El domingo, 1 de agosto de 2010

XVIII DOMINGO ORDINARIO

(Eclesiastés 1:2.2:21-23; Colosenses 3:1-5.9-11; Lucas 12:13-21)

Se consideraba Alberto Einstein la persona más inteligente del siglo pasado. Entre otros logros él dio la fórmula para la energía atómica. Después de la explosión de la primera bomba atómica Einstein hizo el comentario: “Ya todo ha cambiado excepto la manera en que los humanos piensan”. En la segunda lectura hoy la Carta a los Colosenses nos exhorta que cambiemos no sólo nuestro modo de pensar sino todo nuestro modo de vivir.

Como la bomba atómica la resurrección de Jesús ha cambiado nuestra realidad. Por ella Dios nos adoptó definitivamente como sus hijos. Pues, hemos recibido no sólo la enseñanza de nuestro hermano mayor, Jesús, sino su Espíritu. Ya tenemos todo el potencial para vivir como nuevas mujeres y hombres. Es como si fuéramos nacidos en la miseria absoluta y entonces nos han tomado como familia la realeza inglés.

Sin embargo, tenemos que responder a la oportunidad. Si niños adoptados andan siempre con sus cabezas abajo pidiendo a regresar a sus situaciones anteriores, no pueden aprovecharse de las nuevas posibilidades. Es necesario que se adapten a su nueva casa, nueva escuela, y nueva comunidad. Así tenemos que quitarnos de los modos viejos para vivir como hijas e hijos elegidos por Dios.

Interesantemente la carta considera la fornicación y la impureza como los primeros malos para dejar atrás. No son los pecados más ofensivos pero se pegan a la persona como goma al zapato. Un estudio hace poco reveló que más que dos por tres de los jóvenes en las universidades norteamericanas miran la pornografía más que una vez por mes. “Ponte tu mirada en la otra dirección”, la carta parece decirnos, “nuestra verdadera felicidad no es en el sexo promiscuo”. Entonces, la carta mencionan las pasiones desordenadas – la rabia y la intemperancia – como vicios para abandonarse. No sólo son malos en sí; también nos conducen a ofensas más dañinas. En una ciudad latinoamericana hace poco los drogadictos abrieron un boquete en la pared de su templo para sacar sillas. ¡Y qué tantos son los adictos que roban de sus propios papás para apoyar su vicio! En el último lugar – porque se puede volverse en la idolatría -- la carta coloca la avaricia. Como dice Jesús en el evangelio hoy, “Eviten toda clase de avaricia…”

Nos exhorta la carta no sólo que nos quitemos de vicios sino que nos pongamos de virtudes, sobre todo el amor. Como la organización humanitaria “Médicos sin Fronteras”, hemos de sobresalir en todas partes como sirvientes de la paz. No debemos despreciar a ninguna raza o nación porque entre ella viven nuestras hermanas e hermanos en la fe. Y las personas de otras religiones – los judíos, los musulmanes, y los hindús -- ¿cómo las hemos de tratar? En un sentido comprenden también la familia de Dios y merecen nuestro amor. Pero más al caso son nuestros prójimos a los cuales tenemos que prestar la mano en servicio.

Estos días muchos padres piensan en compras de ropa por sus hijos. Pues está muy cerca un nuevo año escolar y los niños son más grandes que nunca. Querrán chaquetas amarillas y zapatos que alumbran para sobresalir entre sus compañeros. Así tenemos que pensar en nuestra potencial en el Espíritu de Cristo. Que llevemos nuevos modos de vivir, sobre todo el amor, la paz, y el servicio. Estas virtudes comprueban que verdaderamente pertenecemos a la familia de Dios. Estas virtudes comprueben que somos Su familia.

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