El domingo, 6 de enero de 2013

LA EPIFANÍA DEL SEÑOR

(Isaías 60:1-6; Efesios 3:2-3.5-6; Mateo 2:1-12)
Entre los símbolos para la Navidad, la estrella es uno de los más populares.  Se pone una estrella encima del árbol navideño.  Muchas veces se incluye la estrella en la escena del nacimiento.  Pero ¿qué significa la estrella navideña?   ¿Por qué se ha hecho símbolo tan céntrico en la historia del nacimiento de Jesús?  Se puede dirigirse a estas preguntas por una mirada de cerca al evangelio de hoy.
 

En el pasaje se encuentran los magos preguntando acerca del rey de los judíos.  Han visto su estrella  en el cielo y quieren llegar a donde queda.  Saben que es la estrella del rey de los judíos por la misma razón que el vidente pagano Balaam en el Antiguo Testamento proclamó: “Un astro se levanta desde Jacob, un cetro se yergue en Israel” (Números 24,17).  Pero ¿por qué quieren ver al rey de los judíos? La brillantez de la estrella significa un personaje que vale.  También es posible los magos sepan de la sabiduría de los reyes judíos como la de Salomón.  De todos modos, andan buscando lo necesario para hacer la vida feliz.  Son como nosotros.  Hay muchos tipos de placer y alegría en el mundo actual pero queremos saber cuál rumbo deberíamos tomar para llegar a la felicidad que no pasa.
Un lugar que queremos averiguar ciertamente es la Biblia.  Pues se comprenden las escrituras de mil años de la sabiduría.  Igualmente los magos están forzados a pedir la ayuda a los judíos cuando la estrella desaparece.  En torno, los judíos se refieren a las Escrituras.  Es decir que las investigaciones de los cielos o cualquier otro objeto natural no pueden revelar los paraderos del muy esperado rey de los judíos.  Dios ha revelado este conocimiento sólo al pueblo escogido principalmente por sus profetas.  De hecho, los sumos sacerdotes encuentran en el profeta Miqueas que el Mesías ha de nacer en Belén.

En el principio los magos no se dan cuenta de que consultar a los judíos corre riesgo.  Herodes y los otros líderes tienen celos de su autoridad y no quieren compartirla con un rey nuevo.  Es algo parecido al riesgo nuestro cuando vamos a los catedráticos no religiosos con nuestras preguntas sobre la fe.  Sí, saben mucho de la historia pero es posible que pongan criterios imposibles para la fe.  Por ejemplo, ahora critican la fe porque no conlleve la certeza científica.  Pero si tuviera tal certeza, no sería la fe. 


Los magos vuelven a ver la estrella en el cielo.  No debe ser sorprendente.  Pues, aunque la naturaleza no puede guiarlos a la fuente de la sabiduría sin la ayuda de la revelación divina, tampoco está en conflicto con la revelación.  De todos modos, los magos llegan a su destino, el rey de los judíos, por la casa de María y José.  Allá lo adoran ofreciendo sus regalos – oro, incienso y mirra.   Nosotros también queremos ofrecer a Jesús regalos, no de cosas materiales sino espirituales.  Le ofrecemos el significado de los regalos de los magos.  El oro representa nuestras virtudes, los atributos más nobles de nuestro ser.  El incienso, que se ocupa en la liturgia, es el símbolo apropiado para nuestra oración.  Vamos a compartir diariamente con Jesús como nuestro amigo en la oración.  La mirra, una especie usada en la preparación del cadáver pare el entierro, es nuestro compromiso para seguir a Jesús hasta la muerte. 


Y ¿qué es la sabiduría que buscamos junto con los magos del oriente?  El evangelio de hoy no la muestra.  Sin embargo, nos deja con una pista.  Tiene que ver con las palabras y actos de la persona que ahora vemos sólo como un niño.  Tendremos que volver a la misa todos los domingos para verlo como adulto y escuchar su mensaje.  Tendremos que volver a la misa para conocer su sabiduría.


 

El domingo, 30 de diciembre de 2013

LA SAGRADA FAMILIA

 (Samuel 1:20-22.24-28; I Juan 3:1-2.21-24; Lucas 2:41-52)


 Sí, María y José saben que Jesús es diferente.  Los ángeles les han dicho que él es el hijo de Dios.  Querían decir que Jesús va a sentarse en el trono de David.  Pero ¿cómo sus padres pueden darse cuenta que este futuro incluirá vivir como soltero y ser crucificado como criminal?  A lo mejor piensan, como muchos padres hoy en día esperan por sus hijos, que Jesús será no sólo justo, sino poderoso, rico y padre de muchos hijos.


