El domingo, 19 de marzo de 2017

EL TERCER DOMINGO DE CUARESMA

(Éxodo 17:3-7; Romanos 5:1-2.5-8; Juan 4:5-42)

Sólo veinte y tres por ciento de los católicos norteamericanos asisten a la misa dominical.  A lo mejor el número es más desalentador en otros países.  Por esta razón los papas recientes han hablado de la “Nueva Evangelización”.   Dirigen este esfuerzo aún más a los católicos que a los no-católicos, particularmente a aquellos que ya no practican la fe.  Dicen que a su raíz la Nueva Evangelización consiste de un encuentro con el Señor Jesús.  En el evangelio hoy Jesús nos da pistas para facilitar el encuentro.

Jesús se presenta al pozo de un pueblo.  No es un lugar específicamente religioso.  Pues ¿podría esperar a encontrar a los no religiosos en una sinagoga?  Para nosotros la pregunta es semejante: ¿Podríamos esperar a los que no practican la fe en un templo? Tal vez en una misa de bodas pero por la mayor parte vamos a toparlos en espacios regulares: en casas, en tiendas y en parques.

A lo mejor sería contraproducente comenzar la plática con referencia a Dios.  Este tema tendrá poco interés para aquellos alejados de la fe.  Si queremos conversar con ellos tenemos que escoger algo que tenemos en común. Cuando viene la samaritana al pozo, Jesús habla del agua.  Dice: “’Dame de beber’”.  No es mentira, pero la sed que tiene no es tanto para el agua que para cumplir la voluntad de su Padre celestial.  Colgado en la cruz según este Evangelio de San Juan Jesús dirá: “’Tengo sed’” con el mismo propósito.  Jesús quiere que la samaritana sea incluida en el Reino de Dios.

La mujer se pone brava con Jesús.  Lo reta: “’¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?’”  Ha venido sola al pozo.  Tal vez no tenga compañeras porque tiene una lengua bien afilada.  De todos modos ¿no es que muchas veces los que no quieren nada que ver con la religión actúan como la mujer?  Lo hacen difícil mencionar la fe.

Pero Jesús no se deja por vencido – no por mucho.  Le indica que su objeto no es servir a sí mismo sino a ella.  Le dice: “’Si conocieras el don de Dios y quién es el que pide de beber, tú le pedirías a él y él te daría agua viva’”.  Tenemos que mantener esto en cuenta cuando nos acercamos a los demás con la intención de evangelizar.  No estamos allá para ganar un debate sino para ofrecer al otro la oportunidad para encontrar el “agua viva”; eso es, el significado verdadero de la vida.

Cuando lleguemos al tema de la fe, a veces los que no la practican sienten aturdidos.  Hablan de la dificultad de creer en Dios por tanto mal que existe o por la inmensidad del universo.  La samaritana sugiere esta dilema cuando dice a Jesús: “’…el pozo es profundo’”.  Sí es cierto, no hay límite al conocimiento de la creación, pero esto no importa tanto como la sabiduría.  La sabiduría es la arte de vivir con la gracia.  Una vez un joven explicó la diferencia entre el conocimiento y la sabiduría.  Dijo: El conocimiento es saber que el tomate es fruta y la sabiduría es saber que el tomate no pertenece en una ensalada de frutas.

Jesús no permite que la conversación se vuelva en una discusión teorética.  Le ofrece a la samaritana la sabiduría de Dios, el “agua viva”, que es, más precisamente, la vida eterna.  Pero la samaritana, siempre con dudas, se ríe de esta idea: “’…dame de esa agua para que no tenga…que venir aquí a sacarla’”.  Es cierto que la promesa de la vida eterna a veces suena demasiado buena para ser verdadera.  Es muy difícil convencer a alguien de ella con la lógica, pero tenemos en nuestro juego de herramientas un instrumento más eficaz.  Se dice que el hombre moderno escucha con más interés a los testigos que a los maestros.  Si vamos a tener éxito en nuestra evangelización, tenemos que atestiguar a su valor por vidas llenas con el gozo de servir.  Es el gozo del papa Francisco que a ochenta años lleva las responsabilidades de los jefes de las corporaciones más grandes pero siempre lleva sonrisa.  Es el gozo de Santa Teresa del Niño Jesús que aun en agonía exponía su afán a entregarse en la oración por las misiones.

Jesús se aprovecha de otra herramienta.  Despierta la fe de la samaritana con el conocimiento sobrehumana de su vida.  Pronto ella reconoce a Jesús como “profeta” pero sigue resistiendo su llamada al arrepentimiento.  Trata de levantar el escándalo de la religión por preguntar por qué es mejor dar culto en Jerusalén que en Samaria.  Esta crítica es semejante a la que muchos levantan hoy en día.  Dicen que la religión ha sido la causa de mucha sangre en la historia. 

Pero ¿es la religión que causa tantos problemas o la explotación de la religión por personas violentas?  De todos modos los grandes asesinos del siglo veinte fueron ateos – Hitler, Stalin, y Mao Zedong.  Jesús aclara la situación del culto en su tiempo.  Sí la salvación tiene su raíz en Abrahán pero él mismo introducirá el modo verdadero de adorar a Dios.  No dependerá del lugar sino de la presencia del Espíritu Santo. 


La mujer queda creyendo.  Puede dejar su cántaro porque ya no necesita agua del pozo. Pues ya tiene el “agua viva,” la fuente de la vida eterna.  Su deseo es ir y compartir esta fe con los demás.  La evangelizada se ha hecho en evangelizadora.  Es como Cristo espera de todos nosotros hoy en día una vez que conozcamos el afecto que él tenga para cada uno.  Que vayamos y compartamos la fe con los demás.

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