El Domingo, 19 de enero de 2014


SEGUNDO DOMINGO ORDINARIO

(Isaías 49 3.5-6; Corintios 1:1-3; Juan 1:29-34)


En muchas obras de teatro no se ve el protagonista en la primera escena.  Más bien paulatinamente se le presenta al auditorio.  Así es el drama Shakespeariano “Príncipe Hamlet.”  Antes de su primera aparición, los amigos de Hamlet hablan de él.  Dicen que el príncipe hará que hable la fantasma de su padre cuando ella sólo los pasa por alto en silencio.  En el evangelio según san Juan, el más dramático de los cuatro, Jesús tampoco está presente en el inicio.  Parecido al “Príncipe Hamlet”, allí se ve Juan el Baptista hablando de Cristo.  El trozo del evangelio que escuchamos hoy relata lo que él dice del salvador.

Primero el Bautista describe a Jesús como “el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo”.  Aunque no pensamos en un cordero como poderoso, sí, lo asociamos con la inocencia que caracteriza a Jesús.  Como se sacrifica el cordero, Jesús se entrega a sí mismo en la cruz con todas las fuerzas del maligno – la envidia de los judíos, el desdén de los romanos, la cobardía de los discípulos – arregladas en su contra.  Las vence por quedarse fiel a la misión de Dios Padre que lo resucitará de la muerte.  Como resultado de la victoria pascual, somos fortalecidos en nuestra lucha contra las mismas fuerzas.  Ya la plata, el prejuicio, y el placer no nos tienen atados.  Más bien, podemos vivir como mujeres y hombres rectos con la justicia.

Pero ¿cómo podemos ser seguros que la auto-entrega de Jesús nos afecta a nosotros?  Para contestar este interrogante tenemos que mantener en cuenta quién es él.  No es como otros héroes, por ejemplos, el rey Carlos V o el presidente George Washington, que ya están enterrados en la tierra.  En la lectura el Bautista lo describe diciendo: “’Él que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo.’” Está refiriéndose al hecho que Jesús existía antes de la creación como el Hijo unigénito de Dios.  Ya que ha vencido al maligno en la prueba determinante, Jesús reina para siempre con todo poder.  Él puede guardar – y lo hace -- a aquellos que permanezcan cerca de él salvos de las atracciones del mal.

Ahora la misión queda con nosotros de llamar a todos al amparo de Jesús.  Hemos sido bautizados con el mismo Espíritu que Juan ve sobre Jesús en el evangelio para abrir los ojos al hecho que los hombres son unidos en Cristo.  Este fin de semana elogiamos a un hombre que se aprovechó del Espíritu como pocos en la historia.  El doctor Martin Luther King, Jr., proclamó la igual dignidad entre las razas con tanta elocuencia que el mundo entero reconoció la verdad de su causa. Cargados con el Espíritu, enseñamos a los ancianos la reconciliación, a los jóvenes la solidaridad, y los niños el respeto para todos individuos y grupos de buena voluntad. 

Al leer este pasaje del principio del Evangelio según San Juan al comienzo del año recibimos un panorama de las lecturas evangélicas dominicales del 2014.  Una vez más vamos a escuchar la historia de Jesús, este tiempo por la mayor parte de la perspectiva de Mateo, el evangelista más preocupado con la iglesia y la justicia.  Vamos a escuchar cómo Jesús formó una comunidad con la justicia basada en el amor.  Entonces oiremos cómo él fundó la iglesia sobre Pedro, la roca, para que quedara firme en faz de las turbulencias causadas por el maligno.  Finalmente atestiguaremos de nuevo cómo su pasión, muerte, y resurrección nos ganó al Espíritu Santo para que continuáramos su misión.

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