez, queremos procurar ser perfectos como él.

PARA REFLEXIÓN: ¿Qué es la primera cosa que debo hacer para ser perfecto como Cristo?

El domingo, 7 de noviembre de 2021

 EL TRIGÉSIMA SEGUNDO DOMINGO ORDINARIO

(I Reyes 17:10-16; Hebreos 9:24-28; Marcos 12:38-44)

Una escritora contrasta las trayectorias de dos jóvenes embarazadas.  Quiere demostrar cómo un motivo principal para el aborto que las feministas proponen puede ser mentira.  En el evangelio Jesús contrastará a los escribas con la viuda pobre de manera semejante.

La escritora cuenta de Patricia y Kelly.  A los diecinueve años las dos se encontraban dos meses embarazadas.  Las dos lloraron de su suerte, y pensaron en abortar a sus bebés.  Patricia era universitaria como el padre del bebé.  Kelly trabajaba como recepcionista.  Su novio también tenía empleo. 

Patricia tuvo el aborto y siguió en la universidad.  Como casi siempre en estos casos su novio la abandonó. Después, se matriculó en una escuela de ley y eventualmente consiguió puesto con un bufete de abogados prestigioso.  De allí su carrera se despegó. Trabajó muchas horas, pero también viajó a varias partes del mundo.  No queriendo casarse, tuvo a varios amantes.  Sin embargo, a treinta y cinco años comenzó a preocuparse por no tener a su propia familia.  Entonces se rindió a un hombre que la buscaba por años.  Por haber usado anticonceptivos también por años, Patricia no pudo concebir. Solo con la fertilización in vitro la pareja tuvo a un hijo.  Patricia celebró su cincuenta y cinco cumpleaños con solo su esposo en Europa.   Tenían que dejar a su hijo con niñera en casa.  A los sesenta y ocho años Patricia murió de cáncer. En sus últimos días tuvo a algunos visitantes entre quienes fue su hijo.  Sus cenizas fueron esparcidas en el río de la ciudad. 

Kelly no pudo proceder con el aborto.  Su madre estaba furiosa al principio, pero en fin le ayudó.  Como casi siempre en estos casos su novio la abandonó. En seis meses Kelly experimentaba el dolor más agudo de su vida con el nacimiento de su hijo.  Se preocupaba entonces de cómo iba a atraer a un novio si tenía que llevar siempre consigo a una hija.  Pero en tiempo no pudo imaginar la vida sin su hija y mucho menos cómo pensaba en abortar a su bebé. Kelly se casó con un hombre responsable, y los dos tuvieron a gemelas junto con la niña de Kelly.  En quince años las vidas de toda la familia fueron llenas de partidos de futbol y dramas teátricos en la secundaria que asistían las gemelas. Kelly y su familia celebraron su cincuenta cumpleaños en un Spaghetti Factory.  Las gemelas ya tenían sus carreras, y Kelly cuidó a los dos niños de su hija y yerno después de escuela.  A los sesenta y ocho años Kelly también murió de cáncer.  Recibió a muchos familiares y amistades antes su muerte, y se llenó la iglesia para su funeral.

Algunos dicen que el aborto es necesario para no sobrecargar las vidas de jóvenes que quedan inesperadamente embarazadas.  Pero las trayectorias de Patricia y Kelly, que parecen bastantes realísticas, muestran que esta presunción es por lo menos cuestionable.  Porque la vida es buena y llena de posibilidades, es muy posible que en tiempo un aborto les parecerá a todos como trágico.  Entretanto criar a un hijo usualmente llenar a la mujer con felicidad.

En el evangelio hoy Jesús comenta en dos tipos de personas no muy diferentes de Patricia y Kelly.  Dice que los escribas que parecen tener todo ahora va a ser castigados, sea antes o después de la muerte. Entretanto, la viuda que da al templo todo lo que tiene ya ha encontrado la aprobación del Señor.  Su premio en el cielo será aún más grande. 

Para la reflexión: ¿Por qué parece la vida de Kelly como mejor que la vida de Patricia?

 

EL TRIGÉSIMO PRIMER DOMINGO, 31 de octubre de 2021

(Deuteronomio 6:2-6; Hebreos 7:23-28; Marcos 12:28-34)

Mis amigos me quieren.  ¡Gracias a Dios! Desean que tenga una vida larga.  Me regalan diferentes comidas para extender mis años.  Una amiga me ha dado agave que, dice, tiene muchas propiedades sanas.  Otra me ha regalado una botella de vinagre de sidra de manzana.  Dice ella que un cucharón diariamente resiste la mayoría de las enfermedades.  Estoy agradecido a estas personas por su cuidado.  No dudo que sus remedios me ayuden.  Pero prefiero fiar en el consejo de Moisés en la primera lectura para asegurarme de muchos años. 

Dice Moisés que el pueblo Israel puede prolongar su vida si teme al Señor con el guardar de sus mandatos.  Sobre todo, el pueblo tiene que reconocer que existe un solo Dios, que es el Señor.  No debe adorar a ningún otro, sea planeta, objeto artesano, emperador, o una ideología como la primacía del dinero.  Estas cosas son solo creaturas de segunda importancia. 

Entonces Moisés proclama el mandamiento supremo.  La gente ha de amar a Dios con todo su ser.  Este mandamiento nos deja con preguntas: ¿Cómo se puede mandar el amor?  ¿No es el amor una pasión que nos sentimos o no?  Y ¿cómo se puede amar a una entidad que parece tan remoto como Dios en los cielos?  Las respuestas a estas inquietudes exigen la meditación.

