El domingo, 8 de agosto

XIX DOMINGO ORDINARIO, 8 de agosto de 2010

(Sabiduría 18:6-9; Hebreos 11:1-2.8-19; Lucas 12:32-48)

Eres un extranjero. Estás para salir del país. Ves en el aeropuerto un letrero que dice que el impuesto de salida es $46. Pero ¿te aplica a ti este impuesto o es sólo para los nativos del país? Muchas veces no sabemos si una regla o un mandato está destinado por nosotros. Como Pedro en el evangelio, tenemos que preguntar.

De parte de todos los discípulos Pedro pregunta a Jesús, “¿Dices esta parábola por nosotros o por todos?” Quiere saber si sólo él y sus compañeros tienen que prepararse para el retorno del Señor o, por casualidad, el mandato es para todos humanos. Si es sólo por ellos, tienen que hacerle mucho caso. Pero, si es por todos, no hay prisa ponerlo en práctica.

Jesús no demora indicar que el mensaje es especialmente por ellos. Ya tenemos que preguntar en modo de Pedro si estamos incluidos en su “nosotros” o si los discípulos de Jesús son limitados a los doce apóstoles o, tal vez, los sacerdotes y religiosas de hoy en día. El Documento de Aparecida nos da la respuesta. Los obispos de Latinoamérica llaman a todos los fieles “discípulos-misioneros”. Eso es, ustedes tanto como yo tienen la responsabilidad de estudiar los modos de Jesús e irse a los demás con su mensaje.

Según Jesús, tenemos que estar listos “con la túnica puesta y las lámparas encendidas”. No nos vestimos de túnica hoy en día ni usamos mucho las lámparas con mechas. Entonces, ¿qué significan estas figuras? La lámpara simboliza la luz de la verdad como cuando el salmo (18) dice, “Tú haces, Señor, que brilles mi lámpara, ¡mi Dios ilumina mis tinieblas!” La túnica representa la virtud como cuando la carta a los Colosenses dice que hemos de ponernos del “vestido que conviene a los elegidos de Dios: la compasión tierna, la bondad, la humildad, la mansedumbre, la paciencia”. Jesús quiere que profundicemos en la palabra de Dios para que vivamos su verdad. En un famoso retrato Santo Domingo de Guzmán, cuya fiesta nosotros dominicos celebramos hoy, se sienta escrutando las Escrituras. Hace lo que nos pide Jesús hoy: que nos preparemos para proclamarlo al mundo por estudiar los evangelios.

Por supuesto, no hemos de estar en el modo reflexivo para siempre. Tenemos que dar testimonio con nuestras vidas. Jesús carga a sus discípulos, “Vendan sus bienes y den limosnas”. En una historia de santo Domingo como joven, él trató a vender a sí mismo como esclavo para redimir a los cautivos retenidos por los moros. Fue el afán de un santo, pero hay mil modos más apropiados para nosotros hoy en día a socorrer a los pobres. Una joven se aprovecha de su tiempo libre para hacer los trámites para construir un templo por los pobres en la periférica de una ciudad latinoamericana.

“Ah, Padre”, algunos piensan, “tengo ni tiempo ni dinero”. Pero la verdad es que no han dado su corazón al Señor todavía. Que no nos preocupemos porque en este mismo evangelio Jesús promete que va a venir como un ladrón para robarnos el corazón. El senador Eduardo Kennedy, que murió el año pasado, tuvo la experiencia de tener su corazón robado por Jesús cuando su padre le dijo: “Puedes tener una vida seria o no sería. Te amaré no importa lo que elija. Pero si no decides por una vida seria, no tendré mucho tiempo para ti. Hay muchos (otros) niños haciendo cosas interesantes para mí que te dé mi tiempo”. Por este diálogo Kennedy le dio su vida a la lucha por los menos apreciados. Es cierto que nos lo oponíamos por su posición sobre el aborto, pero lo admirábamos por su apoyo por los indocumentados y los no asegurados.

Proclamar a Jesús en esta manera parece como una lucha que nos dejará agotados. ¿Vale la pena? Como si fuera anticipando nuestra inquietud, Jesús promete a sus discípulos algo inaudito. Dice que si los encuentra brindando buen servicio, él va a cambiar lugar con ellos. Eso es, cuando venga, él nos sentará a la mesa y él nos servirá. Tenemos una vislumbre de este inverso cada domingo cuando nos reunimos para la Eucaristía, escuchamos los himnos levantadores, sentimos interpelados por la palabra de Dios, y nutrimos por el cuerpo y sangre de Cristo.

Ya en muchas parroquias una vez por año hay la costumbre de montar una feria de ministerios. El equipo de la parroquia quiere informar a todos que hay mil modos para “vender sus bienes y dar limosnas”. Puede ser por leer la palabra de Dios a la Eucaristía, por apoyar a los indocumentados, o por mantener la lucha contra el aborto. Lo importante es que todos los fieles se den cuenta que son discípulos-misioneros. Sí, todos nosotros somos discípulos-misioneros.

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