El domingo, 10 de octubre de 2010

EL XXVIII DOMINGO ORDINARIO

(II Reyes 5:14-17; II Timoteo 2:8-13; Lucas 17:11-19)

¿Por qué se molesta Jesús con los nueve leprosos curados que no regresan a darle gracias en el evangelio hoy? ¿Él no puede entender que ellos sólo están tan extáticos con lo que les ha pasado que no piensan en cómo se hizo? Ya están aliviados de un peso gravísimo. Por años no podían sentarse a la mesa para compartir pan con sus familias. Por años tenían que colgar una campana de sus cuellos para advertir a la gente que se esclarezca de los caminos. Solamente quieren celebrar la nueva libertad. Parece que Jesús está personalmente ofendido que todos los diez no reconocen que él causó la sanación. ¿O hay otro motivo para su irritación más característica del Señor?

El cuarto prefacio común para la misa nos provee una respuesta a estos interrogantes. El prefacio es la oración a Dios hecha por el sacerdote antes de la consagración del pan y vino. Siempre proclama un aspecto de la creación o la redención lograda por Dios en Cristo. El cuarto prefacio común dice: “…no necesitas nuestra alabanza, ni nuestras bendiciones te enriquecen, tú inspiras y haces tuya nuestra acción de gracias, para que nos sirva de salvación”. Eso es, nuestro agradecimiento no ayuda a Dios sino a nosotros mismos.

Jesús no está alterado porque se siente despreciado por los nueve que no le regresan. Más bien, siente apenado que no se aprovechan de la salvación extendida por Dios cuando le dan gracias. Jesús revela el don inestimable de Dios cuando le dice al leproso curado agradecido, “…Tu fe te ha salvado”. Todos los diez están curados de la lepra pero sólo este, un samaritano que no tiene la ventaja de conocer todas las tradiciones de judaísmo, recibe la salvación ese día por dar gracias al hijo del Altísimo. Le parece a Jesús como tragedia como, por ejemplo, sentimos nosotros cuando vemos a un muchacho bien criado caer bajo la influencia del hampa. Tan terrible sea la lepra, no se puede compararla con la nada de la condenación. El décimo leproso ha encontrado la vida eterna, el mayor beneficio de Dios, por darle culto. Los otros nueve ya tienen un camino menos áspero en la tierra, pero todavía andan lejos de Dios en el cielo.

1 comentario:

Unidos por Cristo dijo...

muchas bendiciones reciba Padre Carmelo, sus reflexiones me han ayudado mucho para el estudio biblico semanal. reiba saludos de todos os integrantes el Grupo Catolico " Unidos por Cristo " ate. Juan Luis Pacheco