La segunda lectura nos da la clave para responder a la última pregunta.  Llama a Jesús el Hijo de Dios que posee su naturaleza divina.  También Jesús comparte nuestra vida humana.  Por eso, lo conocemos como un hermano igual con nosotros en todo menos el pecado.  Dios no debe ser considerado como más allá que las nubes sino más cerca de nosotros que aún nuestros vecinos.  Los israelitas tenían un sentido de la presencia de Dios en el templo.  Sin embargo, esta presencia era completamente espiritual.  No reclaman como nosotros que han podido palparlo con sus manos.

Al referirse a la primera lectura, Jesús nos instruye cómo amarlo en el evangelio.  Tenemos que amarlo con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente, y con las fuerzas.  Es un pedido grande. De alguna manera tenemos que encontrar modos para cumplir lo que dice.  El corazón es la sede de las emociones, entre las cuales es el anhelo.  Anhelamos a Jesucristo cuando pensemos en cuan maravillosa persona es.  Se atrevió a tocar leprosos para curarlos.  Podía, como dice una canción famosa, caminar sobre el agua y calmar el mar tempestuoso.  Sabía todo de la samaritana sin haberla conocido.  ¿Quién no lo anhelaría?

El alma sirve como la fuente de la animación por la persona humana.  Al amar a Jesús con toda el alma significa que vivamos por él.  Cumpliremos esta tarea cuando lo hagamos tanto el modelo como el propósito de nuestra vida.  Es lo que hizo San Martín de Porres.  Este santo negro de las Américas tenía gran devoción a Cristo crucificado.  Testimonios de su vida incluyen historias de él postrado ante el crucificado con brazos extendidos imitando la forma de la cruz.  Más al caso, como Jesús Martín siempre tuvo misericordia en los pobres, los enfermos, y en los hambrientos. 

La mente nos hace posible el pensar. Amarlo con toda la mente requiere que estudiemos para conocer a Jesús mejor.  Principalmente, esto es una “lectio divina”, la meditación sobre el evangelio.  Abarca también la literatura vasta sobre la Biblia y la Iglesia.  Con muchas personas grandes, el más que conozcamos de ellos, el menos los apreciamos.  Las revelaciones de las vidas privadas de John Kennedy y Martin Luther King, por ejemplo, han manchado su carácter.  Pero no es así con Jesús.  Lo más que conozcamos a él, lo más lo amaremos.

Amamos a Jesús con todas las fuerzas cuando nos agotemos trabajando por él.  Esto no significa tanto que gastemos nuestra energía haciendo peregrinajes, aunque es buen ejercicio.  Como todo el mundo sabe, Jesús se identifica en el evangelio con “los menos de sus hermanos”.  Por eso, amamos a Jesús cuando atendamos a los necesitados.  En Dallas hay una pareja de México que ha desarrollado un ministerio carcelero.  Toda semana visitan a los encarcelados compartiendo el amor de Cristo.

Dice un poema famoso: "¿Cómo te amo? Déjame contar las formas".  Entonces la poeta describe su amor para su marido como alto y profundo, puro y apasionado.  Aunque sean muy bellas sus palabras, no dicen más que Jesús prescribe para nuestro amor para Dios.   ¡Qué lo amemos con todo el corazón, toda el alma, toda la mente, y con todas las fuerzas!


PARA REFLEXIÓN: Nombra los “dioses” que competen con Dios, el Señor, en tu vida.  Nombra también los modos por los cuales amas a Dios con todas las fuerzas.


El domingo, 24 de octubre de 2021

 EL TRIGÉSIMO DOMINGO ORDINARIO

(Jeremías 31:7-9; Hebreos 5:1-6; Marcos 10:46-52)

No hace mucho una canción con tema religioso ganó mucha atención.  “Todas las creaturas de Dios” cuenta del coro de animales alabando al Creador.  Dice: “Todas las creaturas tienen un puesto en el coro; algunos cantan bajo y algunos más alto”.  El coro significa la Iglesia de Dios que abarca hombres y mujeres de diferentes caminos de vida.  Por los últimos tres domingos hemos oído en el evangelio a Jesús llamando a diferentes tipos de personas a sí mismo.

Hace dos semanas Jesús recomendó al rico que dejara su dinero para los pobres y lo siguiera.  El domingo pasado Jesús permitió que los dos hermanos arrogantes, llamados al principio del evangelio, quedaran en su compañía a pesar de su petición escandalosa.  Hoy Jesús llama al atrevido mendigo ciego Bartimeo a su presencia.  Estos hombres representan la gama de personas que habitan el mundo.  Sea implícita o explícitamente, todo el mundo recibe el llamamiento de seguir al Señor.

Jesús siempre llama a la persona con el amor.  El evangelio explicita que Jesús miró al rico con amor cuando lo llamó.  A los hermanos Jesús mostró su amor por explicarles con calma los modos de su reino.  Ahora Jesús muestra la misericordia al mendigo cuando lo escucha gritando su nombre.  Nos tiene el amor para nosotros también.  Sabe de nuestros apuros y obligaciones.  Quiere ayudarnos superar estos retos.

