El domingo, 20 de mayo de 2012



LA ASCENCIÓN DEL SEÑOR


(Hechos 1:1-11; Efesios 1:17-23; Marcos 16:15-20)



Es domingo.  Toda la familia está en la casa del patriarca y matriarca.  Han tomado mucha comida y no poco vino.  Ya es la hora de conversar.  Hablan del precio de gasolina que por fin está bajando y los planes para el verano.  Entonces el tema cambia a la política.  Una persona toca la pregunta que domina el aire estos días: “¿Por quién vas a votar en las elecciones este año?”  La escena es parecida a la primera lectura hoy y la pregunta tan pujante.



“Señor, ¿ahora sí vas a restablecer la soberanía de Israel?”  los discípulos preguntan a Jesús.  Han visto maravillas, particularmente al mismo Jesús resucitado de la muerte.  Ya, les parece, es tiempo para realizar otro prodigio: el fin del sometimiento de Israel.  Pues, en su manera de ver, Jesús es el Mesías, el cacique encargado por Dios para entregar al pueblo Israel de las garras duras de Roma.  Son como nosotros hoy en día.  Vivimos en un mundo de gobiernos corruptos, pobreza masiva, y enfermedades matadoras.  Sin embargo, ha llegado el Internet que -- según algunos – nos capacita para superar los grandes problemas sociales.  ¿No ha facilitado el derrocamiento de algunas dictaduras el año pasado?  ¿No ha aportado la reducción de la extrema pobreza mundial por una mitad desde el año 1990?  ¿No está contribuyendo a la distribución de información que limita el impacto de SIDA y otros retos a la salud?



Sí, el Internet ayuda el progreso de la humanidad en algunos aspectos, pero apenas representa el adviento del Reino de Dios.  De hecho, en algunos modos el Internet causa dificultades más complejas e igualmente amenazantes que nos ayuda resolver.  Ha facilitado muchísimo la mercancía de la pornografía que corrompe almas.  También ha distanciado al individuo del ambiente en que vive para crear relaciones superficiales con personas en otras partes.  Por eso, vemos la disolución de comunidades, sean religiosas con la menor participación en la misa o sean sociales con la membrecía muy reducida en las organizaciones como los Leones.  Así en la lectura Jesús reprocha a sus discípulos por ser demasiado optimistas en cuanto al triunfo final.  Les dice: “A ustedes no les toca conocer el tiempo y la hora que el Padre ha determinado…”  Indica que el Reino de Dios es de Dios, no de ellos para conocer cuando y mucho menos para realizar como su proyecto.



Pero ellos tienen su propio propósito en el mundo.  Jesús les envía a ser sus testigos primero en Jerusalén, entonces entre los pueblos cercanos, y finalmente en los rincones del mundo.  Han de dar buen ejemplo por vivir sanamente como el reportaje de los cristianos antiguos: “Viven en la carne, pero no según la carne.  Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el cielo.  Obedecen las leyes establecidas, y con su modo de vivir superan estas leyes”.  Nosotros hoy en día seguimos atestiguando a Jesús por nuestra caridad.  Nos aprovechamos del Internet no tanto como un medio de traer la auto-satisfacción sino para ayudar a los demás en el nombre del Señor.  Cuando se usa para informar a toda la familia de las actividades del joven voluntario del Cuerpo de Paz, para ordenar café de “comercio justo”, o para actuar un millón de otras posibilidades, el Internet nos sirve como testigos de Jesús.



De hecho, el Internet nos ha conectado a gentes no sólo en países extranjeros sino en nuestra ciudad de modo que no más podamos ignorarnos de los pobres.  Tenemos que responder o vamos a sufrir una conciencia culpable.  Encontramos una exigencia parecida en el pasaje.  Cuando los hombres angélicos dicen a los discípulos que Jesús volverá como lo han visto alejarse, está proponiendo una advertencia.  No deben mantenerse parados sino tienen que cumplir el mandato porque Jesús regresará para juzgarlos.  Si cuentan de Jesús a las gentes y les apoyan en su nombre, van a ser premiados en su regreso.  Si no, van a ser desilusionados.



“Vean cómo aman a uno y otro”.  Dice un reportaje de los cristianos antiguos.  Según ello los seguidores de Jesús ponen monedas en la alcancía común para apoyar a los pobres, mantener a los huérfanos, y socorrer a los prisioneros de conciencia.  Atestiguan a Jesús por acciones de caridad.  Es nuestro propósito en el mundo hoy.  Hemos de atestiguar a Jesús por la caridad.

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