El domingo, 1 de febrero de 2015



EL CUARTO DOMINGO ORDINARIO

(Deuteronomio 18:15-20; I Corintios 7:32-35; Marcos 1:21-28)

El Sermón del Monte inicia la enseñanza de Jesús en el Evangelio según San Mateo.  Tiene palabras casi insoportables para los judíos del primer siglo.  Pues en el sermón Jesús se refiere a sí mismo como una autoridad aún más grande que la de las Escrituras.  Dice: “Ustedes han oído que antes se dijo, “No cometas adulterio”.  Entonces Jesús agrega a este mandamiento su propio: “Pero yo les digo que cualquiera que mira con deseo a una mujer, ya cometió adulterio con ella en su corazón”.  Es una muestra de la confianza propia raramente vista en su día.  El Evangelio según San Marcos no menciona el Sermón del Monte.  Sin embargo, reporta en la lectura hoy que Jesús enseña en la sinagoga con grande autoridad.

Entre los congregados en la sinagoga se sienta un hombre con la mirada de la preocupación en su cara.  Le molesta la autoridad con que habla Jesús.  De repente su grito rompe la paz: “¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret?...”  Es el espíritu inmundo dentro del hombre temblando en la presencia del Hijo de Dios.  Es como la condición de muchos hombres entre nosotros hoy día andando desesperados por la obsesión de ver la pornografía.  La voz de la conciencia les acusa de ver fotos que manchan sus almas como ácido desfigura la cara sobre que se salpica.  Sin embargo, las pasiones inclinadas al placer erótico no les permiten a desprenderse de la materia.  Responden a la voz de conciencia: “¿Qué quieres con nosotros…?”

De verdad los hombres cristianos tienen más poder que piensen.  Reside en sus almas el Espíritu Santo con la fortaleza para resistir el mal.  Tienen que dominar las pasiones desordenadas por decirles: “No, cállense”.  Pues, Cristo murió por todos nosotros y queremos mantenernos fieles a su amor.   En el evangelio el mismo Cristo Jesús manda al espíritu inmundo: “Cállate y sal de él”.  Frente al “Santo de Dios” el espíritu tiene que retirarse como los alumnos cuando el maestro los sorprende haciendo trampas en un examen. 

En la segunda lectura Pablo trata de asegurar a los corintios.  Les aconseja a evitar las preocupaciones que vienen de desviarse del Señor.  Los hombres atrapados por la pornografía conocen bien la ansiedad de desviarse del Señor.  Temen perder sus almas, pero sienten impotentes ante sus computadoras a rechazar el impulso de cliquear la pornografía.  ¿Qué consejo se les puede dar?  Bueno, en primer lugar, tienen que recordar que tanto Dios los ama.  Él va a ofrecerles la ayuda necesaria para que vivan con la paz.  Entonces, que vean la imagen de Cristo que deberían tener al lado de sus computadoras.  Si no la tienen, que repitan una mantra, “Soy de ti, Señor, ahora y siempre; soy de ti, Señor, ahora y siempre”. 

Y si caen en la trampa, que no se den por vencidos.  En los casos donde el vicio es bien habituado, se haya debilitado la responsabilidad de modo que no constituya un pecado mortal.  De todos modos, los culpables deberían decir un acto de contrición y prometerse a aprovecharse del Sacramento de la Reconciliación tan pronto como posible.  Por supuesto, no deben permitir que la caída sea pretexto de volver a buscar la pornografía.

No tenemos que buscar la pornografía para caer bajo su influencia. A veces escribiendo un email, vemos un desfile de mujeres al lado de la pantalla atrayendo nuestra atención.  Tenemos que verlo por lo que es: una trampa para quitarnos tanto de la paz como del dinero.  Entonces qué aprovechémonos de la fortaleza del Espíritu Santo para decirle: “No”.  Queremos mantenernos fieles al amor de Cristo.  Qué no temamos a decirle: “No”.