Tan bueno como es Jesús, no podemos fallar enamorarnos con él.  Él se hace el objetivo de nuestra vida.  Esto es lo que pasa a Bartimeo.  Después de recibir la vista, no puede hacer nada sino seguir al Señor.  La historia nos recuerda de un cine acerca de los siete monjes que fueron martirizados en Argelia hace treinta años.  Un monje era médico que tuvo consultorio en el monasterio para la gente del pueblo.  Un día una muchacha musulmana le preguntó cómo es enamorarse.  El monje respondió: “Es una atracción, un deseo, un avivamiento de los espíritus, una intensificación de la vida misma".  Entonces le preguntó la muchacha si él jamás se había enamorado.  El monje respondió que sí, un número de veces.  Siguió ella preguntando: “¿Por qué nunca se casó?”  El hombre le explicó que encontró un amor más grande que le llevó al monasterio.  Por supuesto, este amor que encontró era Jesucristo.

Sin embargo, no es necesario que el amor para Jesús nos lleve a un monasterio.  Puede llevarnos a un matrimonio con Cristo al núcleo o a la vida soltera entregada al bien de los demás.  Nuestro amor para Cristo tiene formas diferentes, pero cada cual es caracterizado por el sacrificio y la obediencia a sus mandatos.

Enamorarse con Jesús cambia nuestra perspectiva.  Arreglamos de nuevo nuestros valores.  En lugar de tener la riqueza o la importancia como la meta de nuestra vida, damos la prioridad siempre a Jesús.  Actuamos como Bartimeo.  Al curarse de la ceguera, él no regresa a casa para compartir con la familia la maravilla lo que experimentó.  Mucho menos demora para recoger las monedas que le han dado.  No, él sigue a Jesús inmediatamente a Jerusalén.

¿Es posible que nosotros nos enamoremos con Jesús?  ¿No es que vivió hace dos mil años?  ¿Cómo podemos aun conocerlo hoy en día?  No, Jesús es vivo y habita entre nosotros.  Lo escuchamos al menos semanalmente por el evangelio que nos relata su amor.  Lo vemos en los pobres que viven con ambas la humildad y la integridad.  Sobre todo, lo encontramos en el Pan del Altar que nos fortalece para superar los retos de la vida.

Para la reflexión: ¿Cómo he sentido el amor de Jesús?  ¿Cambié mi vida como respuesta a este amor?


El domingo, 17 de octubre de 2021

 EL VIGÉSIMO NOVENO DOMINGO ORDINARIO

(Isaías 53:10-11; Hebreos 4:14-16; Marcos 10:35-45)

Las noticias recientes acerca de la Iglesia han sido penosas.  En Roma un cardinal está siendo juzgado por la estafa de cientos de millones de dólares.  Más devastador es el reporte de Francia sobre el abuso de niños por los sacerdotes.  Los investigadores han notado más que tres ciento miles de casos.  Evidentemente, como los hijos de Zebedeo en el evangelio hoy, algunos líderes de la Iglesia actual desconocen las enseñanzas de Jesús. 

En el pasaje Jesús advierte a los hermanos de la precaria de pensarse como grande.  Santiago y Juan le han pedido que les otorgara los puestos más altos en su reino.  No le habían caso antes cuando hablaba de la necesidad de humillarse a sí como un niño. El impulso para el orgullo es tan fuerte dentro del hombre que le mueva a traicionar este principio básico de Jesús.  No es inaudito que un político busque un oficio público o un joven busque el sacerdocio para considerarse a sí mismo como cumplido.  Pero una vez que aceda al cargo, no sabe que hacer ni le interesan mucho sus responsabilidades. 

Nos sentimos que a nuestras vidas les falta algo valioso si otras personas no nos reconocen como importante.  En un sentido somos como los dirigidos de la Carta a los Hebreos en la segunda lectura.  A lo mejor “los hebreos” son cristianos judíos del primer siglo que pensaban dejar la fe.  Porque tenían que sufrir un poco sin realizar la promesa del Señor, quieren dejar la fe.  El escritor tiene que recordarles que Jesús conoce tanto sus ansiedades como su sufrimiento.  Más al caso, el objetivo de la espera para Jesús es compartir su gloria por haber participado en su sacrificio.

La primera lectura cuenta del “sirviente doliente”.  Se encuentra este personaje en cuatro pasajes de la segunda parte del Libro del Profeta Isaías.  Nunca se da nombre a este santo, pero los judíos lo han visto como el pueblo entero de Israel que ha sufrido tanto por la historia.  Sin embargo, nosotros cristianos lo hemos interpretado de manera diferente.  Encontramos en sus sufrimientos el perfil del sacrificio de Jesucristo.  Entregó su vida para aliviar nuestras penas.  Se fatigó a sí para que veamos la luz de la sabiduría divina.  Se contó como un criminal para que fuéramos libres del pecado.  A sus modos, no a las de los grandes del mundo, tenemos que conformar nuestras vidas.

Todavía a veces nos sentimos ansiosos en el seguimiento de cerca de Cristo.  Nos cuesta interiorizar la esperanza que Jesús vendrá con la gloria para sus seguidores.  Viendo a otras personas jactándose de sus logros, nos preguntamos si vale servir como Jesús.  Querríamos la atención que la gente les dan a ellas.  En estos momentos deberíamos fijar en la paciencia que Jesús tiene primero con Santiago y Juan, entonces con todos los doce.  No los critica, mucho menos los maldice por no entender sus palabras.  Como un hermano les explica amorosamente la voluntad del Padre.  También es nuestro hermano.  Nos ama y nos habla en nuestras conciencias de su apoyo.  ¿Cómo podríamos dejar tan excelente persona?

