El domingo, 15 de noviembre de 2020

 EL TRIGÉSIMA TERCER DOMINGO ORDINARIO

(Proverbios 31:10-13.19-20.30-31; Tesalonicenses 5:1-6; Mateo 25:14-30)

Al mes pasado el papa Francisco apareció de nuevo en las cabeceras.  Los diarios reportaron que él ya aprueba matrimonios gayes o, por los menos, las “uniones civiles” entre los homosexuales.  Supuestamente él dijo así en un documentario hecho este año. 

Las noticias levantaron preguntas de muchas personas. Promovedores del estilo de la vida gay se preguntaron si la Iglesia cambiará su condenación de actos homosexuales.  Los padres de familia comenzaron a dudar de lo que hayan enseñado a sus hijos.  Algunos periodistas astutos tuvieron preguntas más al caso.  Querían saber ¿por qué el nuevo documentario usó entrevistas grabadas en el año pasado para una audiencia diferente?  También interrogaron si el papa verdaderamente usó las palabras “uniones civiles” o estaba hablando de “convivencias civiles”.  En la charla ordinaria la “unión civil” refiere a una relación sexual reconocida por el estado entre dos personas del mismo sexo.  La “convivencia civil” es una clase más amplia de relaciones entre dos personas.

El papa Francisco no es ingenuo.  Sabe que la prensa a menudo distorsiona su posición.  A lo mejor por esta razón él esperó un rato para responder a las inquietudes.  Quería contestar de manera precisa para evitar mayor confusión.  También no es insólito que el Vaticano modera el tenor del debate por tardar en responder.  Dice, en efecto, que las cuestiones del sexo no son las más importantes, mucho menos las únicas que importen.

La respuesta vino a través del Secretariado del Estado del Vaticano.  Hace claro que el papa cree que el matrimonio es relación entre un hombre y una mujer.  Sigue que el papa quiere proclamar otra vez el planteamiento de la Iglesia: los hombres y mujeres con tendencias homosexuales son personas humanas en necesidad del amor familiar.  En primer lugar, necesitan que sus padres y madres no los rechacen come si fueran animales indomesticables. Además, como adultos no deben ser privados de la confianza íntima de otra persona.  En la entrevista hecha el año pasado el papa habló de “una ley de convivencia civil” para permitir a las parejas homosexuales hablar por uno y otro en caso, por ejemplo, en el caso de una urgencia médica.  Quería asegurar a todas personas no casadas pero viviendo en la misma casa que tienen derecho, como dice él, de “estar cubiertas legalmente”.

La iglesia ha apoyado por mucho tiempo el reconocimiento legal por lo cual dos personas que viven juntas puedan compartir beneficios sociales siempre.  Pero insiste que el alcance de la ley proveyendo este reconocimiento no se limite a personas en una relación sexual. Las dos personas pueden ser, por otro ejemplo, un hijo viviendo con su madre a quien quiere tener cubierta en su póliza de seguro médico. Es de suponer que el Papa Francisco tenía esto pensado cuando habló de “una ley de convivencia civil”.

Las acciones del papa Francisco proveen testimonio al evangelio que escuchamos hoy.  Cuando Jesús cuenta del hombre alabando el comportamiento de los siervos que invierten su dinero, no está promoviendo la bolsa de valores.  Más bien está mostrando a sus discípulos la necesidad de no escatimar sus talentos.  Para ser cristiano en espera de la venida del Señor tenemos que usar nuestro tiempo, tesoro, y habilidades para el bien del otro.  Si solamente esperamos su regreso sentando en nuestras manos, vamos a estar traicionando a Jesús que murió por nosotros.  Es instructivo que papa Francisco tiene el valor de declararse en favor de personas muchas veces despreciadas como los inmigrantes y homosexuales.  De ninguna forma quiere aprobar la inmoralidad.  Más bien está promoviendo el amor que Jesús muestra en cada página del evangelio.

En la segunda oración eucarística el sacerdote pide a Dios que lleve la Iglesia “a su perfección por la caridad”.  A veces perdimos este objetivo por no mostrar la caridad a diferentes tipos de persona.  El papa Francisco nos ha enseñado cómo extenderla a todos. Esperemos que todos nosotros lo escuchemos.

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