El domingo, 8 de noviembre de 2020

 TRIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO ORDINARIO, 8 de noviembre de 2020

(Sabiduría 6:12-16; I Tesalonicenses 4:13-18; Mateo 25:1-13)

Este año no ha habido ninguna carencia de exhortación para ser previsor.  Desde marzo todo el mundo ha sido exhortado a limpiar sus manos, mantener la distancia social, y llevar una mascarilla.  Se insisten estas medidas para limitar la propagación del virus Covid-19.  Porque se valora la salud, es necesario que se cuide en estas y otras maneras.  En el evangelio Jesús exhorta a sus discípulos que sean previsores con la parábola de las diez jóvenes.  Pero, Jesús no tiene pensado la salud del cuerpo sino la del alma.

La parábola advierte que nos preparemos para el regreso de Jesús.  Después de casi dos mil años nos preguntamos si va a volver Jesús.  Algunos cristianos dicen “no”, que el regreso refiere a su resurrección de la muerte.  Pero nosotros cristianos católicos esperamos su venida al final del tiempo, aunque no tenemos ninguna idea cuando suceda.  Nos interesa que la parábola menciona una tardanza del regreso.

Nos preparamos para su venida por vivir justamente.  Las cinco jóvenes traen aceite extra para mantener sus lámparas encendidas si el esposo tarda.  Lámparas encendidas simbolizan obras buenas.  En el Sermón del Monte Jesús enseña a sus discípulos: “’Brille…la luz de ustedes ante los hombres, de modo que cuando ellos vean sus buenas obras, glorifiquen al Padre de ustedes que está en el cielo’”. Con la parábola de las jóvenes Jesús dice a los mismos discípulos: si no han hecho obras buenas por los demás, van a quedar fuera del reino de Dios.

Siempre se ha considerado visitar a los enfermos como obra buena.  Ahora con la pandemia se ven todos los ancianos como enfermos en un sentido.  Si les toca el virus, están en peligro de la muerte.  Por eso, se aíslan en sus casas fuera del trajín de personas.  Sin embargo, al aislarse de sus familias y amistades los ancianos a menudo experimentan la soledad profunda.  Les puede deprimir particularmente durante los festivos del fin del año.  Por eso, deberíamos pensar en modos de comunicarnos con los ancianos en noviembre y diciembre. 

Por supuesto, queremos atender a nuestros propios familiares primero.  Querríamos telefonearlos continuamente si no podemos estar con ellos en persona.  El otro día el diario describió el dilema de una familia cuya madre vive en otro pueblo centenares de millas distante.  Usualmente la mujer sube un avión para pasar el Día de Acción de Gracias con sus hijos y nietos.  Pero este año no solo el avión sino también estar en medio de niños representan riesgos considerables.  La familia tiene que duplicar sus esfuerzos para estar con su madre virtualmente.  Además de comunicarse con Skype pueden mandarle los manjares de la temporada.

Pero nuestra caridad tiene que extenderse más allá que la familia si nuestra luz brillará “ante los hombres”.  Hay muchos ancianos solitarios en los asilos, sean de los ricos o de los pobres. Algunos no tienen a hijos para visitarlos.  Otros sí tienen a hijos, pero ellos los han abandonado.  Tenemos que buscar modos de consolarlos aun con las restricciones de Covid.

Dentro de poco vamos a estar preguntado a uno a otro si estamos preparados para la Navidad.  Por supuesto, significaremos si hemos comprado regalos y decorado el árbol navideño.  Este ano querremos prepararnos para la Navidad también por hacer obras buenas por los ancianos.  Pues, se puede pensar en la Navidad como ensayo para el regreso del Señor al final del tiempo.  Por apoyar a los ancianos estaremos preparando para Jesús.

No hay comentarios.: