Homilia para viernes, 23 de febrero de 2007

Viernes después de Miércoles de Ceniza

(Isaías 58)

Varias veces el Señor César Chávez ayunó. Si recuerdo bien, él no pidió que otras personas le acompañaran en el sacrificio. Sólo quería purificarse a sí mismo. Sabía que el ayuno le ayudara a uno enfocar en sus objetivos. No hay distracciones de los deleites de la mesa para llamar la atención. Más bien, el sentido de vaciedad pone en relieve la causa particular.

El profeta Isaías regaña a Israel en la lectura hoy por no ayunar bien. El ayuno debe recordar a la gente de la prioridad principal, que siempre es Dios. Sin embargo, Israel se aprovecha del ayunar para ganar plata. Es como si tuviéramos cincuenta pesos para comprar abarrotes, y los gastamos en la lotería.

La Cuaresma llama a la Iglesia a ayunar. Las cenizas de Miércoles de Ceniza nos recuerdan que somos pecadores. Nos interrogan, “¿Qué van a hacer acerca de sus delitos?” Respondemos con el ayuno. Vamos a volvernos de gratificar nuestros antojos para fijarnos en el Señor. Primero, dejamos de comer carne el día viernes y de tomar más de necesario todos los días. Segundo, tratamos a todos con deliberada justicia. De esta manera enfocamos en Dios como nuestra meta.

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