El domingo, 22 de diciembre de 2019


EL CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO

(Isaías 7:10-14; Romanos 1:1-7; Mateo 1:18-24)


Todos nosotros soñamos.  Y nuestros sueños son de diferentes tipos.  En la noche nuestros sueños rebosan de las emociones del día anterior.  ¿Jamás has soñado de ser cazado por una fuerza malvada?  Probablemente fuiste amenazado el día anterior.  Otro tipo de sueño ocurre más durante el día.  Soñamos de la realización de nuestras esperanzas más profundas.  Este es cómo Martin Luther King podía decir: “Tengo un sueño”.  El Doctor King soñaba de una nación libre de prejuicios. Estos sueños son partes de la experiencia humana.  Hoy en el evangelio encontramos a un hombre que sueña.  Pero su sueño no es del origen humano.

José, el esposo de María, sueña de un ángel con mensaje de Dios.  El ángel le revela que María ha concebido por obra del Espíritu Santo.  También dice que José tiene que ponerle al niño el nombre “Jesús” que quiere decir “el SEÑOR salva”.  Pues Jesús salvará al pueblo de sus pecados por entregar a sí mismo a la cruz.  Siendo el Hijo de Dios, su sacrificio del yo en obediencia del Padre redimirá a los hombres de sus pecados.  Aunque sean múltiples, el ofrecimiento de esta persona justa los expiará.   Dios no más será separado de su pueblo.  Ni siquiera la muerte podrá terminar la relación entre los dos.  Por esta razón, se llama Jesús también “Emmanuel” -- "Dios con nosotros".

Jesús ha morado entre todos los seres humanos hasta el día hoy.  Nos acompaña por medio de la Iglesia, su cuerpo.  El papa y los obispos relatan su voluntad.  El año pasado el papa Francisco nos dio una enseñanza sobre cómo celebrar la Navidad.  Exhortó que no nos perdiéramos en las fiestas y el consumismo de la temporada.  Más bien recomendó que repliquemos la primera Navidad por guardar espacio para el silencio en el corazón.  Allí nos sobrecogeremos con la maravilla de Dios haciéndose hombre.

Una vez dos misioneros subieron una montaña en Honduras el día después de la Navidad.  Querían compartir con los campesinos de un pueblo la alegría navideña.  Cuando llegaron,  encontraron el grupo de adolescentes en la iglesia.  Preguntaron a los muchachos de sus regalos navideños.  Pero recibieron respuestas que les sonaron raras.  Los adolescentes hablaron de sus promesas para ser mejores hijos e hijas.  Dijeron que iban a rezar más a Jesús.  Para ellos los presentes navideños no eran lo que recibieron sino lo que dieron al niño Jesús.  Que cmparemos esta experiencia con lo que pasa a menudo alrededor al árbol navideño en sociedades consumistas.  Los niños están buscando ferozmente sus regalos.  A menudo hay muestras de disgusto si no lágrimas.  No es que no reciban nada sino no recibieron el iPhone u otro producto consumista que querían.  ¿Cuál de los dos grupos piensan ustedes tiene la alegría verdadera de la Navidad – los campesinos o los consumistas?  Así Jesús nos viene para compartir nuestra existencia.  Es tenerlo como amigo que nos alegra.

La primera lectura cuenta del rey Ajaz de Judá muchos siglos antes de Jesucristo.  Dice que el rey rechazó la oferta de Dios para darle una señal de su preocupación para el pueblo.  Que no seamos tan tercos como este rey.  Ser menos ocupados con regalos y más atentos del drama del pastorcillo nos daremos cuenta del significado verdadero de la Navidad.  No es para darnos sueños de fiestas grandes sino es para recordarnos que Jesús ha llegado.  Jesús ha llegado para ser nuestro amigo. 

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