El domingo, 25 de enero de 2015


EL TERCER DOMINGO ORDINARIO

(Jonás 3:1-5.10; I Corintios 7:29-31; Marcos 1:14-20)



En 1992 les permitió a los Estados Unidos seleccionar entre los profesionales para el equipo de baloncesto de los Juegos Olímpicos.  El resultado fue lo que se llamaba el “equipo de ensueño”.  Los jugadores seleccionados incluyeron a Michael Jordan, Magic Johnson, y Larry Bird.  En los partidos ningún otro equipo pudo acercarse a ello.  Fue casi demasiado bueno para ser creído.  El evangelio tiene un mensaje que también parece como un sueño casi demasiado bueno para ser creído. 

Dice la lectura que Jesús anda en Galilea predicando el “Evangelio de Dios”.  Suena un poco rara esta frase, ¿no?  ¿Qué significa?  El “Evangelio de Dios” es que Dios quiere a cada persona humana, sea rica o pobre, morena o blanca, cristiana o musulmán.  Ama también a los fetos destinados a ser abortados.  Aun a sus madres que por temor o por dureza consienten al crimen, les ama Dios.  

Parece que hemos llegado al momento en que le gente se harta del aborto.  Al menos podemos decir que más y más se permiten leyes limitando la práctica.  Por fin la gente ve lo que el aborto es en sí: la masacre de los más vulnerables entre los seres humanos.  La posibilidad que ha llegado el fin del aborto corresponde a lo que Jesús dice en el evangelio: “Se ha cumplido el tiempo”.  Eso es, el tiempo de espera, de Juan Bautista y los profetas del Antiguo Testamento anunciando el Mesías, ha pasado.  Ha llegado el Hijo de Dios para enseñarnos cómo vivir como un pueblo recto en un mundo decaído.

La primera lección de Jesús es: el “Reino de Dios está cerca”.  Este Reino no es un territorio que nos acercamos sino un poder que nos viene.  Es la luz penetrando la sombra del descuido del mundo contemporáneo.  En el evangelio es Jesús mismo curando a los enfermos.  Hoy día es la gente dándose cuenta de su ceguera como pasó a una mujer hace seis años.  La señora Abby Johnson escoltaba a mujeres a la cámara del aborto cuando le pidieron a ayudar con un aborto guiado por el ultrasonido.  Entonces ella vio por la primera vez el bebé dentro del seno de su madre luchando contra la aspiradora chupando su vida.  Johnson dejó el trabajo y ahora es parte del movimiento pro-vida.  También el Reino es el amor de las muchas personas que ofrecen a las madres de hijos no nacidos los recursos para dar luz a sus hijos. 

Para aprovecharnos del poder del Reino tenemos que arrepentirnos.  Es decir tenemos que dejar la mentalidad que favorece el aborto.  Esta perspectiva ve la intimidad sexual como el entretenimiento de los bellos.  Debemos reemplazar este tipo de pensar defectuoso con una consciencia que acepta la intimidad como ha sido creada – el modo más palpable para los cónyuges a expresar su afecto.  En torno, querremos ver el aborto como la tragedia que es –el cuchillo con que las madres traicionan sus deseos más profundos y también la pandemia atacando las minorías.  En el evangelio los dos equipos de hermanos muestran el tamaño de la conversión imaginado por el evangelio.  Primero, Pedro y Andrés, entonces Santiago y Juan dejan todo – su sustento y sus familias para seguir a Jesús.  La primera lectura donde toda la ciudad de Nínive se arrepiente es aún más demostrativa del tipo de conversión previsto por el Reino de Dios. 

En los últimos años hemos visto una revolución en el número de fumadores.  Hace sólo cincuenta años hubo el olor del humo de cigarro en casi todos los lugares públicos.  Ahora el caso es casi lo opuesto.  Tanto por leyes limitando la práctica como por la mayor consciencia de la gente se ha eliminado virtualmente el fumar.  Esperamos que lo mismo esté pasando con el aborto.  No es un hecho completo todavía.  Por eso, no deberíamos dejar de rezar.  Pero por lo menos es imaginable que vamos a ver el día en que los abortos son tan raros como ceniceros en restaurantes hoy.  Qué sigamos rezando por el fin del aborto. 