Se dice que el comandante de compañía es uno de los cargos más fundamentales en tiempos de guerra.  Está con las tropas en medio de la pelea, pero tiene que pensar estratégicamente también.  Además, tiene responsabilidad de cientos de soldados.  En una memoria un teniente escribe con la admiración de su comandante.  Dice que su comandante saldría con las patrullas diarias si lo habrían permitido.  No obstante, fue tan atento a todo que parecía que nunca durmiera. Era justo, ni demasiado severo con los flojos, ni demasiado amistosos con los diligentes. En un sentido, se puede ver a Jesús como este tipo de hombre: decisivo, servicial, efectivo.  Con Jesús no nos importa la importancia.  Con Jesús solo importa que nos quedemos cerca de él. 

PARA REFLEXIÓN: ¿Cómo siervo yo?   Está bien si otras personas no se dan cuenta de mi servicio?

El domingo, 10 de octubre de 2021

 VIGÉSIMA OCTAVO DOMINGO ORDINARIO

(Sabiduría 7:7-11; Hebreos 4:12-13; Marcos 10:17-30)

Una vez había programa de televisión llamado “La pregunta que vale sesenta y cuatro miles de dólares”. El anfitrión preguntaba al concursante preguntas cuyas respuestas correctas valieron diferentes cantidades de plata, cada vez mayor.  Por supuesto, las preguntas se hicieron cada vez más difíciles hasta la última pregunta que valió sesenta y cuatro miles de dólares.  En el evangelio hoy el rico le hace a Jesús un interrogante que vale aún más de sesenta y cuatro mil.

El hombre dice a Jesús: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?” Es hombre cumplido.  No sólo ha acumulado mucho dinero sino también ha seguido la Ley de Dios.  Sin embargo, sabe que le falta alguna cosa en su vida.  Nosotros también tendremos esta inquietud.  A veces nos sentimos vacíos después de haber cumplido todas las reglas. Decimos la verdad.  Trabajamos asiduamente.  Cuidamos a nuestros padres.  Damos a los pobres. No obstante, nos preguntamos si todos estos hechos valen la pena.  No nos sentimos que como vamos a llegar a nuestro destino.  Nos imaginamos que seamos como los perros en el circo solo saltando por aros. 

Jesús responde al hombre de manera sorprendente.  Le pregunta por qué le llama “bueno”.  ¿No sabía que sólo Dios es bueno?  Jesús no está implicando que él es Dios.  En esta época de su vida, Jesús mira al Padre con tan gran respeto que no pueda identificarse con él.  Sin embargo, la pregunta del hombre y la respuesta de Jesús nos hace pensar: ¿Qué tenemos que hacer para hacernos mejores hombres o mujeres?  

Entonces reconocemos la necesidad de arrepentirnos no solo una vez sino muchas veces.  Cada vez que nos arrepintamos, nos veremos a nosotros mismos más cerca al Padre.  Cuando dejemos la fascinación con cosas lascivas, quedaremos más como Dios.  Cuando dejemos la necesidad de hablar de nuestros logros para escuchar a los demás, nos acercaremos a Dios.  Entonces nos pasa algo casi imposible a describir.  Descubrimos que nos hemos enamorado de Dios.  Sentimos muy dentro de nuestros interiores el deseo para su bondad, su verdad, su belleza.  Nada menos que él puede satisfacernos.  Esto es el principio de la vida eterna.

Para ayudarnos alcanzar nuestro destino, Dios nos ha regalado su palabra, las Escrituras.  Como dice la segunda lectura es más penetrante que una espada de dos filos.  Un filo nos acusa del pecado – el soberbio, las mentiras, la flojera.  El otro filo nos asegura del amor de Dios que sobrepasa todo entendimiento, toda racionalidad.  Meditando en la palabra de Dios todos los días, llegamos a la conclusión que es veraz.  Dios me ama a pesar de mi falta de virtud.

“Bésame, bésame mucho” son las palabras de una canción particularmente romántica.  Nos hacen pensar en dos amantes jóvenes.  Al primer pensamiento no imaginamos que uno de tales amantes puede ser Dios.  Entonces nos damos cuenta de que amable, que veraz, que bella es Dios.  Estamos enamorándonos de él.  Sentimos que no nos falta nada.  Todo estará bien. Queremos ser cada vez más como él.  Hemos alcanzado el principio de la vida eterna.

PARA LA REFLEXIÓN: ¿Jamás he sentido enamorado con Dios?  ¿Qué me pasó? ¿Qué hice? ¿Querría tener esta pasión de nuevo?

El domingo, 3 de octubre de 2021

 EL VIGÉSIMO SÉPTIMO DOMINGO ORDINARIO

(Génesis 2:18-24; Hebreos 2:8-11; Marcos 10:2-12)

El mundo deplora lo que ha pasado en Afganistán.  Gentes en todas partes lamentan el hecho que el Talibán han retomado las riendas del gobierno.  Por veinte años las muchachas han asistido en las escuelas.  Ahora están restringidas a aprender en privado.  Por veinte años las mujeres han podido tener puestos en la sociedad.  Ahora tienen que limitarse a sus casas.  Por supuesto, Jesús se entristece por esta realidad nueva.

En el evangelio Jesús propugna por el bien de las mujeres.  Los fariseos quieren tropezarlo con la pregunta sobre el divorcio.  Parece que para ellos no es problema que el hombre puede divorciarse de su mujer.  La prospectiva que la mujer quedará sin recursos no parece su preocupación.  La única cuestión parece teorética: ¿qué es el motivo para el divorcio?  Están preguntando a Jesús si se puede divorciarse por cosa incidental como se ha encaprichado con una chica. O ¿hay que ser una ofensa seria como el adulterio de parte de la mujer? La respuesta de Jesús prohibiendo el divorcio salva a la mujer tanto de la pobreza como de la vergüenza de ser dejada por su esposo.