 Por todo esto, la pareja se angustia cuando Jesús no asoma en la caravana. Sin duda dicen dentro de sus corazones algo como, “Alguna cosa mala ha pasado a nuestro hijo”.  Hoy día se llamaría a las autoridades para que se ponga un mensaje en las carteleras de carretera: “Niño de doce años posiblemente secuestrado; altura y peso de promedio; llama la policía estatal si tiene información de sus paraderos”.  Pero los padres de Jesús no pueden hacer más que apurarse atrás a Jerusalén para averiguar dónde esté su niño. 


 Realmente no debe ser problema encontrar a Jesús.  Estará en el templo aprendiendo de los doctores de la ley.  Cuando su madre lo reprocha por no haberles informado a ella y José de sus intenciones, el responde que deberían haber sabido.  Pues, ¿no es él el Hijo de Dios? Y ¿no debería estar en la casa de su Padre ocupándose con los asuntos de su Padre?  También nosotros somos, en un sentido verdadero, hijos e hijas de Dios y tenemos que ocuparnos de las cosas de Dios Padre.


 Ya estamos para entrar en un nuevo año que el papa Benedicto ha declarado el “Año de la Fe”.  ¿Qué serán las cosas de Dios para nosotros en 2013?  De una manera esto depende de nuestra edad.  Los niños, que están aprendiendo los principios de la fe, tienen que conocer a Dios como el Padre que les ama tanto.  Tienen que apreciar cómo Dios no quiere que caigan – ni de un árbol de modo que hieran sus cuerpos ni en pecado de modo que lastimen sus almas.  Los jóvenes tienen que profundizarse en la doctrina para apreciar cómo la fe responde a sus inquietudes.  Se darán cuenta de que se graba en la conciencia de todas personas el sentido de bueno y malo -- un hecho que señala a Dios como autor de la moral.  Entonces tienen que compartir el planteamiento de la fe con sus compañeros.

 
Los adultos maduros, que van a ser reconocidos como padres, maestros, profesionales, o autoridades en otro campo de la vida, tienen que renovar su relación con el Señor Jesús.  Pueden hacerlo por un retiro, cursillo, o los encuentros de su comunidad pequeña.  Con la renovación ellos pueden alentar la fe de sus asociados que se han vuelto tibios en la práctica de la religión. Finalmente, los mayores tienen que modelar la integridad en la fe hasta lo último.  También sus rezos por todos aportarán el dinamismo de la fe desde la niñez hasta la ancianidad.


El evangelio hoy termina por decir que Jesús sigue creciendo en saber, en estatura, y en favor de Dios.  Que sea la meta de todos nosotros durante este “Año de la Fe”.  Que procuremos crecer en saber la doctrina, en tener la estatura que viene de compartir la fe con otras personas, y en recibir el favor de Dios que resulta. Que procuremos crecer en la fe durante el año 2013.

El domingo, 23 de diciembre de 2012

EL IV DOMINGO DE ADVIENTO

(Miqueas 5:1-4; Hebreos 10:5-10; Lucas 1:39-45)
No se reporta este acontecimiento mucho.  Sin embargo, una vez apareció en un libro.  El día en que fue nombrado el laureado Nobel, el doctor Martin Luther King, Jr., era paciente en un hospital católico en Atlanta.  Entonces, recibió visita del arzobispo de la ciudad, el monseñor Paul Hallinan.  El jerarca sólo quería felicitar al famoso campeón de la justicia por su reconocimiento ya global.  En el pasaje evangélico hoy vemos otra gran instancia de visita de felicitaciones cuando María llega a la casa de Isabel.


María saluda a Isabel.  EL pasaje no cuenta nada de sus palabras ni de sus maneras.  Sólo podemos imaginar a una joven llevando una sonrisa tan ancha como su cara.  Con voz emocionante echa algún comentario como, “¡que padre!”.  Es como queremos saludar a todos esta semana.  No vamos a decirles lo de siempre, “buenos días”.  Ni vamos a repetir lo que los secularistas piensan más apropiado, “Felices fiestas”.  No, porque celebramos el nacimiento de nuestro salvador y -- para hombres y mujeres de todas creencias – un ilustre maestro de la paz, vamos a proclamar sin vergüenza, “Feliz Navidad”.

Cuando lo repetimos a un pobre en la calle, a lo mejor él va a despertar de su letargia.  No seríamos sorprendidos si responde con aun más gusto, “Feliz Navidad”.  Es como la criatura Juan reconoce la presencia de Cristo en el pasaje.  Salta de reverencia por ponerse cerca del Salvador.  Juan muestra la misma atención que tendríamos nosotros si el presidente de la republica entrara nuestra casa.  Nos pondríamos a pie maravillándonos si estuviéramos soñando.

