El domingo, 18 de enero de 2015



EL SEGUNDO DOMINGO ORDINARIO

(I Samuel 3:3-10.19; I Corintios 6:13-15.17-20; Juan 1:35-42)

 Si es verdad que no se puede conocer a nadie sin ver cómo vive en casa, entonces entendemos porque Andrés y el otro discípulo quieren seguir a Jesús.  Juan lo ha nombrado “el cordero de Dios”, pero ¿qué significa este título?   ¿Es el cordero un animal sacrificial, una bestia poderosa, o una mascota?  Los discípulos le vienen para saber qué tiene en cuenta Juan con esta descripción extraña.

Pero no es ellos que elijan a Jesús.  Como siempre en este evangelio según san Juan, Jesús controla el movimiento.  Se voltea a los dos con la pregunta: “¿Qué buscan?”  Ésta no es una pregunta ligera como: “¿Cómo podría servirles?”  Más bien Jesús está interrogándoles qué desean en el fondo de sus corazones.  Si fuera a preguntarnos la misma cosa, ¿cómo responderíamos?  De verdad nuestros deseos son mixtos.  Por una parte queremos ser ricos, cómodos, y poderosos como los grandes atletas.  Por otra parte buscamos la integridad, el honor de haber apoyado a los desafortunados, y la proximidad de una familia cariñosa. 

Porque ni siquiera estamos ciertos de lo que queramos, a lo mejor respondemos con una palabra ambigua como “el amor”.  Pues, el amor tiene varios sentidos: lo erótico, lo sacrificial, y algo de lo heroico y de lo doméstico.  En el evangelio los dos hombres responden a Jesús con una tal expresión tanto ingenua como profunda.  “¿Dónde vives?” puede ser simplemente la dirección de su vivienda o puede ser su intimidad con Dios Padre.

Pero Jesús quiere que escojan lo mejor de la vida.  Por eso, les invita a compartir su compañía.  Las palabras “Vengan a ver” representan más que un vistazo de sus paraderos como si estuviera estrenando una casa nueva.  Siempre en este evangelio “venir” y “ver” pertenecen a la experiencia de fe.  Cuando Jesús habla con Nicodemo, le dice: “…él que hace la verdad viene a la luz para que se vea que sus obras han sido hechas en Dios” (3:21).  “Viene a la luz” es tener la fe en Jesús, la luz del mundo.  Creer en Jesús es dejar atrás el yo como número uno para tener a Jesús como su Señor.  Es servir a los demás como ha mandato él para guardar la esperanza de la vida eterna con él.

Tenemos que preguntarnos si los extranjeros sienten la acogida de Jesús cuando visitan nuestra comunidad.  ¿Podemos decir a nuestros compañeros de trabajo, “Vengan a ver” nuestra parroquia, con la seguridad que van a ser apreciados?  No es sólo la bienvenida en la puerta antes de la misa dominical que importe aquí.  También tenemos que mostrar el calor del hogar de Jesús en la cualidad de la doctrina para los niños y en la atención a los enfermos.  En una parroquia, que está creciendo, cada nueva familia inscrita recibe un pan de la primera clase junto con el directorio.

Con tal cuidado la gente no puede hacer otro que decir a sus asociados cómo hay algo especial  en la comunidad.  No van a nombrarlo inmediatamente como “el Espíritu de Cristo”, pero en tiempo van a alcanzar esta conclusión.  De todos modos ellos van a hacerse apóstoles por hablar de la bondad que han experimentado en la parroquia.  Eso es lo que pasa a Andrés en la lectura.  Procede de ser un discípulo de Juan a un discípulo de Jesús, aprendiendo de él en su casa.  Entonces se hace en un apóstol predicando que Jesús es el Mesías a su hermano Simón. 

Una vez un muchacho de dieciséis años fue a Lourdes con su mamá.  El muchacho tenía un tumor cerebral, y su mamá esperaba que se pudiera curar en el santuario allá.  Cuando regresaron, el joven murió.  Sin embargo, la mamá no sintió decepcionada.  Dijo que después de experimentar la fe que encontraron en Lourdes, podían enfrentar la muerte con calma.  Fue una experiencia de “Vengan y ver” que Jesús nos invita a cada uno de nosotros.  Qué vengamos para sentir el calor del amor cristiano.  Qué veamos la luz del mundo que nos guía más allá que las riquezas, las comodidades, y el poder de este mundo.  Qué aceptemos su invita a la intimidad con él en la vida eterna.  Qué aceptemos su invita.

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