Homilía para el domingo, 7 de junio de 2009

La Solemnidad de la Santísima Trinidad

(Deuteronomio 4:32-34.39-40; Romanos 8:14-17; San Mateo 28:16-20)

Un neurólogo escribe un libro acerca de la pérdida de memoria. Dice que quiere consolar a la gente preocupada por la enfermedad Alzheimer. Según este médico la falta de memoria no es signo del comienzo de la enfermedad espantosa. Más bien, al perder alguna memoria cuando se avanza en años sólo es la tendencia de toda carne.

Donde San Pablo escribe de la esclavitud a la carne en su Carta a los Romanos, muchos piensan en la dificultad de superar deseos sexuales. Pues, no sólo los jóvenes sienten atracciones a la intimidad prohibida. A lo mejor los adictos entienden a Pablo refiriéndose a su cautividad por la cocaína y los alcohólicos, a su debilidad frente al whiskey. Sin embargo, podemos leer a Pablo justamente como contándonos de la esclavitud de la carne a la debilidad tanta física como mental en la vejez. ¿Quién no conoce a varias personas que no caminan tan ligeramente y piensan tan claramente ahora como hace treinta años?

Pablo aconseja a nosotros cristianos que no tengamos miedo. Dios nos ha adoptado como Sus propios hijos e hijas. Él va a cuidarnos con todo la atención que muestran los nuevos padres después de haber esperado a un bebé por ocho años. Si el camino de toda carne es perder la memoria, Dios va a recompensarnos con el recuerdo más provechoso, eso es, cómo decir “gracias” y “te amo.” Se investigó la congregación de Hermanas de Escuela de Notre Dame por Alzheimer con resultados semejantes. Descubrieron los médicos que varias hermanas tuvieron la patología de Alzheimer (eso es, los enredos y las placas drenando el cerebro de la vida) sin los síntomas de la enfermedad. No podemos reclamar un milagro acá pero sí podemos declarar que el Señor ayuda a las vidas dedicadas a Él.

Dios nos hace Suyos por enviarnos su Espíritu. Desde la eternidad el Espíritu Santo ha procedido de Dios Padre para engendrar a Su hijo. Ya en tiempo el Espíritu procede como un rayo del sol para incorporar a nosotros en la comunión que celebramos hoy, la Santísima Trinidad. Nos hace como Sí mismo magnánimos y generosos, inclinados a perdonar aunque nos cueste. De hecho, en un modo poético la falta de memoria en la vejez nos hace aún más como Dios. Pues, no recordamos las desgracias de parte de otras personas como Dios no nos castigará por nuestras infidelidades una vez perdonadas.

Pablo no promete que los hijos de Dios no sufrirán varias lastimas incluyendo la pérdida de memoria. Más bien, nos exhorta que nos aprovechemos del sufrimiento por hacer sacrificios de nuestras penas y dolores junto con Cristo. Pues, la muerte tortuosa de Cristo en la cruz reveló al mundo la compasión de su Padre para que se arrepienta de sus injusticias. Cuando nosotros aceptamos el peso de las contrariedades de la vida, aún la enfermedad Alzheimer, sin quejas ni reproches el mundo sabrá con más claridad aún el amor de Dios. Y nosotros sentiremos con más certeza aún este amor como hijos Suyos.

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