El domingo, 2 de enero de 2011

LA EPIFANÍA DEL SEÑOR

(Isaías 60:1-6; Efesios 3:2-3.5-6; Mateo 2:1-12)

Una pareja de recientes casados piensan en regalos navideños. Ninguno tiene mucho dinero. Ella quiere comprar a su marido una cadena de platino para su reloj, pero ni tiene la décima parte del precio. Para conseguir el balance, vende su cabello a un hacedor de peluca. Cuando él regresa a casa, ella se preocupa por haber quitado el pelo que le daba mucha satisfacción. Pero le asegura que él la amaría con o sin cabello. Entonces le presenta su regalo – un juego de peinetas de madreperla. Ella muestra su gozo, y le da la cadena platino de reloj. Él sonríe; pues vendió el reloj para comprar las peinetas.

Algunos dirán que la pareja actuó neciamente por haber vendido lo que le valoraban mucho pero no nosotros. Sabemos que el regalo más atesorado es el que representa sacrificio de parte del donador. Nos sentimos más agradecidos por una pieza de cerámica hecha por nuestra hermana que por una tarjeta regalo que vale mil dólares. Habiendo celebrado el nacimiento de Jesús, tenemos que determinar lo que vamos a regalarle. Debería ser algo que nos cuesta personalmente. Los magos en el evangelio ofrecen algunas sugerencias llamativas.

El oro significa el carácter noble – el sumo de virtudes por las cuales nos mostramos como verdaderos discípulos de Jesús. El carácter bueno nos impulsa a cumplir nuestras responsabilidades aunque nos dificulte, a apoyar a los débiles aunque no nos gane nada, y a resistir los vicios aunque nos llamen la atención. La lesbiana que se dedica a su trabajo profesional y la caridad Sociedad de San Vicente de Paulo sin reclamar el derecho falso de tener relaciones sexuales se muestra como persona con carácter de oro.

El incienso simboliza la oración. Según un salmo, la oración sube al Señor como incienso quemado. Nuestras oraciones dan homenaje a Jesús porque reconocen que somos pendientes de él. Solos no podemos conseguir nuestro destino eterno, pero con él todo es posible. Por eso, indican también que no ha venido en vano. El entrenador de futbol en una secundaria llega para orar ante el Santísimo a las cuatro de la mañana un día cada semana. Es hombre con muchas responsabilidades pero sabe que sobre todo tiene que rendir cuentas a Dios.

Se usaba la mirra como especie para enterrar a los muertos. Se dice que en el evangelio la mirra anticipa la muerte de Jesús por el mundo. También como regalo nuestro significa la voluntad para sufrir, y morir si es necesario, por Jesús. En un pasaje notable de la Carta a los Colosenses, San Pablo escribe que por sus sufrimientos él completa lo que falta a los sufrimientos de Cristo. A lo mejor, este mismo espíritu de colaboración con Cristo le impulsa a un prisionero agonizante a aguantar sus dolores sin quejas ni exigencias de ser suelto.

El hombre saca un sobre de su cartera. Él sonríe; pues, leerá la carta de su hijo que le ha dado mucha satisfacción. Escribió el joven a su padre que el hombre no trabajaba en vano, que un día será orgulloso de él. Y cumplió la promesa no por darle una tarjeta regalo que vale mil dólares sino por desarrollar un carácter de oro. Como por el niño Jesús, es el regalo más atesorado por un padre o una madre. Sobre todo que desarrollemos un carácter de oro.

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