El domingo, 9 de diciembre de 2012

II DOMINGO DE ADVIENTO

(Baruc 5:1-9; Filipenses 1:4-6.8-11; Lucas 3:1-6)
 
Es el año 1938.  Cada noche la gente se acude a la radio para escuchar las noticias.  Un domingo en octubre un programa causa gran alarma.  El locutor dice que han llegado los marcianos para destruir la tierra.  Sigue por contar que después de aterrizar en Nueva Jersey, los extraterrestres aniquilaron la milicia estatal y ya están en marcha a Nueva York.  Con palabras tan inquietantes Juan Bautista llama la atención del pueblo judío en el evangelio hoy.

Juan predica que el Señor vendrá pronto para cerrar la historia.  Según él, está encima el funesto Día del Señor  en que se les juzga a todos.  Es cómo nosotros vemos la muerte.  Sea en el año próximo o sea en setenta años, todos tendremos que hacer cuentas de nuestras acciones.

Pero siempre hemos tratado de ser fieles.  Estamos en la misa hoy, y mañana -- como buenos ciudadanos -- iremos al trabajo.   Sí, es cierto que no somos malvados.  Sin embargo, la verdad es que nos hemos hecho flojos, al menos un poco.  Estamos dados a chismear y a veces aun hacer mentiras.  Con el pretexto de cuidar a nuestras familias hemos desconocido las necesidades de la viuda con cuatro hijos.  Por eso, ya es tiempo para poner pilas a corregir nuestras faltas.  En la lectura Juan se compara con el profeta Isaías que urge la reforma de la vida desde el desierto. 

Isaías anticipa al Señor para rescatar a Israel de la opresión.  Sus antepasados fueron traídos a un lugar extranjero.  Allí han quedado por tres generaciones como la burla del pueblo babilónico por sus costumbres religiosas.  Es como sentimos cuando se nos ríen por rechazar los placeres desordenados.  No vamos a ver la pornografía que se nos mande por el Internet.  Mucho menos vamos a visitar a las prostitutas a pesar de que nos dicen que nadie lo sabrá.  Ni vamos a alardear de nuestros hijos en la faz de la vecina cuyos hijos han tenido problemas.  Mucho menos vamos a cubrir los fracasos de nuestros familiares con mentiras. 

También Adviento es tiempo de sueños.  Soñamos con que aparecería una sociedad donde reina la paz.  Isaías ve senderos rectos pasando por montañas rebajadas para facilitar el regreso de los judíos a su tierra. Nosotros vemos leyes protegiendo la vida de la concepción natural y escuelas coordinando los esfuerzos para lograr la excelencia.  Por supuesto, los sueños nos conducen a actos para realizar, al menos en parte, los objetivos.  Una mujer busca apoyo para los testigos de la vida delante de la clínica de aborto cada viernes en la mañana.  Una pareja está planeando un viaje a las Filipinas donde van a ver la graduación de la joven que ha patrocinado por años a través de la Fundación Cristiana para los Niños y Ancianos. 

Este miércoles celebramos la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe.  Ella concuerda bien con las grandes figuras de Adviento.  Como Juan Bautista ella llama la atención a la venida del Señor Jesús, particularmente a las Américas.  Como el profeta Isaías ella sueña con un pueblo donde se cuidan las necesidades de viudas.  Como los dos, ella urge que nos pongamos en marcha para realizar una sociedad de excelencia.  Ella urge que formemos una sociedad de excelencia.


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