En el pasaje Isabel felicita a María por algo inesperado.  No la congratula por ser virgen-madre.  Ni le agradece porque acaba de hacer un largo viaje para visitarla.  Ni siquiera le elogia exactamente porque es “madre de mi Señor”.  No, la aprecia sobre todo por haber creído la palabra de Dios.   Es decir que más importante que ser joven, sana, fuerte, y valiente es tener la fe en el Señor.  Es una virtud no limitada a María sino disponible a cada uno de nosotros. 

Todos nosotros podemos dejar atrás nuestros razonamientos y temores para aceptar la buena nueva.  Todos nosotros podemos desistir pensando,  “Si Jesús no resucitó de la muerte, ¿por qué quiero arrepentirme de mis vicios para seguir sus enseñanzas?”  No, Jesús ha resucitado de la muerte y seguimos sus enseñanzas para que compartamos en su gloria.  En dos días vamos a celebrar un gran paso en esta historia.  El hecho que el Hijo de Dios se puso hombre para ganarnos la vida eterna es la verdadera causa de nuestra felicidad estos días.  Las fiestas, los villancicos, aun los regalos solamente dan testimonio a esta verdad.

Una vez se le envió a un seminarista una tarjeta navideña con Jesús crucificado en la portada.  Adentro fue escrito, “Feliz Navidad”.  ¡Que padre!  El joven se puso a maravillarse.  Si la Navidad fue un gran momento en la historia de la salvación, ciertamente la crucifixión fue otro.  Pero los dos son solamente pasos en la marcha a la gloria con Jesús.   Sí, es verdad, estamos en marcha a la gloria con Jesús.



El domingo, 16 de diciembre

III DOMINGO DE ADVIENTO

(Sofonías 3:14-18; Filipenses 4:4-7; Lucas 3:10-18)
 

El fraile Girolamo Savonarola era sacerdote italiano del siglo quince.  Tenía gran empeño a ver reforma tanto en la Iglesia como en el estado.  Predicaba que el día de juicio era inminente.  Desgraciadamente se puso tan extremista que eventualmente fue condenado.  No obstante, en algunos aspectos pareció como Juan Bautista en el evangelio hoy.

La predicación de Juan atrae a los mal pensados, no a los supuestamente “buenos”.   Se le acuden la gente común (eso es, los pobres) y los explotadores notables (los publicanos y los soldados).  Todos le tienen casi la misma pregunta: “¿Qué deberíamos hacer (para  escapar la ira que es de venir)?”  Se reconocen a sí mismos como pecadores pero no saben cómo reformarse.  Son como nosotros hoy en día.  ¿Quién diría que él o ella son perfectos?  Pero nos cuesta cambiar nuestros modos.  Defendimos nuestros vicios diciendo que “todo el mundo” actúa como nosotros (o aun peor que nosotros).  “Todo el mundo” mira la idiocia – por decir nada de la indecencia -- en la televisión.  “Todo el mundo”  se aprovecha de su posición para ganar más plata.

Realmente no es así, y lo sabemos.  Unos compañeros pasan parte de su tiempo visitando a los prisioneros.  Otros conocidos nos ganan el respeto por su generosidad con las Caridades Católicas.  Si fuéramos a pensar en la cosa, reconoceríamos diez mil maneras de vivir más en conforme con la voluntad de Dios.  En el evangelio Juan señala algunas de estas.  Urge a la gente que compartan sus bienes con los pobres.  Exhorta a los oficiales que no exploten a los demás. 

El pueblo se da cuenta que el mensaje de Juan cumple con lo que predicaba Isaías sobre el Mesías.  Según el profeta antiguo, con el Mesías los enemigos naturales como los lobos y los corderos vivirían en paz.  Dijo también que todas las naciones acudirían al Mesías para saber los modos del Señor Dios.  Por eso, el pueblo se pregunta entre sí: ¿No pasan estas cosas con la predicación de Juan?  Así nosotros buscamos al Mesías en diferentes figuras.  Algunos piensan que Hillary Clinton puede resolver todos los problemas políticos si sólo tuviera la oportunidad de ser presidente.  Los fanáticos de deportes frecuentemente ven a un Peyton Manning o un Alex Rodríguez como el que va a salvar su equipo.  

Sin embargo, ningún hombre (o mujer) por ser sólo hombre puede perfeccionar la sociedad como se espera.  Sabemos que la reforma necesaria requiere más que el esfuerzo de una persona.  Aunque un político sea tan recto como un roble, le falta la capacidad de mover a los miembros del partido opuesto.  Aunque un predicador sea tan poderoso como un huracán, le falta la elocuencia para alcanzar a personas de todas edades.  En el evangelio Juan admite su propia incapacidad.  Él sólo puede afirmar las buenas intenciones de la gente a cambiarse.  Por eso, dice que él sólo bautiza con agua.  Lo que hace falta es uno que bautizará con el Espíritu Santo lo cual transforma corazones.