Por prohibir el divorcio Jesús también rescata la institución del matrimonio.  Si se pudiera entrar y salir el matrimonio tan fácilmente como comprar y vender un burro, pronto estaría considerado insignificante.  Las personas no querrían comprometerse completamente a uno a otro.  Estarían creando peros en su mente especificando los indicativos para dejar la relación.  Desgraciadamente estamos viendo la caída del matrimonio en nuestros días por esta razón.  En muchas partes por cien años no ha habido estigmas grandes con el divorcio.  El resultado ha sido no solo muchos divorcios sino también menos deseo de casarse, menos niños para prolongar la cultura, y, el peor de todo, muchos niños sin padres en casa para guiarlos.

Necesitamos matrimonios estables por muchas razones.  Es el mejor ambiente de criar a niños.  Si los muchachos van a hacerse adultos responsables a la familia, a la comunidad, y a Dios, la fuerza, la ternura, y la sabiduría de ambos padre y madre son casi indispensables.  También el matrimonio facilita la maduración de las dos personas.  Los recién casados aprenden pronto que otras personas se crían de maneras diferentes que él o ella de modo que cada uno tenga que ajustarse al otro para evitar grandes problemas. Finalmente, el matrimonio provee el apoyo incondicional para superar los grandes retos de la vida: entre otros, la pérdida de trabajo, la muerte de seres queridos, y la enfermedad grave.  En este sentido el matrimonio también le proporciona a la persona sentido del amor de Dios.

Sin embargo, no queremos decir que el matrimonio sea necesario para vivir con éxito.  Hace poco murió un hombre que era el jefe de una de las corporaciones más grandes del mundo.  Cuando se jubiló, se dedicó a ayudar a los niños en escuelas y hospitales.  Dijo que podía lograr tanto porque era soltero toda su vida.  Ni queremos decir que la persona casada tiene que quedarse con esposo abusivo.  Si la persona está siendo golpeada o está forzada a cometer pecados, debe separarse.  Y aquellas personas que están en un segundo matrimonio, ¿qué deberían hacer?  Primero, tienen que cumplir sus responsabilidades a todos sus niños y, tal vez, la primera esposa o esposo.  Entonces, se puede examinar la validez del primer matrimonio. No pocas veces los hechos alrededor del matrimonio estropearon la validez de la alianza desde el principio.

Es una medida del amor de Jesús y la importancia del matrimonio que él se molesta para responder al interrogante de los fariseos.  Se da cuenta de los de parte de los fariseos para tropezarlo.  No obstante, sabe que sus discípulos necesitan la orientación correcta hacia el matrimonio.  La vida humana no sería posible sin el matrimonio bueno. Sí personas pueden nacer fuera del matrimonio, pero marchitarían pronto si no hubiera otras personas de cerca que conocen el amor de padres casados.

PARA LA REFLEXIÓN: ¿Qué veo como la razón más importante para el matrimonio?

El domingo, 26 de septiembre de 2021

 

El vigésimo sexto domingo ordinario, 26 de septiembre de 2021

(Números 11:25-29; Santiago 5:1-6; Marcos 9:38-43.45.47-48)

Hace quinientos años Europa destalló en conflictos religiosos.  Los protestantes estaban separándose de la Iglesia católica.  A menudo los católicos reaccionaron con intentos para mantener la integridad de religión de sus ciudades a fuerza.  En los lugares donde los protestantes ganaron la mayoría, acosaron a los católicos.  Hubo martirios en todos lados.  Después de más de cien años de guerras, los pueblos se acordaron vivir con la tolerancia.  No perseguirían a uno a otro más.

Las lecturas hoy tocan este tema de tolerancia.  En la primera, Josué pide a Moisés que prohíba a profetizar a los dos hombres que no estaban presentes cuando vino el espíritu.  En el evangelio los discípulos de Jesús le vienen con una propuesta semejante.  Le hablan que prohibieron a dos hombres echar demonios en su nombre porque no son de su grupo.  Sin embargo, Jesús se opone a su acción.  Dice que aquellos que no están contra él están en su favor.

En los años recientes la tolerancia no parecía difícil en el mundo occidental, al menos hasta que vino Covid.  La mayoría de las gentes no tenían problemas conviviendo en el mismo vecindario con personas de diferentes religiones, razas, y naciones.  Si las personas obedecían la ley, podían ir a cualquiera iglesia, tomar cualquier tipo de comida, y llevar cualquiera moda de pelo que quisieran.

Sin embargo, la pandemia ha creado tensiones.  En el principio, a muchos no les gustaba ver a otros no llevando mascarillas o no practicando el distanciar social.  Ahora la vacuna ha creado nuevas intolerancias.  Aquellos que han sido vacunados miran a los no vacunados con disgusto aún desdén.  A veces dicen abiertamente que están amenazando las vidas de los demás.  Entretanto los no vacunados acusan a sus criticas de no respetar el juicio de sus conciencias.  Tienen sus propias razones por no ser vacunados tal como la vacuna no es segura o no es moral.  En una iglesia les han pedido a los no vacunados que no vengan a misa en persona.  En otra iglesia hay ninguna restricción acerca de mascarillas o cualquiera otra protección del virus.

Parece que la tolerancia, de que Jesús insiste en el evangelio, tiene lugar en el conflicto que experimentamos hoy.  Desde que la mayoría de los profesionales aconsejan la vacuna, hay que respetar a aquellos que siguen sus consejos. Cuando los no vacunados están en su presencia, deberían llevar mascarilla y mantener la distancia para evitar la contaminación.  No obstante, los vacunados tienen que reconocer el derecho de los que resisten la vacuna para seguir sus conciencias.  Si no hay indicaciones que el no vacunado tenga el virus, entonces no hay razón de excluirlo de su presencia.  Sin embargo, parece justo pedirles que sigan los protocolos de mascarillas y distanciar social para evitar la dispersión del virus.

