El domingo, 24 de marzo de 2013


DOMINGO DE RAMOS

(Isaías 50:4-7; Filipenses 2:6-11; Lucas 22:14-23:56)


Este año leemos del evangelio según san Lucas en casi todos los domingos.  Se destaca Lucas por hacer hincapié en varias cualidades de Jesús: su respeto para la autoridad, su misericordia hacia los marginados, su énfasis en la reconciliación, su inclinación a la justicia social, y su devoción a la oración.  Podemos ver cada una de estas cualidades en el modo en que Lucas describe la pasión.  Eso es, podemos notar eventos en la pasión que acabamos de escuchar que los otros evangelistas no reportan.  En torno, estas cualidades nos informarán cómo vivir nuestra fe.

Al principio del evangelio vemos a Jesús platicando sobre la ley en el templo. También Jesús manda que sus discípulos paguen el impuesto de César.  Por eso, no debería sorprendernos que la pasión de Jesús según san Lucas no mencione nada de la destrucción del templo.  Tampoco habla muy mal de los romanos.  En su reportaje Pilato proclama a Jesús inocente tres veces.  Es verdad, los soldados se le burlan de Jesús en la cruz pero no lo azotan ni le ponen la corona con espinas. ¿Qué quiere enseñarnos Lucas por estas cosas si no que seamos respetuosos a las autoridades?

Lucas es el evangelio de la misericordia.  En ello Jesús dice a sus discípulos: “Sean compasivos como también tu Padre es compasivo”.  Asimismo sólo Lucas nos relata la historia de Jesús restaurando la vida del hijo de la viuda de Naín.  En la pasión sólo Lucas trata de Jesús sanando la oreja cortada del criado en el monte de Olivos. También sólo Lucas cita a Jesús crucificado implorando a Dios: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.    Por eso, si querríamos ser discípulos verdaderos del salvador, deberíamos tratar a los desafortunados con la misma  compresión y misericordia como él.

Mano en mano con la misericordia es la reconciliación.  Particularmente en el evangelio según san Lucas Jesús busca la paz entre adversarios.  Reprende a Juan y Santiago cuando ellos quieren llover fuego sobre la aldea samaritana que rehúsa darles alojamiento.  También cuenta del padre de dos hijos – uno dado al libertinaje y el otro a la dureza del corazón – extendiendo la rama de olivo a los dos.  En la pasión Jesús ofrece a su traidor oportunidad de arrepentirse por llamarle por nombre: “Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?”  Tal vez más ilustrativo de su atención a la reconciliación es la promesa que hace al buen malhechor: “…hoy estarás conmigo en el paraíso”.  Nos cuesta mucho perdonar en nuestros corazones a aquellos que nos hagan mal, pero es absolutamente necesario si vamos a estar con Jesús en el paraíso.

En el evangelio de Lucas Jesús siempre muestra la preocupación por las mujeres. Después de contar la parábola del pastor varón buscando la oveja perdida, cuenta la de la ama registrando su casa para la moneda extraviada.  Asimismo, el evangelio cuenta de las mujeres que acompañan a Jesús como discípulos suyos.  En la pasión Jesús hace el esfuerzo a dirigirse a las mujeres de Jerusalén.  Tambien son las mismas compañeras que notan el lugar del enterramiento de Jesús para volver allá a perfumar su cuerpo. Tenemos que hacernos conscientes de la injusticia con que las mujeres hoy día a menudo están tratadas y hacerles remedios.

Finalmente, Jesús reza con tranquilidad a su Padre antes de escoger a sus apóstoles y antes de su transfiguración.  Entonces es sólo coherente que reza en el monte de Olivos de rodillas, y no tocando el suelo con su frente. “Padre – dice – si quieres, aparta de mí esta prueba…”  Con la misma paz, hace su última oración de la cruz: “¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!”  Nos enseña Jesús la necesidad de la oración si vamos a vivir y a morir como sus seguidores.

Cuando muere Jesús, el oficial romano lo declara un hombre justo.  Si nosotros queremos ser juzgados así al final de nuestras días, tenemos que vivir como él.  Eso es, tenemos que tratar a las autoridades con respeto y a los marginados con misericordia.  Tenemos que entregarnos a la reconciliación y dedicarnos a la justicia social.  Sobre todo, tenemos que pedir a Dios Padre a su Espíritu Santo para que cumplamos su voluntad.  Tenemos que pedir a Dios al Espíritu Santo. 

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