En este momento Juan no está seguro de quien sea el Mesías.  Más adelante en este evangelio de Lucas, el Juan encarcelado enviará a sus discípulos a preguntar a Jesús si posiblemente él es.  Entonces el Señor les responderá: “Vuelvan y cuéntenle a Juan lo que han visto y oído: los ciego ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos se despiertan, y una buena nueva llega a los pobres” (7,22).  ¿Hemos visto tales cosas nosotros? Cada uno tiene que responder por sí mismo.  Pero que no nos olvidemos el tiempo cuando estábamos perdidos e hicimos una oración con el resultado que llegamos a nuestra destinación.  Que nos acordemos también del tiempo en que pedimos al Señor ayuda en nuestros exámenes y no nos faltó.

Nos encontramos en medio del trajín de las compras para la Navidad.  Hemos comprado una televisión para Alex, pero ¿qué vamos a dar a Juan?  Tal vez ya es el momento indicado para poner a un lado estas preocupaciones.  Queremos preguntarnos ya: ¿Qué deberíamos hacer por la venida del Mesías?  ¿Cómo querríamos ser transformados por el Mesías?



El domingo, 9 de diciembre de 2012

II DOMINGO DE ADVIENTO

(Baruc 5:1-9; Filipenses 1:4-6.8-11; Lucas 3:1-6)
 
Es el año 1938.  Cada noche la gente se acude a la radio para escuchar las noticias.  Un domingo en octubre un programa causa gran alarma.  El locutor dice que han llegado los marcianos para destruir la tierra.  Sigue por contar que después de aterrizar en Nueva Jersey, los extraterrestres aniquilaron la milicia estatal y ya están en marcha a Nueva York.  Con palabras tan inquietantes Juan Bautista llama la atención del pueblo judío en el evangelio hoy.

Juan predica que el Señor vendrá pronto para cerrar la historia.  Según él, está encima el funesto Día del Señor  en que se les juzga a todos.  Es cómo nosotros vemos la muerte.  Sea en el año próximo o sea en setenta años, todos tendremos que hacer cuentas de nuestras acciones.

Pero siempre hemos tratado de ser fieles.  Estamos en la misa hoy, y mañana -- como buenos ciudadanos -- iremos al trabajo.   Sí, es cierto que no somos malvados.  Sin embargo, la verdad es que nos hemos hecho flojos, al menos un poco.  Estamos dados a chismear y a veces aun hacer mentiras.  Con el pretexto de cuidar a nuestras familias hemos desconocido las necesidades de la viuda con cuatro hijos.  Por eso, ya es tiempo para poner pilas a corregir nuestras faltas.  En la lectura Juan se compara con el profeta Isaías que urge la reforma de la vida desde el desierto. 

Isaías anticipa al Señor para rescatar a Israel de la opresión.  Sus antepasados fueron traídos a un lugar extranjero.  Allí han quedado por tres generaciones como la burla del pueblo babilónico por sus costumbres religiosas.  Es como sentimos cuando se nos ríen por rechazar los placeres desordenados.  No vamos a ver la pornografía que se nos mande por el Internet.  Mucho menos vamos a visitar a las prostitutas a pesar de que nos dicen que nadie lo sabrá.  Ni vamos a alardear de nuestros hijos en la faz de la vecina cuyos hijos han tenido problemas.  Mucho menos vamos a cubrir los fracasos de nuestros familiares con mentiras. 

También Adviento es tiempo de sueños.  Soñamos con que aparecería una sociedad donde reina la paz.  Isaías ve senderos rectos pasando por montañas rebajadas para facilitar el regreso de los judíos a su tierra. Nosotros vemos leyes protegiendo la vida de la concepción natural y escuelas coordinando los esfuerzos para lograr la excelencia.  Por supuesto, los sueños nos conducen a actos para realizar, al menos en parte, los objetivos.  Una mujer busca apoyo para los testigos de la vida delante de la clínica de aborto cada viernes en la mañana.  Una pareja está planeando un viaje a las Filipinas donde van a ver la graduación de la joven que ha patrocinado por años a través de la Fundación Cristiana para los Niños y Ancianos. 

Este miércoles celebramos la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe.  Ella concuerda bien con las grandes figuras de Adviento.  Como Juan Bautista ella llama la atención a la venida del Señor Jesús, particularmente a las Américas.  Como el profeta Isaías ella sueña con un pueblo donde se cuidan las necesidades de viudas.  Como los dos, ella urge que nos pongamos en marcha para realizar una sociedad de excelencia.  Ella urge que formemos una sociedad de excelencia.