El domingo, 3 de enero de 2016



La Epifanía del Señor

(Isaías 60:1-6; Efesios 3:2-4.5-6; Mateo 2:1-12)

Hace sesenta años los muchachos apreciaban regalos de ferrocarriles de modelo.  Al recibir un equipo de trenes para la Navidad un año, lo agregaron en los años siguientes.  Además colocaron casas, tiendas, y jardines al lado de los carriles  para crear un pueblo en miniatura.  Se puede ver la historia de los magos así.  No sólo es una de las historias más conocidas en el evangelio sino también representa todo el evangelio en miniatura. 

Para entender el propósito del evangelio tenemos que recordar las circunstancias de su escribir.  Mateo escribió el evangelio cincuenta años después de resurrección de Cristo.  Como la segunda lectura nos indica, eran los paganos que acudían a Cristo entonces.  Mateo cuenta de los magos representando a estos paganos.  Los magos no son reyes sino sabios buscando el significado de la vida.  Son como muchos de nosotros hoy en día.  Cuando llegamos a una crisis como la diagnosis de una enfermedad seria nos preguntamos: ¿Por qué estoy aquí?  ¿Qué es el propósito de mi vida?

Podemos examinar varias opciones para la vida: vivir en una casa grande, tener el más placer como posible, dejar el mundo mejor que antes.  La historia de Jesucristo provee otra posibilidad.  Dice que él resucitó de la muerte.  ¿Puede ser esto nuestro destino?  Pero para entender a Jesús, hay que estudiar las escrituras de los judíos.  Ellas nos indican que Jesús es la culminación de una historia larga y profunda.  Comienzan con el pecado de Adán y termina con Jesús enviando a sus discípulos para ensenar a todos los pueblos.  En el evangelio los magos ven la estrella de Jesús en los cielos.  Representa la posibilidad de cumplir la búsqueda para la sabiduría en Jesús.  Sin embargo, porque la ciencia natural no es suficiente para llegar a la salvación, los magos necesitan pedir la ayuda de la revelación de Dios a Israel.

Al escuchar a los magos, los judíos consultan sus escrituras para enterarse del lugar del mesías.  Pero no quieren irse a encontrarlo.  Más bien su jefe Herodes planea a matarlo como rival a su reinado.  Su trama será frustrada ahora.  Pero en triente años los líderes judíos cumplirán su deseo para eliminar a Jesús.  Desgraciadamente a veces algunos de nosotros piensan como Herodes.  Vemos a Cristo como si fuera un adversario que quiere quitarnos la felicidad.  Los jóvenes no quieren acatar sus enseñanzas sobre el sexo.  Los adultos no quieren que su eucaristía interfiera con los partidos de fútbol. 

Pero seguir a Cristo no nos lleva a la infelicidad sino el contrario.  Al hacernos bondadosos como él, ganamos relaciones satisfactorias.  No sólo tenemos la paz en la vida natural sino también la esperanza de la vida con Cristo resucitado.  La primera lectura nos da una vislumbre de esto.  Muestra los pueblos foráneos escapando las tinieblas de sus tierras – la violencia, el orgullo, y la lujuria que dificultan tanto la vida.  Estos pueblos llegan a la luz de Dios que llena Jerusalén.  Asimismo los magos encuentran a Jesús en Belén con corazones contentos porque él tiene la sabiduría que han estado buscando.

La historia de los tres magos es como un preludio de una ópera.  Toca los grandes tonos que van a ser desarrollados durante la actuación.  Escuchamos de cómo Jesús cumple las escrituras antiguas.  Oímos cómo enfrenta la oposición de los líderes judíos en su ministerio.  Percibimos cómo Dios frustra los planes de los adversarios de Jesús por resucitarlo de la muerte.  Estamos comenzando ya otro año de iluminación por la historia de Jesús.  Que la sigamos con atención.  Vamos a llegar más cerca de nuestro destino. Que la sigamos con atención.

El domingo, 27 de diciembre de 2015



La Fiesta de la Sagrada Familia

(I Samuel 1:20-22.24-28; I Juan 3:1-2.21-24; Lucas 2:41-52)

En una novela tres malvados se meten en una casa de familia.  Comienzan a aterrorizar a la madre con sus dos hijos.  Piensan los muchachos si su hermano mayor estuviera presente, él sabría qué hacer.  Entonces llega el hermano, ve lo que pasa, y actúa para rescatar a todos.  La historia nos proporciona una pista de lo que el evangelio hoy quiere anunciar. 

Israel en el primer siglo era una nación derrotada.  El imperio romano había tomado las riendas del gobierno.  Los partidos judíos – los saduceos, los fariseos, los zelotes, los partidarios de Herodes – luchaban el uno contra el otro.  Los griegos y los samaritanos practicaban sus propias religiones.  La gente quedaba en necesidad de un salvador para rescatarla de toda esta desgracia. 

Entonces vino Jesús.  A su nacimiento los ángeles lo describieron en el campo como “el mesías”, eso es el ungido de Dios. Cuarenta días después en el templo el vidente Simeón le declaró “la salvación” y “la gloria de…Israel”.  Y en la lectura hoy Jesús mismo sugiere que es hijo de Dios cuando responde a su madre: “¿No sabían que debo ocuparme con las cosas de mi Padre?” El mensaje evangélico es claro. Definitivamente ha llegado el Hijo de Dios.  Jesús rescatará no sólo Israel de sus pruebas sino el mundo del pecado.