Desgraciadamente parece que la pandemia va a continuar por mucho tiempo.  Ha sido difícil, particularmente para aquellos que han sido internados con el virus y para aquellos que han perdido a seres queridos.  Sin embargo, la pandemia nos ha dado oportunidad de practicar la tolerancia y aun el amor social.  Por practicar la tolerancia respetamos a personas que piensan en la pandemia de maneras diferentes.  Por practicar el amor hacemos sacrificios por el bien de los demás.

Para la reflexión: ¿Cómo debería yo cambiar para practicar mejor la tolerancia y el amor social en la cuestión de Covid?


El domingo, 19 de septiembre de 2021

El vigésimo quinto domingo ordinario

(Sabiduría 2:12.17-20; Santiago 3:16-4:3; Marcos 9:30-37)

Hace cincuenta años el drama musical “Camelot” ganó muchos premios.  La historia tiene lugar en Inglaterra por la Edad Media.  El rey Arturo tiene una corte de los caballeros más atrevidos del mundo.  Entonces el Señor Lancelot viene de Francia para servir al rey Arturo.  Lancelot es orgulloso, aun vano.  Dice que es el mejor en todo. En el musical Lancelot usa las palabras francés, “C’est moi” (“Soy yo”), para expresar su grandeza.  Se pregunta a sí mismo: “¿Dónde se puede encontrar un hombre tan extraordinario?” Y responde a la pregunta: “C’est moi”.  Vemos esto tipo de vanidad en el evangelio hoy.

Los apóstoles discuten en el camino quién entre ellos es el más importante.  Evidentemente más que uno de los doce quiere responder: “C’est moi; soy yo”.  La tristeza no es tanto que los discípulos del maestro Jesús son orgullosos.  Más profundamente desconsolador es que Jesús acaba de decirles cómo sufrirá pronto.  Dentro de poco se lo entregarán and lo pondrán a muerte.  Pero evidentemente a los apóstoles no les importa o no lo entienden.  Pero, sí es la verdad que no lo entienden, ¿no deberían superar su miedo para pedirle explicación?

Es cierto que la vanidad u orgullo es un pecado primordial.  Según el Libro de Proverbios, “Antes de la ruina, hubo orgullo…” (16,18).  Por eso, la serpiente tienta a la pareja en el jardín con la expectativa de que se hagan “como dioses”.  Para evitar que hiciéramos este pecado cuando éramos chicos, nuestras madres nos regañaban: “El mundo no revuelve alrededor de ti”.  Pero es una lección difícil para aprender.  Nos da mucho gusto pensar en nosotros mismos como las más importantes, las más guapas, o las más brillantes personas en el mundo. 

Al fondo de esta tendencia queda el individualismo extremo.  Pensamos que podamos hacer cualquiera cosa por nosotros mismos.  Tenemos tanta confianza que pensemos que no necesitemos a nadie.  Nos gusta pensar en nosotros mismos como desconectados de la comunidad, no responsable a nadie.  Ni pensamos que a Dios le importan nuestras acciones.  La primera lectura expresa esta fantasía perfectamente bien.  Cita a los malvados diciendo entre sí mientras urden una trampa contra el justo: “’Si el justo es hijo de Dios, él lo ayudará…’”

La segunda lectura da eco a estas advertencias contra el orgullo y el individualismo extremo. Señala que las “malas pasiones” son la fuente de todos conflictos y luchas.  Apunta a la ambición como pasión desordenada, que en su forma extrema busca premios sin guardar las reglas.  Por ejemplo, los atletas que toman drogas para ganar medallas en las Olimpiadas son culpables de la ambición.  Otra pasión mala es la codicia que desea lo que pertenece a otras personas. 

A Jesús no le falta la paciencia para enseñar a sus discípulos, incluso a nosotros, en que consiste la verdadera importancia.  Dice que la importancia no consiste en ser admirado por los demás sino en servir a los demás.  Es la verdad que un famoso actor una vez admitió.  La estrella de la radio dijo que mientras buscaba todas las medallas de mérito de su profesión, no hizo tanto por el mundo que cualquiera buena mujer de la limpieza.

Interesantemente Jesús nunca condena el amor propio.  Pero manda que amemos al otro tanto como a nosotros mismos y que amemos a Dios sobre todo.  Tenemos que admitir que el más importante no es "c'est moi; soy yo".  Ni el segundo más importante es "c'est moi; soy yo".  Somos como todos los demás – complejos de virtudes y vicios, fuerzas y debilidades, posibilidades y límites.  Alcanzaremos nuestro potencial completo por seguir al Señor Jesús en la entrega de nosotros mismos por el bien de los demás.  Parecerá en el principio que estamos estudiando y trabajando sólo por nosotros mismos.  Sin embargo, vendrá la ocasión en que escogeremos a vivir principalmente por nosotros o por los demás y por Dios, sobre todo.  Ojalá que escojamos a vivir por Dios sobre todo.

Para reflexión: ¿Consuelo al otro cuando tiene dolor o estoy siempre preocupado con mis propios problemas? 