El domingo, 18 de enero de 2015



EL SEGUNDO DOMINGO ORDINARIO

(I Samuel 3:3-10.19; I Corintios 6:13-15.17-20; Juan 1:35-42)

 Si es verdad que no se puede conocer a nadie sin ver cómo vive en casa, entonces entendemos porque Andrés y el otro discípulo quieren seguir a Jesús.  Juan lo ha nombrado “el cordero de Dios”, pero ¿qué significa este título?   ¿Es el cordero un animal sacrificial, una bestia poderosa, o una mascota?  Los discípulos le vienen para saber qué tiene en cuenta Juan con esta descripción extraña.

Pero no es ellos que elijan a Jesús.  Como siempre en este evangelio según san Juan, Jesús controla el movimiento.  Se voltea a los dos con la pregunta: “¿Qué buscan?”  Ésta no es una pregunta ligera como: “¿Cómo podría servirles?”  Más bien Jesús está interrogándoles qué desean en el fondo de sus corazones.  Si fuera a preguntarnos la misma cosa, ¿cómo responderíamos?  De verdad nuestros deseos son mixtos.  Por una parte queremos ser ricos, cómodos, y poderosos como los grandes atletas.  Por otra parte buscamos la integridad, el honor de haber apoyado a los desafortunados, y la proximidad de una familia cariñosa. 

Porque ni siquiera estamos ciertos de lo que queramos, a lo mejor respondemos con una palabra ambigua como “el amor”.  Pues, el amor tiene varios sentidos: lo erótico, lo sacrificial, y algo de lo heroico y de lo doméstico.  En el evangelio los dos hombres responden a Jesús con una tal expresión tanto ingenua como profunda.  “¿Dónde vives?” puede ser simplemente la dirección de su vivienda o puede ser su intimidad con Dios Padre.

Pero Jesús quiere que escojan lo mejor de la vida.  Por eso, les invita a compartir su compañía.  Las palabras “Vengan a ver” representan más que un vistazo de sus paraderos como si estuviera estrenando una casa nueva.  Siempre en este evangelio “venir” y “ver” pertenecen a la experiencia de fe.  Cuando Jesús habla con Nicodemo, le dice: “…él que hace la verdad viene a la luz para que se vea que sus obras han sido hechas en Dios” (3:21).  “Viene a la luz” es tener la fe en Jesús, la luz del mundo.  Creer en Jesús es dejar atrás el yo como número uno para tener a Jesús como su Señor.  Es servir a los demás como ha mandato él para guardar la esperanza de la vida eterna con él.

Tenemos que preguntarnos si los extranjeros sienten la acogida de Jesús cuando visitan nuestra comunidad.  ¿Podemos decir a nuestros compañeros de trabajo, “Vengan a ver” nuestra parroquia, con la seguridad que van a ser apreciados?  No es sólo la bienvenida en la puerta antes de la misa dominical que importe aquí.  También tenemos que mostrar el calor del hogar de Jesús en la cualidad de la doctrina para los niños y en la atención a los enfermos.  En una parroquia, que está creciendo, cada nueva familia inscrita recibe un pan de la primera clase junto con el directorio.

Con tal cuidado la gente no puede hacer otro que decir a sus asociados cómo hay algo especial  en la comunidad.  No van a nombrarlo inmediatamente como “el Espíritu de Cristo”, pero en tiempo van a alcanzar esta conclusión.  De todos modos ellos van a hacerse apóstoles por hablar de la bondad que han experimentado en la parroquia.  Eso es lo que pasa a Andrés en la lectura.  Procede de ser un discípulo de Juan a un discípulo de Jesús, aprendiendo de él en su casa.  Entonces se hace en un apóstol predicando que Jesús es el Mesías a su hermano Simón. 

Una vez un muchacho de dieciséis años fue a Lourdes con su mamá.  El muchacho tenía un tumor cerebral, y su mamá esperaba que se pudiera curar en el santuario allá.  Cuando regresaron, el joven murió.  Sin embargo, la mamá no sintió decepcionada.  Dijo que después de experimentar la fe que encontraron en Lourdes, podían enfrentar la muerte con calma.  Fue una experiencia de “Vengan y ver” que Jesús nos invita a cada uno de nosotros.  Qué vengamos para sentir el calor del amor cristiano.  Qué veamos la luz del mundo que nos guía más allá que las riquezas, las comodidades, y el poder de este mundo.  Qué aceptemos su invita a la intimidad con él en la vida eterna.  Qué aceptemos su invita.