La victoria será lograda con su muerte en la cruz y la resurrección de su cuerpo del sepulcro.  Pero Jesús empieza ahora a prepararse para la prueba.  En primer lugar, dialoga con los sabios sobre las Escrituras.  Se dará cuenta de que el significado de la vida no es invención de cada persona humana por sí misma.  Más bien ha sido revelado por Dios a través de los siglos.  Es una lucha para perfeccionarse para la vida eterna con Dios.  En segundo lugar se someterá a la autoridad de sus padres terrenos.  Sabe que le libran de los atractivos que pueden desviar a un muchacho del proyecto de la vida.

Como María en el evangelio queremos conservar en nuestros corazones toda palabra de Dios.  Particularmente hoy nos enfocamos en sus prescripciones para la familia.  La primera lectura habla de Ana, madre de Samuel, ofreciendo a su niño al Señor.  Ella sabe que los hijos no son propiedad de sus padres para formarse según sus propios designios.   Más bien son regalos que Dios se les confía para cuidar y educar en sus modos. 

Sobre todo el modo de Dios se da en la segunda lectura: “que amemos los unos a los otros”.  Prácticamente este mandamiento significa que ayudemos a uno y otro superar nuestras faltas.  Si tenemos un pariente homosexual activo, que no lo rechacemos.  Más bien que le mostremos nuestro afecto mientras le digamos que confíe en el Señor Jesús.  No estaremos aprobando su estilo de vida.  Más bien estaremos perfeccionando lo nuestro.

Estamos para emprender en un año nuevo.  2016 casi ha llegado.  Será el año de las olimpiadas y las elecciones.  Vamos a ver dificultades nuevas y desgracias perpetuas.  No importa ahora lo que nos pase. Cristo ha venido para acompañarnos en la lucha.  Esto es lo que importa.  Cristo nos ha venido.

El domingo, 20 de diciembre de 2015

EL CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO

(Miqueas 5:1-4; Hebreos 10:5-10; Lucas 1:39-45)

Se ha anunciado el plan para el viaje del papa Francisco a México. Va a ir a la capital para dar homenaje a la Virgen de Guadalupe, patrona del país.  Pero no va a ningún otro centro de comercio muy importante.  En lugar de Guadalajara y Monterrey, el papa visitará San Cristóbal de las Casas, Morelia, y Ciudad Juárez.  Estas ciudades han soportado mucha miseria en los años recientes. El propósito del papa es claro.  Quiere socorrer a la gente afligida por la pobreza y violencia.  Está haciendo la misma opción que hace Dios en las lecturas de la misa hoy.

Escuchamos la primera lectura del profeta Miqueas como anunciando el lugar del nacimiento de Jesús.  Dice que de Belén “saldrá el jefe de Israel”.  Pero ¿cómo la oyeron los israelitas cuando fue escrito en el octavo siglo antes de Cristo?  Ciertamente la habrían entendido como haciendo referencia a David, el rey poderosísimo de Israel, nacido en Belén.  También la habrían reconocido como la preferencia de Dios para lo humilde.  Aunque no tiene nada de la grandeza de Jerusalén, Belén con su población campesina ha ganado el favor de Dios.  No es nada nuevo.  Por toda la historia de la salvación Dios ha rechazado las pretensiones de los pudientes para alzar a los pobres.

La segunda lectura penetra más profundamente los modos de Dios.  Dice que el sacrificio que más agrada a Dios no es lo de holocaustos de bueyes.  No, se le complace sobre todo la obediencia.  Ésta es precisamente el ofrecimiento de Jesús.  Él nunca huyó su misión para anunciar el amor de Dios Padre en el mundo.  Aun ante la saña de los jefes de Israel Jesús siguió curando y enseñando.  Eventualmente lo tuvieron crucificado, pero su muerte sólo dio testimonio a la extensión del amor divino. 

Quizás el pasaje evangélico proclamado hoy es el único en que aparecen sólo mujeres.  María e Isabel se colocan en el centro del escenario para revelar cómo Dios logra su propósito con los más sufridos.  Sin duda Isabel, como su prototipo Ana en el Antiguo Testamento, experimentaba la vergüenza de no haber tenido hijos.  Al reconocer su dolor Dios le ha concedido la criatura que se hará el precursor del Mesías. 

María es una joven humilde de un pueblo lejano.  Más al caso, ella obedece a Dios incondicionalmente como Jesús.  Va “presurosa” a visitar a Isabel tan pronto como recibe la noticia que ella es con hijo.  Tanto por su obediencia como por su humildad Dios la ha escogido como la cual criará a Su hijo.  Enseñará a Jesús los modos de la vida humana de modo que no desvíe nada del camino de la justicia. 

Aunque no podamos duplicar ni la humildad de Isabel ni la obediencia de María mucho menos el sacrificio de Jesús, podríamos imitar a los tres.  En lugar de pensar en nosotros mismos como número uno, podemos reconocer la prioridad de Dios.  Podemos preguntarle que quiere de nuestros talentos y de nuestro tiempo.  Para algunos será que sean los mejores hijos y los mejores padres posibles.  Particularmente en los primeros y los últimos años las personas necesitan de atención particular.  Para otros Dios querría que lleven el amor de Dios al mundo.  Esto es lo que hace una mujer que entra la prisión dos veces por semana.  Una noche durante la semana ella enseña a los encarcelados la doctrina cristiana.  Al domingo los acompaña en la misa.  Les asegura que no son olvidados porque están internados.  Más bien son apreciados como miembros de la comunidad haciendo esfuerzos a reformarse.

Dentro de cinco días vamos a estar celebrando el acto de Dios más dramático para optar por los humildes.  Colocaremos al niño Jesús en el pesebre para enseñar a nuestros hijos que él ama a los chiquillos.  Entonces nos arrodillaremos junto con ellos ante el pesebre prometiendo a Jesús nuestra obediencia.  Nos arrodillaremos ante Jesús prometiéndole nuestra obediencia.