El domingo, 12 de septiembre de 2021

 VIGÉSIMO CUARTO DOMINGO ORDINARIO, 12 de septiembre de 2021

 (Isaías 50:5-9; Santiago 2:14-18; Marcos 8:27-35)

 El monseñor Richard Sklba ha sido un don para la Iglesia Católica.  Entrenado como erudito bíblico, se hizo obispo auxiliar de Milwaukee.  A través de los años ocupaba varios puestos responsables en la conferencia episcopal estadunidenses y en la Asociación católica bíblica de América.  Vale la pena ponderar lo que el monseñor Sklba escribió sobre el evangelio de hoy. “…todos nosotros somos seguidores de Pedro – dijo -- pues nuestros testimonios de Cristo son muy inmaduros e imperfectos”.

 En el evangelio Pedro nombra a Jesús correctamente como “el Mesías”.  Él reconoce bien que Jesús ha venido para salvar a Israel.  Sin embargo, Pedro equivoca cuando piensa que Jesús no vaya a sufrir en la obra de la salvación.  Nunca le ocurriría a Pedro en esta etapa de su vida que Jesús sea como el Siervo Doliente en la primera lectura.  Eso es, que aguantará golpes y tormentos, insultos y salivazos para cumplir su misión. 

 Jesús no es gentil en corregir el error de Pedro. Le dice que habla como Satanás cuando dice que no es del Mesías a sufrir.  En tiempo esta enseñanza, que ya le parece incomprensible, hará más sentido.  Pedro atestiguará a la resurrección de Jesús después de su muerte en la cruz.  Habrá visto cómo el sacrificio de Jesús no terminó en la desgracia de la cruz sino en la gloria de la resurrección.

 Los líderes de la Iglesia han experimentado algo del aprendizaje duro de Pedro en este evangelio.  Como Pedro no quiere pensar en un Mesías que sufra, algunos obispos no querían que la Iglesia fuera considerada como mala.  Por eso, trataban de esconder los pecados de sacerdotes-abusadores.  En lugar de quitar a los culpables del ministerio, a veces les daban asignaciones nuevas.  Sí a menudo lo hicieron con la aseguranza de los psicólogos que los culpables fueran reformados. Sin embargo, ignoraban las leyes que requerían el reportaje de tales crímenes a las autoridades. Más lamentable, preocupados por la reputación de la Iglesia, los obispos pasaron por alto las necesidades graves de las víctimas.  Les permitieron a sufrir a solas la trauma de haber sido sexualmente abusados.

 Desgraciadamente la misma cosa tiene lugar con demasiada frecuencia en las familias.  Particularmente perturbador es el hecho que las niñas están abusadas por familiares con impunidad.  Los abusadores no están corregidos por sus crímenes.  A veces los padres ni siquiera quieren escuchar a sus hijas mencionar lo que les han hecho un tío o un primo.  Dicen que no quieren problemas en la familia.  Sin embargo, los problemas solamente crecen con el silencio.  Las víctimas se sienten cada vez peor acerca de sí mismas y los abusos continúan. 

En la segunda lectura Santiago pregunta: “¿De qué sirve a uno decir que tiene fe, si no lo demuestra con obras?”  Santiago tiene en mente el descuido de los pobres, pero se puede aplicar su interrogante al abuso sexual.  ¿De qué nos sirve creer en la salvación de Jesús si vamos a permitir el abuso de niños?  ¿No es que para probarnos como discípulos suyos tengamos que llevar a la justicia a los abusadores y socorrer a las víctimas?  Ciertamente estos interrogantes se aplican a las familias tanto como a la Iglesia en general.

Nos cuesta hablar del abuso sexual.  Es como el famoso elefante en el cuarto cuya presencia nadie quiere reconocer por miedo de suscitar al animal.  Pero a no ser que queramos vivir continuamente con la amenaza, tenemos que hacer algo.  Dios nos ha enviado a Su Hijo para salvarnos de todos pecados incluso el abuso sexual.  Contando con su justicia tenemos que corregir a los culpables y ayudar a las víctimas.   

El domingo, 5 de septiembre de 2021

Vigésimo tercer domingo ordinario, 5 de septiembre de 2021

(Isaías 35:4-7; Santiago 2:1-5; Marcos 7:31-37)

El evangelio hoy proclama que el Reino de Dios ha llegado con Jesús.  Él ha cumplido las profecías del Antiguo Testamento de abrir los oídos de sordos y levantar el ánimo de los apocados.  Así dice la primera lectura del libro del profeta Isaías.  Del tiempo de Jesús en adelante los hombres y mujeres tienen que acudirse a él para ser salvados. 

Cerca de Jesús, aprendemos de él.  No sólo absorbimos sus enseñanzas sino también observamos sus acciones.  Nos instruye cómo colaborar con él para el desarrollo del Reino de Dios.  La segunda lectura de la Carta de Santiago nos advierte que no menospreciemos a nadie.  Todo el mundo tiene un papel en esta grande empresa del Reino: los pobres tanto como los ricos, los sencillos tanto como los genios, ciertamente las mujeres tanto como los hombres.  Todos tenemos que esforzarnos para que la justicia de este mundo se aproxime esa del Reino de Dios.   

Por una gran parte vamos a contribuir al Reino por nuestro trabajo.  Aún si nuestro trabajo no tiene efecto tan abrumador para el Reino como la sanación del sordo tartamudo, no falta valor.  Podemos definir tres modos por los cuales nuestro trabajo avanza el progreso del Reino.

