El domingo, 4 de septiembre de 2016



VIGÉSIMO TERCER DOMINGO ORDINARIO

(Sabiduría 9:11-13; Filemón 9-10; 12-17; Lucas 14:25-33)


En el año 1960 se presentó un católico como candidato a presidente de los Estados Unidos.  El senador John Kennedy fue nombrado por el partido Demócrata para el oficio.  Tenía muchas características favorables.  Era graduado de Harvard, joven, y héroe de guerra.  A pesar de todo esto muchos sentían que no podía ser confiado porque era católico.  Dijeron que debía la lealtad al papa romano más que el pueblo estadounidense.  La historia de su elección es famosa pero ahora queremos recalcar una cosa.  En el evangelio hoy Jesús pide tal lealtad a él sobre toda otra cosa.

Muchos quieren seguir a Jesús.  Y ¿por qué no?  Es hombre con carisma.  Cuenta historias bonitas.  Hace curas espectaculares.  Confronta a los fariseos que quieren echar cargos grandes encima de la gente sencilla.  Es como el papa Francisco hoy en día que complace no a todos pero ciertamente a la gran mayoría de los pobres.

Pero Francisco no es persona que tolere cualquier cosa.  Ha hablado varias veces contra el aborto y el matrimonio gay.  Insiste en la obligación a apoyar a los pobres.  Así Jesús exige una entrega de cien por ciento de sus discípulos.  Su vocabulario nos parece duro.  Dice que si uno no le prefiere a su padre, a su madre o, más aún, a sí mismo no puede ser discípulo de él.

Entonces Jesús relata dos historias para asegurar que está bien entendido.  El agricultor pensando en construir una torre y el rey contemplando hacer guerra son figuras de nosotros.  Como ellos no querrían empezar un proyecto que no podrían cumplir, no deberíamos presentarnos como discípulos de Jesús si no estamos listos para hacer sacrificios como él.  En la segunda lectura san Pablo propone gran ejemplo de lo que Jesús tiene en cuenta aquí.

Pablo pide a Filemón, un dueño de esclavos, que libere a su siervo Onésimo.  Vale clarificar su razonamiento.  Pablo no condena la esclavitud como repugnante a la dignidad humana.  Más bien, dice que ya Onésimo es cristiano; eso es, ya es hermano a Filemón en Cristo.  Por eso, conviene que Filemón lo trate como un hermano no sólo en la misa sino siempre.  Pero esta petición será muy duro aceptar para Filemón.  En primer lugar, Onésimo le abandonó.  A lo mejor Filemón piensa que merece cincuenta azotes no la liberación.  En segundo lugar, si le libera a Onésimo ¿qué pasará con los otros esclavos que presuntamente tiene?  ¿No es que ellos también querrán hacerse cristianos para que sean liberados?

No se sabe exactamente lo que pasó en la historia.  Se piensa que Filemón liberó a Onésimo.  Pues si no lo hizo, habría destruido la carta de Pablo.  De todos modos sabemos que a veces nos cuesta ser cristianos.  Significa que escogemos el acortamiento de deseos, no siempre su satisfacción.  Pero una cosa es cierta.  Seguir a Cristo o seguir la Iglesia Católica siempre nos hacen mejores hijos a nuestros padres y mejores ciudadanos a nuestro país.  Pues Jesucristo y la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, representan la caridad en la verdad.  Con esta caridad en la verdad daremos a nuestros padres el respeto que merecen.  Con esta caridad en la verdad servimos a nuestro país con el empeño de patriotas.

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