El domingo, 16 de diciembre

III DOMINGO DE ADVIENTO

(Sofonías 3:14-18; Filipenses 4:4-7; Lucas 3:10-18)
 

El fraile Girolamo Savonarola era sacerdote italiano del siglo quince.  Tenía gran empeño a ver reforma tanto en la Iglesia como en el estado.  Predicaba que el día de juicio era inminente.  Desgraciadamente se puso tan extremista que eventualmente fue condenado.  No obstante, en algunos aspectos pareció como Juan Bautista en el evangelio hoy.

La predicación de Juan atrae a los mal pensados, no a los supuestamente “buenos”.   Se le acuden la gente común (eso es, los pobres) y los explotadores notables (los publicanos y los soldados).  Todos le tienen casi la misma pregunta: “¿Qué deberíamos hacer (para  escapar la ira que es de venir)?”  Se reconocen a sí mismos como pecadores pero no saben cómo reformarse.  Son como nosotros hoy en día.  ¿Quién diría que él o ella son perfectos?  Pero nos cuesta cambiar nuestros modos.  Defendimos nuestros vicios diciendo que “todo el mundo” actúa como nosotros (o aun peor que nosotros).  “Todo el mundo” mira la idiocia – por decir nada de la indecencia -- en la televisión.  “Todo el mundo”  se aprovecha de su posición para ganar más plata.

Realmente no es así, y lo sabemos.  Unos compañeros pasan parte de su tiempo visitando a los prisioneros.  Otros conocidos nos ganan el respeto por su generosidad con las Caridades Católicas.  Si fuéramos a pensar en la cosa, reconoceríamos diez mil maneras de vivir más en conforme con la voluntad de Dios.  En el evangelio Juan señala algunas de estas.  Urge a la gente que compartan sus bienes con los pobres.  Exhorta a los oficiales que no exploten a los demás. 

El pueblo se da cuenta que el mensaje de Juan cumple con lo que predicaba Isaías sobre el Mesías.  Según el profeta antiguo, con el Mesías los enemigos naturales como los lobos y los corderos vivirían en paz.  Dijo también que todas las naciones acudirían al Mesías para saber los modos del Señor Dios.  Por eso, el pueblo se pregunta entre sí: ¿No pasan estas cosas con la predicación de Juan?  Así nosotros buscamos al Mesías en diferentes figuras.  Algunos piensan que Hillary Clinton puede resolver todos los problemas políticos si sólo tuviera la oportunidad de ser presidente.  Los fanáticos de deportes frecuentemente ven a un Peyton Manning o un Alex Rodríguez como el que va a salvar su equipo.  

Sin embargo, ningún hombre (o mujer) por ser sólo hombre puede perfeccionar la sociedad como se espera.  Sabemos que la reforma necesaria requiere más que el esfuerzo de una persona.  Aunque un político sea tan recto como un roble, le falta la capacidad de mover a los miembros del partido opuesto.  Aunque un predicador sea tan poderoso como un huracán, le falta la elocuencia para alcanzar a personas de todas edades.  En el evangelio Juan admite su propia incapacidad.  Él sólo puede afirmar las buenas intenciones de la gente a cambiarse.  Por eso, dice que él sólo bautiza con agua.  Lo que hace falta es uno que bautizará con el Espíritu Santo lo cual transforma corazones.

En este momento Juan no está seguro de quien sea el Mesías.  Más adelante en este evangelio de Lucas, el Juan encarcelado enviará a sus discípulos a preguntar a Jesús si posiblemente él es.  Entonces el Señor les responderá: “Vuelvan y cuéntenle a Juan lo que han visto y oído: los ciego ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos se despiertan, y una buena nueva llega a los pobres” (7,22).  ¿Hemos visto tales cosas nosotros? Cada uno tiene que responder por sí mismo.  Pero que no nos olvidemos el tiempo cuando estábamos perdidos e hicimos una oración con el resultado que llegamos a nuestra destinación.  Que nos acordemos también del tiempo en que pedimos al Señor ayuda en nuestros exámenes y no nos faltó.

Nos encontramos en medio del trajín de las compras para la Navidad.  Hemos comprado una televisión para Alex, pero ¿qué vamos a dar a Juan?  Tal vez ya es el momento indicado para poner a un lado estas preocupaciones.  Queremos preguntarnos ya: ¿Qué deberíamos hacer por la venida del Mesías?  ¿Cómo querríamos ser transformados por el Mesías?



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