Primero, con el trabajo nosotros hombres y mujeres nos realizamos como personas humanas y herederos del Reino.  El libro de Génesis dice que Dios creó al hombre en su imagen con la tarea de llenar la tierra y someterla.  Ciertamente los agrícolas someten la tierra, pero también lo hacen las limpiadoras de casas.  Siempre están desarrollando sus capacidades por trabajar más eficiente y efectivamente.  Las limpiadoras saben mejor que la mayoría de nosotros cómo quitar el polvo de los pisos y persianos porque han experimentado diferentes modos de hacer estas tareas. Cuando trabajamos, nos hacemos los sujetos de la creación.  En un sentido nos realizamos nuestro destino de ser las imágenes de Dios, el sujeto de toda la creación.

Segundo, con el trabajo podemos mantener una familia.  No hay fin de los recursos que necesita la familia.  Comienzan con comida, casa, y ropa.  Siguen con cosas tan diversas como coche y computadora.  Todas estas necesidades cuestan dinero que conseguimos por el trabajo.  También es por el trabajo humano que se hacen todos los productos y servicios que se requieren para vivir con la dignidad.

Como dice Jesús a Satanás no solo vivimos por el pan.  Aún más vivimos de la verdad, la justicia, y el amor.  En el trabajo estos valores a la vez se asimilan y se muestran al mundo.  Un obrero de fabrica una vez estaba hablando de su trabajo.  Dijo que estaba orgulloso a poner su nombre en la máquina que fabricó cuando la empacaba para la entrega.  Sabía que el trabajo fue hecho con cuidado y que el producto debería servir bien.  Este tipo de integridad crea un mundo más digno de Dios y más resplendente de su gloria.

El Hijo de Dios se hizo hombre para alzar arriba la condición humana.  Asumió el trabajo manual como ambos carpintero y sanador desde que a menudo usa sus manos en las curas.  También hizo trabajo más cerebral como cuando enseña y conseja.  No solo se realizó así su humanidad sino también se hizo el modelo del trabajador para todos nosotros.  Trabajando como Jesús, llegaremos al Reino.

 Para la reflexión: ¿Cómo mi trabajo ha contribuido al Reino de Dios? 

El domingo, 29 de agosto de 2021

 Vigésimo segundo domingo ordinario

(Deuteronomio 4:1-2.6-8; Santiago 1:17-18.21b-22.27; Marcos 7:1-8.14-15.21-23)

De vez en cuando hay alboroto sobre los Diez Mandamientos.  Si una entidad colocara una representación de los Mandamientos en lugar público, es seguro que los ateos o los secularistas protestarían.  Hace veinte años un juez tuvo fabricado un monumento de granito con los Diez Mandamientos inscritos en ello para su corte.  Después la protesta, una corte superior mandó que quitara el monumento.  Dijo que era una violación de la separación entre la Iglesia y el estado.  Entonces el juez hizo una campaña para buscar apoyo.  Cargó el monumento de casi 2400 kilos a diferentes partes del país clamando la injusticia de la prohibición.

En un sentido el juez tenía la razón. Sí, los Diez Mandamientos ocupan un espacio céntrico en nuestra religión, pero su significado no es primeramente religioso.  Más bien los Mandamientos forman los principios de la ley natural.  Eso es, transmiten el núcleo de lo que es conducta recta como determinada por la razón humana.  Prescriben las obligaciones y las prohibiciones para hacer posible la vida social.  Por esta razón la primera lectura insiste que el pueblo Israel tiene que ponerlos en práctica.

En el evangelio los fariseos critican a los discípulos de Jesús por acciones que tienen poco que ver con los Diez Mandamientos.  Dicen que es terrible que los discípulos no lavan sus manos antes de comer.  Pero ni los Diez Mandamientos ni los otros preceptos de la ley judía requieren tal lavado.  Es tradición de sus mayores impuesta por los superiores religiosos para evitar que partículas impuras toquen los labios del judío.  Es verdad; no es muy difícil cumplir esta regla.  Sin embargo, multiplicadas centenares de veces en diferentes áreas de la vida, tales tradiciones pueden hacerse insoportables.

Jesús siempre ha llevado a cabo los Diez Mandamientos y todas las reglas de la Ley.  No obstante, insiste que las tradiciones de los mayores no atañan a esta categoría de deberes.  Según Jesús agradar a Dios consiste ambos en amar a Dios y al prójimo y en evitar la maldad.  La segunda lectura de la Carta de Santiago resume su modo de pensar.  Dice que la religión consiste en ayudar a los desafortunados y distanciarse de las influencias que corrompen el alma. 

Hoy en día las tradiciones de los mayores ocupan la mente de varios católicos.  Algunos insisten que se arrodillen cuando reciben la hostia y la tomen en la lengua.  Además, quieren que el sacerdote ofrezca la misa con su espalda al pueblo y que use el latín.  Estas cosas no son malas, y probablemente ayudan a algunos rezar con más fervor.  Sin embargo, no tienen el mismo valor de actos de compasión.  Llevar comida a los desamparados después de la misa vale mucho más que la mujer cubra su cabello en el templo o que cualquiera persona ayune tres horas antes de la misa. 

En un libro de oraciones un teólogo reflexiona sobre “el Dios de la ley”.  Dice que es cierto que Dios está presente en los Diez Mandamientos de modo que cuando los cumplamos, encontramos a Él.  Pero, pregunta el teólogo, ¿está Dios presente en las directrices de los superiores?  Responde a su propio interrogante con “sí” cuando obedecemos las directrices por amor de Él.  Si seguimos la directriz del obispo a recibir la hostia en la mano o la directriz del párroco a no estacionar el coche en alguna zona por amor de Dios, encontraremos a Dios.  Es así cuando cumplimos las tradiciones de los mayores.  Cuando los cumplimos por amor, encontramos a Dios.